domingo, 3 de julio de 2011

El renacimiento de Robinson Crusoe



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sábado 2 de julio de 2011

Ha pasado un año y cuatro meses desde que una ola de veinte metros destruyó gran parte de la isla, mató a 10 personas e hizo desaparecer a otras seis. Hoy casi no quedan escombros, pero los habitantes aún tienen la herida abierta. "Sábado" recorrió el poblado de San Juan Bautista y fue testigo de una reconstrucción que comienza desde la nada.

Por Ana Callejas desde Juan Fernández Fotos Héctor Flores




El maremoto dejó 900 toneladas de escombros y 50 personas sin casa. Los habitantes han asumido que la isla jamás volverá a estar como antes del terremoto. Hoy buscan ser el ícono de la reconstrucción.

Gino López González tiene un sueño -o quizás una pesadilla- recurrente. Despierta en esa casa que no es su casa, pero que en medio del sueño nada le hace sospechar que se trata de un lugar, de una cama, de una pieza ajena. Se levanta, entonces, y hace lo de costumbre: se viste en silencio para no despertar a su mujer y arregla todo antes de salir a pescar. Es -siempre en sus sueños lo es- aún muy temprano para que el sol caliente sus huesos, entumidos por la llovizna que cae a las cinco de la mañana sobre el poblado San Juan Bautista de la isla Robinson Crusoe. Cuando abre la puerta y pone sus pies en el barro, siente, por primera vez, la idea angustiante de que lo que ve no es real. Frente a él están las casas de antes, el colegio de antes, la vida de antes. Mientras se queda viendo esa versión de lo que fue, algo lo despierta. Entonces, Gino se ve a sí mismo en un lugar, en una cama, en una pieza ajena. En esa casa que un primo le prestó cuando su hogar fue destruido por una gran ola, la madrugada del terremoto. Cada vez que ese sueño termina, le toma menos tiempo acostumbrarse a la realidad, aquélla en que él, su mujer y su hijo son damnificados y víctimas de una de las catástrofes más grandes en la historia de Chile.

Hoy esperan. Ha pasado más de un año desde el terremoto, y el proceso de reconstrucción en el archipiélago de Juan Fernández va "lento pero seguro", dice Gino, parado justo en medio del área en que se inaugurarán las 22 casas que el Ministerio de Vivienda construye para los damnificados de Robinson Crusoe.

Aquí murieron diez personas y seis aún continúan desaparecidas. Pero Gino López (31 años), su mujer Ariela de Rodt (40 años) y su hijo Samuel (5 años) no estaban en la isla cuando eso ocurrió.

-Estaríamos muertos -dice Ariela, cuando piensa qué habría pasado si hubieran dormido esa noche en su casa.

Y ese pensamiento, aunque lúgubre, no deja de ser potencialmente cierto.

Aquella noche

Era 26 de febrero de 2010. El verano ya terminaba y Gino por fin podría volver a Juan Fernández. Ya había pasado ese periodo en que se instalaba con su familia en la isla Alejandro Selkirk, a noventa millas (unos 145 kilómetros) de Robinson Crusoe, para aprovechar la temporada de langostas. Esa noche, Gino durmió sin problemas. Ariela también. Y Samuel no lloró ni despertó. A las cinco de la madrugada del día 27, ajeno a la histeria que a esa hora se vivía en gran parte del país, él se juntó con un primo y fue a cazar chivos. Caminaron por la isla y se detuvieron a observar el mar. Se recogía tanto que supieron que algo andaba mal. Regresaron a sus casas y allí escucharon por primera vez la historia de terremoto y muerte que había atacado al archipiélago. No tenían más información que la que llegaba por radio a la isla, pero con eso se enteraron de todo. Así, Ariela supo que su madre había desaparecido, que el mar se la había llevado, que ella se había agarrado a un trozo de madera para sobrevivir en medio del tsunami, que las olas la desnudaron y los materiales de las casas destruidas le hirieron la piel, cada vez que pasaban a su lado. Ariela supo después que su madre logró salvarse del mar, pero que un primo de Gino apareció muerto en la playa.






