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Viernes 17 de Septiembre del 2010
Elena Mena enseñaba química en el Liceo Manuel de Salas:
Aunque sus problemas a la vista le impiden leer tanto como quisiera, Elena da su consejo para seguir activa: "Lo que me ha gustado toda la vida es hacer puzzles. Eso me ha ayudado mucho, porque al desconocer alguna palabra uno trata de ubicarla y pensar, así cultivas la cabeza. Eso es lo importante: la mente tiene que seguir trabajando hasta el día en que uno se muera", dice la casi centenaria Elena Mena.
Así ha sido desde siempre. Su madre, una mujer muy severa, siempre le inculcó el estudio: "Mi mamá era lo más exigente en cuestión de que sus hijos aprendieran, jamás dejaba que uno no estudiara", cuenta Elena. Con tan sólo 16 años se graduó de la escuela Francisco Arriarán y postuló para seguir su vocación: pedagogía. Como todavía no cumplía 18 años, no le permitieron ingresar a la universidad, así que decidió hacer un curso de taquigrafía en la Universidad Católica para no perder el año.
"Me sirvió mucho para después tomar nota, mis apuntes se los peleaban los compañeros", dice. Un año después entró a estudiar Pedagogía en Química y Biología, donde conoció a Alfredo Llaña, con quien se casó en 1937.
Tras hacerlo, Elena se convirtió en una excelente dueña de casa, dedicándose a atender a sus dos hijos. Años después, su matrimonio se debilitó cuando su esposo decidió partir a Estados Unidos a realizar un doctorado en biología marina. "Cuando se produjo esta ruptura todos le aconsejaron que se titulara", cuenta su hija Mónica. Y así fue. En 1950 lo logró y comenzó inmediatamente a trabajar como profesora de química en el liceo Manuel de Salas. Cuenta que en esa época el colegio se destacaba entre los otros establecimientos, ya que era una institución muy experimental, lo que era muy novedoso para la época. Según ella, lo que más le gustó fue la metodología.
"En algunos liceos enseñaban a aprenderse de memoria las valencias de calcio, fierro, etc. Y si no lo aprendían de esta forma, iban castigados. Eso a mí me parecía horrible", afirma.
De este modo, Elena Mena fue una de las impulsoras de la enseñanza en ciencias por medio de experimentos. "Teníamos la costumbre en el liceo de no hacer la clase teórica, sino que teníamos una sala con mesas para cuatro personas, les dábamos el material, les explicábamos lo que tenían que hacer y ellos hacían el experimento vigilados por mí y el ayudante. Iba mesa por mesa para ver cómo lo estaban haciendo. Ese fue el sistema más importante para mí", cuenta orgullosa.
Incluso, relata que ella fue parte de un proyecto muy avanzado para la época. La iniciativa consistía en que ella realizara un experimento, el cual era grabado para mostrárselo a alumnos de otros colegios, para que pudieran aprender con ese método de enseñanza.
La casi centenaria dedicó 26 años de su vida a la docencia. En 1976 dejó las aulas, pero todavía recuerda con cariño a sus estudiantes: "Mis alumnos me respetaban mucho. Hasta el año pasado todavía recibía cartas y tarjetas de pascua", concluye.
"En algunos liceos enseñaban a aprenderse de memoria las valencias de calcio, fierro, etc. Y si no lo aprendían, iban castigados. Eso me parecía horrible".
Excelente profesora!!
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