VIVIENDA Y DECORACIÓN
Sábado 13 de Septiembre de 2008
El Gran Mirador cumple 100 años
Tupahue era su nombre antes de llegar los conquistadores; ellos lo bautizaron San Cristóbal en honor al patrono de los viajeros, pues servía de guía a quienes llegaban a la ciudad. Hace cien años, con la instalación de una imagen de la Virgen en su cima, se dio el primer paso para convertirlo en parque público. La forestación, expropiación y construcción de hitos tan emblemáticos como el funicular o el zoológico, se dieron en forma paulatina, hasta transformar el cerro en un lugar único. Refugio de turistas, devotos, deportistas y enamorados; de niños y adultos que encuentran en su cima la mejor posibilidad para contemplar Santiago en 360 grados
Fotos: Publicado el 11/09/2008
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Texto, María Cecilia de Frutos D. Fotografías, Gonzalo López V.
Era cerca del mediodía del 26 de abril de 1908 cuando a los pies del Cerro San Cristóbal empezaron a llegar los primeros grupos de fieles. Se trataba de un Domingo de Resurrección especial, en el que verían cumplido su sueño de tener una imagen de la Inmaculada Concepción presidiendo la ciudad de Santiago. Con 22,3 metros de alto y 36.610 kilos de fierro fundido, la figura –inspirada en una obra del escultor italiano Jacometti– se había encargado a la fundición Val dOsne de París por intermedio del embajador en Francia, Enrique Salvador Sanfuentes. Columnas de gente con expresiones de alegría y recogimiento caminaban lentamente, siguiendo el sendero que sube el agreste paisaje del cerro, para conocerla. A las cuatro de la tarde la figura recibió la bendición del presbítero Clovis Montero, aun cuando miles de devotos quedaron a mitad de camino y no alcanzaron a presenciar la ceremonia.
Un siglo más tarde el santuario sigue acogiendo a católicos, piadosos, penitentes. Atrayendo la curiosidad de escolares, turistas y deportistas, para quienes llegar hasta la Virgen del Cerro San Cristóbal –a 863,94 metros de altura sobre el nivel del mar– resulta un buen desafío. Perteneciente al Arzobispado de Santiago, es el lugar de culto mariano por excelencia, y hasta donde el propio Papa Juan Pablo II llegó el 1 de abril de 1987 para mirar la ciudad desde lo más alto, según recuerda una placa de bronce en el carro del funicular que lo trasladó.
La primavera se acerca y el cerro empieza a florecer. Las 700 hectáreas de vegetación que lo convierten en el gran pulmón verde de la ciudad, como lo había querido Benjamín Vicuña Mackenna hacia 1870, parece que siempre hubieran estado ahí.
Pero no es así. Hasta unos diez años después de que la Virgen quedara instalada en la cima, el cerro siguió siendo un sitio despoblado, con espinos como única especie y varias canteras que se explotaban desde el siglo XIX para pavimentar las calles de Santiago y canalizar el río Mapocho. En 1916, Alberto Mackenna Subercaseaux, intendente de Santiago y presidente de los boy scouts, en conjunto con el senador Pedro Bannen iniciaron una campaña para adquirir los terrenos del cerro pertenecientes a privados y convertirlos en un parque de uso público. Fueron precisamente los boys scouts los primeros en realizar una plantación de árboles en el lugar.
Según expone Juan Medina Torres en su libro "El gran balcón de Santiago", el censo de 1865 registraba 115.377 habitantes y los planos de la ciudad dejaban al San Cristóbal fuera de sus límites. En un detallado relato, el autor recuerda anécdotas que dieron vida a este enorme jardín: como que en 1919 se invitó al arquitecto paisajista Carlos Thays –director de los jardines públicos de Buenos Aires– para que proyectara su transformación pero los planos se quemaron en un incendio. También en esos años se construyeron diez kilómetros en caminos y se plantaron cinco mil árboles, cuyo costo sumado a las expropiaciones de terreno terminaron por agotar el millón de pesos que se dieron por ley. Pese a todo, en 1921 el San Cristóbal ya se había conquistado como un parque para la comunidad.
