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domingo 28 de noviembre de 2010
Gustavo Villavicencio
Este martes, a las 19:30 horas se dará término a la restauración del Templo La Maternidad de María del Santuario Inmaculada Concepción, en la cumbre del cerro San Cristóbal.
Los trabajos, que tuvieron un costo total de 100 millones de pesos, estuvieron liderados por las restauradoras Cecilia Beas y Elena Losón.
La restauración, que se inició en el 2007, fue una iniciativa del padre Rodrigo Tupper, actual rector del Santuario.
Según la restauradora Cecilia Beas "el trabajo realizado consistió en la estabilización estructural del inmueble, la restauración y conservación de las pinturas murales, la iluminación y por último la edición del libro "Imagen y espíritu", que se presentará también este martes", comenta la artista.
"Esta es la intervención más importante que se ha realizado en nuestro país y se encuentra a la altura de cualquier trabajo a nivel internacional", señala Beas.
La primera piedra de este santuario, fue colocada el 22 de noviembre de 1903, bajo el arzobispado de monseñor Mariano Casanova y fue inaugurado el 26 de abril de 1908.
Durante los trabajos se descubrió que los murales del templo que en un primer momento fueron atribuidos a Fray Pedro Subercaseaux no correspondían a su autoría sino que pertenecían al artista sacro más importante del siglo XX en nuestro país, Peter Horn.
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domingo, 28 de noviembre de 2010
sábado, 27 de noviembre de 2010
Empezar de nuevo
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sábado 27 de noviembre de 2010
El patrimonio material está en constante peligro en nuestro país y el último terremoto deterioró y botó gran parte de lo que quedaba. Por esto, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes destinó más de 2 mil millones de pesos para ayudar a reconstruir 35 obras emblemáticas, en cinco regiones de la zona central. La idea es beneficiar a iglesias, museos, parques y centros culturales con valor cultural, histórico, arquitectónico o comunitario para que recuperen su integridad original.
Texto, María Cecilia de Frutos D. Fotografías, Viviana Morales R.
Juan Carlos Romo
La Iglesia de La Matriz en Valparaíso, el Centro Cultural de Peralillo, el Museo Pedro del Río Zañartu en Hualpén, la Parroquia de Los Carmelitas en Viña del Mar, el corredor José Miguel Carrera de Curepto, el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago. Estos son algunos de los 39 proyectos que fueron elegidos por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes para recibir fondos para el cofinanciamiento de su reconstrucción a causa de los daños sufridos por el terremoto del 27 de febrero. La iniciativa surgió como una manera de aportar al cuidado del patrimonio por parte de esta entidad, sin centrarse sólo en aquellos denominados con la categoría de monumento, sino ampliando el beneficio a aquellas iglesias, museos, centros culturales e incluso piletas que tienen gran valor histórico y juegan un importante rol en la comunidad, como la Fontana de Tritones de la Plaza de Armas de Tomé, figura que tiene más de cien años de antigüedad y que es reconocida por todos los habitantes y visitantes como icono de la ciudad.
Desde la región de Valparaíso hasta la del Bío Bío se convocó a los municipios, fundaciones u obispados para que postularan todos los inmuebles en los que urgía apoyo económico para la recuperación. Se tomó en cuenta su valor patrimonial, arquitectónico, urbanístico, turístico y comunitario; y como condición principal se puso que debían ser de uso público. Tratando de lograr un equilibrio entre construcciones de tipo religioso y civil, y que hubiera una equitativa repartición entre las cinco regiones más afectadas por el terremoto, un jurado presidido por el arquitecto Juan Lund -jefe de la Unidad de Infraestructura del Consejo de la Cultura- eligió en un comienzo 14 propuestas y luego 25 más, consiguiendo entregar un total de $2.700 millones.
La iglesia de Los Carmelitas en Viña del Mar ya había comenzado las obras antes de postular a este fondo de reconstrucción por la urgencia que tenía de acoger a sus fieles, y los 35 mil millones recibidos los destinó a las terminaciones de sus ornamentos. De estilo neogótico y un verdadero referente de la Avda. Libertad, el templo se encuentra actualmente cerrado y en su interior se trabaja arduamente para abrir nuevamente en Navidad.
En Valparaíso se eligieron dos edificios emblemáticos: la Biblioteca Santiago Severín y la Iglesia de La Matriz. La primera es la más antigua de carácter público que existe en el país -se terminó en 1912- y sufrió graves daños en los cielos y estructuras del tercer piso, quedando inhabilitados el auditorio y la gran sala de lectura; además de varios desprendimientos de material en su fachada. En el Barrio Puerto, La Matriz a simple vista presentó deterioros menores, "pero es de tal antigüedad y tal complejidad estructural que requiere de permanente mantención. Es una especie de joyita que tienes que estar afirmando por todo lados y necesita de un reforzamiento que le permita asegurar su permanencia", dice Juan Lund.
El nivel de intervención no es el mismo en todos los casos, por eso cada proyecto requiere de distinto presupuesto, con un tope de 100 millones, considerando que estos fondos corresponden sólo a la mitad del costo total de su reconstrucción. La otra parte debe ser captada por otros medios como condición para recibir esta ayuda del Consejo, ya sean recursos propios o donaciones de particulares o empresas. Así, el programa busca dar un impulso -"en forma modesta", dice Lund- a la recuperación patrimonial del país, y si bien el presupuesto inicial era de 900 millones, éste se amplió para poder ir en apoyo de obras que estaban en lista de espera, tan significativas como la Sala Arrau del Teatro Municipal, la Parroquia Nuestra Señora de la Merced de Nancagua, la escuela San Ignacio en Calera de Tango, el Santuario Santa Rosa de Pelequén, la Casa de la Cultura de Coronel, y muchas otras que son un referente para las distintas comunidades.
Texto, María Cecilia de Frutos D. Fotografías, Viviana Morales R..
sábado 27 de noviembre de 2010
El patrimonio material está en constante peligro en nuestro país y el último terremoto deterioró y botó gran parte de lo que quedaba. Por esto, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes destinó más de 2 mil millones de pesos para ayudar a reconstruir 35 obras emblemáticas, en cinco regiones de la zona central. La idea es beneficiar a iglesias, museos, parques y centros culturales con valor cultural, histórico, arquitectónico o comunitario para que recuperen su integridad original.
Texto, María Cecilia de Frutos D. Fotografías, Viviana Morales R.
Juan Carlos Romo
La Iglesia de La Matriz en Valparaíso, el Centro Cultural de Peralillo, el Museo Pedro del Río Zañartu en Hualpén, la Parroquia de Los Carmelitas en Viña del Mar, el corredor José Miguel Carrera de Curepto, el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago. Estos son algunos de los 39 proyectos que fueron elegidos por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes para recibir fondos para el cofinanciamiento de su reconstrucción a causa de los daños sufridos por el terremoto del 27 de febrero. La iniciativa surgió como una manera de aportar al cuidado del patrimonio por parte de esta entidad, sin centrarse sólo en aquellos denominados con la categoría de monumento, sino ampliando el beneficio a aquellas iglesias, museos, centros culturales e incluso piletas que tienen gran valor histórico y juegan un importante rol en la comunidad, como la Fontana de Tritones de la Plaza de Armas de Tomé, figura que tiene más de cien años de antigüedad y que es reconocida por todos los habitantes y visitantes como icono de la ciudad.
Desde la región de Valparaíso hasta la del Bío Bío se convocó a los municipios, fundaciones u obispados para que postularan todos los inmuebles en los que urgía apoyo económico para la recuperación. Se tomó en cuenta su valor patrimonial, arquitectónico, urbanístico, turístico y comunitario; y como condición principal se puso que debían ser de uso público. Tratando de lograr un equilibrio entre construcciones de tipo religioso y civil, y que hubiera una equitativa repartición entre las cinco regiones más afectadas por el terremoto, un jurado presidido por el arquitecto Juan Lund -jefe de la Unidad de Infraestructura del Consejo de la Cultura- eligió en un comienzo 14 propuestas y luego 25 más, consiguiendo entregar un total de $2.700 millones.
La iglesia de Los Carmelitas en Viña del Mar ya había comenzado las obras antes de postular a este fondo de reconstrucción por la urgencia que tenía de acoger a sus fieles, y los 35 mil millones recibidos los destinó a las terminaciones de sus ornamentos. De estilo neogótico y un verdadero referente de la Avda. Libertad, el templo se encuentra actualmente cerrado y en su interior se trabaja arduamente para abrir nuevamente en Navidad.
En Valparaíso se eligieron dos edificios emblemáticos: la Biblioteca Santiago Severín y la Iglesia de La Matriz. La primera es la más antigua de carácter público que existe en el país -se terminó en 1912- y sufrió graves daños en los cielos y estructuras del tercer piso, quedando inhabilitados el auditorio y la gran sala de lectura; además de varios desprendimientos de material en su fachada. En el Barrio Puerto, La Matriz a simple vista presentó deterioros menores, "pero es de tal antigüedad y tal complejidad estructural que requiere de permanente mantención. Es una especie de joyita que tienes que estar afirmando por todo lados y necesita de un reforzamiento que le permita asegurar su permanencia", dice Juan Lund.
El nivel de intervención no es el mismo en todos los casos, por eso cada proyecto requiere de distinto presupuesto, con un tope de 100 millones, considerando que estos fondos corresponden sólo a la mitad del costo total de su reconstrucción. La otra parte debe ser captada por otros medios como condición para recibir esta ayuda del Consejo, ya sean recursos propios o donaciones de particulares o empresas. Así, el programa busca dar un impulso -"en forma modesta", dice Lund- a la recuperación patrimonial del país, y si bien el presupuesto inicial era de 900 millones, éste se amplió para poder ir en apoyo de obras que estaban en lista de espera, tan significativas como la Sala Arrau del Teatro Municipal, la Parroquia Nuestra Señora de la Merced de Nancagua, la escuela San Ignacio en Calera de Tango, el Santuario Santa Rosa de Pelequén, la Casa de la Cultura de Coronel, y muchas otras que son un referente para las distintas comunidades.
Texto, María Cecilia de Frutos D. Fotografías, Viviana Morales R..
sábado, 20 de noviembre de 2010
La iglesia más porteña de Valparaíso
sábado 12 de junio de 2004
Un segundo libro "Historia del Espíritu Santo", preparó David Toledo, funcionario del Seminario San Rafael. En la foto, la hermosa y demolida Iglesia
Texto y fotos de archivo de Sara Vial
Dentro de la patrimonialidad arquitectónica de Valparaíso, en el ámbito religioso, ¿cuál cree que es usted la iglesia más característica de Valparaíso, aquélla sin la cual Valparaíso no habría sido el mismo; no la más antigua, ni la más oficial, sino sencillamente la más porteña?
El tema se planteó casualmente en un grupo de amigos y unanimidad, no hubo ninguna. Cada uno tuvo su iglesia. Cada uno tuvo su motivo para tener su propia iglesia y si lo que se perseguía era, como en las elecciones de reinas de fiesta de la primavera, llegar a la más linda, la más linda estaba, como ocurre en la vida en tantas cosas, dentro del corazón de cada uno.
Se trataba, por cierto, de las iglesias católicas, las de las hermosas torres que hacen más vivo el paisaje de los cerros o el plan. Las que parecen, a la hora de los crepúsculos del creciente invierno, atraer hacia ellas el graznido ancestral de las gaviotas y en las cuales, a veces, parece resonar el mar, como en una aguzada caracola.
