domingo, 19 de junio de 2011

Hitos, historias y metas del Teatro Nacional Chileno a 70 años de su primera función

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domingo 19 de junio de 2011



1. Cervantes y Valle-Inclán de desayuno



Los estudiantes, decididos a fundar el primer teatro universitario del país, se juntaban a discutir ideas en la Fuente Iris y el salón de té El Negro Bueno, en Alameda. Ahí, entre cafés y sándwiches, futuros emblemas nacionales como Bélgica Castro, entonces estudiante para profesora de Castellano, María Cánepa y Pedro de la Barra votaron para elegir el nombre Teatro Experimental (propuesto por el técnico electricista del grupo) y redactaron los Cuatro Puntos que se aplican hasta hoy: "Crear un ambiente teatral. Formar un teatro-escuela. Difundir el teatro clásico y moderno. Presentar nuestros valores". El estudiante de filosofía José Ricardo Morales fue nombrado asesor literario y fue quien ideó el primer programa: "Llegué en el Winnipeg después de combatir en la Guerra Civil española. Como yo era del teatro universitario El Búho, propuse montar algo que ya había hecho allí: Ligazón, de Valle-Inclán, y La guarda cuidadosa, de Cervantes", cuenta Morales, con 95 años y decenas de obras publicadas.

Empezaron a ensayar en la sala de las escobas, en la Casa Central de la U. de Chile, al lado de la Imprenta Universitaria que dirigía Manuel Rojas, que se tomaba con humor sus primeros bramidos. Pronto pusieron a la venta entradas a uno y dos pesos para el estreno en el Teatro Imperio, un domingo de invierno, a las 10.30 de la mañana: fue el único horario que lograron negociar con el dueño. María Maluenda, Roberto Parada, Pedro Orthus, Chela Alvarez, Domingo Piga, Rubén Sotoconil y De la Barra integraron ese elenco que, antes de salir a escena, fue golpeado por la noticia de que las tropas de Hitler habían entrado a la URSS. En ese primer público de familiares, amigos y profesores, estaba Antonio Acevedo Hernández. El dramaturgo aprovechó su condición de periodista para darles el visto bueno con iluminadas palabras: "Saben que se juegan enteros a la carta del porvenir. Lo que aún no saben es que la fecha invernal del 22 de junio será histórica, que un día habrá de celebrarse año tras año como una fecha patriótica, sobresaliente en los fastos del arte teatral chileno".

2. Cien almas para Fuenteovejuna



Por sus primeras 14 obras, los artistas del Teatro Experimental no recibieron sueldo. Peor aún, tenían que poner de su bolsillo para que la cosa funcionara. La primera obra remunerada fue Nuestro pueblo, de Thornton Wilder, en 1945. En los años siguientes, la compañía montó obras estrenadas hace muy poco en Estados Unidos y Europa. En 1950 se hizo La muerte de un vendedor, que Arthur Miller había escrito sólo un año antes. Bélgica Castro fue parte de esa época del Experimental: "Teníamos la convicción de que cuanto más culta fuera una persona, mejor sería su vida. Deseábamos que el conocimiento y la cultura llegaran a la gente hundida en la miseria".

En 1952, la compañía escenificó el gran clásico que, de manera definitiva, los instalaría como referente dentro de la escena teatral chilena. Fuenteovejuna, de Lope de Vega, se montó en el Teatro Municipal bajo la dirección de Pedro Orthus y con más de cien actores en un escenario dominado por una imponente rampa (en la foto). Al año siguiente vino otro éxito: Chañarcillo, de Antonio Acevedo Hernández.

A esta altura, José Ricardo Morales ya no era parte del grupo: "Me retiré porque se produjeron situaciones difíciles. Después regresé a dirigir mi versión de Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina, y mi adaptación al teatro de La Celestina, en el Teatro Municipal".

3. Años 60 y 70: el auge y la caída



El teatro comenzó la década del 60 con un cambio de nombre y un gran hito teatral: el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile inauguró sus años gloriosos con el estreno de Los invasores, escrita por Egon Wolff y con dirección de Víctor Jara, en 1963. La investigadora de la U. Católica María de la Luz Hurtado resalta la escenografía: "Era de una riqueza expresiva nunca antes vista en el teatro chileno. Amaya Clunes es una escenógrafa de teatro conceptual, abstracto y muy modernista, que deja a un lado el realismo para realzar la proyección simbólica de Los invasores".

