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Una treintena de escritores relacionados con José Donoso y Mauricio Wacquez, entre los que se encuentra Jorge Edwards, participan hoy en el homenaje que se rinde a estos escritores chilenos en Calaceite (Teruel), municipio donde vivieron gran parte de su vida. Este homenaje se inserta dentro de las IV jornadas literarias del Matarraña.
El acto se celebra con motivo del décimo aniversario de la muerte de José Donoso, escritor del 'boom' latinoamericano de los sesenta y setenta, junto a escritores como Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, y que fue el causante, a juicio del escritor Emilio Barrachina, de que multitud de escritores encontraran en Calaceite y en el Matarraña un punto de referencia, entre ellos el propio García Márquez, Vargas Llosa o Jorge Edwards.
Uno de los escritores que participa en el homenaje, Arturo Fontaine, ha definido a José Donoso como 'un animal literario' de quien aprendió 'la pasión por los libros y la literatura', según ha manifestado en declaraciones a Europa Press.
Para Fontaine, José Donoso fue 'un hombre muy generoso con su tiempo y un gran lector' y 'a diferencia de otros escritores que son egocéntricos, él era un hombre muy abierto y muy interesado en los otros escritores'.
Fontaine conoció a Donoso por sus libros. 'Fue un asombro ver cómo el planteaba el texto narrativo, las voces que entrelazaba, el tipo de situaciones que enfrentaba, era un tipo no se hacía por entonces en Chile, estaba dentro de una escena muy novedosa', ha relatado.
'Después lo conocí personalmente', ha continuado Fontaine, rememorando un taller impartido por Donoso en el que participó. 'Hablaba muy poco de su obra y en ningún momento utilizó el taller para intentar inculcar una manera de escribir o una estética sino que estaba muy interesado por las diferentes maneras de escribir', ha aclarado.
DOS GENERACIONES.
Otro de los escritores que participa en el homenaje, Carlos Franz, ha explicado las diferencias entre José Donoso y Mauricio Wacquez. 'Son dos generaciones distintas, Donoso pertenece plenamente a la generación del 'boom' latinoamericano, mientras que Wacquez pertenece a una generación posterior y representa otro espíritu de época, un puente interesante que de alguna manera se ha perdido', ha indicado.
Según Franz, 'después del 'boom' latinoamericano hubo una tendencia hacia una literatura que se acercaba de nuevo a la cultura popular y Wacquez representaba una versión muy refinada de este fenómeno, incluso elitista, sin que eso suponga algo peyorativo, sino todo lo contrario; una opción por la literatura con 'L' mayúscula y una gran exigencia para el lector'.
Fontaine se ha referido también a la relación de estos escritores con Calaceite. 'En la conversación de ellos Calaceite aparece como un lugar que fue un verdadero hogar; no solamente hablaban de la arquitectura, de las piedras --recuerdo muchas conversaciones sobre las piedras--, los campos y los olivos, sino también de la gente y del cariño de la gente que los acogió y el mundo que ahí pudieron armar'.
Franz también ha recordado que tanto Donoso como Wacquez provenían de una zona campesina de Chile, 'en cierto modo muy parecida al Matarraña'.
HOMENAJE A DONOSO Y WACQUEZ.
El homenaje a José Donoso y Mauricio Wacquez se ha iniciado con una oración laica a éste último en el cementerio de Calaceite y ha continuado con el descubrimiento de una escultura que conmemora a ambos escritores en la plaza de los artistas de la localidad, obra que ha sido donada por los escultores Rocío Margarit y David Sánchez.
En el acto se han leído fragmentos de las obras de los dos escritores chilenos acompañados por música en directo de Sergio González Carducci. Por la tarde, en el municipio de Cretas, se celebrará un coloquio sobre la figura de José Donoso entre los más de 25 escritores invitados a las jornadas, moderado por Emilio Ruiz Barrachina. También se proyectará la entrevista que José Donoso ofreció en 1977 a Televisión Española.
Terra Actualidad - Europa Press
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Calaceite rinde homenaje a José Donoso y Wacquez
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EL PERIÓDICO CALACEITE 28/10/2007
Una treintena de escritores relacionados con José Donoso y Mauricio Wacquez, entre los que se encuentra Jorge Edwards, participan durante todo el fin de semana en el homenaje que se rinde a estos escritores chilenos en Calaceite, municipio donde vivieron gran parte de su vida. Este reconocimiento se enmarca dentro de las IV jornadas literarias del Matarraña.
El acto, enmarcado dentro de las IV Jornadas Literarias del Matarraña, se celebra con motivo del décimo aniversario de la muerte de José Donoso, escritor del boom latinoamericano de los años 60 y 70, junto a escritores como Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, y que fue el causante, a juicio del escritor Emilio Ruiz Barrachina, de que multitud de escritores encontraran en Calaceite y en el Matarraña un punto de referencia, entre ellos el propio García Márquez, Vargas Llosa o Jorge Edwards.
Uno de los escritores que participa en el homenaje, Arturo Fontaine, definió a José Donoso como "un animal literario" de quien aprendió "la pasión por los libros y la literatura", según ha manifestado a Europa Press. Para Fontaine, José Donoso fue "un hombre muy generoso con su tiempo y un gran lector". Fontaine también se refirió a la relación de estos escritores con la localidad. "En la conversación de ellos Calaceite aparece como un lugar que fue un verdadero hogar; no solamente hablaban de la arquitectura, de las piedras, los campos y los olivos, sino también de la gente y del cariño de la gente que los acogió y el mundo que ahí pudieron armar".
