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sábado 7 de enero de 2012
Tuvo un costo de mil 179 millones de pesos y albergará oficinas de la Dibam y el Consejo de Monumentos Nacionales.
I.D.
Durante los últimos 30 años permaneció en un silencioso abandono, después del esplendor que vivió desde que fue construido en 1872 por el arquitecto francés Lucien Hénault, como la residencia del senador Luis Pereira Cotapos. El 30 de diciembre pasado el Estado cerró la compra del inmueble de Huérfanos 1515, esquina San Martín, para destinarlo a funciones vinculadas a la protección del patrimonio cultural.
El nuevo Palacio Pereira, cuya operación costó mil 179 millones de pesos, será la futura sede de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) y del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). La noticia la confirmó ayer la ministra de Bienes Nacionales, Catalina Parot.
"La adquisición representa un prototipo de trabajo para la recuperación de nuestro patrimonio. Queremos solucionar un grave conflicto: una ley que busca proteger el patrimonio, pero termina generando lo contrario. El Palacio Pereira estuvo 30 años abandonado, en virtud de que está declarado Monumento Nacional", dice Magdalena Krebs, directora de la Dibam.
El palacio de 2.247 metros cuadrados construidos en dos plantas, fue comprado por Raúl del Río en 1981, y unos meses después fue declarado Monumento Nacional. En consecuencia, el nuevo propietario no pudo ejecutar sus proyectos en dicho lugar, puesto que la ley lo prohibía.
La construcción antigua será restaurada, mientras que se le anexará un edificio moderno de cuatro plantas (en la altura del palacio) y un subterráneo con un auditorio para 300 personas. Las autoridades estiman que el llamado a concurso de arquitectura saldrá entre abril y mayo, y que las obras se iniciarán el segundo semestre de 2012.
Revise un completo reportaje al Palacio Pereira y su futuro proyecto mañana en Artes y Letras.
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Arquitectura Se había convertido en un símbolo del abandono de nuestros edificios históricos
Palacio Pereira: ¿el fin de una pesadilla patrimonial?
Levantado en 1872 por el prestigioso arquitecto Lucien Hénault, la sufrida construcción ha vivido las últimas décadas en la soledad y el abandono, pero finalmente recibe buenas noticias: se acaba de concretar la compra del edificio por parte del Estado. Allí se instalarán las oficinas de la Dibam y del Consejo de Monumentos Nacionales, y se le anexará una construcción moderna. Además, promete ser el primer paso de una serie de nuevos rescates y el símbolo de la modificación de la Ley de Monumentos, que hasta ahora sólo generaba el efecto contrario a la protección: el deterioro.
IÑIGO DíAZ / ELENA IRARRÁZABAL
En 1976, el imponente Palacio Undurraga, en la esquina de la Alameda y Estado, fue derribado por una estruendosa bola de acero que fue demoliendo a golpes la singular residencia de estilo neogótico. Sobre el sitio se levantó una torre de ventanales de giro comercial, un proyecto, que según especialistas, no significó ningún aporte a la ciudad.
Ubicado en el barrio poniente -Huérfanos 1515, esquina de San Martín-, el Palacio Pereira, otra de esas valiosas piezas de la arquitectura decimonónica, parecía destinado a correr ese mismo destino o a uno peor: el abandono silencioso. Su construcción -a cargo del francés Lucien Hénault, contratado por el Presidente Bulnes en la categoría de arquitecto de gobierno- se inició hace más de un siglo, en 1872. Y a pesar de que sus obstinadas murallas han sobrevivido una serie de terremotos, sus últimas décadas han estado marcadas la soledad y el progresivo deterioro. Eso, porque en agosto de 1981 fue declarado Monumento Nacional, y en consecuencia su último dueño, Raúl del Río, quien poco meses antes lo había adquirido, se vio imposibilitado de intervenir su estructura con fines comerciales.
Pero el palacio comenzará una nueva y simbólica vida a partir de 2012. El 30 de diciembre recién pasado se concretó la adquisición del inmueble por parte del Estado. La compra, alcanzó el valor de mil 179 millones de pesos, incluye una serie de planes estratégicos. No sólo se restaurarán sus dependencias para instalar allí las nuevas oficinas de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) y del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). La idea es que la antigua residencia sea el rostro de un enfoque gubernamental de rescate patrimonial mucho mayor.
"Con esto estamos generando un prototipo de trabajo para la recuperación de patrimonio que solucione un grave conflicto. El Palacio Pereira simboliza el drama que existe con una ley que busca proteger el patrimonio, pero termina generando lo contrario: que un edificio como éste permanezca 30 años abandonado, en virtud de que está declarado Monumento Nacional", señala Magdalena Krebs, directora de la Dibam.
