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domingo 13 de febrero de 2011
Responsable durante un siglo de retratar la memoria chilena en paseos y plazas, este antiguo oficio hoy corre peligro de pasar al olvido. Una muestra en el Museo de Bellas Artes, un nuevo libro y un grupo de seguidores buscan revivir esta tradición.
Antonio Sotomayor B.
Quizás por el mero "certificado de existencia", como decía el chileno Luis Poirot, o quizás por simular un viaje, por aparentar el estatus de quienes se hacían retratar en pinturas o en estudios fotográficos, por mandar postales divertidas y llenas de ingenuidad, o por lo que fuera, el retrato popular, la fotografía de plaza, y en particular, la de cajón o minutera, es una costumbre arraigada en la identidad chilena desde hace 100 años.
La Plaza de Armas, la Quinta Normal, Cartagena, Viña del Mar, el Parque O'Higgins o la cumbre del San Cristóbal fueron lugares donde se podía encontrar con facilidad a ese hombre con un delantal blanco, un curioso rebaño de palo -caballos, vacas en miniatura, sobre los que posaban los niños-, y una caja de madera sobre un trípode con un lente delante y un agujero con una tela detrás, que le permitía a ese hombre llevar a cabo con una sola mano, y a tientas, todo el delicado proceso de la fotografía.
Poner a la persona frente al cajón. Enfocar. Ingeniárselas para mantener a la gente quieta. Sacar la foto. Tomar el negativo. Revelador. Fijador. Todo sin mirar. Sacar el negativo del cajón y lavarlo con agua. Luego repetir el mismo procedimiento, sólo que esta vez se fotografía el negativo, y la luz la recibe un papel positivo. Este delicado proceso es el que se esconde tras la promesa de entregar la fotografía "en un minuto".
En la oscuridad de esa caja misteriosa.
Los comienzos
A Chile la primera cámara minutera o de cajón llegó en 1911. Entonces estas cámaras-laboratorio trabajaban con la técnica de la ferrotipia, muy utilizada a mediados del sigo XIX. Una hoja de hierro o acero ennegrecida servía como soporte para una emulsión fotográfica hecha de colodión liquido diluido en alcohol y éter, contra la cual se imprimía la imagen en un papel positivo directamente desde el metal.
Eso hasta 1920, cuando se popularizó el negativo en papel. Mucho más nítido y de mejor calidad en su imagen, y todavía posible de procesar dentro del cajón. Aun así, "en 1924 seguía habiendo fotógrafos minuteros que trabajan con ferrotipia, pero ya estaban muy obsoletos", aclara Octavio Cornejo, investigador y coleccionista co-creador de la exposición "Fotógrafos Minuteros: El retrato popular en Chile", junto a la comunicadora Paula Fiamma y la historiadora Ximena Rioseco. La muestra, que cuenta con el apoyo del Fondart, estará abierta hasta el 27 de este mes en la sala Chile del Museo Nacional de Bellas Artes y exhibe 80 imágenes minuteras, seleccionadas entre las casi dos mil originales que son parte de la colección personal de Cornejo.
"Llevo diez años metido en esto", dice Cornejo, "y espero que con trabajo se pueda llegar a imitar lo que se hizo en Brasil, donde le dieron calidad de patrimonio vivo al último fotógrafo lambe-lambe (como llaman allá a los minuteros)".
"En general, hay dos tipos de personas interesadas en revivir esto. Unos son los nostálgicos, vinculados por sus ancestros, padres y abuelos que hacían este oficio y no quieren que se pierda. Luis Maldonado y Johanna Briones son ejemplos de ellos. Otros, como Paula Fiamma o yo, tenemos un acercamiento desde el romanticismo puro, amamos la fotografía y tenemos algo de desconfianza hacia la tecnología, al apretar un botón y listo", explica Cornejo.
Al recorrer la exposición, llaman también la atención los telones de fondo con los que la postal podía simular un paseo en auto por plaza Baquedano (Italia), o un vuelo en avión por la capital, en plena fiesta de Santa Rosa de Pelequén. O al revés, traer el campo al corazón de la capital.