Otro de los escritores asistentes, Carlos Franz, explicó las diferencias entre Donoso y Wacquez. "Son dos generaciones distintas, Donoso pertenece plenamente a la generación del boom latinoamericano, mientras que Wacquez pertenece a una generación posterior y representa otro espíritu de época, un puente interesante que de alguna manera se ha perdido", indicó.
El homenaje a José Donoso y Mauricio Wacquez se inició ayer con una oración laica dedicada a éste último en el cementerio de Calaceite y continuó con el descubrimiento de una escultura en la plaza de los artistas de la localidad, obra que ha sido donada por los escultores Rocío Margarit y David Sánchez.
En el acto se leyeron fragmentos de las obras de los dos escritores chilenos acompañados por música en directo de Sergio González Carducci. Por la tarde, en Cretas, tuvo lugar una mesa redonda sobre literatura, en e que participaron autores como Alfonso Mateo Sagasta, Gala Ruiz, Joaquín Bernat o Juan Bolea, entre una veintena de escritores; y la proyección de una entrevista ofrecida por el propio Donoso en 1977 a TVE. El homenaje termina hoy en Valderrobres, con un recital de poesía.
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el mercurio
VIDA SOCIAL
Sábado 10 de Noviembre de 2007
Homenaje a José Donoso y Mauricio Wacquez
FOTOGRAFÍAS, PAZ BALMACEDA
En la Plaza de los Artistas de la ciudad de Calaceite, Aragón, se instaló una escultura en homenaje a José Donoso y Mauricio Wacquez, llamada "Libro Imbunche", de los escultores españoles Rocío Margarit y David Sánchez Sanabria. Durante la inauguración, en la que participaron escritores ibéricos y autoridades, se leyeron poemas y fragmentos de la obra de Donoso, acompañados por la música del artista argentino Sergio González Carducci.
Entre los asistentes estaban Elsa Arana, periodista peruana y amiga de Donoso; el poeta israelí Shlomo Avayou; los escritores españoles Emilio Ruiz BarRachina, Pedro Ramos, Jaime Fontán, Manuel Francisco Reina y Miguel Caballero, entre otros.
Encargados de los discursos durante el homenaje fueron el agregado cultural de la embajada de Chile en España, Carlos Franz, y Carlos Fontaner, presidente de la Comarca de Matarraña.
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ETAPAS EN LA OBRA DE JOSÉ DONOSO
Por Mauricio Wacquez
Homenaje a José Donoso, Victorino Polo García. Editorial Cajamurcia 1998. España
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NECROLÓGICAS
Mauricio Wacquez,novelista
ROSA PEREDA 15/09/2000
En la madrugada de ayer murió en Calaceite (Teruel), Mauricio Wacquez, novelista chileno, cuando contaba 61 años y a consecuencia de la leucemia que arrastraba durante los últimos años.Una penosa enfermedad que no le había impedido terminar, en febrero pasado, su monumental Epifanía de la sombra, de 763 folios en el original y de inmediata publicación por Plaza y Janés en España y América Latina. Esta novela, todavía inédita, era la primera de una Trilogía de la oscuridad, en cuya segunda parte trabajaba hasta pocos días antes de su muerte y que estaba dedicada al poeta catalán Francesc García-Cardona, amigo del alma y colaborador en numerosas traducciones y actividades de extensión de la verdadera literatura, que es la que ocupó y preocupó siempre a Mauricio Wacquez.
Apasionado, elegantísimo, lleno de una ironía ejemplar y suicida, Mauricio Wacquez comenzó militando en la cuadra Barrall con Paréntesis (1975), su segunda novela -la primera había aparecido en Chile 10 años antes-, finalista del Premio Barrall. En Excesos reunió sus hasta entonces cuentos completos (Planeta) y en 1981 apareció con Bruguera Frente a un hombre armado, una novela valiente, dura y bella sobre la homosexualidad. Como en todos sus libros, pero con más fiereza y radicalidad aún, Mauricio Wacquez escribía aquí sin concesiones a ninguna galería: ni las de la vida ni las de la lengua, y si la historia es una de las más fuertes sobre el tema, su prosa es también una de las más bellas y precisas. Ella o el sueño de nadie, una novela erótica publicada por Tusquets en 1983, completa hasta ahora una bibliografía que no agota al personaje ni al escritor.
No se puede decir que Mauricio Wacquez fuera bohemio: era demasiado elegante, demasiado pulcro y demasiado guapo. Hubiera podido ser rico, y nadie ante su esplendidez dudó de que lo fuera. Le gustaba el gin-tonic con moderación y con inmoderación, y fumaba cigarrillos rubios. Le divertía la pornografía televisada, las viejas fotos y la mar, y tenía un humor corrosivo que no le eximía de la ternura. Pero su vicio verdadero era, como él dijo en estas páginas lamentando la muerte de su amigo Pepe Donoso, la lucidez.
Nació en Chile en 1939 y falleció ayer en Teruel tras más de treinta años en España.-
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Elsa Arana Freire entrevistó a Mauricio Wacquez
Posted on 24 abril, 2011 | 1 comentario
Esta entrevista fue publicada el domingo 25 de marzo del 2001 en El Mercurio.
Elsa Arana Freire. (FOTO: Archivo Revista Caretas).
La peruana Elsa Arana Freire (foto) la hizo de tal manera que pareciera que el entrevistado, Mauricio Wacquez, hablara solo. Ella fue amiga de Wacquez, y vecina suya en la localidad de Calaceite, Cataluña. Dice Elsa Arana Freire que la prosa de Wacquez “trasciende con largueza la mirada anecdótica y limitada de un memorialista o la visión nostálgica de un cronista criollo”, pese a que su obra es autobiográfica.
