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Mie 2 Ene 2008
Escrito por Luciano Ojeda en Los pintores de Santiago
Entre los innumerables cronistas y artistas viajeros que pasaron por Chile durante el siglo XIX, hay algunos que dejaron una huella imborrable en la que hoy consideramos nuestra identidad, en la imagen “nacional” de Chile. Esa imagen visual que tenemos de nosotros mismos aun antes de ser los que hoy somos, se fue construyendo a partir del trabajo de decenas de artistas chilenos y extranjeros, casi todos ellos formados en Europa en las modas y modos del arte del viejo continente.
A partir de la guerra de Independencia y durante el proceso de construcción del nuevo estado nacional, entre 1820 y 1850, el número de artistas viajeros europeos que pasaron un tiempo o se quedaron en Chile sobrepasa los cincuenta y los más conocidos son los ingleses Carlos Wood y John Searle, los franceses Narciso Desmadryl, Raimundo Monvoisin, Ernesto Charton de Treville y Claudio Gay, los centroeuropeos Juan Mauricio Rugendas, Roberto Krause y Martin Drexel, así como los italianos Camilo Domeniconi, Alejandro Cicarelli y Giovatto Molinelli.
Naufragio del Arethusa de Carlos Wood
Casi todos ellos románticos, se lanzaron a recorrer el mundo como ilustradores de las expediciones científicas, o simplemente llegaron a las lejanas tierras de Chile en una parada más del itinerario panamericano. Con ellos el paisaje adquiere una nueva prestancia en las artes, ya no como trasfondo o simple decorado de las acciones mitológicas o las acciones bélicas fundadoras del nuevo orden social, ni como el mero escenario de los grandes hombres de las aristocracias gobernantes, ahora se lo representa por su propio valor, ya sea que aparezca en la forma amenazante y sobrecogedora de la naturaleza desatada, como en el “Naufragio del Arethusa”, de Carlos Wood, sino que también aparece el paisaje americano como la arcadia serena, como el campo que rodea lejano a la ciudad, como en el caso de “Vista de Santiago desde Peñalolén” de Alejandro Cicarelli, así como también es posible ver la nueva presencia del paisaje como marco en que se desenvuelven las costumbres y usos de los habitantes de estos nuevos lugares, como es el caso de varias de las obras de Juan Mauricio Rugendas, por ejemplo, en “El Huaso y la lavandera”.
Entre estos viajeros hay uno que retrató el paisaje urbano de Santiago entre los años 1850 y 1860. Se trata de Giovato Molinelli, un pintor y dibujante italiano del que poca información se tiene. Se sostiene que habría sido discípulo de Rugendas y su nombre aparece indistintamente como Giovatto y como Giovato. Lo que se sabe es que estuvo en Chile, por la data de sus trabajos firmados, entre 1855 y 1861, a pesar de que algunos autores sostienen que su estadía en Chile se inicia recién en 1858, y que habría traído algunas buenas obras costumbristas y paisajes desde Italia que le habrían permitido tener cierta notoriedad en el campo artístico nacional. Ha sido descrito como un litógrafo genovés que supo cultivar los paisajes urbanos y que se destacó por la fuerza descriptiva, el carácter anecdótico de muchas de sus escenas y su notorio oficio académico en el trato riguroso de los detalles.
Las obras de Giovatto Molinelli están actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes, en el Museo Histórico Nacional y en manos de particulares. Son particularmente relevantes, por la información que de ellas se puede colegir sobre distintos aspectos de la ciudad en aquellos lejanos años, las cuatro más conocidas, todas ellas óleos sobre tela de tamaño medio.