Después del auge, vino la caída. A fines de los 60, Bélgica Castro, De la Barra, Pedro Orthus y los demás maestros fueron desplazados por las nuevas generaciones, y el grupo se llamó Departamento de Teatro de la U. de Chile. El golpe de gracia llegó en 1973. "Habían asumido una opción política clara y abierta, se propusieron apoyar los cambios políticos y sociales del país, los procesos revolucionarios, así que el golpe militar les afectó", cuenta la investigadora. En 1975, el grupo recibe el nombre de Teatro Nacional Chileno y, durante la década siguiente, hará teatro con un enfoque culturalista: se eligen obras que no toquen temas de contingencia y, muchas veces, se recurre a los clásicos con el afán de "difundir los valores universales", explica Hurtado.

4. Retomando la tradición



El 22 de junio celebrará su aniversario este grupo que nació bajo el nombre de Teatro Experimental.
A mediados de los años 80 vuelve a dirigir el Teatro Nacional Sergio Aguirre, cuyo mandato anterior fue interrumpido por el golpe militar. Con ese gesto simbólico comienza un proceso de recuperación del espíritu del grupo. Se montaron obras de vanguardia que no pudieron hacerse en los años 70 y se reestrenaron hitos de los 60, como El abanderado, de L.A. Heiremans. En los años sucesivos, los dramaturgos chilenos marcaron la programación del Teatro Nacional, que estrenó Río abajo, de Ramón Griffero, en 1995; La pequeña historia de Chile, de Marco A. de la Parra, en 1996; Hechos consumados (en la foto), de Juan Radrigán, en 1999; y El coordinador, de Benjamín Galemiri, estrenada el año 2000.

Hace diez años llegó a las oficinas del Teatro Nacional, ubicadas sobre la sala Antonio Varas de Morandé 25, su actual director, Raúl Osorio. Bajo su dirección se estrenará Esperando a Godot este 22 de junio. Hablando del aniversario, Osorio explica la misión del Teatro Nacional, donde se huelen los Cuatro Puntos definidos hace 70 años en desaparecidas cafeterías de la Alameda: "La propuesta tiene que ver con apoyar a la dramaturgia nacional, rescatar los clásicos y que la programación no sólo se base en las obras, sino en muchas otras actividades, como el programa de teatro para jóvenes y los encuentros con zonas periféricas de Santiago. Si pudiera, haría más. Hay principios y fundamentos de la actividad teatral que se pensaron no hace 70, sino cientos de años atrás".

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Lunes 20 de junio de 2011
Entretención

Bravísimo: 300 obras en los 70 años del Teatro Nacional

Leopoldo Pulgar Ibarra
Así como ayer los estudiantes de enseñanza superior encabezaron en la calle la lucha por recuperar la educación pública y la calidad de la enseñanza, hace 70 años un grupo de jóvenes, encabezado por Pedro de la Barra, fue protagonista de la fundación del Teatro Experimental de la Universidad de Chile.



El miércoles 22 de Junio de 1941, la primera compañía universitaria del país hacía su estreno con "La guarda cuidadosa”, de Miguel de Cervantes, y “Ligazón”, de Ramón del Valle-Inclán.

Fue un instante de gran fervor, según ha recordado la actriz Bélgica Castro. Ella y sus compañeros estaban convencidos que iban a “cambiar a la humanidad” con esa gesta cultural.

7 décadas después, el Teatro Nacional Chileno (Tnch), heredero del Teuch, conmemora su aniversario sosteniendo los mismos ideales que motivaron a sus fundadores. Y pese a la difícil situación que provoca el abandono de la educación pública por parte del Estado y a los intentos de disminuir la influencia de la Universidad de Chile mediante la reducción del aporte fiscal, el Tnch sigue sosteniendo la misión universitaria de su actividad artística, basado en el concepto teatro-educación-sociedad, trilogía que vincula la creación artística con el entorno social en que vivimos.

ORIGEN

La historia del Tnch está relacionada de manera íntima a una etapa importante y especialmente creativa de la historia del país.

Además de Bélgica Castro, otros tres fundadores del Teuch pueden reconstruir hoy y en primera persona la biografía de esta institución. Uno de ellos es José Ricardo Morales, lúcido dramaturgo y director teatral español que llegó joven a Chile en el Winnipeg, el barco que arrendó Pablo Neruda a nombre del gobierno para transportar a los patriotas republicanos exiliados, luego del triunfo fascista en España, que culminó en 1939.

