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sábado 17 de septiembre de 2011
Delicada recomposición
Cinco años han dedicado las profesionales Cecilia Rencoret y Carla Rüttimann a la restauración de esta casa chilena y su parque. El proyecto les demandó integrar conocimientos de arquitectura y paisajismo para que la propiedad -emplazada en Rosario, VI Región- recuperara su funcionalidad y belleza tras años de abandono.
Texto, Jimena Silva Cubillos, Producción, Paula Fernández T. Fotografías, José Luis Rissetti
Ambientar una casona con numerosos recintos interiores, corredores y terrazas, no ha sido tarea fácil para los dueños de esta propiedad ubicada cerca de Rosario, en la VI Región. Por eso cuando les comentaron de la venta, a buen precio, de un container con muebles fabricados en Perú, no dudaron en arriesgarse a pesar de no conocer lo que contenía en su interior. "Estábamos por empezar a amoblar cuando nos dieron ese dato y nos entusiasmamos porque sabemos que los muebles peruanos, hechos en madera, son reconocidos por la calidad de su factura", comenta la propietaria de esta segunda vivienda, quien recuerda que sólo les dijeron que entre las piezas había un comedor para dieciséis personas, ideal para el suyo, un salón bastante grande con vigas de pino Oregón a la vista.
1Los propietarios ambientaron a partir de tonos tranquilos, sin contrapuntos de color.
2Cuando refresca, la sala de estar y de juegos es el lugar que congrega a la familia y sus invitados.
3Vista de la fachada posterior de la casona, que abraza el sector más privado del jardín
4Entre el parque y la casa sorprende este ajedrez gigante, hecho en plumavit y fibra de vidrio, que denota una de las aficiones familiares.
5Vigas de pino Oregón, cielos forrados con coligües y pisos de baldosa Batuco le dan un sello especial a todos los recintos.
6Recorridos de maicillo permiten pasear por el jardín y el parque. Al fondo, la pérgola que se construyó para habilitar, a futuro, una zona de juegos infantiles.
7Casi todos los muebles de diseño clásico son de caoba y fueron fabricados en Perú. Al fondo, un cuadro con la imagen de la Santísima Trinidad.
8La capilla al aire libre se articula como uno de los hitos que Cecilia Rencoret y Carla Rüttimann proyectaron en el parque.
9Frente a la casa RyR Arquitectos habilitó una rotonda para ordenar el área de estacionamientos y configuró un nuevo acceso peatonal escalonado.
10La piscina se proyectó en altura, incluyendo un par de decks de resina plástica. Al fondo hay tilos y añosos espinos.
11Muchos muebles los hizo el artesano Jorge Gómez, de Rengo. En estas mesas reutilizó alerce que estaba en el campo.
12El parque se equipó con mobiliario hecho a partir de durmientes. Todos se pusieron bajo la sombra de añosos ejemplares.
13Post terremoto, las arquitectas paisajistas debieron reconstruir este sector que no habían intervenido. La ropa de cama fue tejida por la dueña de casa.
Según comenta, no estaba en los planes de su familia tener un campo y menos emprender la difícil tarea de restaurar la propiedad que estuvo abandonada durante dos décadas. La compraron -hace unos cinco años- pues para su marido tiene muchísimo valor sentimental, y es que durante un tiempo, el añoso parque de seis hectáreas perteneció a sus abuelos. Luego, por esas cosas del destino pasó a manos de otra familia, cuyo dueño murió sin ver terminada la casona de estilo chileno que, a principios de 1980, había mandado a construir en adobe a la arquitecta Nieves Cosmelli. "Sólo estaba lista la pieza principal; el resto era pura obra gruesa. Si incluso el suelo era de tierra", recuerda la actual propietaria. Las arquitectas paisajistas Cecilia Rencoret y Carla Rüttimann se encargaron de su restauración, considerando que además debían recuperar el deteriorado parque que el dueño de casa, siendo niño, había ayudado a plantar junto a sus padres y abuelos.
"Partimos por terminar la construcción: estucamos y pintamos blancos todos los muros, completamos el techo con tejas y lo forramos por dentro con coligües, pusimos piso uniforme de baldosa Batuco en la totalidad de los recintos", explica Cecilia Rencoret. De la mano de su socia en RyR Arquitectos, reforzó casi la totalidad de la estructura de abobe e implementó algunas modificaciones importantes en el programa. Entre ellas, amplió el comedor aprovechando el espacio de la terraza principal; construyó una nueva en su reemplazo; proyectó otro dormitorio en el segundo piso del ala sur; botó el segundo nivel del ala norte y dio continuidad al corredor exterior, pues éste no vinculaba las dos áreas de la vivienda. Justo en el punto intermedio las profesionales configuraron un nuevo acceso escalonado -con piedras de Pelequén y huevillo- que hacia atrás, lleva a un jardín más íntimo donde incorporaron varios árboles caducos para enmarcar las vistas hacia la cordillera.
