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sábado 14 de mayo de 2011
Ejemplo vivo de la arquitectura rural del valle central del siglo XVII, la hacienda Los Lingues intenta recuperarse tras el terremoto que dañó severamente sus instalaciones. La capilla, restaurada por el arquitecto Raúl Irarrázabal S, con el apoyo de la Fundación Procultura, y la ayuda de fondos del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, es el primer volumen que renace tras meses de trabajo.
Texto, Soledad Salgado S. Fotografías, Viviana Morales R.
Junto con restaurar la iglesia se cambió la iluminación logrando zonas con más acento y otras más íntimas.
Los Lingues® se niega a desaparecer. Su dueño, Germán Claro Lira, con poncho café,
pipa en mano y sus más de ochenta años, recorre los siete mil m2 construidos mientras va contando los proyectos que imagina para cada rincón de esta hacienda. Simpático y vivaz, tiene muy claro que lo que tiene es un tesoro patrimonial que hay que conservar a como dé lugar. En los últimos años ha invertido cada peso en la mantención de las construcciones que conforman el lugar -asesorado por arquitectos e historiadores- y que tienen una antigüedad superior a los 300 años. "Ésta es una de las iglesias más antiguas que existen en Chile", dice parado en la puerta de la capilla del fundo, único volumen que se ha reparado luego del devastador terremoto del 2010. El resto acusa serios daños. Tantos, que el hotel que armó junto a su familia en la casa patronal, y que funciona desde hace 30 años, debió cerrarse ante el inminente peligro de derrumbe.
El Cristo de marfil es atribuido a Benvenuto Cellini, y fue rematado por Agustín Edwards Ross en París, en 1885.
Cuesta imaginar el esplendor del lugar -fiel reflejo de las casas de campo del valle central del siglo XVII- entre muebles apilados, polvo, muros con revoques sueltos, grietas y un ala entera en el suelo. El frío y la oscuridad poco ayudan. Germán Claro se da el tiempo de entrar a las habitaciones y contar historias sobre algunos muebles de noble procedencia como una mesa de mármol que perteneció a don Mateo de Toro y Zambrano y que acaba de restaurarse, también recuerdos de Ramón Freire, José Victorino Lastarria, Federico Errázuriz Echaurren, etc. "El 75% de los muebles están arreglados, varios en la bodega. Es que tengo un maestro fantástico", dice con una energía y tesón admirables.
En un rincón destaca un Niño Jesús de madera policromada en fanal de vidrio. A ambos lados, ángeles que eran de la familia Vanderbilt.
El cariño que siente por este lugar que ha estado siempre en la familia y la necesidad de contar con algún apoyo financiero para su recuperación, lo llevaron a postular a un fondo de reconstrucción del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. A través de la Fundación Procultura -organización sin fines de lucro que administra los fondos y que dirige Ilonka Csillag- se obtuvo parte del dinero para restaurar la dañada iglesia que, por ser de uso público -está abierta a la comunidad-, podía acogerse a este beneficio. No así el hotel, de carácter privado.
Detalle del púlpito que existe junto al altar, que perteneció a la iglesia de Pelequén
Con la fuerza del terremoto se cayeron estucos, se agrietaron muros e incluso se soltaron barrotes de fierro. Vista de un ala del hotel.
En la casa donde funciona el hotel -hoy cerrado por su estado- Germán Claro Lira pasó largas vacaciones en su niñez y juventud.
El arquitecto Raúl Irarrázabal Sánchez estuvo a cargo de las obras y fue quien presentó el proyecto a la Fundación Procultura. "Con el terremoto las construcciones de adobe sufrieron muchísimo. El problema es que financiar una restauración de este tipo es muy caro; porque si lo quieres hacer bien hay que considerar una consolidación estructural de modo que el trabajo perdure", dice. Según él, el problema de fondo es que estos vestigios patrimoniales no tienen una ayuda permanente del Estado para su mantención, como sí ocurre en algunos países de Europa, "Allí existe un sistema en que el Estado financia con ciertas condiciones a estas casas, incluso con sus dueños viviendo ahí, porque son un aporte a la cultura e identidad del país; y para que finalmente sus propietarios no terminen dándose por vencidos con los gastos que implican. Pienso que no es un gusto que se dan sólo ellos, es testimonio de una época. Que estén en manos privadas o públicas me parece que no es el tema, el tema es que se conserven", explica.
El valor de la simpleza
La capilla se ubica junto a la casa, hoy convertida en hotel. Ambas construcciones están unidas por cuidados jardines.
La capilla -que acaba de reinaugurarse- se construyó en 1650. Originalmente fue un establo, luego lechería y hacia fines del siglo XVIII se convirtió en la capilla del fundo, y la que hasta hoy está abierta para celebrar misas dominicales cada 15 días, así como también matrimonios y bautizos. Se trata de un sencillo volumen en medio de las demás edificaciones, pintado de rojo colonial, con una sola nave y un retablo al fondo.
La figura sin cabeza, hecha con yeso y crin se mandará a Crea para su restauración.
En el cielo de los corredores de la capilla se repuso el revestimiento de coligües bajo el entablado.
Irarrázabal cuenta que a raíz de la gravedad de los perjuicios hubo que decidir entre demoler o reconstruir reforzando los muros de adobe mediante elementos estructurales que permitieran mantener el material original. Se optó por sujetar los muros mediante enmallado cocido y estucado. De esta forma una capa de hormigón por ambos lados encapsula al adobe. "Había que ser realistas y pensar qué podía suceder en el futuro con un sismo de magnitud importante", dice el arquitecto. Además se reforzó el entablado y se aseguraron las tejas con alambre de cobre. Fue el mismo Germán Claro quien consiguió reponerlas comprando viejas tejas de casas de la zona que fueron demolidas.
La hacienda Los Lingues se ubica en una pequeña loma dominando el valle, de acuerdo a las ideas españolas de no ocupar terrenos fértiles.
Al interior, volvieron a su sitio original varios elementos de gran valor. Sin duda, el que más llama la atención es un Cristo florentino hecho en marfil que perteneció al oratorio privado del papa Pío IX, traído a Chile por Agustín Edwards Ross hacia 1885. Otras piezas ornamentales destacan entre las paredes blancas y la simplicidad de un suelo con piedra de Pelequén, como dos ángeles del siglo XV donados por la familia Vanderbilt de Nueva York y una banca de cinco asientos junto al altar, "de esas sólo hay dos en Chile, una acá y la otra en el museo de Rancagua", dice Claro, quien conoce la historia de cada uno de los elementos de la capilla y la casa.
En el acceso se dispondrá un pedestal con una figura en yeso de la Virgen María y el niño Jesús.
Para el propietario este es sólo un primer paso en la reconstrucción de las instalaciones. Sabe que volverán a brillar, que se necesita paciencia, trabajo y ayuda financiera, para que el regreso sea verdaderamente como se lo merece esta silenciosa, pero importante pieza de la historia de Chile.
Texto, Soledad Salgado S. Fotografías, Viviana Morales R..
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