LA IGLESIA DEL BARON
Para unos, la más característica, por ser además la más amiga de los barcos, fue el templo del Barón. Es lo primero que ellos ven cuando dan la vuelta frente al puerto. Allí, olvidando incendios, terremotos, tempestades, la vieja iglesia permanece como la ventana de un rojizo castillo olvidado, enhiesta en el paisaje y sin resignarse a desintegrarse de él, ni en las más alarmantes circunstancias. También podemos alcanzar a verla en el camino entre Valparaíso y Viña, desde la poco romántica ventanilla de un bus. Pero las torres son cuadros, y nunca parecen más bellos que en la pura galería del aire, sin interrupciones de edificios, sin tiempo o letreros que nada tienen que ver con la nostalgia. Una torre está en su elemento cuando se ha logrado mantenerla subiendo en el aire y, especialmente, cuando el principal objetivo es que se vea desde el mar. Sólo entonces podemos conversar con ella, escuchar sus campanadas, aunque se hayan quedado dormidas, y asistir a la comunicación que se establece, en este caso, con el barco que llega a puerto y la torre de San Francisco... hecha para esperarlo. Los propósitos religiosos los sabe cada iglesia, ciertamente, pero si no respetamos esa complicidad entre la iglesia de San Francisco, desde la altura del Barón, con la nave que desde el mar la reconoce, no respetaremos el patrimonio fantástico que en torno a ello se ha creado. Para unos, es tanta la tradición, que aseguran que Valparaíso recibe el sobrenombre de "Pancho" de parte de los marinos, por la torre de San Francisco. Otros, menos apegados a lo nuestro, aseguran que es porque enseguida del puerto norteamericano de San Francisco, venimos nosotros, un poco más chicos. Me inclino por la torre de San Francisco y que Dios la conserve indemne, aunque sólo sea el recuerdo de lo que aquella parroquia y convento fue. No importa. El recuerdo se adorna hasta con la preciosa voz del cantante José Mojica, que la visitó en su hábito de sacerdote franciscano, mientras un desafinado pero bien intencionado disco suyo, cantaba "Júrame" en la pieza del lado. Sin duda por respeto, los hermanos del convento, emocionados con su presencia en aquellos años de nuestras lides reporteriles, consideraron inoportuno convertir la conferencia de prensa en un recital de canto del lírico protagonista de tantas películas en que su timbradísima voz hizo suspirar a demasiadas mujeres. Retirado a la vida de su monasterio, ahora sólo cantaba para los ángeles. Dichosos ellos.
"Júrame que aunque pase mucho tiempo pensarás en el momento en que yo te conocí.
Mírame, que no hay nada más profundo ni más grande en este mundo que el cariño que te di...".
Fue como un sueño estar allí, mirar sus pies desnudos bajo las sandalias, su sonrisa mexicana interminable y escucharlo alabar la belleza de nuestra iglesia. El recordado fotógrafo Arturo León, se encargó de hacer inmortal ese momento con los relámpagos de su flash.
IGLESIA DEL ESPIRITU SANTO
La iglesia de mi infancia debió ser mi elegida, la que en lo alto de la calle Galos del cerro Alegre, lleva el poético nombre de San Luis Gonzaga. Además, en orden de singularidades, es la segunda que tuvo el honor de lucir contra el cielo, no una, sino dos torres, y es muy bella su adaptación al declive del cerro, con su escalera de piedra ascendente y amplia. Sus tres puertas, sus naves, el órgano que mandó comprar para ella en Londres doña Juana Ross de Edwards y que ahora... se encuentra en la Catedral, sin acordarse de sus melodiosas alturas, de los numerosos cantantes porteños que allí cantaron y... del mismo olor a lilas de esos meses de María que, como en los recuerdos de juventud de un poeta llamado Neftalí Reyes, asoma en poemas que aún puedes leer, pues, para remate, a sus doce años estaba ya enamorado de una niña llamada María que coincidía con él y su madre en el mes de María de la Iglesia de Temuco.
Oh, grandes o pequeñas iglesias por las que ha pasado la vida y la muerte, y la infancia, en el corazón de cirio, de adobe o cristal de las ciudades...
ARROZ CON LECHE
"Esta conversación parece nacida del juego del arroz con leche", me opinó seriamente una persona...
"¿Sabe usted?", le respondo yo. "La vida es exactamente como el juego del arroz con leche, aunque se nos haya olvidado. Con las manos cerradas vamos depositando al azar un anillo invisible. ¿Por qué, el girarnos hacia lo nuestro, esta vez las húmedas iglesias de un puerto, no ha de sernos tan placentero, ameno y natural como el inocente juego de ayer? ¿Y en qué ello puede perturbar a nuestras marineras iglesias?".
"No estamos dando examen", dijo un señor entrecano, "sino buscando nuestra iglesia preferida. Sigamos por favor".
"Gracias", le dije, y me embarqué en un gran discurso sobre la Parroquia del Espíritu Santo, que por tantos años tuvo en la plaza de la Victoria su verde complementación.
"No creo que exista un escritor que no le haya dedicado una palabra"; recordé la ardorosa defensa que hizo de ella, sin resultado desgraciadamente, Joaquín Edwards Bello. Él había vivido en su infancia no lejos de sus campanadas y nunca pudo comprender que fuera demolida para darle paso al más feo edificio de departamentos de Valparaíso. También el pintor Camilo Mori, porteño nacido en el cerro Santo Domingo, mantuvo en sus oídos esas campanadas y lo recuerda en una crónica que no he visto archivada en ninguna parte.
"Implacablemente, pero no siempre exacto, el reloj del Espíritu Santo nos marcó por los años la hora de abandonar la casa empinada y alegre para correr al liceo. Ah, esas tres campanadas del cuarto para las ocho, odiosas entonces, como resuenan en mi corazón. ¡Los años endulzaron su sonido y su significado! Hasta que un día viniendo del puerto por Condell, busqué instintivamente el reloj de siempre. Quedaba el vacío de su propia torre".
Luego, otro ángulo del recuerdo lo mueve hacia lo alto del cerro Bellavista: "En las cercanías de la plaza Victoria, enclavadas en los faldeos del cerro, había tres chimeneas de la Compañía de Gas, que cien pintores dibujamos con sus sueltos penachos de humo negro al viento, tal como una loca cabellera al viento. Un mal día, bueno para el progreso, nos borraron el tema".
LA IGLESIA DE LOS CUATRO RELOJES
Para mí, la iglesia del Espíritu Santo era, ante todo, "la iglesia de los cuatro relojes", cada uno dando las horas en una dirección distinta, en cada uno de los cuatro costados de la torre. En el perdido paisaje, hoy reemplazado por otro que no tiene nada que ver, su torre se levantaba como un faro sobre las copas de los árboles de la plaza, embellecía el entorno, nos hacía recordar la historia. La llegada a su puerta de los restos de Prat, bajo los altos arcos fúnebres que llenaron de negras banderas la ciudad. La muerte venía a reencontrarse con ese momento en que, en plena vida y apostura, pasó por esa misma puerta para enlazar su brazo de gala al de la gentil Carmela Carvajal. Los veo caminando sobre la alfombra roja que salía de la casa de Prat (hoy está allí el Club Naval) para, cruzando la bocacalle, detenerse solamente frente al ornamentado altar.
También casó en ella Raúl Edwads Mac Clure Ferrari. Carmela, a su vez, vivía en la Calle del Circo, donde vivía con su tía Clara. La calle hoy se llama Agustín Edwards.
Para quien se interese por conocer más de esta iglesia incomprensiblemente echada abajo, después de haber sido construida en 1872 y construir un patrimonio que nunca debió ser destruido, recomiendo leer la reseña histórica de David O. Toledo, relacionador público del Seminario San Rafael y antiguo colaborador de los diarios de Valparaíso.
Eran los años de los seiscientos barcos en la bahía. La ciudad tenía dos conventos, cada uno en un extremo de la ciudad: al final del Almendral, los Doce Apóstoles; en el barrio portuario, La Matriz. "Equidistante de ambas, iba a nacer la Parroquia del Espíritu Santo". Pero iban a demorar diecinueve años en obtener los feligreses porteños el permiso del arzobispo metropolitano Rafael Valentín Valdivieso y gracias a que los Padres Agustinos "no prosperaron en su nuevo convento de la plaza Orrego, (hoy Victoria), se obtuvo del Papa la eliminación de dicho convento y la construcción del que iba a ser el emblemático Espíritu Santo, el cual fue refaccionado por el presbítero Salvador Donoso, que aún da su nombre a una calle de Valparaíso".
Cien años duró la Iglesia del Espíritu Santo. A lo mejor pudo haber durado más, sin restar el señorío que tuvo esa parte del centro de la ciudad, y dejando en cambio un indestructible edificio de departamentos que no comunica elegancia ni significado histórico a un lugar que fuera tan significativo en cuanto a la historia de la propia plaza Victoria, que tanto tiene que contarnos. La verde mansión de la familia Ross Edwards dejó sus terrenos a la actual Catedral, reconstruida después del terremoto que desplomó su nave.
Desgraciadamente, hecha está nuestra existencia como ciudad puerto, de sendas calamidades: naufragios, terremotos, incendios, aparte de la culpa que cabe a quienes tuvieron la misión de velar por ella, que algún día, esperada o inesperadamente, iba a ser ungida de todos modos, como Patrimonio de la Humanidad.
Pude resignarme a que demolieran muchas cosas cercanas al Espíritu Santo, como el porteñísimo y bello Teatro Valparaíso. El edificio del Club Naval, que se levantó en el mismo lugar donde viviera el héroe Arturo Prat, lo hizo con la belleza que semejante nombre merecía. Las tres chimeneas a gas que evoca Camilo Mori. El edificio Crucero del Instituto de Previsión, frente a la plaza Victoria, con sus barandas de bronce, su hermoso y amplio salón donde se bailaba, se leían diarios y revistas y se respiraba desde su largo balcón saliente el espacio y el canto de los pájaros de los árboles. Con muchos porteños, viví duelo por la demolición del antiguo quiosco de fierro forjado, reemplazado por otro, "de líneas modernas, abstractas", que se vino al suelo, y no le abría paso al hombre del trombón, en plaza Victoria.
Pero... pasear por Valparaíso, llegar a ese lugar privilegiado, y no ver las columnas esbeltas del templo, su reloj de cuatro lados, su torre que marcó el tiempo como ninguna... sigue siendo melancólico, como para verterlo, en algo que parecía un juego, y luego en una crónica, en donde, al menos por un instante... no vuelva a desaparecer.
Esmeralda 1002, Valparaíso, Chile
Teléfonos: (56 32) 264230 - 264231
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Un segundo libro "Historia del Espíritu Santo", preparó David Toledo, funcionario del Seminario San Rafael. En la foto, la hermosa y demolida Iglesia
Texto y fotos de archivo de Sara Vial
Dentro de la patrimonialidad arquitectónica de Valparaíso, en el ámbito religioso, ¿cuál cree que es usted la iglesia más característica de Valparaíso, aquélla sin la cual Valparaíso no habría sido el mismo; no la más antigua, ni la más oficial, sino sencillamente la más porteña?
El tema se planteó casualmente en un grupo de amigos y unanimidad, no hubo ninguna. Cada uno tuvo su iglesia. Cada uno tuvo su motivo para tener su propia iglesia y si lo que se perseguía era, como en las elecciones de reinas de fiesta de la primavera, llegar a la más linda, la más linda estaba, como ocurre en la vida en tantas cosas, dentro del corazón de cada uno.
Se trataba, por cierto, de las iglesias católicas, las de las hermosas torres que hacen más vivo el paisaje de los cerros o el plan. Las que parecen, a la hora de los crepúsculos del creciente invierno, atraer hacia ellas el graznido ancestral de las gaviotas y en las cuales, a veces, parece resonar el mar, como en una aguzada caracola.