Eres un escritor chileno con apellido extranjero… Soy un escritor chileno, pero claro, como todos los chilenos y en general los latinoamericanos, soy más bien una mezcla de muchas cosas. Mi padre era francés y viajó a Chile a enseñarles a los chilenos a hacer vino. Era enólogo, de Burdeos, aunque él nació en una casa de verano en Biarritz, de donde es la familia de mi abuela. La familia de mi abuelo Wacquez seguramente proviene de Flandes y a su vez de familias que pertenecieron a los tercios españoles de Carlos V. De ahí puede ser esa rareza de mi apellido con doble v. Pero investigar demasiado en mis orígenes me parece una pérdida de tiempo.
¿Tú eres hijo de una segunda camada de tu padre? En primeras nupcias mi padre casó en Chile con una francesa, hija de franceses medio belgas, cuyo uno de sus apellidos, o sea que no tiene nada que ver conmigo, es de Warni, nombre este que yo he elegido para el personaje de mi novela actual y de mi novela anterior (Frente a un hombre armado). Genéticamente yo con Warni no tengo absolutamente nada que ver. Son mis hermanos mayores (dos hombres y una mujer) que nacieron respectivamente en 1909, 1912 y 1913, los del apellido. Los chilenos de una cierta extracción social son más o menos impuros y mestizos. Yo soy eso, hijo de un francés con una chilena criolla de vieja raigambre.
¿Y quién fue tu madre? Mi madre se llama Rosenda Arellano, una mujer bastante ilustrada. Mi padre, que en realidad aparte de ser un lector bastante bueno, nunca tuvo una preocupación por transmitirnos este gusto que tenía por la lectura, en cambio mi madre sí. Ella era colchagüina y fue en Colchagua donde se conoció con mi padre. El era un señor cercano a los 60 años y fue mi abuela en realidad la que hizo el matrimonio.
Cómo era tu relación familiar. ¿Afectiva, distante…? Con mi padre tuve siempre una relación divina, pese a que era casi 60 años mayor que yo, pero eso no me importaba. Yo sabía que tenía una privanza por mí. Con mi madre fue una relación maravillosa, en primer lugar porque ella me enseñó a leer. Es de los placeres que yo conozco en mi vida, muy lejos, pero muy lejanamente relacionado con el sexo. El placer sexual para mí es indecoroso al lado de la maravilla que representaba leer. Comprenderás que no podía salir otra cosa que un enfermo de la lectura como lo fui yo. En mi preadolescencia llegué a leer novelones como Por siempre Ambar o una novela que terminé traduciéndola, como es Salambo. Estos eran libros de la mesita de noche de mi madre. Cuando ella sabía que había demasiada pilucha adentro, no me los dejaba leer, pero yo me los robaba y los leía de todas maneras. Luego leí El caballo audaz y más tarde a Vargas Vila.
Aparte de tu familia íntima, ¿tenías amigos, amigas? Yo fui un niño muy rebelde. Tenía un círculo de amigos que no tenía nada que ver con mi mundo social: el hijo del mayordomo de mi padre, el hijo del bodeguero, que eran niños chilenos maravillosos, con ojotas. A mí me daba vergüenza andar con zapatos. Y andaba con ojotas en verano y bien peinadito. Otro problema que yo tenía, aparte del social, era que yo era rubio, pero rubio casi blanco. Me decían rucio, caldo de choro y gringo, que era lo que me indignaba más. Mis primos y amigos venían de Santiago y les daba los caballos más malos y así me vengaba de esos señoritos santiaguinos. Yo era absolutamente campesino.
¿Eras buen alumno en el colegio? No, pésimo. Estudiaba cuando quería o cuando tenía que dar algún examen, pero nunca repetí curso. Nunca en mi vida fui un jeune premier, por suerte. Fui destacado alumno y el primero de mi promoción en la Universidad de Chile. En Francia, mi diploma y mi doctorado era Bien o Assez bien. Aparte de mi tifus, paratifus y problemas digestivos, tuve un soplo al corazón a los 13 años. Mi recuerdo es que me parece que me he pasado toda la infancia en cama, así que ahora estoy mucho más alentado que antes. Allí fue el estallido de mi vida, porque al mismo tiempo de convertirme en un escritor (creo que me convertí en escritor en ese momento), me convertí en hombre, descubrí la sexualidad.
Siendo un hombre de letras, ¿por qué eliges filosofía en la universidad? Precisamente por eso. Para mí hay cosas que son incomunicables. Una de ellas es el misterio del lenguaje, el misterio de la literatura. Es algo que, como experiencia profunda, nunca fue comunicable. Es un arte que no se puede enseñar. Si yo hubiera creído que se puede enseñar, habría estudiado español, castellano o letras. Pero las letras son para mí un misterio tal, que preferí iniciarme en una sabiduría, en una experiencia y en muchas disciplinas afines. Por ejemplo, soy o me hice actor enla Universidad de Chile, pero de noche. Y me recibí. Tuve una columna en mi vida que fue Magdalena Lozano, mi maestra de pintura. Era una española republicana que llegó el año 39. Con ellos empecé a estudiar la sociología, con José Medina, un gran profesor que inventó la sociología en Chile, la sacó de la nada y comenzó una enseñanza paralela. Yo iba a clases de yeso, sobre todo con Israel Roa, o bien con José Balmes, enla Facultad de Bellas Artes. Hacía cursos nocturnos sobre modelo fijo, sobre esculturas, luego dos años de croquis sobre modelo vivo y dibujos más rápidos, apuntes. Con mi maestra, pintaba naturalezas muertas. Es decir, todo lo que se propone como valores de la pintura. Por cierto que de aquella época, y por suerte, ya no existe nada de eso, Se acabó todo.
