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domingo 22 de abril de 2012
Transformaciones han aumentado el precio de estas
tradicionales construcciones:
Situados en el borde costero,
están como en tierra de nadie. El alcalde dice que aun cuando hoy son todos
ilegales, el municipio está intentando regularizarlos, porque "son un aporte a
la ciudad".
SOLEDAD NEIRA FARÍAS
Íconos de Castro, la capital del archipiélago chilote, los palafitos que
parecen mecerse en el agua, apoyados apenas en la costa, están de moda. Tanto,
que ni siquiera su dominio precario impide que osados inversionistas lleguen a
la zona "doblando" ofertas para hacerse de una de estas postales y darle un uso
que ya parece consolidarse: gastronomía, comercio y turismo.
Hoteles, hostales, restaurantes, cafés, tiendas de artesanía o agencias de
turismo han reemplazado a improvisadas construcciones que surgieron en el borde
costero, en las "afueras" de la ciudad, como tomas.
"Fue una razón económica. No había espacio para construir, y usaron el borde
marino, que en los 60 no era administrado por el Estado", dice Renato Cárdenas,
historiador y director del Archivo de Chiloé. José Edulio es uno de los más
antiguos residentes. Recuerda que lo construyó en 1967, porque después del
terremoto se habían quedado sin casa. Encontraron este terreno y se instalaron
porque no quería abandonar el sector donde creció. Su antiguo patrón le regaló
maderas, y con eso se instaló, y hace unos 20 años lo conectaron al
alcantarillado, servicio del que aún carecen muchas de estas construcciones.
Pese a ello, muchos inversionistas, especialmente de Santiago, están
ofreciendo sumas millonarias. "Vino un señor de Santiago y ofertó $80 millones
por el antiguo palafito. Le dijeron que no porque ya estaba listo para que se
construyera un hotel, y entonces ofreció doblar la oferta, a $160 millones",
dice Ramón Alvarado, un carpintero que trabaja apuradamente en el desarme de un
palafito donde se levantará un palafito hotel.
Y aunque varios de sus vecinos han vendido, Edulio no pretende irse y observa
cómo las antiguas viviendas crecen.
Siguen siendo palafitos, pero han hasta cuadruplicado sus metros cuadrados.
Hasta tres pisos en los estrechos frentes de no más de 10 metros, que tenían los
originales.
Una media docena de estos "nuevos palafitos" están en el sector Gamboa, en la
salida sur de Castro, hacia Quellón. Y otros seis, de distintos volúmenes, se
reconstruyen completamente en Pedro Montt, en la costanera. Algunos fueron
refaccionados, pero la mayoría hace borrón y cuenta nueva.
Los une un común denominador: "Son todos irregulares, así de claro", dice el
alcalde, Nelson Águila, "sin títulos, sin permisos de obras, sin patente",
enumera.
Tampoco tienen protección patrimonial. Y todo por su ubicación. En tierra de
nadie, como dicen en el lugar. El problema es antiguo. Tanto como las añosas
edificaciones. Y pese a las mesas de trabajo, a las reuniones y a los reclamos
de los vecinos, nadie sabe qué normas los rigen.
La mayoría está situado bajo los 80 metros de playa, contados desde la más
alta marea. Luego, quien tiene la jurisdicción allí es la Subsecretaría de
Marina, que puede concesionar el uso de esos terrenos.
"Irregulares, porque no pueden acreditar la propiedad, pero desde mi punto de
vista, pese a que son ilegales, creo que son un aporte para la ciudad de
Castro", agrega el edil, quien valora que los nuevos ocupantes los hayan
mejorado.
Explica que hace más de dos años han buscado como municipio un acuerdo con el
Gobierno, "con el anterior y con éste", recalca.
Ahora está tramitando una audiencia con el Ministerio de Bienes Nacionales. Y
el tema lo planteó también a la Comisión de Cultura de la Cámara cuando
concurrió esta semana a declarar por el mall .
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$50 mil
cuesta alojarse una noche en uno de estos palafitos en
Castro.
400
palafitos se encuentran en el archipiélago de Chiloé desde la
década de los sesenta.
4 m
de largo miden los palos de luma, que son la base de un
palafito.
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