LA IGLESIA DEL BARON
Para unos, la más característica, por ser además la más amiga de los barcos, fue el templo del Barón. Es lo primero que ellos ven cuando dan la vuelta frente al puerto. Allí, olvidando incendios, terremotos, tempestades, la vieja iglesia permanece como la ventana de un rojizo castillo olvidado, enhiesta en el paisaje y sin resignarse a desintegrarse de él, ni en las más alarmantes circunstancias. También podemos alcanzar a verla en el camino entre Valparaíso y Viña, desde la poco romántica ventanilla de un bus. Pero las torres son cuadros, y nunca parecen más bellos que en la pura galería del aire, sin interrupciones de edificios, sin tiempo o letreros que nada tienen que ver con la nostalgia. Una torre está en su elemento cuando se ha logrado mantenerla subiendo en el aire y, especialmente, cuando el principal objetivo es que se vea desde el mar. Sólo entonces podemos conversar con ella, escuchar sus campanadas, aunque se hayan quedado dormidas, y asistir a la comunicación que se establece, en este caso, con el barco que llega a puerto y la torre de San Francisco... hecha para esperarlo. Los propósitos religiosos los sabe cada iglesia, ciertamente, pero si no respetamos esa complicidad entre la iglesia de San Francisco, desde la altura del Barón, con la nave que desde el mar la reconoce, no respetaremos el patrimonio fantástico que en torno a ello se ha creado. Para unos, es tanta la tradición, que aseguran que Valparaíso recibe el sobrenombre de "Pancho" de parte de los marinos, por la torre de San Francisco. Otros, menos apegados a lo nuestro, aseguran que es porque enseguida del puerto norteamericano de San Francisco, venimos nosotros, un poco más chicos. Me inclino por la torre de San Francisco y que Dios la conserve indemne, aunque sólo sea el recuerdo de lo que aquella parroquia y convento fue. No importa. El recuerdo se adorna hasta con la preciosa voz del cantante José Mojica, que la visitó en su hábito de sacerdote franciscano, mientras un desafinado pero bien intencionado disco suyo, cantaba "Júrame" en la pieza del lado. Sin duda por respeto, los hermanos del convento, emocionados con su presencia en aquellos años de nuestras lides reporteriles, consideraron inoportuno convertir la conferencia de prensa en un recital de canto del lírico protagonista de tantas películas en que su timbradísima voz hizo suspirar a demasiadas mujeres. Retirado a la vida de su monasterio, ahora sólo cantaba para los ángeles. Dichosos ellos.
"Júrame que aunque pase mucho tiempo pensarás en el momento en que yo te conocí.
Mírame, que no hay nada más profundo ni más grande en este mundo que el cariño que te di...".
Fue como un sueño estar allí, mirar sus pies desnudos bajo las sandalias, su sonrisa mexicana interminable y escucharlo alabar la belleza de nuestra iglesia. El recordado fotógrafo Arturo León, se encargó de hacer inmortal ese momento con los relámpagos de su flash.
IGLESIA DEL ESPIRITU SANTO
La iglesia de mi infancia debió ser mi elegida, la que en lo alto de la calle Galos del cerro Alegre, lleva el poético nombre de San Luis Gonzaga. Además, en orden de singularidades, es la segunda que tuvo el honor de lucir contra el cielo, no una, sino dos torres, y es muy bella su adaptación al declive del cerro, con su escalera de piedra ascendente y amplia. Sus tres puertas, sus naves, el órgano que mandó comprar para ella en Londres doña Juana Ross de Edwards y que ahora... se encuentra en la Catedral, sin acordarse de sus melodiosas alturas, de los numerosos cantantes porteños que allí cantaron y... del mismo olor a lilas de esos meses de María que, como en los recuerdos de juventud de un poeta llamado Neftalí Reyes, asoma en poemas que aún puedes leer, pues, para remate, a sus doce años estaba ya enamorado de una niña llamada María que coincidía con él y su madre en el mes de María de la Iglesia de Temuco.
Oh, grandes o pequeñas iglesias por las que ha pasado la vida y la muerte, y la infancia, en el corazón de cirio, de adobe o cristal de las ciudades...
ARROZ CON LECHE
"Esta conversación parece nacida del juego del arroz con leche", me opinó seriamente una persona...
"¿Sabe usted?", le respondo yo. "La vida es exactamente como el juego del arroz con leche, aunque se nos haya olvidado. Con las manos cerradas vamos depositando al azar un anillo invisible. ¿Por qué, el girarnos hacia lo nuestro, esta vez las húmedas iglesias de un puerto, no ha de sernos tan placentero, ameno y natural como el inocente juego de ayer? ¿Y en qué ello puede perturbar a nuestras marineras iglesias?".
"No estamos dando examen", dijo un señor entrecano, "sino buscando nuestra iglesia preferida. Sigamos por favor".
"Gracias", le dije, y me embarqué en un gran discurso sobre la Parroquia del Espíritu Santo, que por tantos años tuvo en la plaza de la Victoria su verde complementación.
"No creo que exista un escritor que no le haya dedicado una palabra"; recordé la ardorosa defensa que hizo de ella, sin resultado desgraciadamente, Joaquín Edwards Bello. Él había vivido en su infancia no lejos de sus campanadas y nunca pudo comprender que fuera demolida para darle paso al más feo edificio de departamentos de Valparaíso. También el pintor Camilo Mori, porteño nacido en el cerro Santo Domingo, mantuvo en sus oídos esas campanadas y lo recuerda en una crónica que no he visto archivada en ninguna parte.
"Implacablemente, pero no siempre exacto, el reloj del Espíritu Santo nos marcó por los años la hora de abandonar la casa empinada y alegre para correr al liceo. Ah, esas tres campanadas del cuarto para las ocho, odiosas entonces, como resuenan en mi corazón. ¡Los años endulzaron su sonido y su significado! Hasta que un día viniendo del puerto por Condell, busqué instintivamente el reloj de siempre. Quedaba el vacío de su propia torre".
Luego, otro ángulo del recuerdo lo mueve hacia lo alto del cerro Bellavista: "En las cercanías de la plaza Victoria, enclavadas en los faldeos del cerro, había tres chimeneas de la Compañía de Gas, que cien pintores dibujamos con sus sueltos penachos de humo negro al viento, tal como una loca cabellera al viento. Un mal día, bueno para el progreso, nos borraron el tema".
LA IGLESIA DE LOS CUATRO RELOJES
Para mí, la iglesia del Espíritu Santo era, ante todo, "la iglesia de los cuatro relojes", cada uno dando las horas en una dirección distinta, en cada uno de los cuatro costados de la torre. En el perdido paisaje, hoy reemplazado por otro que no tiene nada que ver, su torre se levantaba como un faro sobre las copas de los árboles de la plaza, embellecía el entorno, nos hacía recordar la historia. La llegada a su puerta de los restos de Prat, bajo los altos arcos fúnebres que llenaron de negras banderas la ciudad. La muerte venía a reencontrarse con ese momento en que, en plena vida y apostura, pasó por esa misma puerta para enlazar su brazo de gala al de la gentil Carmela Carvajal. Los veo caminando sobre la alfombra roja que salía de la casa de Prat (hoy está allí el Club Naval) para, cruzando la bocacalle, detenerse solamente frente al ornamentado altar.
También casó en ella Raúl Edwads Mac Clure Ferrari. Carmela, a su vez, vivía en la Calle del Circo, donde vivía con su tía Clara. La calle hoy se llama Agustín Edwards.
Para quien se interese por conocer más de esta iglesia incomprensiblemente echada abajo, después de haber sido construida en 1872 y construir un patrimonio que nunca debió ser destruido, recomiendo leer la reseña histórica de David O. Toledo, relacionador público del Seminario San Rafael y antiguo colaborador de los diarios de Valparaíso.
Eran los años de los seiscientos barcos en la bahía. La ciudad tenía dos conventos, cada uno en un extremo de la ciudad: al final del Almendral, los Doce Apóstoles; en el barrio portuario, La Matriz. "Equidistante de ambas, iba a nacer la Parroquia del Espíritu Santo". Pero iban a demorar diecinueve años en obtener los feligreses porteños el permiso del arzobispo metropolitano Rafael Valentín Valdivieso y gracias a que los Padres Agustinos "no prosperaron en su nuevo convento de la plaza Orrego, (hoy Victoria), se obtuvo del Papa la eliminación de dicho convento y la construcción del que iba a ser el emblemático Espíritu Santo, el cual fue refaccionado por el presbítero Salvador Donoso, que aún da su nombre a una calle de Valparaíso".
Cien años duró la Iglesia del Espíritu Santo. A lo mejor pudo haber durado más, sin restar el señorío que tuvo esa parte del centro de la ciudad, y dejando en cambio un indestructible edificio de departamentos que no comunica elegancia ni significado histórico a un lugar que fuera tan significativo en cuanto a la historia de la propia plaza Victoria, que tanto tiene que contarnos. La verde mansión de la familia Ross Edwards dejó sus terrenos a la actual Catedral, reconstruida después del terremoto que desplomó su nave.
Desgraciadamente, hecha está nuestra existencia como ciudad puerto, de sendas calamidades: naufragios, terremotos, incendios, aparte de la culpa que cabe a quienes tuvieron la misión de velar por ella, que algún día, esperada o inesperadamente, iba a ser ungida de todos modos, como Patrimonio de la Humanidad.
Pude resignarme a que demolieran muchas cosas cercanas al Espíritu Santo, como el porteñísimo y bello Teatro Valparaíso. El edificio del Club Naval, que se levantó en el mismo lugar donde viviera el héroe Arturo Prat, lo hizo con la belleza que semejante nombre merecía. Las tres chimeneas a gas que evoca Camilo Mori. El edificio Crucero del Instituto de Previsión, frente a la plaza Victoria, con sus barandas de bronce, su hermoso y amplio salón donde se bailaba, se leían diarios y revistas y se respiraba desde su largo balcón saliente el espacio y el canto de los pájaros de los árboles. Con muchos porteños, viví duelo por la demolición del antiguo quiosco de fierro forjado, reemplazado por otro, "de líneas modernas, abstractas", que se vino al suelo, y no le abría paso al hombre del trombón, en plaza Victoria.
Pero... pasear por Valparaíso, llegar a ese lugar privilegiado, y no ver las columnas esbeltas del templo, su reloj de cuatro lados, su torre que marcó el tiempo como ninguna... sigue siendo melancólico, como para verterlo, en algo que parecía un juego, y luego en una crónica, en donde, al menos por un instante... no vuelva a desaparecer.
Esmeralda 1002, Valparaíso, Chile
Teléfonos: (56 32) 264230 - 264231
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viernes, 19 de noviembre de 2010
25 bienes patrimoniales recibirán nuevos fondos para su reconstrucción
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viernes 19 de noviembre de 2010
viernes 19 de noviembre de 2010
La Sala Arrau del Teatro Municipal y la casa natal de Violeta Parra en San Carlos son algunos de los inmuebles que tendrán apoyo del Consejo de la Cultura. Se entregará un total de $1.700 millones.
Constanza Rojas V.
En octubre se anunció que 14 inmuebles con valor patrimonial recibirían fondos del Consejo de la Cultura para su reconstrucción tras el terremoto de febrero. El total de los montos asignados llegó a los $900 millones.
Ayer, el Programa de Apoyo a la Reconstrucción del Patrimonio Material anunció un nuevo aporte: $1.700 millones adicionales serán asignados a otros 25 proyectos de recuperación. "Se hizo porque la cantidad de postulaciones que llegó para la etapa anterior fue muy alta, lo que implica que había una necesidad importante en términos de reconstrucción en esta área. Y se probó que el sistema resulta ser muy exitoso", dice el ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke.
En este programa el Estado asigna fondos con un máximo de $100 millones por proyecto, y éste debe tener comprometida la misma cantidad por parte de la empresa privada. Para esto se hace uso de la Ley de Donaciones Culturales. ¿Y de dónde provienen estos fondos extras? El ministro explica que los recursos se transfirieron desde otros programas, como el de la red de centros culturales, que no usaron la totalidad de lo asignado para este período 2010, sin que eso afecte los fondos que recibirán para el año 2011.
La Sala Arrau del Teatro Municipal de Santiago; la capilla de la Hacienda Los Lingues, en San Fernando, y la casa natal de Violeta Parra, en San Carlos, son algunos de los inmuebles seleccionados. Así también la Iglesia San Francisco de Chillán, el salón de actos de la Iglesia San Ignacio, de Santiago, y la escuela Marta Valdés de Calleuque, de Peralillo.