¿Quiénes de tus amigos tenían tus mismas inclinaciones literarias o vocación de escritor, en esa época? Están todos vivos. Algunos han venido para acá. Federico Schopf, de origen alemán; Skarmeta, de origen yugoslavo; Dorfman, que era de mi quinta, de mi generación.
¿Estabas lejos de la generación de Enrique Lafourcade? Esa es la generación del 50. Yo los llamo la generación de los cincuenteros. Hasta que Juan Agustín Palazuelos dio origen y nombre a mi generación, a los Novísimos. Los Novísimos nacen porque Pepe Donoso, para arropar a su delfín que era Juan Agustín Palazuelos, crea toda esta generación que es Skármeta, yo y otros tipos. En un artículo de Pepe en la revista Ercilla, yo aparezco como autor de un libro de cuentos y una novela terminada. Me saca una foto terrible en que estoy entre estos escritores con mi libro debajo del brazo. Auténtico. Este libro era mi primera novela: Toda la luz del mediodía, de la cual muchos amigos todavía me dicen: Ay, pero si esa es la mejor novela que tú has escrito. Nunca escribirás nada mejor que eso. Entonces, lo único que piensas es en pegarte un tiro.
¿Cuándo te pones a escribir La Oscuridad? El 82, hace 18 años. Pero para escribir diariamente, rutinariamente, con disciplina, diría que desde el año 1992. Tomo todo el material anterior y lo ordeno de alguna manera.
Hablemos ahora en general de tus obras. Hablemos de lo que he escrito. He escrito poco. No es que sea un proyecto ad infinitum esto de escribir poco porque ahora termino el primer tomo de una trilogía que ya tiene 800 páginas. Así que no puedo decir que yo sea un escritor parco, pero lo he sido hasta el momento. He sido parco y sobre todo muy autocrítico. De los libros que he publicado no me arrepiento de ninguno. Es decir, tengo la lucidez suficiente para darme cuenta que los dos primeros (Cinco y una ficciones, cuentos y una novela, y Toda la luz del mediodía), tienen todos los defectos de la premura, de la juventud. La narrativa es un arte que necesita mucha experiencia, más que en cualquier arte. Más que en la pintura. Y sobre todo, más que en la poesía porque hay poetas que lo son porque lo tienen en los genes y son tan buenos poetas, como por ejemplo Nicolás Guillén, cuya poesía, aparte de la samba, no me dice absolutamente nada. Pero hay otra poesía que es la poesía de los sentidos, la poesía voluptuosa, la poesía de Neruda. El ejemplo del siglo XX es Pablo Neruda. Pero para mí, como lector de poesía personal, me quedo con el tercer nivel, que es la de Rainer Maria Rilke, la poesía de la reflexión, de la metafísica, de los límites de la vida humana.
¿César Vallejo no se aproxima a la poesía de Rilke? Sí, evidentemente y más joven que Vallejo, Enrique Lihn, que escribió aquel verso repetitivo que termina diciendo: “porque escribí estoy vivo”. La narrativa es más un oficio o ejercicio para escritores de experiencia. Estoy seguro de que cuando Radiguet escribió sus dos obras maestras, sólo tenía 18 años pero una experiencia y sobre todo una inteligencia para mirar la experiencia que lo convertía en un hombre muy maduro, escritor maduro. Las grandes novelas se han escrito por gente que ya tenía una gran experiencia, como por ejemplo Stendhal y para qué decirte Flaubert, o Nabokov, quien escribió Ada a los 70 años. Se nota cuando la experiencia está gobernando ese tipo de arte.
Pero si no hay un primer peldaño, ¿cómo subes por la escalera? Poniendo el pie en el tercer peldaño. No te puedo decir otra cosa. Y eso es lo que me pasó a partir de esos dos primeros libros. Cuando ya era treintón, con un buen libro de cuentos que se llama Excesos e inmediatamente con una de las novelas que más me demoré en escribir, del año 68 al 75, en que se publica, que es Paréntesis, que tenía o tiene 80 páginas. Y para que te lo diga de una vez y no me vuelvas a preguntar, todos los libros que yo escribo, o casi todos, tienen el 95 por ciento de autobiográficos. Podrán no reconocerse muchas cosas pero yo las reconozco y sé a qué se refieren. Trato de que los textos funcionen independientemente de lo biográfico. No son buenos porque pertenezcan a una determinada vida, sino porque el arte está referido a una cierta alquimia que produce la realidad y que la realidad niega al mismo tiempo porque está convertida en literatura. Así es que cuando yo repaso los cuentos de Excesos, Paréntesis y luego las dos novelas siguientes (Frente a un hombre armado y Ella o el sueño de nadie), me encuentro que representan unos momentos definitorios de mi personalidad y de mi vida en general. Eso no me impide inventar ciertas cosas, porque la invención es parte del mismo juego, pero yo estaré siempre muy lejos de un genio como Julio Verne, porque no es lo mío. En Frente a un hombre armado, quise hacer un homenaje a un mundo anterior, en Francia. Allí se juega con los elementos que se integran en la vida de mi padre, pero claro, con mucha soltura, porque debía imaginarlo todo, porque tenía pocos datos históricos. Resultó una novela bastante impresionista como es Paréntesis, o un poco menos ya, Ella o el sueño de nadie, que es una anécdota centrada en el colegio de los Maristas, donde yo estudié. Allí ya hay un primer testimonio de lo que va a ser la literatura para mí a partir de eso. Es decir, un poco más entendible, realista, objetiva, que las novelas que había escrito hasta ese momento. En toda esta visión algo más realista de mi literatura, ésta se cuaja. Bueno, en realidad, en esta trilogía que estoy escribiendo ahora, cuaja realmente todo. Aquí se manifiesta casi todo lo que estaba larvado en mis escritos anteriores, pero especialmente casi todo lo que estaba larvado en el personaje que se llama Mauricio Wacquez.