La caída
En Chile en 1918 se contabilizaban 300 fotógrafos minuteros. En 1942 llegaron a ser 5 mil y ya contaban con un sindicato formado en 1930. Para 1972, según un estudio de María Luisa Ulibarri, volvieron a ser 300.
La investigación de Octavio Cornejo y sus compañeras -una memoria de 300 páginas que buscan publicar- revela que hoy no quedarían más de diez fotógrafos minuteros activos en todo el país. Dos en Plaza de Armas, uno en la Ligua, uno en San Antonio, y los otros sin paradero establecido.
La entrada de las cámaras Polaroid, y luego de las digitales, la preferencia por el color -en vez del blanco y negro propio de las imágenes minuteras- y la pérdida del interés por la tradición con la que se conecta automáticamente la cámara de cajón, son algunas de las razones por las que este oficio hoy corre peligro de extinción. "La minutera tiene una estética de añoranza, es una imagen antigua sacada hoy", opina Johanna Briones (33), fotógrafa profesional, hija y nieta de minuteros, quien busca revivir el oficio de su familia intentando conseguir un permiso municipal para trabajar en la calle.
Resistiendo al olvido
-¿Una fotito?, pregunta el fotógrafo minutero Luis Maldonado a una señora que arrastra a una niña hipnotizada por los caballitos de palo.
-¡Sale al tiro!, asegura. Maldonado es el más joven de los sobrevivientes del oficio. Tiene 42 años y es hijo, nieto y sobrino de fotógrafos de cajón. Lleva dos décadas retratando en el centro de la Plaza de Armas, y hoy, además de su cámara de cajón, debe tener una digital. "Esto ya no da", comenta mirando su minutera.
"Ahora nos quieren sacar de la plaza", cuenta, "dicen que la afeamos, que las grandes tiendas alegan ¿Cómo va a ser eso si nosotros somos una atracción?".
Por veinte años ha trabajado con permiso de ayudante con la patente de su tío, y asegura haber pedido ayuda a todos los alcaldes de Santiago, al Consejo de la Cultura, mandado cartas a la Moneda, y hasta a Farkas, buscando apoyo para obtener su patente propia, y financiamiento para su gran proyecto: recorrer Chile retratándolo con su cámara de cajón.
"Es triste mirar todo lo que has hecho y ver que las personas no reconocen este oficio. He sido valorado en el momento y después olvidado", recuerda Maldonado, quien dentro de sus figuraciones más importantes cuenta una invitación a la Bienal de Venecia en 2003.
-¿Una fotito? - reintenta Maldonado. Finalmente un par de señoras acceden. Pero le exigen usar la cámara digital. Mala cosa. Son tiempos difíciles para la fotografía minutera.
Nuevo libro de Julio Núñez
Poeta visual, ganador del premio 2010 de la Revista de Libros de El Mercurio, y además fotógrafo forense, Julio Núñez prepara para el día 26 de febrero el lanzamiento de "Cámara Obscura", una autoedición de 800 ejemplares que ya está a la venta en las tiendas de la Galería Moro del Museo de Bellas Artes, el de la Memoria y el de Artes Visuales (Mavi). En el libro hace dialogar sus textos poéticos con una selección de imágenes de su colección de postales minuteras. "Hay un juego con el tema de la luz, la memoria, el olvido y la identidad. Con el ver esas postales súper ingenuas, entonces pensadas para el recuerdo, ahora perdidas en el olvido y el anonimato de un mercado persa".
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Miércoles, 23 de Febrero de 2011
Libro reúne los tesoros de un coleccionista nostálgico
Julio Núñez publica una selección de sus fotografías minuteras
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jueves 24 de febrero de 2011
Poeta visual rescata el arte de la fotografía de cajón
"Cámara obscura. Destellos en suspensión":
El libro del artista Julio Núñez Rivera mezcla imágenes y poemas, y será presentado este sábado en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Carlos Andueza Garrido
"Afortunadamente el fotógrafo/ roba nuestros frágiles chispazos/ para encender antorchas/ en los álbumes del olvido y el silencio". Los versos del artista Julio Núñez Rivera, contenidos en el libro "Cámara obscura. Destellos en suspensión", resumen de alguna manera el sentido de su más reciente obra, que será presentada este sábado a las 12:00 horas en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Recopilación de un trabajo prácticamente extinto, como lo es la fotografía mediante cámaras de cajón, el libro expone gran parte de la colección que Núñez inició desde su época universitaria y que se desprende de su fascinación por la antigua técnica fotográfica. "Quise homenajear tanto a los fotógrafos minuteros como a los pintores de telones que trabajaban con ellos", confiesa.