Desde capillas hasta fachadas
Casa de Violeta Parra, San Carlos
(VIII Región, recibió $20 millones)
La casa en que nació Violeta Parra no se encontraba en buenas condiciones al momento del terremoto, que la dañó aún más. Al jurado le pareció una buena oportunidad para restaurarla: "No podíamos dejarla pasar, es un monumento tremendamente simbólico. Es un inmueble modesto, como el origen de Violeta, y quedará habilitado para ser visitado por el público. La postuló la Municipalidad de San Carlos, y ellos aportan el cofinanciamiento con fondos propios", dice Juan Lund, presidente del jurado que evaluó los proyectos.
Sala Arrau, Teatro Municipal de Santiago
(RM, recibió $100 millones)
"Este fondo es fundamental para restaurar la sala Claudio Arrau que quedó severamente dañada", dice Andrés Rodríguez, director del Teatro Municipal. "Tiene daños en el techo, en todas las yeserías, y hay muchas grietas. Estos recursos nos permitirán restaurar íntegramente este espacio que destinamos bastante a los jóvenes, las óperas infantiles y la música de cámara. Comenzaremos a trabajar el 15 de enero".
Capilla de la Hacienda Los Lingues, San Fernando
(VI Región, $31 millones)
La hacienda es de carácter privado, pero su capilla está abierta a la comunidad y es utilizada cotidianamente. "Es una construcción típica de adobe de la zona campestre de Colchagua, y sufrió separaciones de muros y hundimientos de techumbres. Está bien dañada", explica Lund. Y Óscar Acuña, secretario ejecutivo del Consejo de Monumentos, opina: "Las recuperaciones de estos inmuebles en zonas como San Fernando dan una señal potente para el entorno y el resto de las áreas afectadas, de que están pasando cosas en torno al patrimonio".
Fachada de la Plaza de Armas de Curepto
(VII Región, $14 millones)
"A pesar de que se trata de una casa particular, nos acogimos a que es Zona Típica", explica Lund acerca de este fondo entregado para restaurar la fachada de un inmueble. "El jurado estimó importante la recuperación del entorno urbano de la Plaza de Armas de Curepto, porque es un conjunto urbanístico rural absolutamente representativo del estilo de construcción de la zona, con los pasillos, las galerías y la construcción en adobe", agrega. Y Acuña se suma: "Curepto es un lugar muy emblemático: refleja a un Chile tradicional que se había podido conservar a pesar de todos los embates de la naturaleza. Su recuperación es significativa".
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jueves, 18 de noviembre de 2010
33 mineros chilenos estarán presentes en la gala de "CNN Heroes"
http://www.emol.com/
Jueves 18 de Noviembre de 2010 14:42
Emol Cultura y Espectáculos
Los trabajadores y cinco rescatistas viajarán como invitados a Los Angeles para participar de la ceremonia anual, que será transmitida por la cadena de noticias.
Anderson Cooper entrega uno de los premios de ''CNN Heroes'' en la edición 2009 de la premiación.
Foto: Archivo El Mercurio
SANTIAGO.- La cadena CNN confirmó que los 33 mineros chilenos que fueron rescatados ilesos tras 69 días atrapados, estarán presentes como invitados en Los Angeles para la edición de este año de "CNN Heroes".
Este jueves 25 de noviembre la cadena de noticias transmitirá el programa "Héroes CNN: Un Tributo a las Estrellas", un espacio en el que se destaca a personas que con acciones de su diario vivir ayudan a cambiar el mundo.
"Las acciones heroicas del rescate de estos mineros fue uno de los eventos más inspiradores y unificadores que hemos visto este año (...) Esperamos que nuestra audiencia alrededor del mundo se sienta conmovida por la historia de este rescate, además de las historias de los 10 héroes seleccionados este año", manifestó Jim Walton, presidente de CNN Worldwide.
Además de la presencia de todos los trabajadores que estuvieron atrapados en la mina San José, cinco de los rescatistas también viajarán a Estados Unidos para participar de la cita.
La gala conducida por Anderson Cooper, uno de los presentadores principales de la cadena, se realizará en el Shrine Auditorium de Los Angeles, y en ella se honrará a 10 héroes que han sido seleccionados de cerca de 10 mil personas nominadas, enviadas desde un centenar de países.
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La Segunda online
Jueves 18 de Noviembre de 2010
Fuente :EFE
Washington.- Los 33 mineros chilenos que estuvieron 69 días bajo tierra, a casi 700 metros de profundidad, a causa de un derrumbe en una mina llegaron hoy a EE.UU. donde participarán el próximo jueves en un programa televisivo de rinde “tributo a los héroes”.
El programa de CNN, que se difundirá en todo el mundo el 25 de noviembre, Día de Acción de Gracias, rinde homenaje a “personas comunes que cambian el mundo,” según la descripción de la cadena.
Los 33 mineros chilenos están entre los finalistas para el título de “persona del año” que otorga la revista Time y se ha desatado una reñida competencia por obtener los derechos para llevar al cine su historia.
Los “33 de Atacama,” como son conocidos por la región norteña donde se encuentra la mina San José, de la que salieron con vida por tandas los pasados 12 y 13 de octubre, llegaron hoy a Atlanta desde Chile y en el Aeropuerto Internacional Hartsfield Jackson tomaron otro avión rumbo a Los Ángeles, donde se grabará el programa.
Junto a los mineros, que “firmaron banderas” en el aeropuerto de Atlanta a personas que acudieron a saludarles, según la CNN, viajan cinco de los trabajadores que bregaron para mantenerlos con vida y sacarlos del túnel a unos 700 metros de profundidad donde habían quedado atrapados el 5 de agosto.
"Quiero ver el mundo,” dijo el minero Richard Villarroel cuando el grupo abordaba el avión anoche en Santiago de Chile, según CNN.
Villarroel afirmó que conoce todo Chile, pero “no ha visto el resto del mundo,” salvo Argentina, país que ya visitó.
Durante su gira por Estados Unidos los mineros y sus acompañantes recorrerán el sur de California y visitarán Los Ángeles y Hollywood durante el fin de semana.
Según CNN, los trabajadores chilenos fueron invitados al programa "Héroes” porque “simbolizan la capacidad de adaptación, de resistencia y de persistencia del espíritu humano”.
"El salvamento de los mineros fue un momento que unió al planeta,” según CNN, que ha recibido 10.000 candidaturas de “héroes" de más de 100 países.
La lista se ha reducido ahora a diez candidatos y el “héroe” (o heroína) del año será elegido por voto del público y anunciado durante el programa.
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Justo cuando la actriz y cantante Cher marcaba sus manos en el Paseo de las Estrellas de Los Angeles, California, los 33 mineros y cinco de los rescatistas de la mina San José -de visita en EE.UU. por invitación de la cadena CNN- paseaban en bus por Hollywood Boulevard, robándose por unos minutos la atención de la prensa que captaba las imágenes de la intérprete de "Believe". Liderado por Mario Sepúlveda (de sombrero), el grupo de chilenos asistirá el jueves al programa "Héroes CNN: Un tributo a las estrellas". C 6
http://www.emol.com/
viernes 19 de noviembre de 2010
Llegaron ayer a Los Angeles:
Los mineros gozan de la vida en Hollywood
Fueron recibidos como héroes por el alcalde y se toparon con Cher en el Paseo de las Estrellas.
"Mi casa es su casa", les dijo el alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, a modo de bienvenida. El edil -primer hispano en ostentar dicho cargo desde 1872- recibió con parabienes en español a los mineros del yacimiento San José, quienes arribaron ayer a California tras volar previamente desde Santiago y hacer escala en Atlanta (Georgia). También viajaron cinco rescatistas de la "Operación San Lorenzo".
La delegación se trasladó desde el aeropuerto angelino a bordo de dos buses escoltados. Al llegar al hotel, los aguardaba la máxima autoridad de la megápolis, a la que se desplazaron para participar en la grabación del especial "Héroes", de la cadena CNN, que se transmitirá durante el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, el próximo 25 de noviembre.
La cita, que se desarrollará en el Auditorio Shrine de L.A., contará con un reparto estelar. Ya confirmaron su presencia las actrices Jessica Alba, Halle Berry, Eva Longoria, Marisa Tomei, Demi Moore y Renée Zellweger; los actores Kiefer Sutherland, Aaron Eckhart y Gerald Butler; y los cantantes Jon Bon Jovi, John Legend y LL Cool J.
La ceremonia servirá también para honrar a los diez principales "héroes" de 2010, elegidos por votación popular. De dicho top ten emergerá un elegido, que recibirá 100 mil dólares. El jurado a cargo de escogerlo tiene como integrantes a Muhammad Ali y Ricky Martin, entre otros. Los chilenos no corren por el premio: sólo asistirán como invitados para recibir un homenaje.
Junto a Cher
Pero los mineros ya vivieron anoche un primer contacto con las luminarias.
Tras el encuentro con Villaraigosa, tomaron un bus para conocer la ciudad. En pleno recorrido por Hollywood Boulevard, se toparon con el acto en que la que la cantante y actriz Cher ponía sus manos y pies en el Paseo de las Estrellas, justo frente al Teatro Chino.
Justo cuando la actriz y cantante Cher marcaba sus manos en el Paseo de las Estrellas de Los Angeles, California, los 33 mineros y cinco de los rescatistas de la mina San José paseaban en bus por Hollywood Boulevard
Foto:AP
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www.emol.com
Sábado 20 de Noviembre del 2010
100 Líderes 2010
Mineros
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Domingo 21 de Noviembre de 2010
EMOL TV
"Los 33" fueron héroes en Los Angeles
Los 33 son ovacionados en Hollywood
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LA NACIÓN DOMINGO
Domingo 21 de noviembre de 2010
Mineros chilenos fueron ovacionados en programa de CNN
Los “33 de Atacama” fueron homenajeados y aplaudidos durante un show repleto de estrellas del cine y la música, en Los Angeles, EEUU. Los mineros cantaron el himno chileno al ser agasajados por las figuras de Hollywood.
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Jueves 18 de Noviembre de 2010 14:42
Emol Cultura y Espectáculos
Los trabajadores y cinco rescatistas viajarán como invitados a Los Angeles para participar de la ceremonia anual, que será transmitida por la cadena de noticias.
Anderson Cooper entrega uno de los premios de ''CNN Heroes'' en la edición 2009 de la premiación.
Foto: Archivo El Mercurio
SANTIAGO.- La cadena CNN confirmó que los 33 mineros chilenos que fueron rescatados ilesos tras 69 días atrapados, estarán presentes como invitados en Los Angeles para la edición de este año de "CNN Heroes".
Este jueves 25 de noviembre la cadena de noticias transmitirá el programa "Héroes CNN: Un Tributo a las Estrellas", un espacio en el que se destaca a personas que con acciones de su diario vivir ayudan a cambiar el mundo.
"Las acciones heroicas del rescate de estos mineros fue uno de los eventos más inspiradores y unificadores que hemos visto este año (...) Esperamos que nuestra audiencia alrededor del mundo se sienta conmovida por la historia de este rescate, además de las historias de los 10 héroes seleccionados este año", manifestó Jim Walton, presidente de CNN Worldwide.
Además de la presencia de todos los trabajadores que estuvieron atrapados en la mina San José, cinco de los rescatistas también viajarán a Estados Unidos para participar de la cita.
La gala conducida por Anderson Cooper, uno de los presentadores principales de la cadena, se realizará en el Shrine Auditorium de Los Angeles, y en ella se honrará a 10 héroes que han sido seleccionados de cerca de 10 mil personas nominadas, enviadas desde un centenar de países.
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La Segunda online
Jueves 18 de Noviembre de 2010
Fuente :EFE
Washington.- Los 33 mineros chilenos que estuvieron 69 días bajo tierra, a casi 700 metros de profundidad, a causa de un derrumbe en una mina llegaron hoy a EE.UU. donde participarán el próximo jueves en un programa televisivo de rinde “tributo a los héroes”.
El programa de CNN, que se difundirá en todo el mundo el 25 de noviembre, Día de Acción de Gracias, rinde homenaje a “personas comunes que cambian el mundo,” según la descripción de la cadena.