Ley contraproducente
El proyecto de nuevos rescates patrimoniales, impulsados por el gobierno, involucra la modificación de una ley que se considera añeja. Y no porque su data sea de 1925 (con una primera modificación en 1970). Básicamente porque se centra en lo monumental, omitiendo el concepto de protección patrimonial, hoy de amplio alcance.
"Esperamos presentar esas modificaciones a la ley durante los primeros meses de este año, porque se requiere una visión mucho más amplia, que incorpore el patrimonio inmaterial", indica Krebs. Las modificaciones apuntan a considerar, por ejemplo, compensaciones e incentivos para los propietarios de inmuebles patrimoniales, y un fondo estatal de protección "para que no vuelva a ocurrir lo que ocurrió con el Palacio Pereira y su traumática historia de deterioro", dice Krebs.
La negociación se realizó prácticamente en el tiempo récord de tres meses y se confirmó que su compra incluye, además, todos los elementos que Raúl del Río se vio obligado a sacar del palacio para resguardarlos de los constantes robos y violaciones que el inmueble sufrió en ese lapso: piezas de mármol, vigas de madera, trabajos en fierro forjado.
Lo nuevo y lo viejo
El palacio tiene 2.247 metros cuadrados construidos en dos plantas. El frontis de calle Huérfanos y el ala lateral de San Martín permanecen en relativo buen pie. Pero una sección completa desapareció con el paso de los años. El proyecto arquitectónico de revalorización busca recuperar el patio central del palacio y los magníficos interiores, hoy convertidos en espacios inertes. "Por un lado se conserva el edificio antiguo y por otro se agrega uno nuevo, que no destruye el valor arquitectónico esencial. Estamos demostrando que es posible recuperar patrimonio devolviéndole su tipología original, incluso cuando se le inserta un edificio contemporáneo", apunta la directora de la Dibam.
El edificio moderno de cuatro pisos (nivelados a la altura original del palacio) albergará oficinas administrativas de la Dibam y el CMN, y un subterráneo dedicado a un auditorio para 300 personas.
Primero se encargará un estudio técnico para evaluar el estado de deterioro real del edificio y luego se ingresará a la etapa de rediseño, con un concurso de arquitectura cuyo llamado está programado entre abril y mayo. Las autoridades creen que las obras comenzarán hacia el segundo semestre.
"La construcción del edificio moderno tardará lo que tarda una edificación de este tipo. Pero el tiempo que tomará la restauración del edificio antiguo es difícil estimarlo. Hay que hacer un levantamiento exacto del daño. Cuánto nos vamos a demorar en tenerlo listo, no lo sabemos. Probablemente un par de años largos", anticipa Krebs.
Unificación cultural
Además de que promete convertirse en un símbolo de los próximos rescates y en el referente de la próxima modificación a la Ley de Monumentos, el Palacio Pereira está vinculado directamente con la discusión sobre la nueva institucionalidad cultural. "Buscamos unificar los términos. Actualmente hay una dispersión de funciones que no resulta eficiente para un trabajo sobre el patrimonio. Queremos tener una institucionalidad protectora, por eso es que el proyecto de futuro ministerio se llama de Cultura y Patrimonio: fomenta la actividad cultural pero también protege los bienes patrimoniales. La institucionalidad que resguarda ese patrimonio tendrá un sello e identidad: el Palacio Pereira será nuestra cara", dice Krebs.
Los registros históricos consideran a esta residencia como una de las últimas obras realizadas por Lucien Hénault, sucesor directo del pionero de la arquitectura republicana en Chile: Claude Brunet des Baines. A la muerte de Brunet des Baines, Hénault llegó al país como un continuista de los conceptos basados de l'École des Beaux Arts de París. "De esta manera, también estamos rescatando a un arquitecto clave en la historia de nuestro país. Con él se forman los primeros arquitectos chilenos y se crea la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile. Tampoco hay que olvidarlo", dice Krebs.
A su juicio, "con el Palacio Pereira estamos mostrando cómo se puede restaurar un edificio y además dándole una cara pública a la institucionalidad del patrimonio cultural. No sólo vamos a cambiar la legislación, sino que además vamos a tener un edificio que lo demuestre".
