LA TERCERA EDICION IMPRESA |
viernes 16 de diciembre de 2011
Editorial Pehuén lanza la versión definitiva de un libro de entrevistas realizado en los 70.
por Javier García
Era 1955 y, con 38 años, Violeta Parra estaba casada con el mueblista y tenor Luis Arce. El la convenció de ir al Teatro Municipal. Ese día se entregaba el Premio Caupolicán. "La máxima distinción para un artista, el Oscar chileno, pero no teníamos ni plata para la entrada del Municipal", cuenta Arce en Violeta Parra, el canto de todos.
Violeta Parra logró entrar y llegar a la galería, pero terminó bajando al escenario. El bailarín Patricio Bunster le entregó el premio a la mejor folclorista del año. "Como a las cinco de la mañana llegó a la casa con un pedazo de chancho y unas botellas de vino, y nos despertó a todos", relata el hijo de Violeta, Angel Parra, en el libro, que tiene una larga historia.
Sus autoras, Patricia Stambuk y Patricia Bravo, estudiaban Periodismo en 1971, cuando decidieron hilvanar la vida de la artista chilena con entrevistas a familiares, amigos y folcloristas. Vino el golpe militar y el trabajo no logró publicarse. Años después circularon versiones parciales en Chile, México y Argentina. Cuarenta años después, Pehuén lanza la edición definitiva.
Los recuerdos vienen de Clara Sandoval, su madre; Luis Cereceda, primer marido y padre de Angel e Isabel; sus hermanos Hilda, Lautaro, Roberto, Eduardo, Nicanor y Oscar, además de su hija menor, Carmen Luisa, fallecida el 2007, entre otros. Su madre costurera dice en el libro que siendo niña, Violeta "pasaba al ladito de la máquina de coser, recogiendo los trapitos que yo cosía (...). Era muy vivaracha".
Nacida en 1917, su hermano Roberto recuerda: "Cuando niños íbamos al cementerio con la Viola y la Hilda, a vender agüita para las flores y escaleritas para subir a los nichos". A los 15 años, Violeta llegó a Santiago y a los 19 conoció en el bar El Tordo Azul, donde cantaba con su hermana Hilda, a Luis Cereceda. "Un tiempo estuvieron en el Teatro Opera, allí daban una matiné infantil y la Violeta organizaba todo. Hacían un colmado, la Violeta cantaba español, mientras la Chabelita bailaba", señala Cereceda.
Hilda, su hermana mayor, cree que la gente no entendía a la folclorista. "Tuvo que pasar muchas humillaciones hasta con los propios compañeros. Le oían cantar una canción a lo divino y decían que estaba cucú".
Un domingo
Patricia Stambuk vio la película Violeta se fue a los cielos, de Andrés Wood, inspirada en el libro del mismo nombre de Angel Parra. Dice que reconoció "varias escenas originadas en las entrevistas de nuestro libro. Aunque comparto con Nicanor que ella era un poquito menos dulce. Era una mujer intensa, brava, odiosa. También vibrante, alegre y enamorada".
En el libro, Hilda cuenta: "¡Ay! Cómo se le erizaba la piel a la Violeta cuando escuchaba cantar a Los Huasos Quincheros. 'Estos impostores', decía, 'estos huasitos del Club de Golf, de tarjeta postal'".
Una década después de recibir el Premio Caupolicán, estando en París, Violeta Parra expone en el Museo del Louvre. Estaba junto a sus hijos Angel y Carmen Luisa, quien describe los dos meses que tenía su madre para preparar la muestra: "Presentó 61 obras, entre máscaras, tapices, pinturas y esculturas en alambre. Ella estaba todo el día en el museo, yo iba con una ollita y allá almorzábamos juntas".
Carmen Luisa sintió el balazo del revólver con el que se mató su madre, un domingo 5 de febrero de 1967, en su carpa de La Reina. "Entré a la pieza y encontré a mi mamá tirada". Un día antes almorzó con su hermano Nicanor. "Te voy a cantar una canción -me dijo-. Se llama Un domingo en el cielo".
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