Los 33 mineros chilenos están entre los finalistas para el título de “persona del año” que otorga la revista Time y se ha desatado una reñida competencia por obtener los derechos para llevar al cine su historia.
Los “33 de Atacama,” como son conocidos por la región norteña donde se encuentra la mina San José, de la que salieron con vida por tandas los pasados 12 y 13 de octubre, llegaron hoy a Atlanta desde Chile y en el Aeropuerto Internacional Hartsfield Jackson tomaron otro avión rumbo a Los Ángeles, donde se grabará el programa.
Junto a los mineros, que “firmaron banderas” en el aeropuerto de Atlanta a personas que acudieron a saludarles, según la CNN, viajan cinco de los trabajadores que bregaron para mantenerlos con vida y sacarlos del túnel a unos 700 metros de profundidad donde habían quedado atrapados el 5 de agosto.
"Quiero ver el mundo,” dijo el minero Richard Villarroel cuando el grupo abordaba el avión anoche en Santiago de Chile, según CNN.
Villarroel afirmó que conoce todo Chile, pero “no ha visto el resto del mundo,” salvo Argentina, país que ya visitó.
Durante su gira por Estados Unidos los mineros y sus acompañantes recorrerán el sur de California y visitarán Los Ángeles y Hollywood durante el fin de semana.
Según CNN, los trabajadores chilenos fueron invitados al programa "Héroes” porque “simbolizan la capacidad de adaptación, de resistencia y de persistencia del espíritu humano”.
"El salvamento de los mineros fue un momento que unió al planeta,” según CNN, que ha recibido 10.000 candidaturas de “héroes" de más de 100 países.
La lista se ha reducido ahora a diez candidatos y el “héroe” (o heroína) del año será elegido por voto del público y anunciado durante el programa.
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Justo cuando la actriz y cantante Cher marcaba sus manos en el Paseo de las Estrellas de Los Angeles, California, los 33 mineros y cinco de los rescatistas de la mina San José -de visita en EE.UU. por invitación de la cadena CNN- paseaban en bus por Hollywood Boulevard, robándose por unos minutos la atención de la prensa que captaba las imágenes de la intérprete de "Believe". Liderado por Mario Sepúlveda (de sombrero), el grupo de chilenos asistirá el jueves al programa "Héroes CNN: Un tributo a las estrellas". C 6
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viernes 19 de noviembre de 2010
Llegaron ayer a Los Angeles:
Los mineros gozan de la vida en Hollywood
Fueron recibidos como héroes por el alcalde y se toparon con Cher en el Paseo de las Estrellas.
"Mi casa es su casa", les dijo el alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, a modo de bienvenida. El edil -primer hispano en ostentar dicho cargo desde 1872- recibió con parabienes en español a los mineros del yacimiento San José, quienes arribaron ayer a California tras volar previamente desde Santiago y hacer escala en Atlanta (Georgia). También viajaron cinco rescatistas de la "Operación San Lorenzo".
La delegación se trasladó desde el aeropuerto angelino a bordo de dos buses escoltados. Al llegar al hotel, los aguardaba la máxima autoridad de la megápolis, a la que se desplazaron para participar en la grabación del especial "Héroes", de la cadena CNN, que se transmitirá durante el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, el próximo 25 de noviembre.
La cita, que se desarrollará en el Auditorio Shrine de L.A., contará con un reparto estelar. Ya confirmaron su presencia las actrices Jessica Alba, Halle Berry, Eva Longoria, Marisa Tomei, Demi Moore y Renée Zellweger; los actores Kiefer Sutherland, Aaron Eckhart y Gerald Butler; y los cantantes Jon Bon Jovi, John Legend y LL Cool J.
La ceremonia servirá también para honrar a los diez principales "héroes" de 2010, elegidos por votación popular. De dicho top ten emergerá un elegido, que recibirá 100 mil dólares. El jurado a cargo de escogerlo tiene como integrantes a Muhammad Ali y Ricky Martin, entre otros. Los chilenos no corren por el premio: sólo asistirán como invitados para recibir un homenaje.
Junto a Cher
Pero los mineros ya vivieron anoche un primer contacto con las luminarias.
Tras el encuentro con Villaraigosa, tomaron un bus para conocer la ciudad. En pleno recorrido por Hollywood Boulevard, se toparon con el acto en que la que la cantante y actriz Cher ponía sus manos y pies en el Paseo de las Estrellas, justo frente al Teatro Chino.
Justo cuando la actriz y cantante Cher marcaba sus manos en el Paseo de las Estrellas de Los Angeles, California, los 33 mineros y cinco de los rescatistas de la mina San José paseaban en bus por Hollywood Boulevard
Foto:AP
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Sábado 20 de Noviembre del 2010
100 Líderes 2010
Mineros
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Domingo 21 de Noviembre de 2010
EMOL TV
"Los 33" fueron héroes en Los Angeles
Los 33 son ovacionados en Hollywood
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LA NACIÓN DOMINGO
Domingo 21 de noviembre de 2010
Mineros chilenos fueron ovacionados en programa de CNN
Los “33 de Atacama” fueron homenajeados y aplaudidos durante un show repleto de estrellas del cine y la música, en Los Angeles, EEUU. Los mineros cantaron el himno chileno al ser agasajados por las figuras de Hollywood.
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lunes, 15 de noviembre de 2010
Intendente de Santiago pide donaciones a empresas para reconstruir 59 edificios patrimoniales:
http://www.emol.com/
Fecha: 15 de noviembre de 2010
Fernando Echeverría busca recursos para costear los US$ 86 millones que exigirán estas obras:
$ 7.387 millones es el costo de restauración.
$2.000 millones es el costo de reconstrucción calculado por la autoridad metropolitana.
Catedral de Santiago
El proyecto de recuperación de la Catedral, que venía de 2009, tuvo que ser revisado tras el terremoto.
U. de Chile En este caso también se considera la ampliación de la Casa Central de la entidad.
La rehabilitación de edificios históricos representa el 18% de los costos en reparaciones post 27/F hasta el 2014. La cifra es la más demandante para el gobierno regional tras la destinada a vivienda.
MARCO GUTIÉRREZ V.
La reconstrucción de los edificios patrimoniales en la Región Metropolitana es la que requiere de más recursos después del sector vivienda, y para apurar los trabajos, la Intendencia de Santiago apuesta a captar dineros del sector privado.
Basílica del Salvador
La Iglesia no fue reparada tras el terremoto de 1985 y el sismo de febrero la destruyó aún más.
Foto:MANUEL HERRERA
La Catedral de Santiago, la Basílica del Salvador, la Casa de la Cultura de San Bernardo, la Iglesia y Claustro San Agustín de Melipilla y la Casa Central de la Universidad de Chile integran el listado de 59 recintos de este tipo que sufrieron el impacto del terremoto del 27/F.
La Intendencia de Santiago estimó en US$ 86,3 millones los daños patrimoniales -incluidos 19 monumentos históricos-, cifra que representa el 18% de los US$ 486 millones que costará la reconstrucción de la Región Metropolitana hasta 2014.
Tras culminar la fase de emergencia posterremoto, una de las principales preocupaciones del intendente de la RM, Fernando Echeverría, es conseguir recursos para rehabilitar los edificios históricos de la región. Por ello, ha estado enfocado en postular a las diversas instancias públicas para lograr fondos, donde compite todo el país, y en obtener dineros para realizar el diseño de las obras de reparación de 45 recintos que aún no tienen lista esa fase, que es clave por lo delicado de los trabajos posteriores.
Pero Echeverría también efectuó un llamado a las empresas privadas "para que a través de la ley de donaciones se hagan cargo o apadrinen algunas de las obras patrimoniales, especialmente en sectores donde estén instaladas sus producciones". Indicó que las compañías deben acordarse que "estos edificios son parte de nuestra historia, de nuestra cultura, no podemos dejarlas de lado".
Los proyectos de diseño de recuperación de estructuras patrimoniales exigirán a la autoridad reunir 51.000 UF, unos $1.100 millones.
$ 250 millones es el presupuesto para reconstrucción.
Casa de la Cultura de San Bernardo
Esta casa patronal edificada a comienzos de 1900 perteneció a la familia García de la Huerta, propietaria de un extenso fundo que hoy es San Bernardo. Aquí se realizan actividades artísticas y culturales.
Aunque aún no parte la campaña fuerte de solicitud de donaciones para este sector, Echeverría indicó que la firma de origen japonés Mitsubishi aportó $25 millones para el trabajo de diseño de la restauración de la Casa de la Cultura de San Bernardo.
El intendente recordó, además, que el 20% de los dineros requeridos para la reparación de colegios de la Región Metropolitana ha provenido de donaciones.
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Fecha: 15 de noviembre de 2010
Fernando Echeverría busca recursos para costear los US$ 86 millones que exigirán estas obras:
$ 7.387 millones es el costo de restauración.
$2.000 millones es el costo de reconstrucción calculado por la autoridad metropolitana.
Catedral de Santiago
El proyecto de recuperación de la Catedral, que venía de 2009, tuvo que ser revisado tras el terremoto.
U. de Chile En este caso también se considera la ampliación de la Casa Central de la entidad.
La rehabilitación de edificios históricos representa el 18% de los costos en reparaciones post 27/F hasta el 2014. La cifra es la más demandante para el gobierno regional tras la destinada a vivienda.
MARCO GUTIÉRREZ V.
La reconstrucción de los edificios patrimoniales en la Región Metropolitana es la que requiere de más recursos después del sector vivienda, y para apurar los trabajos, la Intendencia de Santiago apuesta a captar dineros del sector privado.
Basílica del Salvador
La Iglesia no fue reparada tras el terremoto de 1985 y el sismo de febrero la destruyó aún más.
Foto:MANUEL HERRERA
La Catedral de Santiago, la Basílica del Salvador, la Casa de la Cultura de San Bernardo, la Iglesia y Claustro San Agustín de Melipilla y la Casa Central de la Universidad de Chile integran el listado de 59 recintos de este tipo que sufrieron el impacto del terremoto del 27/F.
La Intendencia de Santiago estimó en US$ 86,3 millones los daños patrimoniales -incluidos 19 monumentos históricos-, cifra que representa el 18% de los US$ 486 millones que costará la reconstrucción de la Región Metropolitana hasta 2014.
Tras culminar la fase de emergencia posterremoto, una de las principales preocupaciones del intendente de la RM, Fernando Echeverría, es conseguir recursos para rehabilitar los edificios históricos de la región. Por ello, ha estado enfocado en postular a las diversas instancias públicas para lograr fondos, donde compite todo el país, y en obtener dineros para realizar el diseño de las obras de reparación de 45 recintos que aún no tienen lista esa fase, que es clave por lo delicado de los trabajos posteriores.
Pero Echeverría también efectuó un llamado a las empresas privadas "para que a través de la ley de donaciones se hagan cargo o apadrinen algunas de las obras patrimoniales, especialmente en sectores donde estén instaladas sus producciones". Indicó que las compañías deben acordarse que "estos edificios son parte de nuestra historia, de nuestra cultura, no podemos dejarlas de lado".
Los proyectos de diseño de recuperación de estructuras patrimoniales exigirán a la autoridad reunir 51.000 UF, unos $1.100 millones.
$ 250 millones es el presupuesto para reconstrucción.
Casa de la Cultura de San Bernardo
Esta casa patronal edificada a comienzos de 1900 perteneció a la familia García de la Huerta, propietaria de un extenso fundo que hoy es San Bernardo. Aquí se realizan actividades artísticas y culturales.
Aunque aún no parte la campaña fuerte de solicitud de donaciones para este sector, Echeverría indicó que la firma de origen japonés Mitsubishi aportó $25 millones para el trabajo de diseño de la restauración de la Casa de la Cultura de San Bernardo.
El intendente recordó, además, que el 20% de los dineros requeridos para la reparación de colegios de la Región Metropolitana ha provenido de donaciones.