Pasaron cuatro días para que la motonave Antonio (de la empresa Transmarko, con capacidad para 12 pasajeros) llegara a la isla Alejandro Selkirk e iniciara el viaje de regreso a Robinson Crusoe. Estuvieron durante doce horas imaginando, con la mirada fija en las nubes, qué encontrarían al llegar a la Bahía Cumberland. Pensaron en un poblado destruido, pero nada como lo que encontraron. Cuando el buque dio su último giro y quedó frente al muelle de San Juan Bautista, cada metro que avanzaban iba aclarando la magnitud de la tragedia. Una masa de madera molida flotaba como derrame tóxico desparramado sobre el mar. Botes descuartizados iban y venían, perdidos en el juego enfermo de las olas. Mientras caminaban por Robinson Crusoe, veían el resto de lo que quedaba de la isla. A pocos pasos, se toparon con el cementerio. Ahora era un revoltijo de cruces, lápidas y flores que sobresalían entre el barro. El gimnasio, recientemente remodelado, ya no existía. La destrucción, cuentan, era total. La Municipalidad de Juan Fernández, la Capitanía de Puerto, la Conaf, la Casa de la Cultura, el colegio, el jardín infantil, la oficina de correos, la notaría, las canchas deportivas, hosterías, restaurantes, tiendas de souvenir, agencias de turismo, centros de artesanía, oficinas de aerolíneas, todo; inexistente, irreconocible, irreparable. Esa ola de veinte metros de altura que ellos no conocieron, entró a la costa de Robinson Crusoe, cubrió trescientos metros horizontalmente y dejó a cincuenta personas sin casa.

-Cuando llegamos a nuestra casa, vimos que era la única que estaba en pie. Estaba ladeada, pero aún se agarraba un poco al suelo. Las otras construcciones salieron volando con el maremoto y a nuestro vecino lo agarraron las olas y murió ahogado -cuenta Ariela, mientras camina entre el barro hacia lo que será su nuevo hogar, en la parte más alta de Robinson Crusoe.

Volver a casa

Hoy es día de brindis, de pescado a la parrilla y banderas de Chile asomándose en las casas. Hoy, también, es un día en que las nubes están tan bajas, que caminar por Juan Fernández es un recorrido húmedo y algo molesto, por la llovizna intermitente y el barro que lo cubre todo. La promesa incumplida de un día soleado y temperatura sobre los 20 °C no desanima a los isleños. Ya pasaron un año llorando a sus muertos, limpiando las 900 toneladas de escombros que dejó el tsunami, y asumiendo que Robinson Crusoe jamás volverá a estar como antes del terremoto, pero que quizás eso no es del todo malo.

"No lo hemos pasado bien. Los primeros siete meses estuvimos recolectando los restos de nuestra isla, pero la reconstrucción ha logrado avanzar. Hoy ya podemos abrazarnos y reírnos, porque están llegando las inauguraciones a esta aldea. Queremos ser el ícono de la reconstrucción y así va a ser", dice el alcalde de Juan Fernández, Leopoldo González, y suenan los aplausos de unas 200 personas. Los isleños aplauden el fin de la construcción del primer tramo del eje Larraín Alcalde, el camino más importante de la comuna. Pronto el ministro de Vivienda, Rodrigo Pérez Mackenna, cortará la cinta para inaugurarlo y dirá: "Los felicito por lo que están haciendo, por el esfuerzo que ha significado para los habitantes de esta isla tener que reconstruir esta zona cero, tan dañada, y sobre todo recuperar el espíritu, el ánimo de la gente y las familias que fueron duramente golpeadas por esta tragedia".

Por esta avenida hay recordatorios constantes de lo que ocurrió y de lo que vendrá. Desde un barco de nombre Alborada, que aún está incrustado entre dos árboles al pub-discotheque Brújula, que se reinstaló hace pocos meses. Al lado de esta construcción de madera, se vuelve a levantar uno de los restaurantes que el mar borró de sus cimientos. Por el resto de la isla se repone la cancha deportiva, la plaza municipal y terminan de armarse 22 de las 39 casas que deben reconstruirse en Juan Fernández.

Gino y Ariela ya han podido recorrer su futuro hogar. Tiene 67 metros cuadrados y es más grande que la casa que el tsunami destruyó. Además, está tan lejos del mar y rodeada por tantos árboles de eucaliptus, que es difícil ver la orilla de la bahía. Aquí, en el conjunto habitacional Picaflor Rojo, se reubicará a gran parte de las familias damnificadas por el terremoto. Aquí todos conocen a alguien que perdió a alguien esa noche. Aquí, a kilómetros de ese mar al que le agarraron miedo, sus vidas volverán a comenzar.

