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domingo 8 de enero de 2012
La reestructuración del Museo Pewenche, ubicado en el Alto Biobío, VIII Región, dio origen al libro del mismo nombre, financiado por la fundación CMPC y realizado por un equipo de profesionales encabezado por Pilar Matte. El texto da cuenta de una diversidad de temas vinculados a la vida y cultura de esta etnia.
Magaly Arenas Zapata
"Son un pueblo pacífico, no guerrero; las mujeres se visten totalmente distinto a los mapuches que usan colores muy oscuros, en cambio las pehuenches ocupan muchos colores en su ropa, con pañuelos con muchas tonalidades, por mencionar dos aspectos. Ellos tienen una riqueza como cultura, son un tesoro que poca gente conoce. Además, no se sienten mapuches, de hecho quieren diferenciarse como otra etnia originaria de Chile'', cuenta Pilar Matte, periodista y máster en Gestión del Patrimonio Cultural de la Universidad de Los Andes, quien encabezó el equipo que elaboró este libro. Para ella, una de las cosas que más le interesa destacar es que los pehuenches no son mapuches, sino una etnia distinta, con tradiciones propias.
La gestora explica que al abordar la exhibición inicial del museo se dieron cuenta de que no había mucha información específica sobre esta comunidad y optaron por realizar un museo vivo que diera cuenta de los pehuenches de hoy.
En el proceso de recopilación de información fue fundamental el trabajo de la antropóloga Andrea Molina, quien se fue a vivir a la zona por un año. Esa cercanía les permitió acceder a sus fiestas, crear vínculos para que ellos accedieran a tomarse las fotografías y para que aportaran objetos que usan de modo habitual.
Durante la preparación del material, que daría origen al Museo Pewenche en la comuna de Alto Bíobío y luego al libro, el equipo tuvo muchas reuniones con la gente sabia de las comunidades para conocer qué es lo que ellos sentían que se estaba perdiendo de su cultura. Así llegaron al contenido final que abarca desde la historia, pasando por su cosmovisión y cubriendo incluso su gastronomía. "Fue una experiencia muy interesante y sorprendente porque lo que ellos nos propusieron coincidió exactamente con lo que nosotros teníamos pensado'', dice Pilar Matte. Y añade que con el libro "quisimos dejar constancia de una cultura, y una manera de hacerlo fue a través de la fotografía porque uno puede observar su vestimenta, sus rasgos, sus colores, los zapatos de los pehuenches con sus mocasines y sus pantalones de piel, creo que así se grafica muy bien lo que es un pueblo. Por lo mismo el libro es a color y no en blanco y negro".
La publicación fue editada en dos versiones, una de tapa blanda que será donada a las escuelas de la VIII y IX Región donde la CMPC tiene sus plantas. Y otra, de tapa dura, en una llamativa forma de acordeón, realizada como regalo de fin de año. El texto en PDF estará en el sitio del museo en un mes más y la versión impresa se puede encontrar en las bibliotecas de la Dibam.
Señala Pilar Matte que, a raíz de la instalación del museo, inaugurado durante el gobierno de Michelle Bachelet, Villa Ralco cambió. A ella le parece que los pobladores se sintieron felices y agradecidos de que se quisiera conservar su cultura. "En verdad, el museo le cambió la dignidad al pueblo".
"Gentes altas, delgadas, de ojos grandes''
"La tierra es la mamita de nosotros, porque somos un puñadito de tierra nomás. De ella nacimos y en ella cultivamos. Como somos cultivados por la tierra, podemos sacar de ella todo lo que ella da; ése es un don muy grande", dice Corina Llaulén. Este testimonio está recogido en el museo pehuenche que busca ser un museo vivo. Por eso la propia comunidad ha aportado la mayor parte de los objetos que se exhiben y ha participado con sus rostros en el libro y en el museo, y también con su voz en los videos que se pueden ver en el sitio web www.museopehuenche.cl.