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sábado, 13 de noviembre de 2010
Los tesoros del Club de la Unión
http://www.emol.com/
sábado 13 de noviembre de 2010
Tres años duró la construcción del edificio proyectado por Alberto Cruz Montt. Fue inaugurado en 1925
Elegancia, refinamiento y sobriedad se respiran en cada uno de los salones del edificio de marcado estilo francés que alberga al Club de la Unión desde 1925, proyectado por el arquitecto Alberto Cruz Montt. Una estética lograda a través de importantes obras de pintores nacionales y extranjeros, muebles comprados en Europa y cientos de piezas hechas en Chile por el propio Cruz Montt, tal como lo demuestra el reciente catastro realizado por Monge, Besa y Edwards.
Texto y producción, Beatriz Montero Ward Fotografías, Patricio Ulloa M.
En el pasillo sur del segundo piso: escultura de mármol blanco con base tallada con ángeles, firmada Studio Andreoni, Roma (1800-1900).
Amoblado francés con tapiz de Aubusson que forma parte del mobiliario de este salón del segundo nivel.
Era Agosto de 1925 y aunque el edificio proyectado por el reconocido arquitecto Alberto Cruz Montt, emplazado en plena Alameda -entre las calles Nueva York y Bandera- no estaba aún totalmente terminado, la institución del Club de la Unión (creada en 1864) decidió efectuar su traslado. Para inaugurar su nueva sede, de marcado estilo francés, dio en los salones una suntuosa recepción, a la cual asistieron miembros del gobierno, altos funcionarios públicos y las personalidades más distinguidas de Santiago. Fue la ocasión perfecta para que los socios e invitados admiraran las flamantes dependencias de este verdadero palacio, todas "lujosamente ornamentadas", como indica Guillermo Edwards Matte en el libro que publicara en 1944 con motivo de los ochenta años del club.
Cómoda francesa con marquetería, cariátides de bronce y cubierta de mármol negro. Está en el Salón Francés.
Sobre la cubierta de chimenea de este mismo salón hay un reloj de bronce con figuras de ángeles.
La biblioteca, situada en el tercer piso, alberga más de cinco mil libros sobre filosofía y religión de los siglos XVIII y XIX que fueron donados por Ricardo Dávila Silva.
Tal como lo demuestran los pocos documentos y textos que dan cuenta de la historia de esta institución, que nació como un espacio de reunión y encuentro social, desde sus inicios estuvo siempre latente la preocupación de ambientar sus sedes con buen gusto y confort. Así, por ejemplo, en la primera casa que la albergó, los principales adornos de los salones eran seis grandes cuadros que representaban santos famosos de la iglesia, y que habían sido prestados por doña Dolores Ramírez de Ortúzar. En su tercera ubicación (Alameda 139, entre Ahumada y Estado), en cambio, el menaje era bastante más lujoso y fue casi en su totalidad traído desde el Viejo Continente, tal como se da cuenta en el Álbum del Club de 1926: "Se hicieron importantes encargos de muebles, tripes, cortinajes, lámparas, vajillas, etc., a Europa, todo esto de altos precios y de lo mejor conocido. La vajilla sobre todo era sumamente valiosa y llamaba la atención por su acabada fabricación artística". Con todo ello se ambientaron salones, salas de póquer, billares y comedores entre otros, bajo la dirigencia de Don Luis Cousiño quien era entonces el presidente de la institución. Este hombre de inmensa fortuna, finos modales y gusto por el arte trató de imprimirle al club el estilo y la elegancia que "él había notado en las grandes y rancias aristocracias del viejo mundo", puntualiza el Álbum.
Una de las luminarias más interesantes es la del Gran Hall. Se trata de una pieza de bronce y cristal de Baccarat.
Fue todo ese conjunto, sumado a muchas obras de arte que con el transcurso de los años fueron donando los mismos socios, diplomáticos y ministros extranjeros, las que se trasladaron para llenar los amplios espacios del edificio de cinco pisos diseñado por Cruz Montt. "Se trata de una construcción espectacular en su concepción, cuyo alhajamiento es una lección de dignidad, buen gusto y excelente selección", indica Francisco Monge, quien junto a Luis Enrique Besa y Domingo Edwards acaba de terminar un acucioso catastro de cada una de las piezas ornamentales de este sitio de valor patrimonial.
De Pedro Lira es este óleo titulado "Romeo y Julieta". Está ubicado en el muro de la chimenea, en la gran sala de lectura de la biblioteca.
"Es notable -agrega- la forma en que este arquitecto, quizás con pocos recursos, escogió lo más apropiado para imprimir esa estética deslumbrante y bien masculina que se aprecia en cada uno de los rincones del edificio". Porque si bien esta nueva sede, que hasta el día de hoy permanece intacta, fue puesta con un buen número de muebles europeos, como las cómodas y conjuntos de sofá y sillones del Salón Francés, gran parte del mobiliario, que es de los más variados estilos, fue realizado por el propio Cruz Montt. Incluso, muchas de las lámparas holandesas y apliqués de bronce se deben, también, a su creatividad y fueron fundidos por Foradori.
Ulises y Calypso se llama esta escultura de Rebeca Matte, obsequiada al club por la propia autora.
En el conjunto destacan las luminarias de cristal, todas francesas, que dan vida a salones y salas, pero sobre todo resulta imponente y de notable valor la que ilumina el Gran Hall. Asimismo, destacan en el corredor de la entrada un par de gobelinos y una enorme escultura, "Ulises y Calypso", que obsequió su autora, Rebeca Matte. Más allá, en la sala con chimenea, se impone una gran tapicería y una garniture de bronce y mármol compuesta por reloj y dos candelabros de ocho luces cada uno. "Si bien todos los espacios son muy atractivos, los más interesantes están en el primero, segundo y tercer piso", indica Monge.
"Salida del Cuzco hacia Chile", óleo de Fray Pedro Subercaseaux, se aprecia en una de las galerías del segundo piso.
Pero sin lugar a dudas que uno de los mayores tesoros de este club es su notable pinacoteca, repartida en todo el edificio. Esta compuesta por más de ciento ochenta obras (óleos, acuarelas, dibujos y grabados) de pintores tan notables como Alfredo Helsby, Thomas Somerscales, Benito Rebolledo Correa, Rafael Correa, Félix Ziem, Álvaro Casanova Zenteno, Alberto Orrego Luco y Carlos Ossandón, entre muchos otros. Entre todos, destacan dos importantes cuadros, "Salida del Cuzco hacia Chile" y "Batalla de Rancagua", de Fray Pedro Subercaseaux; "Otoño", "Hora Solemne" y "Primavera en Lo Contador" de Alberto Valenzuela Llanos; "Romeo y Julieta" de Pedro Lira, y varios retratos de mujeres ejecutados por Marcial Plaza Ferrand.
En materia de esculturas, se encuentran en este edificio bronces de Carrier Belleuse, del francés Eugène Antoine Aizelin, de D. Alonzo, Falgviere, Fernand Dubois y Henri Michel Chapu (1833-1891); piezas de mármol del francés Charles Raphael Peyre (1872-1949), del estudio italiano Andreoni (1800-1900) y algunas interesantes terracotas.
"La combinación de todas estas cosas es perfecta, y lo más notable es que muchas piezas de arte de excelente calidad corresponden a donaciones. Este club es el reflejo del espíritu y del gusto que primó en Chile en una época", afirma Monge.
Texto y producción, Beatriz Montero Ward Fotografías, Patricio Ulloa M..
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sábado 13 de noviembre de 2010
Tres años duró la construcción del edificio proyectado por Alberto Cruz Montt. Fue inaugurado en 1925
Elegancia, refinamiento y sobriedad se respiran en cada uno de los salones del edificio de marcado estilo francés que alberga al Club de la Unión desde 1925, proyectado por el arquitecto Alberto Cruz Montt. Una estética lograda a través de importantes obras de pintores nacionales y extranjeros, muebles comprados en Europa y cientos de piezas hechas en Chile por el propio Cruz Montt, tal como lo demuestra el reciente catastro realizado por Monge, Besa y Edwards.
Texto y producción, Beatriz Montero Ward Fotografías, Patricio Ulloa M.
En el pasillo sur del segundo piso: escultura de mármol blanco con base tallada con ángeles, firmada Studio Andreoni, Roma (1800-1900).
Amoblado francés con tapiz de Aubusson que forma parte del mobiliario de este salón del segundo nivel.
Era Agosto de 1925 y aunque el edificio proyectado por el reconocido arquitecto Alberto Cruz Montt, emplazado en plena Alameda -entre las calles Nueva York y Bandera- no estaba aún totalmente terminado, la institución del Club de la Unión (creada en 1864) decidió efectuar su traslado. Para inaugurar su nueva sede, de marcado estilo francés, dio en los salones una suntuosa recepción, a la cual asistieron miembros del gobierno, altos funcionarios públicos y las personalidades más distinguidas de Santiago. Fue la ocasión perfecta para que los socios e invitados admiraran las flamantes dependencias de este verdadero palacio, todas "lujosamente ornamentadas", como indica Guillermo Edwards Matte en el libro que publicara en 1944 con motivo de los ochenta años del club.
Cómoda francesa con marquetería, cariátides de bronce y cubierta de mármol negro. Está en el Salón Francés.
Sobre la cubierta de chimenea de este mismo salón hay un reloj de bronce con figuras de ángeles.
La biblioteca, situada en el tercer piso, alberga más de cinco mil libros sobre filosofía y religión de los siglos XVIII y XIX que fueron donados por Ricardo Dávila Silva.
Tal como lo demuestran los pocos documentos y textos que dan cuenta de la historia de esta institución, que nació como un espacio de reunión y encuentro social, desde sus inicios estuvo siempre latente la preocupación de ambientar sus sedes con buen gusto y confort. Así, por ejemplo, en la primera casa que la albergó, los principales adornos de los salones eran seis grandes cuadros que representaban santos famosos de la iglesia, y que habían sido prestados por doña Dolores Ramírez de Ortúzar. En su tercera ubicación (Alameda 139, entre Ahumada y Estado), en cambio, el menaje era bastante más lujoso y fue casi en su totalidad traído desde el Viejo Continente, tal como se da cuenta en el Álbum del Club de 1926: "Se hicieron importantes encargos de muebles, tripes, cortinajes, lámparas, vajillas, etc., a Europa, todo esto de altos precios y de lo mejor conocido. La vajilla sobre todo era sumamente valiosa y llamaba la atención por su acabada fabricación artística". Con todo ello se ambientaron salones, salas de póquer, billares y comedores entre otros, bajo la dirigencia de Don Luis Cousiño quien era entonces el presidente de la institución. Este hombre de inmensa fortuna, finos modales y gusto por el arte trató de imprimirle al club el estilo y la elegancia que "él había notado en las grandes y rancias aristocracias del viejo mundo", puntualiza el Álbum.
Una de las luminarias más interesantes es la del Gran Hall. Se trata de una pieza de bronce y cristal de Baccarat.
Fue todo ese conjunto, sumado a muchas obras de arte que con el transcurso de los años fueron donando los mismos socios, diplomáticos y ministros extranjeros, las que se trasladaron para llenar los amplios espacios del edificio de cinco pisos diseñado por Cruz Montt. "Se trata de una construcción espectacular en su concepción, cuyo alhajamiento es una lección de dignidad, buen gusto y excelente selección", indica Francisco Monge, quien junto a Luis Enrique Besa y Domingo Edwards acaba de terminar un acucioso catastro de cada una de las piezas ornamentales de este sitio de valor patrimonial.
De Pedro Lira es este óleo titulado "Romeo y Julieta". Está ubicado en el muro de la chimenea, en la gran sala de lectura de la biblioteca.
"Es notable -agrega- la forma en que este arquitecto, quizás con pocos recursos, escogió lo más apropiado para imprimir esa estética deslumbrante y bien masculina que se aprecia en cada uno de los rincones del edificio". Porque si bien esta nueva sede, que hasta el día de hoy permanece intacta, fue puesta con un buen número de muebles europeos, como las cómodas y conjuntos de sofá y sillones del Salón Francés, gran parte del mobiliario, que es de los más variados estilos, fue realizado por el propio Cruz Montt. Incluso, muchas de las lámparas holandesas y apliqués de bronce se deben, también, a su creatividad y fueron fundidos por Foradori.
