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Lunes 19 de Septiembre de 2011
El dos de septiembre sufrieron otro desastre. Sus calles, usualmente despobladas, se abarrotaron de periodistas y soldados. Pero la vida de los isleños no cambia. Las mujeres tienen a sus hijos en el continente, sólo cuentan con un médico en el pueblo y hay que esperar la temporada de langosta para subsistir.
Boris Pinto M. Desde Juan Fernández
Pese a haber sufrido otra tragedia de carácter nacional y a que sus calles, casas, hostales y mares se han llenado de cientos de soldados y periodistas, multiplicando la población de la isla, la vida, para los isleños, no ha cambiado radicalmente.
Los días parecen transcurrir serenos, pero los cerca de 800 habitantes, están dolidos por el accidente. Salen poco y cualquier historia de alguno de los accidentados llena de lágrimas los ojos del pescador más rudo. A pesar de la pena, casi palpable, siguen con su misma tranquilidad y las mismas carencias.
Son las 9 de la mañana y aún no sale el sol. La gente casi ni se ve en las calles, salvo el grupo de padres que lleva a sus hijos al único establecimiento educacional de la isla: el Colegio Insular Robinson Crusoe. Ahí, 131 niños les prestan atención a 17 profesores. Acá no hay paros, protestas ni nada parecido. Si las hubiese, a los ocho carabineros de la isla les tocaría controlar el orden.
Usualmente, llamar por teléfono antes de las 10 de la mañana es molestar. No porque se esté durmiendo, pero con la amanecida a las 9, se siente literalmente como una llamada al alba.
Hoy todos están preocupados de preparar los botes para la temporada de langosta, que abre el 1 de octubre y cierra el 14 de mayo de 2012. Son 7 meses en los que cada uno saca un promedio de 500 langostas al mes y vende cada espécimen en $8.500.
Mientras tanto, la banda del colegio practica para el desfile de Fiestas Patrias. Por eso, las tardes se llenan de trompetas y bombos. Los niños que ahí participan son los mismos que acompañan las misas y celebraciones litúrgicas con guitarra y voz.
Para comprar lo que sea en un almacén hay que esperar que sean las 16 horas, cunado abren. Una bebida en lata vale $1.000 y un chocolate con almendras llega casi a los $4.000.
Las mujeres isleñas se caracterizan por su versatilidad. Saben cocinar, coser, navegar, bucear, montar caballos, pescar, entre muchas otras cosas más. No están dispuestas a "estancarse" con sus familias. Por eso, aprenden de todo. Sin embargo, deben dar a luz fuera del continente porque la única posta local no tiene capacidad. Si alguna prefiriera tener a su bebé en Juan Fernández, debe firmar un documento en el que asume su responsabilidad total.
El notario está en un container al igual que la oficina de correos y el registro civil. Sin embargo, pasa la mayor parte del día sin gran actividad. No hay mucho papeleo que regularizar. Y debe esperar a las 21 horas para cerrar.
Al caminar por el pueblo soportando el potente viento y el constante barro, no es raro toparse con algún Recabarren o Chamorro. Éstas son las familias más numerosas.
El barro en las calles es tanto que, dentro de las casas, se suele andar en calcetines o con pantuflas para no ensuciar el piso.
Una carpa de material liviano instalada en la zona cero, post maremoto, le da algo de bohemia a Juan Fernández. Ahí se vende la cerveza local "Insular" a $1.500 en sus 2 variantes: ámbar y negra. No más de 30 personas se reúnen allí. En estos días, sólo la cantidad de visitantes de la isla ha obligado a que se mantenga abierta casi todas las noches.
11
personas trabajan en la posta.
1
viaje mensual hace un barco con civiles.
90%
de la población depende de la pesca.
500
langostas extrae mensualmente un pescador.
$8.500
es el precio de la langosta.
114
habitantes son pescadores.
832
habitantes tiene el archipiélago de Juan Fernández.
52,6%
son hombres.
8
carabineros es la dotación de la isla.
1
médico trabaja en el archipiélago.
131
alumnos tiene el colegio.
17
profesores trabajan ahí.
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Santiago de Chile 22.09.2011
"Juan Fernández desea un camino de verdad al aeródromo"
21.09.2011 Publicado en La autoridad responde
Leopoldo González, sheriff de la comuna, habló sobre la realidad del archipiélago más allá de la tragedia.
Con todo lo ocurrido en Juan Fernández, partimos a hablar con su alcalde, Leopoldo González, para que nos contara la realidad que se vive en la isla.
Nos recibió en la Muni provisoria, arriba de un cerro del poblado San Juan Bautista, porque el antiguo edificio fue arrasado por el tsunami del 27 de febrero.
- ¿Cómo va la reconstrucción?
- Avanza, lento, pero avanza. Al menos ya se entregaron un par de casas, pero aún hay familias que están de allegadas, porque perdieron todo con el tsunami. El material está y sigue llegando. Se ha demorado por diferentes problemas, pero nos estamos poniendo en pie. Lo que pasó con el avión es muy triste, porque ellos venían a trabajar y entregar el fruto de la pega de un año y medio.
- ¿Qué sigue faltando acá?
- Lejos lo más complejo es el tema de conectividad. Cuesta llegar a la isla; al menos hay dos líneas aéreas, pero aun así es difícil llegar y salir de la isla. La otra opción es en barcos de la Armada, pero en ese caso son varias horas.
- ¿Y las comunicaciones?
- Aquí nos comunicamos con radio, porque se pierde la señal a pocos kilómetros de distancia. Por ejemplo, no había comunicación alguna entre el aeródromo y el poblado. Ahora, recién, hace 2 ó 3 días, tenemos señal de telefonía, pero antes no había nada.
"Quienes no conocen no entienden que la distancia es harta para llegar, por ejemplo, al aeródromo. Que no hay camino para vehículos y las únicas formas de llegar son caminando (6 horas), en botes de pescadores (2 horas) y en mulas (4 horas). Estamos muy separados y es necesario un camino de verdad, para la gente del pueblo y para los turistas que puedan llegar", concluye el alcalde González.
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