No utilizas, sin embargo, a Mauricio Wacquez como el relator de primera persona. Claro que no. Pero está el narrador, testigo omnisciente de casi todo. Hay un momento en que dice: “No crean que nosotros, un nosotros vago, nos contentábamos con cosas pequeñas”. Hay un hablante que es el narrador, pero es un narrador que está muy cerquita del personaje, del héroe de esta novela, que es Santiago de Warni, que en realidad, el mismo Santiago no dice de Warni, sino Warni. En Latinoamérica somos lo suficientemente libres para amarrarnos a grafís históricas. Sería interesante en esta novela de La Oscuridad, dilucidar quién es quién en la narrativa.
¿Eso a veces suele resultar peligroso? Por ejemplo, por los apellidos. Ya sé que van a decir que es una anfibología de Wacquez. Pero no lo es; es un apellido (Warni) de la familia de mi padre. La anfibiología es lo que reemplaza a la verdad o una interpretación libre. Y no es eso. Yo he tomado mis apellidos, perdón, los apellidos de Santiago de Warni, de Santiago Warni, son Warni Aránguiz, que ya no puede ser más mateo y Aránguiz es lo más chileno de los chilenos y de lo criollo, criollísimo, del siglo XVII. Cuando uno pertenece a esa gente vieja, tiene todos los apellidos que quiera. Allí uno tiene casi todos los apellidos chilenos. Lo de Warni te lo digo como un ejemplo, pero en toda la novela hay un correlato con la realidad, que no es fruto de la imaginación.
Diríamos que tu novela Frente a un hombre armado y también Ella o el sueño de nadie, son como desgajos de esta gran novela que estás escribiendo, como partes de ella que lo reúne todo. Sí, claro. Hay que darse con una piedra en el pecho. Es decir, que todas las novelas son copias de todas las novelas. Son todos capítulos de una misma novela, aquella que uno escribe durante toda su vida. Si no tienes un temperamento demasiado ínclito en la política o en la historia, se te verá el plumero de tu vida en toda la obra. Las novelas de los escritores realistas, como por ejemplo La Colmena, de Cela, una obra maravillosa, o incluso Pascual Duarte, representan un esfuerzo por compartir la realidad vista con la realidad imaginada y sobre todo, sentida, que es lo subjetivo. Lo objetivo pertenece a un mundo que desconozco. Eso que los pobres del nouveau roman dijeran que la celosía es la celosía y punto, yo no lo entiendo. Por suerte siempre existirá el filtro del escritor. Y si quieren hacer una novela verdaderamente objetiva, terminarán escribiendo la guía de teléfonos. Porque todo lo subjetivo es un antojo. Cuando te enfrentas a un texto verdadero, tienes que caer en la subjetividad, que es la fuente de todo acto verdadero.
Cuando empiezas hace 18 años este libro que estas terminando, le pones varios títulos. Vas cambiándolo. Pero el título genérico es uno solo, pero ahora por su extensión y por otras razones, va a constituir una trilogía. El título genérico es La Oscuridad. ¿Por qué La Oscuridad y cuales son los otros títulos? La Oscuridad, porque es la única realidad que prima finalmente en este negocio en el que estamos en la vida humana. Porque la oscuridad es la verdad. La vida no es más que un chispazo entre dos oscuridades. Entre la vida prenatal y la muerte. Por eso es que el primer tomo se llama Epifanía de la luz, la aparición de una sombra en el espacio. El segundo se llama La costumbre de la luz y el tercero, Del negro al negro, que describe un color otoñal entre el declive de la vida y la muerte. Bueno, la luz es eso. Sólo veinte años el del medio. El primero va hasta los 20 años. De los20 a los 40 el segundo y de los40 a los 60 el tercero de los libros. Y ahí termina, pero no finaliza con la muerte de nadie.
Según tu tesis o tu propósito, a los 40 años prácticamente se hace la noche. Tú vas a cumplir 60 años dentro de pocas semanas y ahí no es la noche la que te espera. Puede ser que lo que me espera es la noche y si no quieres hacer cualquier gesto de entusiasmo, corre por tu cuenta y riesgo. Yo no me sumo a la exaltación de la vida. El hecho de cumplir los 60 años no invalida la realidad del negro al negro. Ya hubo un negro y va a haber otro negro que no sabes cuándo llega. Puedo escribir diez libros entre medio, a lo mejor. A lo mejor no.
Mauricio Wacquez falleció el 14 de septiembre del año 2000, a los 60 años de edad.