-Ha sido difícil vivir en una casa ajena. Ya estamos desesperados. Es como poner en pausa todo lo que quieres, porque ni lo más básico es tuyo. Pero nos encantaba la isla y jamás pensamos en irnos. El turista sí se asustó, ahora a lo más vienen por el día. Ojalá que eso cambie tras la reconstrucción. La isla no volverá a ser como antes, pero creo que quedará mejor. Ya se ve más bonita -dice Ariela. A pocos metros está la casa en la que espera vivir junto a su familia, a partir de septiembre.

Gino y Ariela ya han podido recorrer su futuro hogar. Tiene 67 metros cuadrados y es más grande que la casa que el tsunami destruyó.

Por Ana Callejas desde Juan Fernández Fotos Héctor Flores.
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Domingo 3 de Julio de 2011

Inauguran pequeños locales comerciales destruidos por el tsunami en Juan Fernández
El programa diseñado por Desafío Levantemos Chile tuvo un costo total de inversión de más de $238 millones.


Foto: Héctor Flores, El Mercurio. (Archivo)

JUAN FERNANDEZ.- Buscando reconstruir el comercio destruido en Juan Fernández por el tsunami del 27 de febrero del 2010, fueron inaugurados 16 nuevos establecimientos comerciales correspondientes al pequeño comercio local y que están orientados a la atención y recepción del turismo que ahí llega.

El programa diseñado por Desafío Levantemos Chile tuvo un costo total de inversión de $238.338.438 y fue realizado en conjunto con el Servicio de Cooperación Técnica (SERCOTEC), entidad que aportó $190.355.599, con el apoyo de la Minera Collahuasi quien donó $47.667.688, para comprar los materiales de construcción.

La Fuerza Aérea y la Armada de Chile transportaron los materiales y técnicos que le enseñaron a los isleños a construir por ellos mismos.

El gerente general de Sercotec, José Luis Uriarte Campos, explicó que, "levantar al comercio formalizado arrasado por el tsunami ha sido un gran trabajo, principalmente, en Juan Fernández por las dificultades en su acceso. Pero afortunadamente, hoy vemos como funcionan 16 locales comerciales donde nos preocupamos no solamente de volver a reconstruir lo que el tsunami destruyó, sino que los volvimos a construir incluso mejor a como estaban antes del 27 de febrero tal como nos encomendó el Presidente Sebastián Piñera".

Dentro de las 16 obras que se inauguraron cuatro están destinadas a hosterías de 90 m2 con capacidad para cinco camas cada una. Otros cinco beneficiados autoconstruyeron locales destinados a la venta de artesanía, souvenirs y excursiones por la isla. Cinco construcciones de 50 m2 serán destinadas a almacenes, de estos uno será un minimarket, otro una sala de degustaciones de productos del mar; otro será un comedor para algunas cabañas que se salvaron y un quinto será un cibercafé.

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domingo 10 de julio de 2011

Collahuasi colabora con la reconstrucción de Juan Fernández





Poco a poco Juan Fernández se recupera del maremoto del 27/2.

Esta vez se trata de la inauguración de los 16 establecimientos comerciales que forman parte del programa "Desafío Levantemos Chile" en alianza con Compañía Minera Doña Inés de Collahuasi y el Servicio de Cooperación Técnica (Sercotec).
Los mismos propietarios de estos comercios, como cabañas, hoteles, locales, colaboraron en la construcción de las nuevas instalaciones.
La iniciativa se suma a otras que ya se están implementando, como la limpieza del fondo marino de Bahía Cumberland y el plan de trabajo que lleva a cabo la Fundación Educacional Collahuasi con el Colegio Insular Robinson Crusoe, recinto que también fue donado por la compañía minera.


2Felipe Cubillos, de Desafío Levantemos Chile; Giancarlo Bruno, presidente de Collahuasi; José Luis Uriarte, de Sercotec; Leopoldo González, alcalde de Juan Fernández; Andrés Allamand, ministro de Defensa, y Raúl Celis, intendente de la V Región.


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