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domingo 23 de octubre de 2011
Nobel de Física Para la expansión acelerada del universo:
Fueron dos equipos los que independientemente se dedicaron a medir cómo se comporta el universo. Luego de dar con los resultados, todos estaban tan atónitos que se pasaron cinco años tratando de encontrar alguna falla. Al no haberla, la cosmología encontró explicaciones a muchas cosas que hasta entonces no tenían respuesta.
Observatorio Tololo.
Imagen de la supernova Tycho, entregada por la NASA.
Lorena Guzmán H.
"Simplemente no podía hablar así, es que mi esposa me decía 'habla, da las gracias y di que es un honor'", confiesa Adam Riess.
Adam Riess , profesor en la Universidad John Hopkins.
"Sentí que las piernas se me doblaban y estaba un poco mareado, más o menos igual que cuando nació mi primer hijo", dice Brian Schmidt.
Brian Schmidt , astrónomo de la U. Nacional de Australia.
"Por un par de días no sabía si ponerme contento o no", asegura Alejandro Clocchiatti.
Alejandro Clocchiatti, astrónomo de la UC.
Estas son las primeras impresiones de dos de los ganadores del premio Nobel de Física recién anunciado y de uno de los científicos del grupo responsable del trabajo que la academia sueca decidió galardonar: la expansión acelerada del universo.
Esta es la historia de la investigación que terminó ganándose un Nobel pero que en un primer momento todos pensaron que sólo era un gran error.
A Adam Riess (42), astrónomo de la Universidad Johns Hopkins, nunca se le pasó por la cabeza ganarse un Nobel. "Sólo soñaba con ser científico", asegura.
En 1998, él junto a Schmidt, Clocchiatti y otros 17 científicos publicaron un paper que cambió la percepción del universo que se tenía hasta entonces.
Brian Schmidt (44), astrónomo de la Universidad Nacional de Australia, dice que estuvo en el momento, el lugar y con la gente correcta para hacer el gran descubrimiento. "En 1994, en un viaje a Chile al observatorio Tololo surgió la idea de formar un grupo para buscar supernovas y con ellas medir con precisión la expansión del universo", recuerda.
Alejandro Clocchiatti (52), astrónomo de la Universidad Católica, estaba terminando su doctorado en la Universidad de Texas, Austin, cuando el grupo se formó. Su tema siempre habían sido las supernovas raras, acababa de ser contratado en Tololo y conocía a todos los miembros del equipo recién formado, así que aceptó unirse.
Justo lo contrario
Para 1995 la premisa era que el impulso inicial de la expansión del universo estaba perdiendo la batalla contra la gravedad y se desaceleraba. La idea ya estaba arraigada, por lo que desde fines de los 80 un equipo de físicos se reunió en el Lawrence Berkeley National Laboratory (EE.UU.) para medir el grado de esa desaceleración (su jefe, Saul Perlmutter, fue el tercer personaje que recibió el último Nobel).
Así, desde el 95, ambos equipos se lanzaron en una loca carrera a la caza de supernovas. Estas explosiones estelares a miles de millones de años luz de la Tierra son perfectas como punto de referencia para medir la expansión.
A esa altura, "me parecía aburrido porque se trataba de ver si el universo se desaceleraba mucho o poco, y para ello teníamos que buscar las conocidas supernovas del tipo '1a' y no las raras o difíciles de clasificar", dice Clocchiatti.
Pero a poco andar la cosa se puso interesante. "Era como jugar un partido de fútbol. Eran astrónomos contra físicos", explica. "Ellos ya tenían muchas supernovas descubiertas y estudiadas, y nosotros recién comenzábamos".
"La competencia nos hizo trabajar duro, de forma más inteligente y rápida, lo que fue una gran combinación. Cada equipo se benefició de la presencia del otro", agrega Schmidt.
Riess va más allá. "Si ellos no hubieran estado dudo que la gente nos hubiera creído tan rápido".
Es que nadie, ni el mismo Riess, Schmidt o Clocchiatti, o el resto de ambos equipos, siquiera imaginó dónde estaba la meta. Todos apostaban por la desaceleración y lo que encontraron fue exactamente lo opuesto.
"Esto no estaba en mis planes", dice Riess. "Cuando comencé mi doctorado en 1992 recién me enteré de que podíamos plantearnos este tipo de preguntas sobre el universo y que no sólo se trataba de cuestiones filosóficas".