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Miércoles 18 octubre 2000 - Nº 1629
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OPINIÓN
Entierro en el campo
JORGE EDWARDS
Me encontré con un amigo común en la calle, frente al Círculo de Bellas Artes, a poca distancia de Alcalá, y me dijo que Mauricio Wacquez estaba muy mal, en las últimas, en un centro médico del pueblo de Alcañiz. Alcañiz, en la provincia de Teruel, está a poca distancia de Calaceite, el pueblo donde vivieron José y Pilar Donoso, el de Mauricio, el de algunos amigos que llegan hasta allá desde Barcelona y aún desde más lejos, desde Suiza e Inglaterra, incluso desde Londres. El pueblo es hermoso, áspero, duro: un ventisquero en invierno y en verano un horno irrespirable. Sólo una vocación literaria a toda prueba, contra todo, llevó a José Donoso a descubrir el refugio de Calaceite en una época de su vida. Supongo que en sus novelas hay muchas imágenes de Calaceite, con la torre redonda y de tejas esmaltadas en colores verdes y amarillos de su iglesia, con los portales oscuros, con el campo de olivares escalonados en la distancia, el campo seco, irregular, lleno de formaciones parecidas a pirámides erosionadas. Mauricio siguió a Pepe por las mismas razones, con la misma obsesión literaria. A menudo me he preguntado si la escritura, la manía extraña de escribir novelas, poemas, textos en prosa de variada forma y extensión, no fue una especie de enfermedad de mi generación contagiada a las generaciones más jóvenes. Pasaban los viejos campesinos, las viejas, los niños, sumidos en una indiferencia profunda, más allá de toda sorpresa, mientras nosotros, como energúmenos, discutíamos de Henry James, de Proust, de Dostoievski, de autores mucho más desconocidos y difíciles. No faltaba nunca en las cercanías un traductor francés, un poeta y ensayista español, un filósofo catalán que hubiera pasado por la Escuela de Francfort. Calaceite era un ombligo literario, un escenario medio sordo, un punto de convergencia enigmático.
Frente a la austeridad donosiana, a su mueca de duda, a su sentido de los límites, Wacquez representaba el sentido de la alegría, la euforia contagiosa, una risa que estallaba y que parecía que se desgranaba escaleras abajo, por gradas de piedra redondeadas en inviernos interminables. Está bien por un rato, pensaba yo, pero cómo resistir estos fríos, estas lluvias, estos silencios. Donoso callaba y se metía en sus laberintos, en los conventos de El obsceno pájaro de la noche, en los juegos más luminosos, dorados, pero crueles, de Casa de campo. Después comprobé que Mauricio Wacquez, en aquellos inviernos, en la compañía paciente de Francesc, escribía páginas y páginas y las arrojaba a un baúl, sin darse siquiera el trabajo de ordenarlas. Y supe que Francesc, en los años finales, se dio precisamente ese trabajo y terminó por desenterrar del baúl, en un pase de cuasi prestidigitación, una novela en tres tomos.
Los episodios de la literatura nunca son fáciles ni previsibles. La obligación nuestra es mantener el espíritu abierto, la curiosidad viva, el estado de disponibilidad, que sólo es comparable con el estado de gracia. Wacquez era una curiosa mezcla de huaso colchagüino y de intelectual refinado. En el cementerio de Calaceite, entre olivares, frente a media docena de lápidas, me pidieron que dijera unas palabras, quizás porque era el único chileno del grupo, el testigo de un espacio de tiempo más largo, y dije, entre otras cosas, lo de aquella mezcla contradictoria, pero no tuve mucho tiempo para explicarlo. Mauricio era el último hijo de un enólogo francés originario de Burdeos, contratado en las primeras décadas del siglo pasado por viñateras de la región de Colchagua, uno de los valles más ricos y de mejor producción vinícola de la zona central de Chile. Mauricio pasó parte de su infancia y de su adolescencia en lo profundo de aquella zona, en un mundo de campesinos, de huasos, como decimos allá, de rodeos, de vendimias, de baños en los ríos, de cacerías en los faldeos de la cordillera. Estudió filosofía en la Universidad de Chile y fue aviador aficionado. Completó sus estudios en Francia con una tesis de doctorado sobre filosofía medieval. No tengo espacio aquí para entrar en demasiados detalles. Era, además de aviador, navegante, pescador experto, buen conocedor de la música, hombre de conocimientos diversos, a menudo sorprendentes. Comprobé enseguida, y sólo entendí bien esto último en la tarde de su entierro, que su condición campesina, huasa, que siempre afloraba en alguna parte de su conversación, había desempeñado un papel importante en su adaptación a Calaceite. La gente del pueblo, pensaba yo, habrá mirado a Mauricio y a Francesc con desconfianza, con recelo, quizás con escándalo. Al fin y al cabo, la sociedad española moderna, con sus libertades, no ha llegado hasta todos los rincones de la Península. Pero mucha gente del pueblo, niños, jóvenes, ancianos, además de las autoridades comunales, se hizo presente en el funeral, y lo hizo con evidente emoción, con sentimiento, con respeto. Un niño colocó encima del ataúd un ramo de flores silvestres y una señora muy mayor declaró, para que todos supiéramos y entendiéramos, que eran las flores que más le gustaban y que el niño sabía lo que hacía.
