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sábado 30 de abril de 2011
La emblemática intersección de las avenidas Errázuriz y Blanco, en Valparaíso, estrenó esta semana una versión renovada de su clásico Edificio Luis Cousiño, que por años estuvo abandonado y en muy malas condiciones. Hoy es el Centro de Gestión del Turismo, Patrimonio y Cultura, del Duoc UC, entidad que encargó su total recuperación.
Texto, Mireya Díaz Soto |
Fotografías, José Luis Rissetti
Que el Edificio Luis Cousiño en Valparaíso volviera a sus años de esplendor parecía imposible; ya era una imagen típica del Puerto el vértice de Blanco y Errázuriz con él casi en ruinas, un cascarón vacío por dentro, tapiado en todos sus accesos, sin techo, abandonado por más de diez años y víctima de sucesivos incendios. Hasta que el Duoc UC logró en 2009 comprar todos los paños que lo componen para iniciar un proceso de rehabilitación.
El interés venía de cuando Jorge Martínez, actual director de la sede Valparaíso de ese instituto, propuso en 2007 la misión de rescatar el inmueble construido entre 1881 y 1883 por encargo de Isidora Goyenechea en memoria de su marido Luis Cousiño Squella, muerto unos años antes. La idea fue abrir allí una nueva base para el Duoc, pero con más funciones que sólo las académicas, acogiendo actividades que sobre todo aportaran al desarrollo de la ciudad. Así se creó el Centro de Gestión del Turismo, Patrimonio y Cultura, un lugar pensado para acoger carreras de esas áreas y sus talleres, con zona de exposiciones, cafetería y restorán abiertos al público, y un auditorio en el que se presentarán obras de teatro y funciones de cine.
Símbolo de la opulencia de Valparaíso a fines del siglo XIX, el Edificio Cousiño representó el esplendor comercial por el que atravesó la ciudad. Construido en albañilería y piedra, el Consejo de Monumentos Nacionales -que lo declaró Monumento Histórico en 1994- resalta su diseño inspirado en el Neoclásico, propio de esa época y muy acorde, por lo demás, con inmuebles vecinos como El Mercurio, el Edificio Harmnton, el Café Vienés y el Banco del Pacífico. Pero así también, con los daños a la vista, en un momento se convirtió en un icono del patrimonio del puerto, en su mayoría en muy malas condiciones.
Con esta realidad se encontró el estudio Sabbagh Arquitectos, responsable del rediseño del edificio, con un proyecto que pudo conservar sus muros exteriores y generar un interesante diálogo con la propuesta contemporánea -de hormigón- que se despliega en su interior, y que además ayuda a sostenerlos. El arquitecto Juan Pedro Sabbagh estuvo a la cabeza del diseño, y explica que por la forma del inmueble, conocida como "edificio crucero", buscó la manera de habitar de la arquitectura naval, con circulaciones perimetrales, balconeos y áreas como las cubiertas de un barco.
En el subterráneo se ubicaron talleres de restauración de maderas, la cineteca y el acceso al escenario del auditorio. El primer piso, donde se encuentra la entrada principal a éste y las zonas de exposición y turismo, es el nivel más público, en integración casi directa con las veredas de Blanco y Errázuriz. Aquí, justo en la punta del edificio, un amplio hall evoca una proa, con una doble altura. A través de ascensores y escaleras, en este punto se accede a los pisos superiores, el segundo y tercero destinados a salas de clases de las carreras de Turismo, Gastronomía y Restauración Patrimonial, y áreas administrativas. Estos dos niveles, al revés de la planta baja, se orientan hacia un patio central iluminado con una lucarna, por cuyo entorno se ubican las aulas. El último piso acoge talleres de cocina y un restorán abierto al público, y se diseñó como una mansarda hecha de una estructura de celosías metálicas y con un techo que, desde el paseo Gervasoni, ofrece de noche un espectáculo de planchas metálicas con perforaciones de luz.
El arquitecto Juan Sabbagh destaca "la unión de voluntades para recuperar este edificio. Desde las facilidades dadas por la Municipalidad de Valparaíso, el apoyo del Duoc, el interés de los ex alumnos de Restauración Patrimonial, el compromiso de los maestros y hasta la voluntad de la gente que nunca reclamó en un año de trabajos. Es primera vez en mi carrera de arquitecto que me toca ver algo así".
Texto, Mireya Díaz Soto | Fotografías, José Luis Rissetti.
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