Junto al ala más privada de la casa -la de las habitaciones- hicieron un patio duro muy geométrico donde son protagonistas los olivos, y como remate del ala norte, a continuación de la nueva terraza y zona de quincho, habilitaron un patio duro con tilos. En ambos trabajaron las superficies con piedra huevillo e implementaron un sistema de riego con canaletas que actúan por rebalse aprovechando la suave pendiente del terreno. A un costado del jardín -también de marcado trazado contemporáneo- que surgió del interés de los propietarios por tener un área de estar al aire libre, más acotada y definida que el parque de 6 hectáreas, las socias propusieron una piscina de líneas rectas asociada a un par de decks y áreas de pasto. "La hicimos en altura, a unos 60 cm sobre el nivel del terreno, y contenida por muros para evitar que a futuro, cuando haya nietos pequeños, podamos evitar que se modifique esa parte del jardín con rejas que ensuciarían visualmente el diseño", explica Cecilia Rencoret, quien al iniciar el proyecto plantó numerosos pistachos y nogales, que en un par de años ya estarán en condiciones de ser explotados.
En el sector de jardín además trabajaron fuerte el concepto de paños de colores dados por flores que son protagonistas entre Fiestas Patrias y Semana Santa, período que la familia utiliza intensamente su casa. Entonces, rosas blancas, agapantos y lavandas moradas, hemerocalis naranjos y salvias azules iluminan los ambientes exteriores.
Según describen las arquitectas paisajistas en forma paralela han estado rehaciendo el parque, ya que si bien éste tiene unos 45 años, se encontraba muy deteriorado cuando tomaron el proyecto. "Los árboles estaban muy sufridos; se notaba que nadie se había preocupado de regarlos ni mantenerlos durante un largo tiempo. Hemos salvado varios ejemplares -principalmente encinos, secuoyas, plátanos orientales, robles americanos y castaños que estaban plantados formando manchones de árboles- mediante un plan de mantención intensivo que nos ha permitido rescatar gran parte de lo existente. Incluso en el sector próximo a la casa conservamos un par de espinos emblemáticos de diez metros de altura que podrían tener unos 300 años", cuentan las profesionales. Su idea fue recuperar la esencia del típico parque chileno, regado por acequias, llevándolo a los tiempos de hoy con un marcado acento contemporáneo.
Como la mayoría de los ejemplares eran exóticos y caducos, han ido sumado especies nativas y perennes como quillay, peumo, boldo, belloto y palma chilena para rearmar la estructura que se había perdido con los años. Además, han creado franjas de colores a ambos lados del circuito principal de maicillo con lirios, liriopes, alstroemerias y salvias. Empleando durmientes fabricaron el mobiliario que pusieron en las nuevas áreas de estar y de contemplación, y también estructuran los puentes que construyeron en el cruce de los recorridos con las acequias. "Ha sido muy entretenido y motivador darle vida a un parque que parecía dormido", explican las Cecilia y Carla. Asimismo habilitaron una capilla al aire libre, una cancha de tenis y otra de fútbol, un mirador, un área de esculturas hechas reutilizando troncos de árboles que están muertos y, frente a la fachada principal, pusieron un ajedrez gigante que la da un toque bastante surrealista a este campo de descanso familiar.
Texto, Jimena Silva Cubillos, Producción, Paula Fernández T. Fotografías, José Luis Rissetti.
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Fecha: 17 de septiembre de 2011
Rescate de la tradición
El diseño, la decoración, el paisajismo y hasta los aromas evocan en este lugar el pasado campesino del Valle de Colchagua. Esa fue la idea del arquitecto Rafael García para esta casa ubicada en Ránguil, comuna de Lolol, con la que buscó rescatar la vida de campo que conoció desde pequeño en la misma zona.
Texto, Claudia Pérez F. Producción, Valérie Reynes Fotografías, Viviana Morales
Conocedor del campo y en particular de estas tierras, el arquitecto Rafael García tenía claro qué hacer cuando recibió el encargo de esta casa. El creció en la misma región, en las tierras de su familia, rodeado por las tradiciones que han hecho del Valle de Colchagua uno de los más representativos de la Zona Central de Chile por conservarse fiel a la raigambre y arquitectura campesina de antaño. Y esa sería el alma del proyecto.
1Esta galería comunica todas las dependencias. Roble y álamo son algunas de las maderas que se emplearon en la construcción.
