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Fecha: 24 de septiembre de 2011
Fernando Landeta relata a "El Mercurio" pormenores de 17 días de búsqueda
RETORNO.- Fernando Landeta regresó a Viña del Mar después de permanecer más de dos semanas trabajando en la "Operación Loreto". No descarta volver al archipiélago Juan Fernández para persistir en la búsqueda.
La agotadora tarea alcanzó su fase cúlmine a 50 m bajo el mar cuando retiraron del fuselaje del CASA 212 cinco cuerpos de víctimas que luego sacaron a la superficie.
MAURICIO SILVA
TRABAJO.- Los buzos debieron someterse a extremas condiciones al descender a más de 50 metros de profundidad
A 50 metros bajo el mar, la concentración debe ser completa. Este es un principio fundamental entre los buzos de alta profundidad y Fernando Landeta trató de aplicarlo al máximo el miércoles 14 de septiembre, cuando le tocó sumergirse por primera vez hasta el lecho marino en la franja sur de El Canal, el brazo de mar que separa las islas Robinson Crusoe y Santa Clara.
Allí estaba el cuerpo central del fuselaje del avión CASA 212 de la FACh. La tarea de Landeta y de los otros tres buzos civiles que lo acompañaron era prioritaria: rescatar cuerpos de las víctimas que fueron arrastrados hasta el fondo del mar por el aparato que cayó el viernes 2 de septiembre. Esa búsqueda y las realizadas en otras cuatro ocasiones hasta el martes pasado, en la que participaron Landeta y su socio Felipe Mongillo, fueron exitosas y pudieron dar con "unos cinco cuerpos".
Este grupo usó para sumergirse un equipo que recircula, purifica y analiza trimix, una mezcla de oxígeno, helio y nitrógeno que evita el efecto de narcosis que a esa profundidad causa respirar aire. Sus trajes -de cerca de 40 kilos de peso- contaban, además, con circuitos que reciclaban el trimix ya respirado, dejándolo en condiciones de volver a usarlo. El scooter que los desplazaba hacia el fondo marino, pesa otros 40 kilos.
Con este equipamiento podían estar en la profundidad hasta 38 minutos para explorar los restos del fuselaje y ubicar cuerpos, que ataban a cuerdas para llevarlos a la superficie. La operación fue técnicamente imposible en uno de los casos y el propio Landeta debió llevarlo consigo, cogido en su brazo, hasta emergerlo. Esta última fase, volver a la superficie, es la más larga, pues el ascenso debía realizarse paulatinamente para evitar los efectos de una inadecuada descompresión. El tiempo destinado a ello era de 80 minutos.
"Ahí es cuando había más tiempo para pensar", relata. Precisamente en esos momentos el esfuerzo cobraba toda su dimensión y el buzo luchaba para no dominarse por las emociones. "Era una organización completa, de la cual nos sentimos un parte, que buscaba darle tranquilidad a todo el mundo y hallar los cuerpos que estaban faltando. Y lo estábamos logrando. Controlamos la emoción para evitar otro desastre", agrega.
"En el buceo tienes que estar frío. Abajo desesperarte es un problema serio y un potencial desastre. Hay que actuar en forma fría", dice Landeta, refiriéndose a las fuertes y contrarias corrientes que enfrentaban bajo el mar. "Pero en el tiempo destinado a la descompresión vas pensando, con una carga emocional fuerte", reflexiona de regreso en la V Región, donde junto a su equipo se repondrá de 17 días de búsqueda y rescate en el archipiélago de Juan Fernández
Un "chiripazo"
Pero todo este operativo parecía una meta inalcanzable pocos días antes del hallazgo. "Era buscar una aguja en un pajar, sin un indicio claro de dónde se vio caer al avión", relata Landeta.
El sonar del buque madre de submarinos Almirante Merino tenía mayor cobertura, pero menor precisión y se combinaba con los de las empresas Bentos y los de las empresas de Landeta y Alejandro Peña. Admite que tras varios días de búsqueda inútil fue presa del desaliento. "Pensaba que no lo íbamos a hallar o íbamos a hallarlo a alguna profundidad que impidiera acceder. Partimos con toda la energía, pero cuando buscas y buscas sin hallar ni un indicio, baja la moral", dijo.
Se barría en forma ordenada, pero el área era gigantesca. Por eso, hallar la cola del avión, en el llamado "Punto Loreto", lo atribuye Landeta a la persistencia de los sonares privados y de la Armada en seguir un patrón sistemático. A él la Armada le pidió centrar la busca en la zona de El Canal y fue el primero en ver en la pantalla de su computador las imágenes de la cola del avión que, cerca de las 13 horas del domingo 11, delató su robot Proteus 500. "Sentimos una gran emoción, pero la enfriamos rápido. Había que fijar el robot en la posición para no perderla", dice.
Hallar el fuselaje tres días después "fue chiripazo". "El martes 13 fue pésimo. Al trágico accidente de un funcionario de la FACh, se sumó que nuestro robot Proteus se echó a perder. Toda la noche lo reparamos", dice. Al día siguiente, los comandantes de la FACh, Jorge Rojas, y de la Escuadra, Francisco García Huidobro, fueron a ver si ya funcionaba. Por intuición, Landeta dejó que la corriente arrastrara el robot submarino. Su sensor comenzó a activarse y pronto apareció en pantalla el fuselaje.
"(Al hallar la cola del avión) se sintió una emoción a full. El robot delataba en pantalla la cola con su estrella, que se levantaba muy poquito del fondo. Sorprendía que el sonar la captara. La busca pasaba a ser acotada".
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