Yo me acordé de un verso de Shakespeare, el de Hamlet cuando encuentra en un cementerio abandonado la calavera de Yorick, el que comienza: "¡Ah, pobre Yorick!...". Hamlet, conmovido, exclama que su amigo difunto era un hombre de "infinito sentido del humor, de fantasía exquisita". Shakespeare usa la palabra "jest", lo cual, más que al humor, alude al sentido de la broma, del juego. Wacquez era capaz de caer en depresiones agudas o en grandes estallidos de ira, pero vivió casi siempre con exaltada alegría, con un entusiasmo que no se agotaba, en una constante y gozosa contemplación de la belleza y de la naturaleza en todas sus formas. A veces, con José Donoso, en la lejanía de Chile, en alguna callejuela de Santiago o en la costa de Zapallar o de Cachagua, nos acordábamos de Wacquez y nos preguntábamos si sus cosas, sus ocurrencias, sus bromas, podrían "pasar" a su escritura. No sabíamos a ciencia cierta, en resumidas cuentas, si era escritor o si era más bien personaje de la vida literaria. Algunas veces, las dos condiciones se dan juntas, pero no es lo más frecuente. Mauricio Wacquez, en todo caso, había publicado una novela interesante, de notable calidad de lenguaje, Frente a un hombre armado, y eso permitía esperar más.
Ahora ya he podido leer parte del primer tomo de su ciclo novelesco inédito. Es un mosaico de la memoria remota, nostálgico, intenso, que no sigue un desarrollo lineal, sino más bien musical, de atmósfera. De repente se incrustan fragmentos de habla de campo: expresiones desaparecidas, escuchadas en una infancia convertida en mito, anacrónicas. Probablemente, me digo, hay que saber bastante de San Anselmo y haber leído más de algo a Jacques Lacan para lanzarse a escribir en esta forma. Wacquez entra de inmediato, a su manera, en su forma propia, en la constelación de los marginales y los marginados latinoamericanos. En la familia del argentino Macedonio Fernández, en la del chileno Juan Emar, quien se llamaba en la vida civil Álvaro Yáñez y había tomado su seudónimo, en el Montparnasse de los años veinte y treinta, de la expresión francesa "j'en ai marre", esto es, tengo fastidio, o como decimos los chilenos, tengo lata. Por otra parte, los papeles de Juan Emar, Álvaro Yáñez, "nuestro Kafka", como escribió en una ocasión Pablo Neruda, también estaban sepultados en un baúl y siempre parecen el prólogo de un prólogo, la burlona y a la vez nostálgica introducción de una novela infinita y, por lo mismo, imposible.
Como escribió un viejo poeta de Valparaíso al describir un entierro en el campo: "... tras la paletada/ nadie dijo nada, nadie dijo nada...". Nosotros, el grupo de Calaceite, que al final de la ceremonia no era tan pequeño, nos retiramos pensativos, cabizbajos, sin decir mucho. Acabábamos de saber, con asombro, que Francesc acababa de morir hacía pocas horas, menos de un día después que Mauricio, en el mismo centro médico de Alcañiz. Parecía que las palabras sobraban. Poco después, en el patio interior de la casa que había pertenecido a José Donoso, un vino de la región, acompañado de pastas dulces y de algunos comistrajos, ayudó a soltar las lenguas. Nos comunicábamos en la penumbra, entre fantasmas, pero, después de todo, había que recordar con alegría. Para mí, la ironía incisiva, subrayada por toda clase de preguntas difíciles, de José Donoso, todavía se escuchaba entre aquellos muros, y su actual propietaria inglesa, con su buen conocimiento del lado anglosajón de Donoso, facilitaba la tarea. La sombra de Mauricio Wacquez, por su lado, llegaba desde la calle, con un bastón de empuñadura de plata y un vago dandismo que venía de otra parte, mientras Francesc, asumiendo una distancia discreta, les tomaba el pelo, sin embargo, a todos. No está mal: el tiempo se ha ido, pero los personajes, los actores de la comedia dentro de la comedia, para volver a Hamlet, al Príncipe de Dinamarca, han valido la pena.
Jorge Edwards es escritor chileno.
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ESPECIAL ELECCIONES 20N Marta del Castillo Berlusconi Niños desaparecidos Córdoba GRECIA EL HIERRO ETA deja las armas Jueves 25 de Octubre de 2007 18:34 Terra Noticias Terra Actualidad - Europa Press / Europa Press
El escritor Jorge Edwards participará en los actos conmemorativos de los escritores Donoso y Wacquez en Calaceite
La comarca del Matarraña y el municipio de Calaceite realizan un homenaje a los escritores chilenos José Donoso y Mauricio Wacquez, en el que participan varios escritores que tuvieron relación con ellos, entre los que se encuentra el también escritor chileno y premio Cervantes, Jorge Edwards.
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El escritor Emilio Ruiz Barrachina narra en su libro 'Calaceite, Tinta y Pluma' cómo el municipio de Calaceite se convirtió en el 'Cadaqués de Aragón', conocido así por la gran cantidad de artistas de renombre que se reunían en este pueblo.
'Todo empezó con José Donoso --explicó Barrachina a Europa Press-- cuando en los años setenta se instaló en Calaceite después de tener que ir allí con cierta frecuencia' ya que en Calaceite estaban traduciendo su libro 'El obsceno pájaro de la noche' al francés y tenía que ir a trabajar con el traductor. 'Con el dinero que le entregaron por la traducción se compró una casa en Calaceite', comentó Barrachina.
Hasta entonces, Donoso estaba viviendo en Barcelona, junto a otros escritores del llamado 'boom' de la literatura latinoamericana. 'En una época en la que Barcelona era la capital de la cultura en Europa', indicó Barrachina.
Con Donoso instalado en Calaceite, muchos otros escritores del 'boom' se acercaron al Matarraña. Allí llegó también Mauricio Wacquez, quien se quedó allí hasta su muerte, o Mario Vargas Llosa quien se compró una casa y Gabriel García Márquez, que no tenía casa propia pero vivía durante largas temporadas en el domicilio de José Donoso, al que también iba con frecuencia el escritor chileno Jorge Edwards.
