LA TERCERA EDICION IMPRESA
domingo 06 de noviembre de 2011
Cuando Benjamín Vicuña Mackenna creó este paseo, lo decoró con valiosas estatuas francesas. Con los años, muchas de estas piezas desaparecieron. Un caballo, un perro, una ninfa con una cabra y varios jarrones se esfumaron. ¿Dónde están?
por Darío Zambra - Foto: Ximena Navarro
Dónde se fue el caballo del Santa Lucía?", fue la pregunta que se hicieron durante años los santiaguinos. Estaban acostumbrados a verlo cada vez que pasaban por el centro y ya era parte de la panorámica habitual de la ciudad. En el Santiago de fines del siglo XIX, cuando las edificaciones no superaban los dos pisos, el monumento de un caballo de tamaño natural en el cerro Santa Lucía no dejaba indiferente a nadie.
La estatua de fierro forjado estaba sobre el portal de calle Merced, que fue bautizado en 1874 por los capitalinos como Portal del Caballo. La figura fue traída desde Europa por Francisco Gandarillas, un vecino de la ciudad, quien la donó al paseo del cerro de Santa Lucía, la obra que llevó a cabo el intendente Benjamín Vicuña Mackenna y que transformó a este lugar en el gran paseo de la ciudad.
Sin embargo, tres décadas después, el caballo había desaparecido del cerro. ¿Qué le pasó? Nadie lo sabe. "Dicen que después de 1900 se lo llevaron al Club Hípico", cuenta Hipólito Castillo, coordinador de la Escuela de Turismo del Centro de Formación Técnica Los Leones y que fue guía turístico de la comuna de Santiago durante 10 años.
Un siglo más tarde, el misterio del caballo desaparecido se mantiene intacto. Por cierto, en el cerro Santa Lucía abundan estos enigmas sin respuesta. Cuando Vicuña Mackenna inauguró este paseo, en 1874, había alrededor de 40 estatuas (casi todas traídas desde las fundiciones más prestigiosas de Francia) y alrededor de 300 jarrones de fierro y mármol, además de ánforas distribuidas en este lugar. Hoy quedan cerca de 30 estatuas y 87 jarrones. ¿Dónde están las demás? Su paradero es un enigma.
Las piezas desaparecieron con los años en forma paulatina. Algunas se perdieron durante las numerosas remodelaciones que tuvo el paseo, pero se rumorea que la mayoría fueron robadas.
La reja y los guardias del cerro debutaron recién a mediados de los 80. Antes, permanecía todo el día abierto y el control era nulo. "Había grupos que vivían en el lugar y los turistas eran asaltados con frecuencia", sostiene Aldo Roba, encargado de la mantención de los monumentos públicos de la Municipalidad de Santiago.
Algunas de las obras extraviadas son icónicas, como el caballo del portal. Pero la ausencia más notoria es la de los dos guerreros que durante años recibieron a los visitantes del Santa Lucía. Eran dos estatuas que representaban a un soldado franco del tiempo de Atila y a otro sajón de la misma época. Ambos estaban vestidos con pieles de animales salvajes. "Sirven de hermosos candelabros de gas al paseo", relataba Vicuña Mackenna en el Album del Santa Lucía.
Los guerreros estaban instalados en la entrada por Agustinas. Luego, en 1906, fueron trasladados al acceso por la Alameda. Permanecieron ahí por décadas, pero en los años 50 se esfumaron del cerro. Caminaron 10 cuadras al poniente, al lujoso Palacio Cousiño, donde se convirtieron en custodios del acceso principal de este inmueble, uno a cada lado de la puerta. Hay fotografías que atestiguan su paso por este lugar.
Lo que pasó después es otro misterio. Nadie sabe cuándo sucedió exactamente, pero los guerreros fueron sacados del palacio. Se les perdió la pista hasta 1984, cuando un artículo de La Tercera mostró a una de estas esculturas en venta en una tienda de antigüedades de Santiago. "Muchos dicen que es el que estaba en la subida del cerro Santa Lucía", reconocía el anticuario en la nota de prensa. Ese fue la última noticia sobre su paradero.
Entre los anticuarios se rumorea que en estas tiendas se han transado piezas originales del Santa Lucía en varias ocasiones. "Siempre se ha dicho eso, aunque es difícil saber si son auténticas", afirma uno de los anticuarios de la galería de Los Pájaros, en Bucarest con Providencia. Son obras valiosas y tentadoras para estos comerciantes: el mismo coleccionista estima que una estatua francesa del siglo XIX puede costar hasta $ 15 millones y un jarrón original del cerro, fácilmente, $ 1 millón.
Los turistas que visitaban la Terraza Caupolicán quedaban encantados con una simpática pareja de perros que estaba sobre una baranda. Fueron hechos por el escultor Alfred Jacquemart, en la reconocida fundición francesa Vald'Osne. Tenían casi un metro de alto y pesaban 145 kilos cada uno. Hoy sólo quedó uno de los canes y se ignora qué pasó con su compañero.
Sobre su paradero se han esparcido varios rumores. "Dicen que lo vieron en el balcón de uno de los edificios que miran hacia el cerro", cuenta Aldo Roba.
No es el único animal que ha abandonado el cerro. También se perdieron cuatro esculturas que representaban grifos, y figuras mitológicas que son mitad león y mitad pájaro.
La estatua de Mercurio que estaba en el sector de las palmas; un ángel que se exhibía en la Gruta de la Cimarra; las diosas Ceres y Minerva; un busto de Luis Cousiño, y la escultura Ninfa y la Cabra Amaltea, son otras de las piezas que fueron sacadas del Santa Lucía. Esta última obra estaba originalmente en el Sendero de la Ermita y representaba a una mujer conduciendo a una cabra. "Es un bello obsequio del señor Fernando Rodella", describía Vicuña Mackenna en 1874.
Sobre el destino de los jarrones hay más certezas. Castillo asegura que las piezas (de estilo neorrenacentista y neoclásico) que están sobre unos pilares del bandejón central de la Alameda, entre las estaciones de Metro San Alberto Hurtado y Las Rejas, pertenecían al Santa Lucía. "Fueron llevadas ahí cuando Estación Central era parte de la comuna de Santiago", precisa. También se rumorea que los jarrones que están sobre el puente Pío Nono eran del cerro, aunque no hay certeza de ello.
De todos modos, con el aumento de la seguridad en el lugar se detuvo la desaparición de piezas de arte. En la Unidad de Delitos contra el Medio Ambiente y el Patrimonio Cultural de la PDI aseguran que en los últimos siete años no se han realizado investigaciones por extravíos o robos de estatuas o jarrones desde el cerro Santa Lucía.
Hace cinco años, Hipólito Castillo realizaba una visita guiada a la Hacienda Bucalemu, en la Región de Valparaíso, propiedad que fue la residencia de descanso de Augusto Pinochet. Cuando recorría los jardines, una escultura llamó su atención. "Vi la piel de animal que tenía y la reconocí: era uno de los guerreros que estaba en el Santa Lucía", cuenta.
"La guía me dijo que la estatua llegó ahí durante el gobierno militar. Pero ahora tenía un brazo cortado y le habían puesto una base de cemento de los muslos hacia abajo. Lloré por el mal estado en que estaba", agrega.
Aldo Roba reconoce que la municipalidad no ha hecho gestiones para recuperar esta pieza. Afirma que se trata de un proceso complejo: "No existe ninguna forma de asegurar que es propiedad pública".
¿Cuál será la próxima parada del guerrero? Ese es otro misterio.
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