La fantasía de los telones se recrea en el libro.
De hecho, el libro está dedicado a la memoria de Julio Lucero Vargas, pintor de telones de fondo fallecido en 1965. Gracias a una minuciosa investigación, Núñez se puso en contacto con sus hijos, los que estarán presentes este sábado en el lanzamiento y recibirán una copia de "Cámara obscura".
"Estas fotografías se caracterizan por reflejar al Chile más popular, personas que no tenían el dinero para pagar una cámara o un estudio profesional, y que aprovechaban un viaje o festividad para retratarse a bajo costo y al instante", explica Núñez.
Además de registros en blanco y negro de este olvidado arte ambulante, el libro presenta fotopostales coloreadas, diapositivas y montajes digitales a lo largo de sus 200 páginas: 128 de papel cuché opaco y 72 en papel vegetal. Todo articulado en colaboración con el diseñador gráfico Marco González y aderezado con versos del propio autor inspirados en estas prácticas.
Los coloridos montajes digitales son obra del diseñador Marco González Ríos y el autor.
Núñez es licenciado en Artes Visuales con especialidad en fotografía, pero su carrera dio un giro en 1994 cuando entró a la Policía de Investigaciones a trabajar como fotógrafo forense, labor que combinó con su veta poética, publicando "Espantacuerdos" (Ediciones Antisiquiátrico, 1993), "Pieza inconclusa para fin de siglo" (Ediciones Maravillosas, 1996) y "El breve latido que burla al silencio" (Editorial El Mercurio-Aguilar, 2010).
Con esta última publicación, Núñez ganó el año pasado el Premio Revista de Libros de "El Mercurio", consistente en $6 millones, los que destinó a la creación de "Cámara obscura".
La primera edición del libro contará con 1.000 ejemplares y podrá ser adquirido en algunas librerías, como Metales Pesados, o encargado a camaraobscura.digital@gmail.com.
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Felicidades por el reportaje. En España me dedico a lo mismo. Creo que el ferrotipo si tenía buena definición pero con un resultado gris o sucio que no trascendió por lo engorroso del proceso, pues además de la cámara oscura necesitaba una estancia oscura donde sensibilizar las placas pues se tenían que exponer todavia húmedas o mordientes.
ResponderEliminarEn España todavía quedan dos dinosaurios: Don Mariano en los Jardines De Piquío en Santander, Don Román Allas (más de 60 años practicando) y Santiago Nicolas Nuñez (en 1978) que es el eslabón entre la prehistoria y la historia. Pascual Miralles empezó ha hacer pruebas en el 97 y diseño una cámara especificamente para retrato con otro sístema de enfoque y con tres formatos.
Me llama la atención que en Chile hay uno, el último, que se ha convertido en muy poco tiempo en f. minutero, periodista e historiador de la f. minutera, sin embargo copia textos, solo nombra cadáveres y no cita las fuentes de donde bebió. Se auto nombra el adalid del rescate de la f. minutera, además sus positivos son mediocres en la composición y el conocimiento de la lectura del papel ortocromático.
Felicidades otra vez y gracias por preservar el alfabeto y caligrafía original del lenguaje visual o gráfico.
felicitaciones x el blog mi abuelo también fue fotógrafo minutero su nombre era Jose Silvestre
ResponderEliminarAguilera Nuñes trabajaba en la plaza de viña y fue presidente del sindicato x muchos años saludos
felicitaciones x el blog mi abuelo también fue fotógrafo minutero su nombre era Jose Silvestre
ResponderEliminarAguilera Nuñes trabajaba en la plaza de viña y fue presidente del sindicato x muchos años saludos