Con su arribo operó un fenómeno de transfusión que dio gran impulso al naciente Teatro Experimental. Morales traía experiencias e influencias de las compañías La Barraca, de Federico García Lorca, y El Buho. Ambas, de perfil universitario, concebían el teatro como un arte para el crecimiento de las personas.

En Chile, en tanto, gobernaba Pedro Aguirre Cerda, cuyo lema “Gobernar es Educar” vino a complementarse con la actitud de Juvenal Hernández, rector de la Universidad de Chile, una autoridad joven y visionaria en sincronía con una época en que las capacidades creativas estaban en expansión, no sólo en el ámbito escénico.

En este período se fundó la Corfo (1939), que catapultó la industria nacional; la Orquesta Sinfónica (1941) y el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica (1943).

Cada uno en su área renovó lo que se hacía hasta esos momentos. En el caso del Detuch, nombre con que se había rebautizado el teatro de la Universidad, el proceso e influencia ascendente a nivel latinoamericano se detuvo con el golpe militar de 1973 y el desmembramiento de la compañía estable que integraban alrededor de 40 personas entre artistas y técnicos.

PRESENTE Y FUTURO

Desde su nacimiento, el Teuch se abocó a cuatro objetivos: poner en escena obras de valor universal, europeas y estadounidenses, que no se conocían en Chile; formar un nuevo público para la nueva cartelera; impulsar la dramaturgia chilena; y dedicar tiempo a la formación de actores y actrices, convirtiéndose en teatro-escuela.

En estos 70 años el TNCH ha exhibido más de 300 obras teatrales nacionales y extranjeras, con la intervención de casi todos los más destacados actores y actrices de nuestro país. Títulos como “Fuenteovejuna” (1952), “Romeo y Julieta” (1964) y “Marat-Sade” (1966) son ejemplos del alto nivel artístico y de producción que se había logrado. Numerosos premios en todos los rubros de la actividad escénica (dramaturgia, dirección, actuación, diseño integral) se obtuvieron en este extenso período.

Durante la última década, el Tnch ha desarrollado diversas líneas de creación artística coherentes con su misión universitaria: teatro popular chileno, con obras de llegada trasversal y público masivo, como “La Remolienda”, “Tres Marías y una Rosa” y “El toro por las astas”, con miles de espectadores y funciones en sala, giras regionales, nacionales e internacionales,.

Además de una línea de teatro de experimentación y clásicos internacionales, el Tnch le ha dado especial importancia al programa Teatro Joven. En este segmento se destacó “La mala clase”, obra que vincula de manera intensa y crítica teatro y educación. Atrajo a miles de estudiantes y profesores.

NOMBRES Y PREMIOS

A la hora de conmemorar 7 décadas “viviendo el teatro”, el Tnch puede destacar a artistas como Pedro de la Barra, Agustín Siré, Domingo Piga, Roberto Parada, María Maluenda, Domingo Tessier, Pedro Orthous, María Cánepa y Rubén Sotoconil, entre otros fundadores. Y a una docena de actores y actrices vinculados al Tnch que han ganado el Premio Nacional de Arte: Pedro de la Barra (1952), Agustín Siré (1972), Silvia Piñeiro (1988), Jorge Díaz (1993), Fernando González (2005) y Gustavo Meza (2007).

Tal vez por todo esto que en la conmemoración del aniversario 70 (Miércoles 22 de Junio), el Tnch estrene un clásico del teatro universal, “Esperando a Godot” (en la imagen), de Samuel Beckett, tragicomedia escrita en los 50 y estrenada en Chile el año 1966, texto plenamente vigente, porque en su gran vuelo dramatúrgico se mete de manera profunda y crítica en el corazón de la sociedad y el hombre contemporáneos. Habla de dos vagabundos que, en un camino junto a un árbol, esperan ansiosos y en vano a un tal Godot, un personaje que nunca llega.

La obra es dirigida por Raúl Osorio, al frente de un elenco integrado por Miguel Angel Bravo, Roberto Farías, Rodrigo Muñoz-Medina, Pablo Teillier y Joaquín Riquelme.

(Sala “Antonio Varas”. Morandé 25. F: 977 1701. Ju., vi., y sá., 20.00. $ 6.000 y $ 3.000. tnch@uchile.cl, http://www.tnch.uchile.cl/).

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