En septiembre de ese mismo año, a un costado del Santuario de la Virgen, se puso la primera piedra del templo Maternidad de María. Los muros empedrados de la capilla, que más parece una gruta estilo románico, fueron pintados por el artista alemán Peter Horn, autor de la Gran Cruz de Rinconada de Silva. El 25 de diciembre de 1931 la pequeña iglesia fue inaugurada y bendecida.
Viaje en funicular
Son las once de la mañana del martes 26 de agosto del 2008. Varios cursos de educación básica se despliegan por la explanada que da a calle Pío Nono. Es el acceso más popular y más utilizado por los visitantes al cerro; también lugar favorito de vendedores de globos, dulces, bebidas, helados y juguetes que no superan los dos mil pesos. Los niños repletan la plaza de gritos. Los más chicos, de la mano y bajo mando de profesoras y mamás que van de guía, forman una ansiosa cadena en espera de subir al zoológico.
El funicular es la opción más romántica y emocionante para trepar el San Cristóbal. Declarado Monumento Histórico el año 2000, esta obra de ingeniería se inauguró el 25 de abril de 1925 –el mismo año que se creó el zoológico–. Recorre 485 metros en un plano inclinado y cuenta con dos carros con capacidad para 50 personas cada uno: mientras uno sube el otro baja, haciendo un contrapeso que le permite viajar a constantes 20 kilómetros por hora. Desde que empezó a funcionar dicen que "ha habido incidentes, pero nunca un accidente grave".
El trayecto se inicia en un castillo de piedra estilo medieval diseñado por los arquitectos Luciano Kulczewski y Carlos Landa, donde se encuentran la boletería y algunas oficinas, y remata en la Sala de Máquinas y el Salón Tudor, atribuido también a Kulczewski por la similitud en su construcción. Este último alberga desde 2006 una sala de exposiciones única por su ubicación y vista privilegiadas.
Bajando del funicular se llega a la Terraza Bellavista, a 260 metros sobre la ciudad, con vista a la zona centro sur de Santiago. Aquí, los turistas se apropian con sus cámaras de foto de la panorámica capitalina. Aunque llovió hace pocos días, el esmog no la deja lucirse como es debido.
Vacaciones en el cerro
El San Cristóbal esconde lugares únicos. La forestación que hermoseó el cerro durante la década de 1920, la construcción del funicular, y la creación del zoológico, fueron sólo el comienzo de la gran riqueza que aquí se descubre. Los años sesenta y setenta fueron determinantes para la consolidación de su fisonomía actual: en 1966 se creó lo que hoy se conoce como Parque Metropolitano de Santiago (www.parquemet.cl), dependiente del Ministerio de Vivienda y Urbanismo.
Se habilitaron zonas de picnic; se hizo la plaza de juegos infantiles Gabriela Mistral –diseñada por Federico Assler–; comenzó la construcción del teleférico; crearon el Jardín Japonés en el sector de Pedro de Valdivia Norte; en 1972 se abrió la primera enoteca nacional; luego nació el jardín Mapulemu, en los ochenta, –que exhibe flora nativa como mañíos, peumos, palma chilena, araucarias, boldos, quillayes.
Allí mismo, dos piscinas refrescan a miles de personas en la temporada de verano. La Tupahue, inaugurada en 1966, tiene la firma del arquitecto Carlos Martner. Se levantó sobre una vieja cantera y cuenta con un mural dibujado con las piedras del lugar. Diseñado por el mexicano Juan O'Gorman y ejecutado por la artista chilena María Martner, muestra a Caupolicán y Cuauhtémoc, en un encuentro que simboliza la amistad entre ambos pueblos. Diez años más tarde se construyó la piscina Antilén, encargada al mismo Carlos Martner, y que puede albergar a 1.500 bañistas simultáneos.
Todos estos hitos, puntos imperdibles de este cerro que lleva sólo cien años de historia conocida, parecen perderse en un lugar que resulta inabordable en un solo día. La Virgen, única e imponente, resalta con su figura blanca, como un faro que se ilumina de noche y que acompaña en silencio las vidas santiaguinas.
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