Edwards está considerado uno de los mejores escritores en lengua castellana de la segunda mitad del siglo XX. De hecho posee la máxima distinción que se otorga a los escritores en esta lengua, el Premio Cervantes.
El que fuera ministro de Salvador Allende cuenta además con otras distinciones como la condecoración como Caballero de la Orden de las Artes y Letras de Francia, el Premio Nacional de Literatura y la Orden al mérito de Gabriela Mistral.
'Después, en los años ochenta y noventa, esa afluencia de artistas en la comarca ya no disminuyó' continuó Barrachina, y otros escritores como Juan Benet, Rosa Regás o Javier Marías han tenido una referencia en el Matarraña. Hasta hoy con escritores como los poetas Ángel Crespo o Susana Antolí, o el propio Emilio Barrachina.
'Decidimos que había que realizar unas jornadas literarias importantes en la zona en la que nos reuniéramos la gente que venimos de fuera con los que viven allí normalmente', comentó Barrachina, y ahora se cumple la V edición de la que posiblemente sea, a juicio de Barrachina, 'las jornadas literarias más completas e interesantes que se celebran en España'.
En esta quinta edición de las jornadas, el escritor Jorge Edwards vuelve a Calaceite, ya que se conmemora el décimo aniversario del fallecimiento de José Donoso, y participará en los actos junto con otras personas del mundo de las letras cercanos a la figura de Donoso, ya sea como amigos, como alumnos o como estudiosos de su obra. amigos o alumnos.
Varios de los participantes, como son Carlos Franz, Marcelo Maturana, Sergio Macías o Arturo Fontaine y Emilio Barrachina, participan también en el homenaje que se celebra en la Casa América de Madrid en unas jornadas que conmemoran a José Donoso.
HOMENAJE DEL MATARRAÑA
El sábado por la mañana, en la plaza de los artistas de Calaceite, y después de haberle rezado una oración laica al escritor Mauricio Wacquez en el cementerio del mismo municipio, se descubrirá la escultura que conmemora a Donoso y a Wacquez y que ha sido donada por los escultores Rocío Margarit y David Sánchez.
En el mismo acto se leerán fragmentos de las obras de los dos escritores chilenos acompañados por música en directo de Sergio González Carducci.
Esta será la parte más emotiva del homenaje, posteriormente, en el municipio de Cretas, se celebrará un coloquio sobre la figura de José Donoso entre los más de 25 escritores invitados a las jornadas moderados por Emilio Ruiz Barrachina. También se proyectará la entrevista que José Donoso ofreció en 1977 a Televisión Española.
Las jornadas continuarán al día siguiente en el castillo de Valderrobres, con un recital de poesía a cargo de Manuel Francisco Reina, Francisco Quintero, Jaime Jimeno, Arturo Fontaine y otros.
Más información sobre
Matarraña, Calaceite, Jose Donoso, Mauricio Wacquez, Cervantes, Jorge Edwards, Donoso,
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http://cpcalzar.educa.aragon.es
LIBRO IMBUNCHE
Calaceite
Comentario de la obra:
En la zona alta de la población, se encuentra una coqueta plaza ajardinada denominada "Plaza de los artistas". A su entrada, nos recibe un libro de piedra donde se hallan grabado estos versos de Angel Crespo:
"Tanto acaricié las piedras/que se hicieron arboleda/ Donde hubo dureza había /pájaros y verde hierba/ donde antes el polvo, agua/ donde los silencios, trinos/ donde tropecé en las piedras/halló mi voz su camino"
Junto al libro, un cartel multicolor escrito en catalán y castellano justifica la existencia de una plaza dedicada a los artistas por la concurrencia en la localidad de escritores, ceramistas, escultores y pintores que viven o han vivido en la misma. Se citan los nombres de José Donoso, Mauricio Wacquez, Angel Crespo, Albert Rafols Casamada o Teresa Jassá entre otros.
La plaza se erigió en 1999 y desde el año 2002, Calaceite es considerada la capital cultural de la comarca del Matarranya.
En el interior de la plaza se erige la obra "Libro Imbunche" de los escultores Rocío Margarit Segura y David Sánchez Sanabria
La obra se erige como homenaje a los escritores chilenos José Donoso y Mauricio Wacquez. al cumplirse diez años del fallecimiento de Donoso, autor de ‘El obsceno pájaro de la noche’ y precursor del grupo de literatos latinoamericanos que hicieron de Calaceite un centro de la actividad literaria. La escultura se realiza por encargo de la Embajada de Chile en Madrid. La obra, realizada en hierro plegado, representa dos libros y lleva por título "Libro Imbunche" en referencia al término empleado por Donoso en su novela.
En el pedestal encontramos una placa que reza lo siguiente:
"El gran novelista José Donoso y el brillante narrador Mauricio Wacquez vivieron y escribieron en Calaceite. Embajada de Chile en España. Octubre de 2007"
El acto de inauguración (27 de octubre de 2007) se enmarcó dentro de las IV Jornadas Literarias del Matarraña, celebradas con motivo del décimo aniversario de la muerte de José Donoso, escritor del boom latinoamericano de los años 60 y 70, junto a escritores como Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, y que fue el causante, a juicio del escritor Emilio Ruiz Barrachina, de que multitud de escritores encontraran en Calaceite y en el Matarraña un punto de referencia, entre ellos el propio García Márquez, Vargas Llosa o Jorge Edwards.
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