lunes, 16 de noviembre de 2009

Barrio Dieciocho

FUENTE: http://www.harboeaccion.cl/content/view/568163/BARRIO-DIECIOCHO.html

BARRIO DIECIOCHO
Enviado por Harboe Acción el 23/07/2009 a las 01:53 PM

Sector que conforma una expresión acabada de la arquitectura de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.



En él se encuentran numerosos edificios declarados como Inmuebles de Conservación Histórica, como lo son el Palacio Iñiguez, el Palacio Ariztía actual sede de la Cámara de Diputados, el Palacio Errázuriz, actual sede de la Embajada de Brasil, el Palacio Irarrázabal en donde hoy funciona el Círculo Español, el Palacio Astoreca que acoge hoy en día a las oficinas del Colegio de Contadores, la Biblioteca Pública Nº4, obra de Raúl Prieto y que fue remodelada en 1909 por Alberto Cruz Montt; la casa Dieciocho 190, hoy centro de eventos y que fue obra de Josué Smith Solar, entre otros.



Además, el barrio dieciocho, se encuentra en un proceso de revalorización y renovación, adquiriendo una fuerte vocación institucional y educacional tomando como sedes muchos de los edificios declarados Inmuebles de Conservación Histórica.

En este barrio se instalaron los sectores más acomodados de la población santiaguina. Por su cercanía con el centro comercial y administrativo del país terminó siendo la morada preferida de la clase alta urbana que comenzó a mudarse hacia 1860.

Destaca en este barrio el Palacio Cousiño, ubicado en calle Dieciocho N° 438, que deslumbró a la sociedad santiaguina de la época por su fastuosidad y lujo, y por la introducción de adelantos técnicos como el primer ascensor que hubo en Chile. Los principales materiales del edificio como los revestimientos, las rejas de fierro, las baldosas y azulejos y todo el mobiliario, fueron traídos desde Francia. Esta es la única mansión de la época que conserva su alhajamiento original en perfecto estado de conservación desde su inauguración en 1877.

La Calle Dieciocho, actualmente es Zona Típica


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Domingo 26 de Octubre de 2003

Rescate patrimonial:
En diciembre vuelve a funcionar el Café Torres

Un empresario de Puerto Montt y su esposa no soportaron la noticia de la desaparición del lugar con más tradición de Santiago.

MIGUEL LABORDE Y AURA BARRENECHEA

Claudio Soto iba en auto, oyendo radio a la hora del taco, cuando escuchó que el Bar Restaurant Torres bajaría para siempre sus cortinas metálicas. La barra se la llevaría un club de golf, las sillas Viena estilo Reina Ana se venderían a un anticuario, el gran reloj mural a un particular, las botellas antiguas a dos viñas. Fin de la historia.

Se le movió el piso. Como estudiante universitario de provincia no olvida su primera visita al "Torres", ese único pórtico al Santiago del 900, donde presidentes de la República, poetas, actores, bohemios y noctámbulos habían desfilado por más de un siglo. La última gran tradición de la capital afrancesada, el lugar donde nacieran el barros luco, el barros jarpa y la cola de mono. De familia de empresarios gastronómicos de Puerto Montt, le pareció imposible que un local con tanto nombre no fuera rentable. Nacido en 1960, en medio de una ciudad terremoteada, Soto creció con la nostalgia de un Puerto Montt sin historia.

Llegó a la casa a comentarlo con su esposa y socia, Patrizia Misseroni, de familia italiana. Aficionados a la buena mesa, la conversación, la vida nocturna urbana, juntos habían conocido docenas de locales romanos y florentinos instalados en palacios y mansiones, restoranes y cafés que perduran en el tiempo. Juntos, también, administraban la librería de Pudahuel. Los turistas preguntaban por hoteles céntricos, restoranes tradicionales de Santiago... Los mandaban al Carrera, al Torres.

Recuperar la historia

Se decidieron. Según los Soto Misseroni, son pocos los empresarios que apuestan lo que les sobra. La mayoría se aventura con lo que tiene, corre un riesgo. Al momento de comprar la marca y los derechos por diez años no sabían en qué se estaban metiendo: ¿Cuál es el público del centro? ¿Recuperarían los 42 millones iniciales? ¿Cuánto costaría devolverle su esplendor?

Al día siguiente lo cerraron al público. Con cinco metros de alto en la nave central que da a la Alameda, atrás se extiende en un laberinto de tres pisos; abajo apareció un enorme subterráneo que de inmediato acordaron habilitar. Fueron once las camionadas de basura antes de poder enfrentar el estado de su infraestructura. Con dos arquitectos con experiencia en obras antiguas, Ximena Monardes y Fernando Gutiérrez, comenzaron a investigar. La barra y sus paramentos estaban en buen estado, pero algunas vigas estaban suspendidas, sin soportes; el altillo, de pino y agregado a mediados del siglo XX, no ofrecía seguridad. Contrataron dos oficinas de ingenieros calculistas.

