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sábado 13 de noviembre de 2010
Tres años duró la construcción del edificio proyectado por Alberto Cruz Montt. Fue inaugurado en 1925
Elegancia, refinamiento y sobriedad se respiran en cada uno de los salones del edificio de marcado estilo francés que alberga al Club de la Unión desde 1925, proyectado por el arquitecto Alberto Cruz Montt. Una estética lograda a través de importantes obras de pintores nacionales y extranjeros, muebles comprados en Europa y cientos de piezas hechas en Chile por el propio Cruz Montt, tal como lo demuestra el reciente catastro realizado por Monge, Besa y Edwards.
Texto y producción, Beatriz Montero Ward Fotografías, Patricio Ulloa M.
En el pasillo sur del segundo piso: escultura de mármol blanco con base tallada con ángeles, firmada Studio Andreoni, Roma (1800-1900).
Amoblado francés con tapiz de Aubusson que forma parte del mobiliario de este salón del segundo nivel.
Era Agosto de 1925 y aunque el edificio proyectado por el reconocido arquitecto Alberto Cruz Montt, emplazado en plena Alameda -entre las calles Nueva York y Bandera- no estaba aún totalmente terminado, la institución del Club de la Unión (creada en 1864) decidió efectuar su traslado. Para inaugurar su nueva sede, de marcado estilo francés, dio en los salones una suntuosa recepción, a la cual asistieron miembros del gobierno, altos funcionarios públicos y las personalidades más distinguidas de Santiago. Fue la ocasión perfecta para que los socios e invitados admiraran las flamantes dependencias de este verdadero palacio, todas "lujosamente ornamentadas", como indica Guillermo Edwards Matte en el libro que publicara en 1944 con motivo de los ochenta años del club.
Cómoda francesa con marquetería, cariátides de bronce y cubierta de mármol negro. Está en el Salón Francés.
Sobre la cubierta de chimenea de este mismo salón hay un reloj de bronce con figuras de ángeles.
La biblioteca, situada en el tercer piso, alberga más de cinco mil libros sobre filosofía y religión de los siglos XVIII y XIX que fueron donados por Ricardo Dávila Silva.
Tal como lo demuestran los pocos documentos y textos que dan cuenta de la historia de esta institución, que nació como un espacio de reunión y encuentro social, desde sus inicios estuvo siempre latente la preocupación de ambientar sus sedes con buen gusto y confort. Así, por ejemplo, en la primera casa que la albergó, los principales adornos de los salones eran seis grandes cuadros que representaban santos famosos de la iglesia, y que habían sido prestados por doña Dolores Ramírez de Ortúzar. En su tercera ubicación (Alameda 139, entre Ahumada y Estado), en cambio, el menaje era bastante más lujoso y fue casi en su totalidad traído desde el Viejo Continente, tal como se da cuenta en el Álbum del Club de 1926: "Se hicieron importantes encargos de muebles, tripes, cortinajes, lámparas, vajillas, etc., a Europa, todo esto de altos precios y de lo mejor conocido. La vajilla sobre todo era sumamente valiosa y llamaba la atención por su acabada fabricación artística". Con todo ello se ambientaron salones, salas de póquer, billares y comedores entre otros, bajo la dirigencia de Don Luis Cousiño quien era entonces el presidente de la institución. Este hombre de inmensa fortuna, finos modales y gusto por el arte trató de imprimirle al club el estilo y la elegancia que "él había notado en las grandes y rancias aristocracias del viejo mundo", puntualiza el Álbum.
Una de las luminarias más interesantes es la del Gran Hall. Se trata de una pieza de bronce y cristal de Baccarat.
Fue todo ese conjunto, sumado a muchas obras de arte que con el transcurso de los años fueron donando los mismos socios, diplomáticos y ministros extranjeros, las que se trasladaron para llenar los amplios espacios del edificio de cinco pisos diseñado por Cruz Montt. "Se trata de una construcción espectacular en su concepción, cuyo alhajamiento es una lección de dignidad, buen gusto y excelente selección", indica Francisco Monge, quien junto a Luis Enrique Besa y Domingo Edwards acaba de terminar un acucioso catastro de cada una de las piezas ornamentales de este sitio de valor patrimonial.
De Pedro Lira es este óleo titulado "Romeo y Julieta". Está ubicado en el muro de la chimenea, en la gran sala de lectura de la biblioteca.
"Es notable -agrega- la forma en que este arquitecto, quizás con pocos recursos, escogió lo más apropiado para imprimir esa estética deslumbrante y bien masculina que se aprecia en cada uno de los rincones del edificio". Porque si bien esta nueva sede, que hasta el día de hoy permanece intacta, fue puesta con un buen número de muebles europeos, como las cómodas y conjuntos de sofá y sillones del Salón Francés, gran parte del mobiliario, que es de los más variados estilos, fue realizado por el propio Cruz Montt. Incluso, muchas de las lámparas holandesas y apliqués de bronce se deben, también, a su creatividad y fueron fundidos por Foradori.
Ulises y Calypso se llama esta escultura de Rebeca Matte, obsequiada al club por la propia autora.
En el conjunto destacan las luminarias de cristal, todas francesas, que dan vida a salones y salas, pero sobre todo resulta imponente y de notable valor la que ilumina el Gran Hall. Asimismo, destacan en el corredor de la entrada un par de gobelinos y una enorme escultura, "Ulises y Calypso", que obsequió su autora, Rebeca Matte. Más allá, en la sala con chimenea, se impone una gran tapicería y una garniture de bronce y mármol compuesta por reloj y dos candelabros de ocho luces cada uno. "Si bien todos los espacios son muy atractivos, los más interesantes están en el primero, segundo y tercer piso", indica Monge.
"Salida del Cuzco hacia Chile", óleo de Fray Pedro Subercaseaux, se aprecia en una de las galerías del segundo piso.
Pero sin lugar a dudas que uno de los mayores tesoros de este club es su notable pinacoteca, repartida en todo el edificio. Esta compuesta por más de ciento ochenta obras (óleos, acuarelas, dibujos y grabados) de pintores tan notables como Alfredo Helsby, Thomas Somerscales, Benito Rebolledo Correa, Rafael Correa, Félix Ziem, Álvaro Casanova Zenteno, Alberto Orrego Luco y Carlos Ossandón, entre muchos otros. Entre todos, destacan dos importantes cuadros, "Salida del Cuzco hacia Chile" y "Batalla de Rancagua", de Fray Pedro Subercaseaux; "Otoño", "Hora Solemne" y "Primavera en Lo Contador" de Alberto Valenzuela Llanos; "Romeo y Julieta" de Pedro Lira, y varios retratos de mujeres ejecutados por Marcial Plaza Ferrand.
En materia de esculturas, se encuentran en este edificio bronces de Carrier Belleuse, del francés Eugène Antoine Aizelin, de D. Alonzo, Falgviere, Fernand Dubois y Henri Michel Chapu (1833-1891); piezas de mármol del francés Charles Raphael Peyre (1872-1949), del estudio italiano Andreoni (1800-1900) y algunas interesantes terracotas.
"La combinación de todas estas cosas es perfecta, y lo más notable es que muchas piezas de arte de excelente calidad corresponden a donaciones. Este club es el reflejo del espíritu y del gusto que primó en Chile en una época", afirma Monge.
Texto y producción, Beatriz Montero Ward Fotografías, Patricio Ulloa M..
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