Ulises y Calypso se llama esta escultura de Rebeca Matte, obsequiada al club por la propia autora.
En el conjunto destacan las luminarias de cristal, todas francesas, que dan vida a salones y salas, pero sobre todo resulta imponente y de notable valor la que ilumina el Gran Hall. Asimismo, destacan en el corredor de la entrada un par de gobelinos y una enorme escultura, "Ulises y Calypso", que obsequió su autora, Rebeca Matte. Más allá, en la sala con chimenea, se impone una gran tapicería y una garniture de bronce y mármol compuesta por reloj y dos candelabros de ocho luces cada uno. "Si bien todos los espacios son muy atractivos, los más interesantes están en el primero, segundo y tercer piso", indica Monge.
"Salida del Cuzco hacia Chile", óleo de Fray Pedro Subercaseaux, se aprecia en una de las galerías del segundo piso.
Pero sin lugar a dudas que uno de los mayores tesoros de este club es su notable pinacoteca, repartida en todo el edificio. Esta compuesta por más de ciento ochenta obras (óleos, acuarelas, dibujos y grabados) de pintores tan notables como Alfredo Helsby, Thomas Somerscales, Benito Rebolledo Correa, Rafael Correa, Félix Ziem, Álvaro Casanova Zenteno, Alberto Orrego Luco y Carlos Ossandón, entre muchos otros. Entre todos, destacan dos importantes cuadros, "Salida del Cuzco hacia Chile" y "Batalla de Rancagua", de Fray Pedro Subercaseaux; "Otoño", "Hora Solemne" y "Primavera en Lo Contador" de Alberto Valenzuela Llanos; "Romeo y Julieta" de Pedro Lira, y varios retratos de mujeres ejecutados por Marcial Plaza Ferrand.
En materia de esculturas, se encuentran en este edificio bronces de Carrier Belleuse, del francés Eugène Antoine Aizelin, de D. Alonzo, Falgviere, Fernand Dubois y Henri Michel Chapu (1833-1891); piezas de mármol del francés Charles Raphael Peyre (1872-1949), del estudio italiano Andreoni (1800-1900) y algunas interesantes terracotas.
"La combinación de todas estas cosas es perfecta, y lo más notable es que muchas piezas de arte de excelente calidad corresponden a donaciones. Este club es el reflejo del espíritu y del gusto que primó en Chile en una época", afirma Monge.
Texto y producción, Beatriz Montero Ward Fotografías, Patricio Ulloa M..
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El minero que cantaba canciones de amor
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REVISTA SÁBADO
sábado 13 de noviembre de 2010
Se hizo famoso porque dos mujeres lo esperaban en la superficie. Pero lo que vivió Yonni Barrios allá abajo, atrapado 69 días en la mina San José, ni él lo puede explicar: no sabe cómo aprendió tan rápido a ser el enfermero del grupo ni cómo logró sobrevivir. Admite que hubo conflictos y que al final ya no sentían ni hambre, y critica a los rescatistas. A un mes de regresar a la libertad, ésta es su entrevista más sincera.
Por Arturo Galarce
Sale de un taxi cargando dos bolsas plásticas y con sus lentes de sol pegados a su rostro de piedra. Y de la nada, como arrojados por una fuerza superior, un puñado de personas se arrima a su figura enclenque demandando atención. Le preguntan cómo está, cómo le fue, cómo se ha sentido; lo mismo una y otra vez. Él está de pie. Quieto. Con una serenidad indeleble que lo obliga a lanzar un gesto de compasión que todos, para su suerte, interpretan como el mejor momento para dejarlo en paz. Son las siete y media de la tarde de un jueves. Yonni Barrios regresa del supermercado.
Ahora el minero está sentado en el living de su casa, la de Susana, su pareja. Su mirada se pierde siempre en algún lugar del paisaje rocoso que asoma por la ventana. Sin mediar palabra deja correr una voz delgada y monocorde. "¿Usted quiere saber sobre la mina, cierto?... Ya, en esa mina, yo le voy a decir, pasaron cosas muy extrañas".
Estamos en la población Juan Pablo II, al filo de los cerros, en lo más alto de Copiapó: un laberinto de calles empinadas y casas construidas con pedazos de lo que hubo a mano. Barrios luce cansado. Se le nota, viéndolo cómo estira y mira fijamente esa cruz que pende de su cuello y que no sabe cómo llegó ahí. En la mesa hay un Ipod, y un lápiz de cobre macizo donde se lee Codelco. En el resto del living hay fotos, muchas fotos; un computador, y un altar improvisado con todos los recuerdos que han recopilado de las últimas reuniones con autoridades. También hay una Biblia, ahí mismo, y la réplica de la Fénix II que les regalaron en La Moneda.
La vista abierta hacia el comedor deja en primer plano a Susana, que desempaca las bolsas del supermercado. Ahí, al fondo, sobre un mueble viejo, reposa el casco azul con el que Yonni salió de la mina. Lo tiene ahí, aclara, sólo porque tuvo que llevarlo el último día por su seguridad, y no como recuerdo. Porque de esa mina no quiere recuerdos. No quiere ninguno.
Y por eso habla, dice. Para olvidar.
¿Sospechó algo ese día cuando estaban allá abajo?
-Sí, yo sospeché. Cuando íbamos a empezar a trabajar, justo ese día hubo problemas en ese sector. No cayeron planchones, sino lo de siempre, no más: los crujidos.
Se detiene unos segundos. Da un suspiro y pierde otra vez la mirada.
-Ahí, en esa mina, los últimos crujidos eran muy frecuentes. Uno tras de otro, uno tras de otro.
-¿Tuvo algún accidente previo en la mina?
-Sí, una vez una piedra me golpeó la espalda, pero me salvé. Antes, sí, hubo muertos. Yo muchas veces informé en los repor -así llama a los reportes que entregaba regularmente a sus jefes- que había explosiones de rocas, pero no me creían. Yo las vi. Vi rocas reventarse. Rocas grandes. Se cortan de tal manera que quedan como cuchillas. Cuando yo renuncié una vez a esa misma mina había informado muchos años de que había problemas de explosión de rocas. Y después, mis repor los encontraba botados en la basura. Se los pasaba al mismo Carlos Pinilla, que era jefe de operaciones. Después los empecé a pasar directamente a la administración, pero tampoco hicieron caso.
-¿Quisieron salir antes del derrumbe?
-No le puedo decir. Pasaron cosas, pero no le puedo decir.
-¿Intentaron salir?
-Sí.
-Pero hay una mano más fuerte, ¿no?
-Sí. Claro.
Silencio.
"YONNI, NO ME DEJÍS MORIR ACÁ ABAJO"
Un resumen dirá lo siguiente: que Yonni Barrios Rojas nació el 11 de diciembre de 1959 en Illapel, al sur de la Cuarta Región. Que antes del accidente pesaba 87 kilos y ahora no llega a los 70. Que es Sagitario y que no cree en los signos. Pero que sí cree en Dios, a su manera, claro. Que es hijo del matrimonio entre un minero y una dueña de casa enferma de diabetes y asma. Y que lo poco que tuvo durante la niñez lo compartió con sus nueve hermanos. Que se retiró del colegio en segundo medio. Que la pasó muy mal en el colegio.
"No me gustaba el colegio. Y es porque a mí me dio muy fuerte el acné cuando niño y por eso andaba puro aislado", cuenta, mientras se repasa el rostro con las manos. "¿Suerte con las mujeres? ¿En esa época? No había ninguna posibilidad. Yo era rechazado por la gente. Por los profesores también. Mis papás sabían, pero en ese tiempo la gente era muy ignorante y no se preocupaba de esas cosas. Dejaban que uno se vendiera como fuera. Esa etapa me ayudó mucho ahora, porque un aislamiento es como estar encerrado. Es casi lo mismo. Así que no se me hizo difícil. Y el asunto de ayudar a mis compañeros cuando estaban enfermos, tampoco se me hizo difícil. Tuve que recordar cosas de cuando era niño que me sirvieron.
Yonni se refiere a los días en que debía cuidar las enfermedades de su madre, y a quien se le hizo difícil abandonar cuando llegó con lo puesto a Copiapó, en el 84, en busca de un trabajo en minas.
-Usted dice que pasaron cosas extrañas allá abajo. ¿A qué se refiere con eso?
-A que se me hizo tan fácil ayudar a mis compañeros. Como inyectarlos, como sacarles muestras de sangre, que yo nunca había sacado. Se me hizo muy fácil esa parte. Y eso me parece tan extraño, porque no sé cómo lo aprendí tan rápido. Porque cualquier persona que no tiene mucha práctica en esas cosas se le complica. Yo pienso que eso fue algo como de ayuda de Dios. Así pienso.
Yonni contiene las lágrimas.
-Lo que pasa es que había una persona con todos los síntomas de apendicitis. Y una persona con apendicitis allá abajo era muy complicado. Yo le saqué muestras, le hice los exámenes que me indicó el médico. Él, desde arriba, me dijo que esta cosa se nos estaba complicando y que si esta persona seguía así iba a tener que enviarme los instrumentos para que lo abriera, no más. Él me iba a estar indicando todo lo que tenía que hacer desde arriba. 'Tú tenís que sacarlo no más de la parte húmeda y llevarlo a una parte más seca para que no se vayan a infectar las heridas que van a quedar después de la operación', me dijo.
-¿Cómo se tomaba esa responsabilidad?
-Era una tremenda responsabilidad. Lo bueno era que mi compañero que estaba con ese problema, me dijo a mí... me dijo... 'Yonni, no me dejís morir acá abajo'. Me dijo que quería salir vivo de ahí y que si tenía que operarlo, que lo operara. Al final se curó sólo con el tratamiento. Eso también es extraño, porque, según el doctor, con esos medicamentos, si era apendicitis, no se iba a curar, y que eran solamente para calmar los dolores que tenía.
17 DÍAS DE ESPERA
Hubo días sin ninguna señal. Días en que la incertidumbre calaba hondo, al ritmo de las sondas que penetraban la tierra sin fortuna. Entonces Yonni elegía apartarse del resto de sus compañeros con la excusa de cargar su lámpara en la batería de un camión, galerías más allá. Pero en realidad caminaba. Y cantaba solo, en la oscuridad, la misma canción de Demis Roussos. La de siempre:
"Si tengo que morir, querré que estés allí / Sé que tanto amor, me ayudará a descender al más allá / Entonces diré adiós sin miedo y sin dolor / En la soledad reviviré los años de felicidad".
Lo hacía pensando en Susana. Pensando en que jamás volvería a verla, especulando con ese día en que una cámara bajara hasta ellos para encontrarlos a todos ahí. A todos muertos.
-¿Tuvo miedo de morir?
-No. La mayoría no. La mayoría esperaba, no más. Algunos trataban de hacer que las cosas se alargaran más con la esperanza de que nos iban a rescatar. Pero la mayoría esperaba, hasta donde llegáramos no más. Que pasaran luego los días y se terminara todo. Sobre todo en ese tiempo yo pensaba en mi mujer, porque yo sabía que iban a terminar mal las cosas. Así que pensaba más en ella. De que iba a ser desesperante cuando nos encontraran a todos muertos. Iba a ser una cosa muy fea. Uno rezaba para que llegara luego el rescate. Yo le decía a Dios, tengo cosas que hacer todavía, no me llevís, todavía. No me voy a ir contento si me llevái ahora.
-¿Cómo se desenvolvía usted durante esos 17 días?
-Yo no necesitaba tanto apoyo. Había compañeros que estaban mal y se desesperaban. Yo sabía lo que estaba pasando. Yo estaba dispuesto a cualquier cosa. Algunas cosas las conversábamos, pero no como las otras personas que necesitaban que alguien les subiera el ánimo. Yo enfrentaba no más la situación.
-¿Había personas que querían que la situación acabara?