Los amigos, la secretaria de la notaría, los arquitectos municipales, todo el mundo les dio ánimo al saber que pretendían reabrir el Torres; incluso rondó la idea de crear una sociedad de amigos que asumiera la tarea en colectivo. Cualquier santiaguino mayor de 50 años les aportaba historias, anécdotas. Una oficina de consultores amigos, Correa y Correa, encargó un estudio de percepción. Hay quienes no saben si todavía existe, otros que fue un hito en el pasado, algunos que les suena y tienen la curiosidad de asomarse a la tradición y bohemia de otra época; existen quienes valoran el rescate de su patrimonio; otros recelan del Santiago de noche; algunos no saben dónde estacionar; los que lo ven como un hito en el reencantamiento de Santiago, ciudad donde pasan cosas... Un signo positivo fue la gran cobertura de prensa que tuvo el anuncio de su cierre, testimonio de que el Torres sigue vivo en la memoria de la ciudad, el único local del siglo XIX.

Con la tarea de alcanzar su antiguo prestigio gastronómico se contrató a Pola Mingo, quien encontró una enorme generosidad en chefs y cronistas para recuperar recetas históricas de una mesa chilena tradicional y fina, aspecto muy valorado por quienes han sido los clientes más estables los últimos años, los turistas; un valor imprescindible en un proyecto de "gastronomía cultural". A las siete de la mañana comenzarán a funcionar los hornos para abrir a las ocho con pan fresco y propio; de ahí para adelante, hasta la hora de los noctámbulos.

Para el imaginario colectivo, que recuerda la música en vivo, subastas de arte, lanzamientos de libros, llegar a una barra donde es costumbre hablar con el vecino, habrá una parrilla de actividades a cargo de la productora cultural Portaviones, con el propósito de abrir espacio a creadores jóvenes, siempre subordinada a los dos signos históricos de su ambiente, mesa y la conversación.

Dos estacionamientos, a una cuadra, esperan calmar a los automovilistas. Las obras, con lo que fueron encontrando al despejar -como vigas de lingue y roble americano cubiertas de capas de pinturas o barnices- se han demorado. Pero ya trabajan en el mobiliario y la iluminación, cueros y maderas, bronces y tulipas, para abrir en diciembre evocando el esplendor que alcanzara el Torres cuando fue el local más elegante de Santiago.

En el palacio Íñiguez

Pedro Felipe Íñiguez formó su fortuna en Valparaíso y luego emigró a Santiago. Está próximo a cumplir un siglo el Palacio Íñiguez, obra de Cruz Montt y Larraín Bravo. Con locales de renta, ahí se instaló Torres en la crucial esquina de la Alameda con Dieciocho. Son incontables los propietarios y arrendatarios que se han sucedido. El mismo Torres pasaría por varias manos quedando en el olvido su ambiente original; hasta su fachada se modificó con ventiladores a parafina y luego vitrinas refrigeradas. La intervención actual busca recobrar el ambiente de su apogeo, cuando fue escogido en 1910 para ofrecer el banquete del Centenario al cuerpo diplomático, y era la mejor imagen de la capital. Tablones de madera en el piso, baldosas antiguas que sigue fabricando una empresa de Avda. Santa Rosa, vajilla del 900 encontrada en Brasil, grandes sillones de cuero-cuero, maderas restauradas, luces más amarillas que blancas, tonalidades más oscuras que claras, así como la barra estilo Arte Decó, de roble americano y lingue con pisadera de bronce, buscan evocar el Torres histórico, su espíritu original, con materiales de calidad que prolonguen su vida y envejezcan noblemente a lo largo del siglo XXI.

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Desde su reinauguración, la tradicional Confitería Torres se ha convertido en un centro gastronómico y cultural para Santiago de Chile.
En este tradicional Restaurant, fue creado el famoso sándwich llamado Presidente Barros Luco, (quien fue nuestro Presidente entre los años 1910-1915), y también aquí fue creado el típico y original “cola de mono”. En el subterráneo se emplazará La Cava del Bicentenario que guardará los mejores vinos chilenos en un proyecto por el que están concursando los alumnos de Arquitectura y Diseño Industrial de la UDP.

En 1879, en plena época de la Guerra del Pacífico, se inauguró la Confitería Torres, llamada así en honor de su primer pastelero don José Domingo Torres. Su ubicación actual, Alameda 1570, data de 1910 y por sus mesas, barra y escenario han pasado los más importantes intelectuales, políticos, artistas y empresarios en más de 120 años de bullente actividad. Luego de un par de años de permanecer cerrada, se inauguró convertida en un moderno centro gastronómico y cultural.

Citas...
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-"Si pasamos por la Alameda, entre las calles Dieciocho y San Ignacio, por el lado de los antiguos palacios, veremos un letrero que dice: Confitería y Pastelería Torres. Esta pastelería es un pedazo del viejo Santiago. Antes se encontraba en Ahumada con Huérfanos, esto es mucho antes. Cuando voy a dicha pastelería, que conserva los muebles del tiempo viejo, mi imaginación vuela por muchos años para atrás, a 1902 y 1910 por lo menos.

