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sábado 26 de marzo de 2011
Luego de permanecer tres años cerrada, la Iglesia Nuestra Señora de la Victoria en Bellavista resplandece en el barrio gracias al remozamiento que le dio la Universidad San Sebastián.
TEXTO, SOLEDAD SALGADO S. FOTOGRAFÍAS, VIVIANA MORALES
Se trajo una máquina especial de Noruega para poder trabajar a la altura de la torre.
En 1981 la iglesia Nuestra Señora de la Victoria sufrió un incendio. En 1985 se enfrentó a su primer terremoto. Y el año pasado, al segundo. Justo en el momento en que la Universidad San Sebastián iba a comenzar el año académico en su nuevo campus -Pío Nono esquina Bellavista- se desató la tragedia en el país, y en la universidad, con la muerte de un grupo de miembros del plantel, al caer su avioneta, mientras se dirigían al sur para prestar ayuda a las víctimas del terremoto y tsunami. Las prioridades cambiaron en la USS, y el primer semestre poca atención se le prestó a la antigua iglesia que, con la compra de los terrenos del ex Liceo Alemán, pasó a ser administrada por el establecimiento. A fines del año pasado comenzó su recuperación, tarea que tardó tres meses. Así, el 1 de marzo, en el renovado templo se hizo una misa en memoria de los fallecidos en el accidente de aviación.
Quienes circulan por Bellavista deben notar su semblante limpio y con un impecable color mantequilla. "Pensábamos que nos había quedado medio chillona, pero éste es su tono original", explica Gonzalo Rodríguez, gerente de proyectos de la USS.
Las figuras y guardas interiores se replicaron con yeso
Los vitrales están en buen estado, salvo pequeñas excepciones.
Las torres decorativas -hechas en albañilería- fueron reparadas usando una solución actual y muy liviana: se construyó el alma de la figura en poliestireno de alta densidad y luego se revistió en piedra reconstituida.
La iglesia fue diseñada por el arquitecto Eugenio Joannon Crozier para el Monasterio de las monjas Clarisas de Santiago. Su primera piedra fue bendecida en 1912, y se terminó de construir en 1919. Sus líneas Neogóticas, hechas con madera, ladrillo y hierro la transformaron en un referente en la comuna de Recoleta, adquiriendo la categoría de edificio de interés arquitectónico. Allí se efectuaron misas dominicales y una gran lista de matrimonios hasta su cierre, cuando sus entonces administradores, la congregación del Verbo Divino -las monjas dejaron el lugar en la década de los 70- vendieron la manzana a la universidad.
Si bien los daños del inmueble no eran de carácter estructural, el gran desafío era recuperar la construcción original con las técnicas actuales, como por ejemplo toda la ornamentación interior dañada. "Tuvimos que tomar el molde de las figuras en látex y encontrar a alguien que pudiera replicarlas en yeso", cuenta Rodríguez. Lo mismo sucedió con el delicado trabajo en piedra que reviste los muros. Debido a las fisuras hubo que reemplazar algunas placas y replicar el gravillado de éstas mediante una herramienta que se creó especialmente.
"Quedó en perfectas condiciones y fiel al diseño original", cuenta Rodríguez, gracias a que los daños no eran tan severos. De hecho, nada le sucedió al techo, una bóveda hecha con estructura de madera y malla colgada con yeso que a simple vista parece loza, y cuyo trabajo artesanal hace pensar en la magnífica calidad del templo.
"Pronto debiéramos tener dos sectores abiertos a la comunidad: uno es un acceso por Pío Nono con Dardignac donde va a estar el auditorio para charlas y presentaciones, la biblioteca y la cafetería permanente; y el otro, es la iglesia, y ya estamos en conversaciones para volver a las misas dominicales", cuenta Tomás Irrarázaval vicerrector de responsabilidad social y extensión.
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