La primera está fechada en 1855 y muestra los “Tajamares del río Mapocho”, suponemos que a las alturas de la actual calle Providencia, casi frente a la calle Condell por estar representado el monolito o pirámide conmemorativa de la obra, que actualmente se encuentra frente a ella. Lo relevante del óleo de Molinelli es que muestra claramente la sección final oriente del Tajamar con un escarpe que permitía el descenso de carretas y otros vehículos desde el plano de la ciudad al lecho del río, ya sea para cruzarlo o para realizar alguna labor en el lecho o al borde de las aguas. Tal escarpe desmiente de plano la existencia de un Tajamar “corrido” y sólido de varias cuadras de largo. Lo que muestra el señalado cuadro es la probable existencia de un tajamar discontinuo construido de sucesivos malecones con una pequeña orientación nororiente surponiente que facilitaba el atajar al río. Actualmente el cuadro está en la colección del Museo Histórico Nacional.
El segundo óleo de Molinelli que revisamos es el que retrata el “Campo de Marte” hacia 1859. En esa fecha ya se habían iniciado las ahora tradicionales Paradas Militares en el Llano, Pampilla o Campo de Marte y se comenzaba a construir en las inmediaciones del actual Parque O’Higgins. El amplio terreno de la Pampilla, que el gobierno de Bulnes había comprado a varios particulares, se extendía desde el camino de cintura por el norte, la actual Av. Matta y su continuación la Avenida Blanco encalada, el Zanjón de la Aguada por el sur, la calle San Ignacio por el oriente y el Callejón de Padura por el poniente. En el predio se instalaron, a partir de 1845, la Escuela Militar, el Parque General del Ejército, el Cuartel de Artillería, el Presidio Urbano, la Penitenciaría, la Fábrica de Cartuchos, la Quinta del Instituto Nacional y otras instituciones relacionadas. El resto del terreno, de unas 90 hectáreas estaban limitadas por los cuatro callejones que pasaron a llamarse Tupper, Rondizzoni, Viel y Beaucheff, en homenaje de algunos de los distinguidos militares extranjeros de la época de la independencia, quedaron dedicadas al Campo de Marte. El óleo de Giovatto Molinelli muestra un lugar menos paradigmático que el anterior pero no por eso menos representado. Ya lo había pintado Rugendas y Charton de Treville. El óleo “Campo de Marte” pertenece a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes.
El otro cuadro de Giovatto Molinelli es la “Antigua Cañada de Santiago”, fechado en 1861, en que muestra, suponemos, una vista desde el peñón del cerro santa Lucía de antes de la intervención del Intendente Vicuña Mackenna, hacia los nuevos sectores del oriente de la ciudad, desde una posición que estaría entre las actuales calles de Carmen y Lira, tal vez sobre el actual barrio de Lastarria más cerca de la antigua calle de la Ollería. No se aprecian construcciones de doble altura y se dejan ver los álamos y el campo. La cordillera nevada y lejana le da un marco otoñal a esta vieja y amarillenta cañada. El cuadro está actualmente en exhibición en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Finalmente el óleo de Molinelli llamado “Palacio de La Moneda”, sin fecha conocida, nos muestra el palacio de gobierno, ocupado para tales oficios desde la presidencia del General Bulnes, en 1846, sin la actual explanada al norte del edificio y que hoy llamamos Plaza de la Constitución. Hay que mencionar que desde la inauguración del edificio en 1805 y hasta 1934, hubo al norte del palacio una plazuela de unos 35 metros de ancho.
Hacia mediados del siglo XIX la plazoleta ocupaba el espacio equivalente a la fachada norte del Palacio y, frente a ella había un edificio de similares dimensiones que era ocupado por el Ministerio de Guerra. Sobre ese espacio, de oriente a poniente, se probó distintos tipos de plazoleta, en las que siempre dominaba la estatua de Diego Portales y dos pilas de agua. Tales elementos se han mantenido hasta nuestros días. Durante la segunda mitad del siglo XIX, la plazoleta fue arreglada con tres hileras paralelas de plátanos orientales, los primeros árboles de este tipo plantados en Santiago y que son los que aparecen en el óleo de Molinelli. Este cuadro está en manos de un coleccionista privado.
BIOGRAFÍA DEL PINTOR
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ResponderEliminarNecesito saber forma , color , line y textura de la pintura palacio la moneda de giovatto mollinelli
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