Joaquín Edwards Bello.
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-"He ido al Torres algunas veces. El mejor tiempo es septiembre, cuando el sol hace hervir la tierra y el aire trae olor a novia. A las doce el tráfago estudiantil llena el paisaje. Yo me pongo a recordar. Veo pasar a las que hoy son marchitas y escucho las voces de los amigos que ya no están."

Joaquín Edwards Bello.
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-"Creo que el Torres encierra, además de los excelentes vinos tras sus muros, esa calidez y armonía de los lugares con pedigrí. He salido fascinado".

Anselmo J. García Curado.
Autor español del libro: "Cafetines con pedigrí".

-"Frecuentada por presidentes, diplomáticos, ministros, embajadores, periodistas, escritores, poetas, intelectuales, artistas y políticos, la
Confitería Torres vivió sus años de esplendor como punto obligado de reunión, especialmente cuando en ese barrio, circundado por las calles Vergara, Ejército, Dieciocho y Repœblica, vivían las familias enriquecidas en la industria vitivinícola o en las minas del salitre y del carbón, mucho antes de producirse el éxodo hacia el barrio oriente de la capital"

Manuel Peña Muñoz
Del libro "Los cafés literarios en Chile". RIL Editores.
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"Personajes Notables en la Historia de Confitería Torres"

Arturo Alessandri Palma era un gran habitué del local y acostumbraba a aparecerse siempre en compañía de su perro Ulk (un gran danés). En una de dichas ocasiones unos agricultores quisieron hacerle una broma y llevaron a otro gran danés....... la pelea entre los dos perros fue colosal, a raíz de lo cual quedó todo desordenado y mojado, pues tuvieron que utilizar agua para separar a los dos animales.

Durante una Parada Militar, Alessandri hizo parar el carro en que venía por la Alameda, pues, como dijo: “Estoy que me rajo de sed. Ando con los fierros calientes”. Acto seguido, entró al Torres y se tomó un vaso de chica al seco.
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Barros Luco cada vez que iba al Torres, acostumbraba a pedir un pan de queso caliente con carne. A raíz de ello, se dice que en el local se inventó el famoso “Barros Luco”.
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Cuevitas, personaje bohemio de comienzos de siglo XX, acostumbraba a rondar el Torres a la espera de que apareciera algún conocido que lo invitara a tomarse un aperitivo, pues nunca tenía plata. Posteriormente, este personaje sería conocido como el Marqués de Cuevas, pues emigró a París, lugar en el cual se casó con una hija de Rockefeller, formando así una gran fortuna y creando un prestigioso Ballet.
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Eduardo Frei Montalva acostumbraba a ir en las tardes al Torres. Sin embargo, cuando asume como presidente de la República dejó de asistir al viejo Torres, aunque cada vez que pasaba frente al negocio de vuelta de la Parada Militar, desde su carroza veía a Raúl Carrillo (el mozo que acostumbraba a atenderlo) que lo estaba mirando pasar, entonces Frei le gritaba: “Tú vete a atender tu mesa”.
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12-12-2006 16:41:39
Conozca el Palacio Astoreca, lugar donde sesiona el Consejo Asesor Presidencial de Educación

Rodeado de enormes rosales de los más bellos e intensos colores, el Palacio Astoreca es la sede del Colegio de Contadores de Chile y se encuentra ubicado en pleno barrio Dieciocho, sector declarado zona típica en 1983. Esta es una calle que alberga actualmente a universidades, institutos y colegios, y que se ha transformado en un lugar que refleja parte de la historia de Chile.

Sede del Consejo hasta diciembre

En este hermoso edificio patrimonial realizará su trabajo hasta diciembre el Consejo Asesor. Ello permitirá que el trabajo de todas las comisiones –realizado hasta ahora en salones de la Biblioteca de Santiago y del palacio de La Moneda- se concentre en un solo recinto, facilitando el intercambio de sus 81 integrantes.

Esto será particularmente importante hacia el final del trabajo, cuando será necesario que los distintos grupos intercambien opiniones, puntos de vista y documentos, teniendo en vista la elaboración del Informe Final, cuya entrega a la Presidenta Michelle Bachelet está prevista para el lunes 11 de diciembre.

Un poco de historia

El Palacio Astoreca, construido a principios del siglo XX y declarado monumento nacional, nace con el auge económico en nuestro país producido por la explotación minera, sobre todo del salitre, a mediados de siglo 19. Los magnates de la minería compraban grandes haciendas, creando hermosas residencias que imitaban la arquitectura francesa de la época.

Las edificaciones de casas patronales en Santiago crecieron enormemente en 1873, donde se entregaron cerca de 500 permisos de edificación. Muchos de ellos correspondieron a palacios que se construyeron en la Alameda de las Delicias y calle Dieciocho.

Entre las construcciones del sector podemos destacar: Palacio Cousiño, Confitería Torres (Palacio Iñiguez), Biblioteca Pública Luis Montt, Liceo Abdón Cifuentes, Círculo Español (Palacio Irarrázabal), Embajada y Cancillería de Brasil (Palacio Errázuriz), Palacio Ariztía, entre otros.

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