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Fecha: 24 de abril de 2011
Programa Recuperación de Barrios del Minvu:
Un libro recoge los relatos de los habitantes de este referente de la arquitectura moderna y, con ello, el proyecto social de Chile en los 60.
Circulación elevada . Vista hacia el block 2.
Imagen de 1967. Al fondo, el block 3.
Romina de la Sotta Donoso
"Para nuestra familia, llegar a la Villa Portales era como dar un salto increíble en las condiciones inmobiliarias que tenía esto. Estar en un departamento con esos pasillos, con esos jardines poco menos flotantes. Uno se paseaba y se deleitaba en la Villa Portales; era increíble. Y estaba muy bien cuidada". Así recuerda su arribo al emblemático conjunto, una vecina de 60 años. Es uno de los ochenta testimonios que recoge el libro "Unidad Vecinal Portales (1955-2010). Arquitectura, identidad y patrimonio", del Programa Recuperación de Barrios del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu).
"Esto no sigue la línea de la historiografía tradicional; estamos reconstruyendo la memoria", explica la arquitecta Rosanna Forray, una de las autoras del volumen, junto con la antropóloga Francisca Márquez, quien agrega que "el valor de este conjunto no sólo depende de su belleza arquitectónica, sino del proyecto de sociedad que tuvimos en los años 60".
Forray -investigadora de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la UC- ha trabajado en Francia en la rehabilitación de los conjuntos habitacionales de entreguerras: "Se pensaba que allí se encontrarían las clases medias y profesionales con el mundo obrero, pero los primeros huyeron y se concentraron los más pobres hasta que el modelo hizo crisis".
Todo lo contrario sucedió en Estación Central. "La primera sorpresa de nuestra investigación fue que, a diferencia de Europa, la Villa Portales no fracasó. Todos los entrevistados hablan de una infancia feliz y cariñosa, donde la arquitectura y el proyecto urbanístico tenían mucho que ver", agrega Forray.
La Villa Portales -construida por la oficina de arquitectura Bresciani-Valdés-Castillo-Huidobro- es una gran manzana poblada de blocks, con enormes áreas verdes. En ella, se circula a través de sendas peatonales y pasarelas. El 23% de sus residentes vive allí desde la inauguración del conjunto, y el 38% lleva más de diez años en el lugar. "A los primeros residentes les impresiona su arquitectura y saben que están a la cabeza de la modernidad. Se sienten en el centro de Santiago, en una monumentalidad que celebra la posibilidad de ser una clase media emergente. Todos sienten que han logrado su sueño", apunta Márquez, quien es decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. Alberto Hurtado.
Lo confirma el testimonio de una vecina de 74 años: "De los departamentos veías todo muy armonioso, la distribución, la forma de las casas, era todo muy bien pensado". Se suma un hombre de 51: "La Villa era linda. La encontré preciosa. Como había pasto por todos lados, yo lo encontré fascinante, como de película".
La mantención -que llegó a contar con 120 funcionarios- así como la construcción misma fueron posibles a través de la Caja de Empleados Particulares (Empart). Sin embargo, el proyecto quedó inconcluso. En 1955 se proyectan 23 bloques de vivienda colectiva, de entre cinco y siete pisos, y 276 viviendas unifamiliares de uno y dos pisos. También, una iglesia, una sede social, un centro cívico y un mercado; ninguno de éstos se materializó jamás.
"La investigación muestra que el empobrecimiento y el deterioro de la Villa Portales no se debe a que el modelo arquitectónico haya fracasado, sino al término de un estado benefactor que permitía la movilidad social. La arquitectura moderna fue una promesa que iba de la mano de un modelo de protección social que levantaba a la clase media, con la garantía de la Caja. Cuando ese modelo se derrumba en 1981, empieza el deterioro rápido de la infraestructura", acusa Márquez.
Al privatizarse la seguridad social, no hay recursos para la mantención. Las enormes áreas verdes se deterioran. Y aparecen los pequeños jardines, como reminiscencias del imaginario rural.
"El 73 todo cambia, hay persecución y conflictos. Antes había mucha vida comunitaria; después la gente se recluye y empieza a esconderse en los pasillos para las protestas", opina Márquez. Sin embargo, advierte, el patrimonio inmaterial sobrevive: "Los vecinos se sienten privilegiados, y aunque temen a la especulación inmobiliaria, tienen muchas ganas de contar este sueño que tuvo un final no feliz".
Así lo atestigua una vecina de 81 años: "Todavía sigue siendo una maravilla. En la mañana (escuchar) a los pajaritos cantando es igual que estar en medio del campo. Estamos a unas cuadras de la Alameda, pero aquí es campo, como un oasis (...) Es como privilegiada nuestra Villa".
Otra de 54 dice: "Para mí esto es Macondo. Tiene mucha magia. Nos casamos entre vecinos, nos hemos separado (...). Hay vecinos que vendieron la propiedad, aburridos de la Villa, se fueron a otro lado y volvieron como arrendatarios. Es magia. Es como un pequeño terruño; un pequeño pueblo donde estamos, de alguna forma, como protegidos".
El primer televisor y las misas clandestinas
"Yo fui la primera que tuve lavadora acá. La prestaba acá y acá para las camisas y las blusitas de los niños (...). Mis vecinas vinieron todas a verla cómo era, cómo funcionaba. (...). Después teníamos refrigerador; hacíamos helado entre todas las vecinas. Y cuando fueron los hombres a la Luna, en el 60, mi viejo nos trajo un televisor y lo pusimos vuelto para allá. Y se llenó aquí porque había re-pocos; había unos cuatro televisores en toda la Villa (...). Estaba lleno el parque, y las señoras se asustaban porque pensaban que quizás qué monstruo iba a salir por la Luna. ¡Si era un acontecimiento! Estábamos celebrando el televisor y viendo los astronautas en la Luna", dice el testimonio de una vecina de 81 años.
"Nosotros, la juventud en esos años, nos juntamos. No había parroquia. Llegaron dos sacerdotes que vivían en el block 2, y la misa se hacía al final del block 2, en esa explanada que ahora es la sede (...). Como no había parroquia, nos juntábamos en el departamento de los curas. Ahí, alrededor, hacíamos nuestras reuniones, salíamos a pedir tecito, hacíamos paquetitos de té y de azúcar, y les llevábamos a los enfermos del Hospital (San) Juan de Dios", recuerda una vecina de 61 años.
Quiero mi barrio
Según Marisol Rojas, seremi de la Región Metropolitana del Minvu, la realización "del libro motivó que la reconstrucción de la historia barrial surgiera desde los propios vecinos y para los vecinos, generando un diálogo entre las distintas generaciones. Esto contribuyó a que se revitalizaran las organizaciones locales". El Programa Recuperación de Barrios, que se inició en 2006, ha incluido la reparación de las plazas El Peumo y El Durazno. Y ya hay otros espacios públicos agendados.
Además, indica Rojas, "debemos concluir los trabajos de reparación posterremoto que llevamos a cabo desde hace varios meses en la estructura de los edificios, los bienes comunes dañados y los departamentos de los vecinos".
El libro será lanzado a las 18:00 horas del domingo 30, en la Villa Portales, y a partir del 2 de mayo se podrá descargar desde www.memoriasdelsigloxx.cl
Además, habrá una clase magistral sobre el conjunto en la UC (jueves 28, 18:00 horas) y una función de videos en la Cineteca Nacional (viernes 29, 11:00 horas).
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Marzo 2008
Teletrece cubre Villa Portales
Un extenso reportaje audiovisual realizó Canal 13 para su noticiero
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