Nueva camada
Riess, en sus veintes, diseñó un método que disminuye la incerteza en el uso de supernovas para medir distancias y todavía no llegaba a los 30 cuando se topó con el hallazgo de su vida.
Aunque él y Schmidt eran demasiado jóvenes, ambos estaban a la cabeza del equipo. El resto se dividía las campañas de búsqueda de supernovas y los primeros análisis para así entregarles a los "líderes" los datos depurados.
"Recuerdo que vi el resultado (a fines del 97) pero no lo creí", dice Riess. "Pensé que había cometido un error y no lo comenté con nadie por un par de semanas porque no quería que vieran lo estúpido que era", agrega riendo.
Riess se concentró al máximo pero no encontró fallas en el cálculo. La posta la recibió Schmidt pero tampoco encontró nada. "Confiábamos en todos y no íbamos a publicar si un miembro del equipo se oponía. Desafiamos a los otros preguntado qué debíamos volver a revisar", dice.
Cuando el resto recibió el resultado nadie lo podía creer. "Me quedé marcando ocupado y no se lo comenté a nadie por un par de días", confiesa Clocchiatti, que para esa época ya era profesor de astronomía en la UC. "Luego pensé: ¿Qué hicimos mal?".
Entonces comenzó una vorágine. "Nos dividimos el trabajo según especialidad", cuenta. "Con ojo paranoico verifiqué si habíamos clasificado mal alguna supernova. Si era así, eso podría haber llevado a calibrar mal las mediciones, pero sólo era una duda y no suficiente para afectar el resultado".
"Como Alejandro", continúa Riess, "nadie en el equipo encontró ningún error, por lo que finalmente decidimos publicar".
Secreto develado
El trabajo fue enviado al Astronomical Journal. La revisión estuvo a cargo de un astrónomo independiente, cuenta Clocchiatti, el que finalmente lo aceptó asegurando que el resultado lo ponía muy nervioso, que aparentemente estaba bien pero que por favor se publicara rápido para que el resto de la comunidad verificara si había algo "que no pude ver".
Con el paper aceptado, el grupo lo difundió en internet. "Por supuesto que tuve dudas en el proceso, estaba muy nervioso", comenta Riess. "Era muy joven y con esto podía volverme famoso por decirle al mundo algo sobre 'este gran descubrimiento' cuando se trataba de nada".
"Me sorprendió lo rápido que la comunidad aceptó el resultado", dice Clocchiatti. "Honestamente esperaba más resistencia pero había una gran cantidad de cosas que 'estaban mal en la cosmología' y que todas se solucionaban con esto".
Schmidt dice, mirando en retrospectiva, "si era verdad, por su puesto que iba a cambiar todo, pero a principios de 1998 no pensaba que era algo grande, seguía preocupado sobre la existencia de un error".
Aunque el trabajo fue ampliamente aceptado por la comunidad astronómica, el grupo siguió por otros cinco años afinando sus mediciones y uno de los papers de esa fase fue encabezado por Alejandro Clocchiatti.
En 2007, llegó el primer gran reconocimiento: el premio Gruber, el llamado Nobel de la cosmología. En la oportunidad el premio fue para ambos equipos completos e incluso a cada miembro le llegó su parte.
Pero hace una par de semanas Clocchiatti se quedó con una sensación "dulce y agraz" tras conocer la noticia del Nobel. Saber que sólo dos miembros del equipo fueron premiados no fue simple de digerir. "Me pasé un par de días sin saber si alegrarme o no, hasta que otro profesor me dijo: '¡Eres coautor del paper que ganó el Nobel!'", cuenta. "Desde entonces decidí ver el vaso medio lleno".
"Es cierto que teníamos que guiar el trabajo buscando formas de analizar los datos pero no se trataba de Adam y yo trabajando aislados", dice Schmidt, "fue realmente un trabajo de equipo".
"El Nobel no puede premiar más de tres personas, pero me gusta pensar que el reconocimiento fue para el equipo y creo que todos ellos pueden sentirlo así", puntualiza Riess.
¿Alguien lo vio venir? No. El mismo Riess dice entre risas que no se puede planear un premio Nobel. "Nadie sabe a priori cuál será el próximo logro en ciencia porque generalmente se trata de algo inesperado. Si no fuera así, ya se habría hecho mucho tiempo atrás".
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