2"El desafío era que la casa se viera vivida", dice Rafael García sobre el objetivo que tuvo al diseñar y decorar la propiedad
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4Arriba, un detalle de la cocina. Abajo, una imagen religiosa que da carácter a la casa.
5Gran parte del mobiliario lo encontró el arquitecto en ferias persas y anticuarios.
6La mesa de comedor se mandó a hacer. Pan amasado, flores silvestres y una delicada vajilla arman el ambiente.
7Catres de fierro y bronce, clásicos del campo chileno, visten uno de los cinco dormitorios de la casa.
8Un típico juego de lavatorio y jarro de loza decora uno de los baños.
9En el escritorio, un mueble que el profesional buscó "por todas partes" hasta dar con él.
10Cardenales, begonias, achiras, fresias y calas aportan color y aromas al jardín.
11Un jardín "para recorrer" y con distintos rincones diseñó el arquitecto. En la foto, la casita de juegos de los nietos.
12Un par de sofás de estilo Normando ambientan el living. Atrás, el comedor, donde también hay muebles de época.
"Estoy encariñado con todo esto", dice entusiasmado al tiempo que recuerda la vida de campo que conoció de niño, "el contacto con los trabajadores, las casas de espacios generosos, con corredores que cobijan y ambientes verdes y frescos que van desde las arboledas hasta los parrones y huertas", enumera.
Es lo que se le viene a la memoria cuando habla de Santa Teresa de Quiahue, el campo familiar dedicado a la producción de aguardiente y a la siembra de garbanzos y cuya casa patronal aún se conserva. Fue la que inspiró esta propiedad. Sus dueños -una pareja que también está relacionada con la zona y que sueña con vivir aquí a futuro- en cuanto la vieron quisieron así la suya, de tejas y adobe, pese a las aprensiones que tenían inicialmente con el material. "Estaban asustados con el tema de la resistencia, pero si se construye bien, siguiendo las normas, no hay problema", dice García, un claro defensor y difusor de la técnica que conoce en profundidad.
Lleva años dedicado a investigar el sistema constructivo con el que ha levantado varias casas en la región y restaurado otras tantas, sobre todo después del terremoto de febrero de 2010 (www.rafaelgarciac.com). Junto a especialistas de la zona como Juan Ramón Duque y sus hijos, Horacio y Darío, se ha preocupado de introducir mejoras como las escalerillas incluidas en este proyecto, un sistema de madera que aporta resistencia y flexibilidad a los bloques de barro y paja. Funciona, y prueba de ello es que al inmueble no le pasó nada tras el movimiento que dejó a gran parte de sus vecinos en el suelo.
"La propuesta fue siempre en adobe", cuenta el profesional, y una vez que los convenció se dedicó a dar vida a un proyecto en el que contó con total libertad para crear algo "que pareciera de época". Efectivamente, con la arquitectura y el paisajismo, sin descuidar ningún detalle de la decoración, el conjunto desde la entrada transporta a otros tiempos.
Espacios amplios que en promedio tienen más de seis metros de altura, luminosas galerías, pisos de madera, vigas a la vista, zaguanes y corredores componen el lugar que busca recuperar la casa chilena. "Una tipología caracterizada por la austeridad y espacialidad; por los ambientes intermedios que gradúan el paso del exterior al interior, de lo público a lo íntimo", resume el arquitecto.
Así, esta construcción se convirtió en una casa siempre dispuesta a recibir a sus dueños, padres de cinco hijos ya grandes que suelen arribar con familias y amigos los fines de semana. Especialmente, durante las vacaciones y fechas especiales.
Desde Fiestas Patrias, la primavera permite disfrutar los exteriores y el jardín donde abundan especies que Rafael García nombra según sus apodos campesinos: "lengua de suegra, Corazón de Jesús, espuela de galán, manto de Eva, nomeolvides", varias puestas en ollas enlozadas, tal como lo hacían las dueñas de casa de antes, quienes se preocupaban de perfumar el ambiente con arbustos como jazmines o ilán ilán, que también crecen acá.
Adentro y afuera, un sinnúmero de objetos recrean tiempos idos. El arquitecto, un busquilla y declarado amante de las cosas antiguas, las seleccionó o mandó a hacer con especial dedicación: los muebles de mimbre que ubicó en la galería que comunica las habitaciones; las lámparas de fierro que diseñó para el living y el comedor. "Tengo los mejores recuerdos de la vida en el campo. Es lo que quise transmitir en este proyecto que pretende rescatar el espíritu de la zona".
Texto, Claudia Pérez F. Producción, Valérie Reynes Fotografías, Viviana Morales.
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