Esta etnia ha habitado tanto en Chile como en Argentina en la zona comprendida entre los Nevados de Chillán y el volcán Lanín, sector de Pucón. Desde tiempos inmemoriales han sido conocidos por ser infatigables caminantes que hablan chedungun.
Según explican en el museo, la Unesco tiene a este idioma dentro del listado de las lenguas destinadas a desaparecer. Un estudio publicado por el lingüista chileno Fernando Zúñiga sostiene que "sólo 143.862 mapuches tendrían algún grado de competencia activa en su idioma originario y 262.935 integrantes de este pueblo presentarían una competencia pasiva, es decir, no lo hablan, aunque sí entienden fragmentos de conversaciones en chedungun".
Según relatan los encargados del museo, poco más de cinco mil personas habitan las comunidades pehuenches del Alto Biobío, al interior de Los Ángeles, en una franja andina entre los lagos Icalma y Panguipulli, a mayor altura en comparac9ión con sus antepasados.
Este pueblo, antes de la llegada de los españoles, estaba organizado en grupos encabezados por caciques, que recorrían la región en busca de comida. Sus alimentos eran los guanacos y los ñandúes o avestruces americanas, que se movían desde Neuquén hasta la Patagonia. El piñón lo encontraban entre los volcanes Laja y Lanín. Esta etnia fue denominada como la gente de la araucaria por los mapuches, ya que con ellos intercambiaban productos.
De su cosmovisión destaca su comunión con la naturaleza y su respeto a los llamados espíritus tutelares o los ngen . "Toda manifestación de vida es valiosa porque es necesaria para el equilibrio natural; el desequilibrio es fuente de enfermedades, escasez y catástrofes".
La tierra es la madre, la Ñuke Mapu, que no es una divinidad pero es el centro de su cosmovisión. Para ellos nadie es dueño de la tierra sino que "pertenecemos a ella como los ríos y los pastos".
Sobre el Wenumapu, explican: "Tierra del Cielo o País de Arriba se llama el lugar donde el alma de las personas morará después de la muerte, dicen nuestras ancianas, nuestros ancianos. En el espacio celeste del Wenumapu se vive, se ama y se trabaja como en la tierra, pero allí no hay carencias sino abundancia. Para llegar a la Tierra del Cielo hay que cruzar el Río de las Lágrimas, dicen. Es el retorno al Azul (Kallfü) del oriente, desde donde venimos. Por eso el este es el espacio más positivo y sagrado del firmamento".
"Uno tiene que valorarse"
Del libro, lo más llamativo son sus fotografías, le siguen los relatos recogidos, todos narrados por los sabios de la comunidad. Ellos dan cuenta con claridad de una cultura vinculada intensamente con la naturaleza y plena de sabiduría ancestral.
El texto cubre un espectro muy diverso porque también está presente la comida de esta cultura e incluso entrega algunas recetas, así como un herbario explicando el uso de cada hierba y la mejor forma de preparación. O cómo teñir las lanas de distintos colores usando hojas de sauce para obtener un verde claro, cebolla para lograr un amarillo claro o corteza del pellín para conseguir un café oscuro. Uno de los puntos altos de esta publicación es la fotografía, que es un trabajo de Soledad Campaña y de Francisco Pereda.
Esta obra y el moderno museo se han constituido en un orgullo para los habitantes de Ralco. Así quedó de manifiesto el pasado 6 de diciembre en un acto efectuado en el museo, ocasión en la que el libro fue entregado a la comunidad en una concurrida ceremonia. Cada uno de los pehuenches participantes en este proyecto recibió su propio ejemplar.
Ellos ya tienen claro que quieren cuidar su cultura. Así lo sostiene Corina Llaulén de la comunidad de Pitril: "Tiene que ser todos unidos, cuidar su cultura, cuidar su tradición, lo más bonito que tiene uno. Y en primer lugar uno tiene que valorarse por todo lo que sabe, todo lo que aprendió, todo lo que ha escuchado, todo lo que vivió, toda la cultura que ha tenido, todas las cosas que sabe, por eso uno tiene que valorarse. Yo me siento orgullosa".
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