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sábado 24 de diciembre de 2011
Lleva más de veinte años buscando y juntando botellas, cajas, latas, etiquetas y chapas de productos chilenos -en su mayoría ya desaparecidos- y estudiando las marcas a lo largo de la historia de la industria nacional. Una pasión y un trabajo que ha dejado impreso en tres libros y que algún día este coleccionista espera plasmar en un museo.
Texto y producción, Beatriz Montero Ward
Fotografías, Carla Pinilla G.
Su casa quinta, ubicada en una tranquila calle de la comuna de Macul, tiene un patio con añosos árboles frutales, generosas sombras, y está repleta de artículos nostálgicos que traen a la memoria otras épocas. Cientos de botellas -de cervezas, aguas minerales, gaseosas y licores-, tarros y cajas de lata que en algún momento contuvieron té, aceite de oliva, frutas o verduras en conserva, golosinas y galletas, repletan estantes, mesas y cajones de muebles. Pero las piezas visibles, que lucen impecables como objetos decorativos, son sólo una pequeña parte de la enorme colección de envases de productos chilenos, que incluye también más de dos mil cajetillas de cigarros, reunida en más de un cuarto de siglo por el investigador histórico Óscar Aedo.
Fue a comienzos de la década de los 80, mientras pasaba unos días de vacaciones en Iquique, que encontró en una feria persa en la plaza de la ciudad alrededor de veinte cajetillas de cigarros antiguas. "Me llamó la atención la gráfica, el diseño y los nombres de las marcas. Pero también en ese momento me di cuenta de que todos estos papeles viejos que estaban ahí a la venta, tan bien conservados, se
encontraban en el desierto, en las salitreras", explica Aedo. Entusiasmado con hallar más unidades, comenzó su propia búsqueda, incansable, recorriendo mercados de pulgas y anticuarios e incluso viajando hasta la pampa. Siempre con la ilusión de descubrir algún tesoro.
"El coleccionismo te enseña la historia y desarrollo de los productos que juntas; el marco social de la época, las modas, los gustos...", explica. Y enseguida cuenta que los primeros cigarrillos venían desde Cuba envasados especialmente para ciertos importadores, y que más tarde surgieron pequeñas fábricas que importaban tabaco a granel. "Las marcas toman nombres de mujeres, artistas, boxeadores y aviadores de la época, entre muchos otros. Pero también hay acontecimientos como la Guerra del Pacífico que inspiran, y así surgen cigarrillos denominados Venceremos, Victoria y Por la Razón o la Fuerza".
¿Qué vino después?
-Cuando me percaté de que ya el material sobre cigarrillos empezaba a escasear, porque ya no había más en las salitreras o bien porque las cosas que se encontraban ya las tenía, decidí iniciar otras colecciones, pero siempre relacionadas con productos chilenos. Y comencé a comprar todo lo que encontraba: latas de conserva, cajas de galletas y golosinas, botellas, envases de remedios, etiquetas...
¿Dónde encuentra cosas?
-Hay busquillas que me conocen y que cada vez que tienen piezas interesantes me llaman. También recorro los sábados los puestos de la zona de Bío Bío y Franklin, los anticuarios del Parque de los Reyes y de la Plaza Perú, y las ferias de Valparaíso.
Con todo este material, Óscar inició una serie de libros bajo el título Las Marcas de la Historia, publicados por Morgan Impresores y Gráfica Quilicura. El primer volumen trata de los cien años del cigarrillo en Chile y el segundo, sobre las bebidas chilenas entre 1850 y 1950. "Este año sale el tercer tomo cuyo tema es el té, y ya estoy preparando el cuarto, que versará sobre conservas y en el cual demuestro que Chile a comienzos de siglo trató de ser una potencia alimentaria, con exportaciones a Alemania, Francia, Estados Unidos e Italia, tal como lo demuestran los tarros con etiquetas en distintos idiomas", dice
¿Le han sucedido anécdotas curiosas?
-Muchas. Un día me llamó una diseñadora que había visto uno de mis libros para contarme que había encontrado en una excavación en Teno 200 botellas, entre las cuales había tres que no había visto nunca. Asimismo, el otro día me llamó un coleccionista inglés para avisarme que un ruso tenía una cajetilla Sarah Bernhardt de 1906 encontrada en el desierto de Atacama. El ruso vino a Chile y hace un par de días me encontré con él y me entregó la cajetilla.
¿Qué planes tiene a futuro?
-Me gustaría hacer un museo del envase, como los hay en todas las grandes ciudades del mundo.
Texto y producción, Beatriz Montero Ward Fotografías, Carla Pinilla G..
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lunes, 26 de diciembre de 2011
ÓSCAR AEDO: Cronista de la industria nacional
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