Una teleserie con muchos capítulos
Durante décadas, la ruinosa esquina de Huérfanos con San Martín fue una muda metáfora del desinterés patrimonial en Chile y de los escasos incentivos o acciones del Estado para preservar valiosos testimonios de nuestra historia. Muchos cayeron bajo la picota (como el puente de Cal y Canto, el Palacio Undurraga o el portal de Sierra Bella), pero el Palacio Pereira parece haber tenido una inexplicable obstinación por sostenerse en pie, a pesar de terremotos, recursos legales y vandalismo.
Entre los hitos en esta "drama patrimonial", figura el hecho de que la residencia fue declarada monumento nacional en 1974, luego le fue quitada esta categoría y en 1981 se la volvió a designar monumento histórico.
El año 2001, el fisco -representado por el Consejo de Defensa de Estado- demandó a los propietarios ante la justicia civil, argumentando que éstos no lo habrían cuidado debidamente, según estipula la ley. Paralelamente, los dueños demandaron al Estado pidiendo una indemnización, porque no podían darle aprovechamiento al inmueble y era económicamente inviable restaurarlo.
En el contexto de estos dos juicios, el abogado de los propietarios presentó un recurso a de inaplicabilidad , alegando la inconstitucionalidad de dos artículos de la Ley de Monumentos Nacionales, ya que vulneraban el derecho de propiedad. La Corte Suprema acogió el recurso, estableciendo la inaplicabilidad de los artículos 11 y 12, los mismos que, de acuerdo al dictamen, no podrían aplicarse a esos juicios específicos.
El año 2009 se vivió otra acalorada polémica, cuando el Consejo de Monumentos aprobó para el lugar un proyecto arquitectónico que conservaba el cascarón del edificio y construía en su interior una peculiar torre de 25 pisos.
El diseño recibió comentarios poco elogiosos. Fue calificado de "malo" por el Colegio de Arquitectos y Mathias Klotz lo describió como "un robot pasando por encima de un edificio". Hoy esta teleserie con varios capítulos parece aproximarse, finalmente, a un ansiado happy end .
Las historias que esconde un edificio centenario
Hijo de un coronel del ejército libertador que atravesó la cordillera con San Martín y peleó en la Batalla de Chacabuco, Luis Pereira Cotapos fue quien encargó al connotado arquitecto Lucien Hénault la construcción de una gran casa en Huérfanos con San Martín, que lo acogiera a él y a sus diez hijos. Pereira -dueño de propiedades mineras y de la Viña Santa Carolina- escogió para su residencia al mismo arquitecto del Congreso Nacional y la Casa Central de la Universidad de Chile.
Hénault propuso un diseño elegante y refinado, que comenzó a concretarse en 1872. Poco a poco, se levantó la fachada a las calles San Martín y Huérfanos, de carácter continuo y estilo neoclásico, con columnas de orden jónico en el primer piso y corintio en el segundo. Uno de los grandes valores arquitectónicos de la casa, cuya estructura aún perdura, pese a todos los avatares y remezones, es su galería en forma de cruz latina , con arcos de medio punto y que antaño tenía sus cielos vidriados . Tampoco queda mucho -aunque hay vestigios - del fino trabajo de yesería, hierro forjado, molduras y pisos de mármol con que contaba la residencia.
Los relatos de la época cuentan que en el primer piso de la casa se situaban los salones donde recibía don Luis -senador, canciller y uno de los protagonistas del histórico "Abrazo del estrecho"-, los que eran denominados según sus colores dominantes: salón azul, rojo y lila . También allí estaban los comedores, biblioteca y capilla. En el segundo piso se situaban los dormitorios.
El año 2004, uno de los nietos del fundador de la casa, Ismael Pereira (quien vivió allí hasta los siete años), contó a "El Mercurio" que "con el tiempo, en la casa se instalaron varios hijos de Luis Pereira con sus familias. Cada casa tenía una cocina y recintos independientes, pero la vida familiar se hacía en las galerías , allí nos juntábamos todos a conversar". Con el paso de los años, la familia la vendió y el edificio pasó por distintos propietarios, como el Arzobispado de Santiago y un liceo de niñas. El progresivo deterioro fue tal que en el espacio se dieron obras de teatro como "Calígula" (dirigida por Alejandro Goic) y películas como "El último hombre", de Tatiana Gaviola, que requerían de entornos ruinosos o apocalípticos. En 1981 la casa fue comprada por Raúl del Río y Cía., quien, tras poseer la propiedad durante 30 años, la vendió al Estado hace pocos días.
El dueño de casa: Luis Pereira Cotapos, senador y ministro.
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PALACIO PEREIRA: LA RUINA MÁS SUNTUOSA DE SANTIAGO
Palacio Pereira diseño original
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