TERCERA EDICION IMPRESA
martes 05 de abril de 2011
[PATRIMONIO]
Una chilena residente en Miami donó a la Biblioteca Nacional una colección de fotografías inéditas de la capital de inicios del siglo XX. Fueron tomadas por su abuelo, un odontólogo aficionado a capturar imágenes de la ciudad plasmarla en placas de vidrio. Hoy se hace la entrega oficial.
Carlos Mujica Varas era profesor de Odontología en la Universidad de Chile. Cuando dejó la docencia, en la primera década del siglo XX, abrió una consulta dental en su casa en la calle Mc-Iver. En su tiempo libre, se dedicaba a la fotografía. El mismo revelaba sus imágenes, en un cuarto oscuro que había construido en su casa. Las tomas las fijaba en placas de vidrio, técnica utilizada en la época, con materiales importados desde Francia.
A Mujica le gustaba fotografiar los lugares cercanos a su casa. Su nieta, la traductora Ana María Escobar, conservó muchas de las imágenes que plasmó la cámara de su abuelo. Esta traductora las tenía guardadas en su casa de Hobe Sound, localidad que está a dos horas de Miami, en Estados Unidos. Esas fotografías acaban de ser traídas a Chile.
Son 157 placas que retratan el Santiago entre 1910 y 1913, cuando en la ciudad se mezclaban las carrozas con los tranvías, que en sus primeros años eran utilizados con mayor frecuencia por la elite, que vivía en los grandes caserones de calle Ejército o República. Este material fue donado a la Biblioteca Nacional y llegó el miércoles pasado en valija diplomática, ya que su traslado fue gestionado por la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería.
En la colección hay tomas inéditas de los cerros Santa Lucía y San Cristóbal, la Alameda, el Palacio Cousiño, las calles París y Londres, la Plaza de Armas, la Catedral, la ex embajada de EEUU, el ex Congreso Nacional y los Tribunales de Justicia. Además de fiestas de la primavera y tomas de los paseos de las familias a Cartagena, hay imágenes de sitios de Santiago que ya no existen, como la laguna del Parque Forestal.
Con motivo del Centenario, en 1901 comenzó la recuperación de las riberas del Mapocho. El paisajista francés George Dubois, quien se había titulado en Versalles, fue ganándole espacio al río para crear el Parque Forestal. Así, planificó la arborización de 13 hectáreas, instalando esta laguna (que se secó a mediados del siglo XX por razones de sanidad) y caminos serpenteantes al estilo del paisajismo romántico europeo. Pero el origen de la laguna no sería estético, sino práctico. Los terrenos aledaños a la ribera sur del Mapocho se inundaban, y cuando se empezó a construir el Museo de Bellas Artes se debió rellenar el sector con toneladas de basura. Sin embargo, frente a la zona donde se erigía el museo los ingenieros encontraron una gran pendiente. Para no retrasar la inauguración de la nueva área verde, construyeron ahí la laguna, pero desde un inicio se pensó que sería temporal, ya que sus costos de mantención eran altos. Hasta hoy, 100 años después de su inauguración, existe esa curiosa depresión frente al Bellas Artes y aún se conservan el embarcadero (ahora en él hay juegos infantiles) y argollas en las que se amarraban los botes.
Carla Franceschini, jefa del Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional, detalla que las fotos están en vidrios de seis por 12 centímetros, que contienen dos imágenes cada uno. "Fueron tomadas por una cámara de dos visores, con la selección de cada ojo. Por eso, las imágenes son levemente diferentes", explica. Estas placas se pueden ver a través de un aparato llamado estereoscopio, que superpone ambas imágenes y crea un efecto tridimensional.
De hecho, la donación incluye un estereoscopio marca Gaumont, que perteneció al odontólogo. "Parte de la entretención de mi infancia era mirar a través de este aparato. El efecto que genera es muy realista, es casi como estar en el lugar fotografiado. Para mí era como entrar en una máquina del tiempo", recuerda la donante.
En 1985, Escobar se fue a vivir a Denver, EEUU. Dos años después, su madre también se trasladó a esta ciudad, donde llegó con todas sus pertenencias, entre ellas la colección de fotos de su padre. Escobar se interesó tanto por este material que le preguntó a su madre a qué lugar correspondía cada foto, las clasificó y las guardó en una caja de madera.
En 1997, Escobar se trasladó al estado de Florida. "Me preocupaba que el clima subtropical, la humedad y el moho del lugar dañarán este material tan delicado", explica. Fue entonces cuando decidió donar estas placas, que serán entregadas oficialmente hoy a la Biblioteca Nacional por el subsecretario de Relaciones Exteriores, Fernando Schmidt. Una amiga suya conocía a un profesional de la Biblioteca Nacional, quien en abril del año pasado la puso en contacto con la jefa del Archivo Fotográfico. "Ahí me di cuenta de inmediato del valor patrimonial que tenían", remata la donante.
---
No hay comentarios:
Publicar un comentario