-Algunos agradecían haber quedado vivos, pero otros, los que pensaban distinto, se preguntaban por qué quedamos vivos, por qué no nos pilló el cerro y nos mató, por qué quedamos vivos para morirnos de hambre.
-¿Era posible controlar el miedo de todos?
-No, casi no se hablaba mucho. No se hablaba del problema porque... el problema era ver que todo era inútil. Por eso no se hablaba. Durante esos días no había cómo curar alguna herida, entonces nos cuidábamos para que no pasara ningún accidente. Se buscaban las partes más seguras para transitar. Cuando salían a distintas partes siempre iban tres o cuatro acompañándose.
-¿Había peleas?
-No. Había discusiones y eran más bien por los cálculos que se hacían, de cuánto se iba a demorar la sonda en llegar abajo, o dónde iba a romper, o dónde la tiraron. Empezaban a calcular, una hora, dos horas, cuatro horas. Era una lucha entre pesimistas y optimistas. Yo le tiraba un poco pa' los dos lados. Aunque a veces me ponía pesimista. Había otros que eran demasiado positivos, y decían que como fuera íbamos a salir de ahí. Los pesimistas se quedaban dormidos, no más, no escuchaban mucho... Las otras discusiones era cuando hablaban de comida. Hablaban de que tenís que ir a tal parte, pa' comer esto, esto otro. De empanadas de kilo, hablaban. Los del sur decían que comían cordero al palo, decían qué rico, con ensaladita. Hablaban del curanto. Yo escuchaba no más. No me enojaba, pero otros sí se enojaban.
-¿En qué estado de salud estaban?
-En esos días estábamos en un punto de desnutrición muy alto. Estábamos muy débiles, así que ya no buscábamos ninguna alternativa. Era tirarse en el suelo, no más.
Dos gatos pelean sobre el techo de la casa haciéndola temblar como una maqueta. Chorros de sol anaranjado entran por la ventana.
-Si hubiéramos sentido hambre durante ese tiempo habría sido distinta la cosa. Pero como no se sintió, era esperar no más. Los cuerpos se debilitaban, pero ya sin hambre. Si teníamos que morirnos de hambre, nos moríamos no más de hambre. Para el final pensábamos en dejar agua cerca de uno no más, porque después no nos íbamos a poder parar. Era esperar a que pasara el tiempo. Y el tiempo se hacía tan largo. Yo esperaba que el tiempo pasara. Yo decía que ojalá pasara luego, para qué esperar tanto tiempo. Que se hiciera corto. Pero uno no puede manejar esas cosas. Estábamos entrando a una etapa de agonía. Los últimos días intentaba pararme y llegaba hasta cierta altura y todo empezaba a girar. Después tenía que volver a sentarme de nuevo. En ese estado ya ni siquiera se piensa. Solamente uno piensa que ya está muy decaído el cuerpo, de que se está acabando. Pensar en que faltaba menos era un alivio. Era una tranquilidad porque ya no se podía hacer nada más.
-¿A pesar de oír las sondas?
-Las sondas pasaban por las orillas, y nunca llegaban. Después nadie se preocupaba ya de esas cosas. Si rompía, rompía, si no, no... Yo sabía que había errores en los planos de la mina, porque a uno de los ingenieros que fueron a hacer los planos una vez le pregunté si faltaba poco para llegar al nivel 0. "No", me dijo, "cuando lleguen al nivel 0 van a faltar todavía 90 metros para llegar al nivel 0. O sea, que había un error de 90 metros. El plano está mal hecho y hay que volver a hacerlo, y eso va a durar harto tiempo. Tienen que contratar a otro topógrafo para hacer un plano nuevo, pero eso no lo van a hacer nunca, porque siempre están economizando". Por eso yo sabía que las sondas no iban a llegar, porque todas llegaban 90 metros arriba. Usted vio que el curso de la sonda que llegó no va así recto, tiene una curva, y esa curva, ¿cómo se hizo? ¿Cómo se hizo esa curva para que llegara exactamente ahí dónde llegó? No fue casual. No fue suerte. Fue como si alguien la tomó y dijo: esto tiene que llegar hasta acá.
-¿Qué cosas echaba de menos en ese entonces?
-Un buen baño. Una conversación con gente de afuera. Ver otras caras. El sol, también, porque todos los días cuando despertábamos era oscuro, oscuro, oscuro. También los sueños eran bien tristes... de repente uno estaba soñando cositas de acá afuera y después despertaba y estaba metido allá adentro. Soñaba que estaba a la orilla de un río, corriendo agüita, todo verdecito, y después despertaba, y ahí estaba.
-¿Cómo eran los últimos días antes de que llegara la sonda?
-Los últimos días la gente ya no se podía parar. Y el que se paraba le costaba mucho. Algunos deliraban. Tenían que calmarlos. Gritaban mucho. De terror. Siempre estaban con gente al lado. Uno al lado del otro, siempre. En una especie de círculo. Había personas a las que cuidábamos más, pendientes de que si se movían iban dos o tres detrás de ellos para cuidarlos de lo que pudieran hacer. Era una precaución.
"Esta persona está más débil, pensábamos; esta persona está más depresiva. Ésos se veían distintos, no les importaba ni una cosa. Por eso les preguntábamos adónde iban y los seguíamos cuando se movían".
DIOS, UNA SONDA
Oscurece sobre Copiapó. Susana fríe empanadas de camarón queso en la cocina y cuenta que las trajo desde Huasco. Que ahí estuvieron hoy después de una cita con el alcalde de Vallenar. Pasearon por la playa, se abrazaron, y rozaron el mar con los pies desde el muelle comiendo empanadas de mariscos. Almorzaron pescado frito en un local de la caleta, y cuando la dueña quiso regalarles la comida, Yonni la detuvo: "Señora, este es su trabajo", le dijo. "Y su trabajo vale".
-¿En qué estaba usted cuando llegó la sonda?
-Yo estaba cargando mi lámpara en la batería de un camión. Estaba en eso y el ruido ya era muy fuerte. Esta cosa va a romper por aquí, un poquito más arriba, dije. Y de repente todo se llenó de vapor y ahí salieron todos corriendo. No sé de dónde sacaron fuerzas, porque ya estábamos todos botados. Se fueron corriendo para allá, yo terminé de cargar mi lámpara, la armé y después me acerqué. Estaba todo alterado. No me gustaba eso.
-¿Qué pasó luego cuando les dijeron que el rescate iba a tardar tanto?
-Nos preguntábamos por qué tanto tiempo. Y eso ponía un poco tenso el ambiente. Evitábamos alargar conversaciones, si alguien decía que esto era blanco, era blanco no más. Así aprendí a no tener discusiones con nadie. Además que yo tenía que estar bien con todos, porque a todos tenía que atenderlos.
"Cuando llegó el último escaneo, sí, ahí ya se pensaba en el día, en lo que se iban a demorar en encamisar. Y eso ya era pensar en horas. Todo era mejor. Eran buenos días. No había discusiones".
-El día del rescate, ¿qué sintieron cuando asomó el primer rescatista?
-No, mire, yo soy franco pa' decirle: nosotros no necesitábamos un rescatista. Nosotros queríamos salir luego, y cada uno estaba preparado. Que mandaran tanto rescatista era solamente para demorar las cosas. Nosotros allá abajo nos manejábamos con más rapidez y ellos no estaban preparados. Era que nos mandaran de arriba lo que se iba a ocupar y nosotros lo instalábamos, cerrábamos la puerta, y pa' arriba altiro. Los rescatistas hicieron lo que pensábamos hacer nosotros abajo, pero mucho más lento. Era raro. Eran viajes donde podría haber ido otro viejo más pa' arriba, libre".
-¿Hubo algún instante complejo durante el rescate?
-Cuando empezó a salir la primera persona comenzó a hacerse un poco más rápido. El problema era la cápsula que de repente daba sus problemas, sobre todo en la puerta, que había que acomodarla bien. Era un problema abrirla y cerrarla.
-¿Es posible sacar algo en limpio después de esta experiencia?
-No, mire, en realidad las cosas no están claras. Por ejemplo, nosotros hemos hablado con psicólogos y nos dijeron que habíamos sido un caso único en el mundo, que ellos han tratado de recopilar datos de una situación similar, y no la hay. Dijeron que tal vez iban a llegar psicólogos de otras partes del mundo, y que con los resultados de ellos seguramente vamos a tener una respuesta. Por el momento es muy pronto para saber qué se aprendió, qué enseñanza dejo toda esta cosa. Debe haber gente más especializada que pueda decirnos qué se aprendió de todo esto. Yo lo único que me he fijado en mí es que he perdido la tolerancia, he perdido la calma. No puedo esperar a nadie. Estoy ansioso. Aunque sea el Presidente de la República, sea quien sea, no espero.
Pronto el grupo completo de 33 mineros se encontrará por primera vez en una sesión psicológica donde hablarán sobre todo lo ocurrido allá abajo. Hasta ahora han hecho lo mismo, pero en sesiones de cinco o tres mineros y sin muchos resultados. "Nadie puede hablar en esas sesiones", dice Yonni Barrios jugando con la cruz que cuelga de su cuello. "Cualquier cosita que se le pregunte a alguien sobre lo que pasó allá abajo, y lo deja sin hablar. Nadie puede hablar".
"No necesitábamos un rescatista. Nosotros queríamos salir luego. Que mandaran tanto rescatista era solamente para demorar las cosas".
Por Arturo Galarce.
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REVISTA SÁBADO
sábado 13 de noviembre de 2010
Se hizo famoso porque dos mujeres lo esperaban en la superficie. Pero lo que vivió Yonni Barrios allá abajo, atrapado 69 días en la mina San José, ni él lo puede explicar: no sabe cómo aprendió tan rápido a ser el enfermero del grupo ni cómo logró sobrevivir. Admite que hubo conflictos y que al final ya no sentían ni hambre, y critica a los rescatistas. A un mes de regresar a la libertad, ésta es su entrevista más sincera.
Por Arturo Galarce
Sale de un taxi cargando dos bolsas plásticas y con sus lentes de sol pegados a su rostro de piedra. Y de la nada, como arrojados por una fuerza superior, un puñado de personas se arrima a su figura enclenque demandando atención. Le preguntan cómo está, cómo le fue, cómo se ha sentido; lo mismo una y otra vez. Él está de pie. Quieto. Con una serenidad indeleble que lo obliga a lanzar un gesto de compasión que todos, para su suerte, interpretan como el mejor momento para dejarlo en paz. Son las siete y media de la tarde de un jueves. Yonni Barrios regresa del supermercado.
Ahora el minero está sentado en el living de su casa, la de Susana, su pareja. Su mirada se pierde siempre en algún lugar del paisaje rocoso que asoma por la ventana. Sin mediar palabra deja correr una voz delgada y monocorde. "¿Usted quiere saber sobre la mina, cierto?... Ya, en esa mina, yo le voy a decir, pasaron cosas muy extrañas".
Estamos en la población Juan Pablo II, al filo de los cerros, en lo más alto de Copiapó: un laberinto de calles empinadas y casas construidas con pedazos de lo que hubo a mano. Barrios luce cansado. Se le nota, viéndolo cómo estira y mira fijamente esa cruz que pende de su cuello y que no sabe cómo llegó ahí. En la mesa hay un Ipod, y un lápiz de cobre macizo donde se lee Codelco. En el resto del living hay fotos, muchas fotos; un computador, y un altar improvisado con todos los recuerdos que han recopilado de las últimas reuniones con autoridades. También hay una Biblia, ahí mismo, y la réplica de la Fénix II que les regalaron en La Moneda.
La vista abierta hacia el comedor deja en primer plano a Susana, que desempaca las bolsas del supermercado. Ahí, al fondo, sobre un mueble viejo, reposa el casco azul con el que Yonni salió de la mina. Lo tiene ahí, aclara, sólo porque tuvo que llevarlo el último día por su seguridad, y no como recuerdo. Porque de esa mina no quiere recuerdos. No quiere ninguno.
Y por eso habla, dice. Para olvidar.
¿Sospechó algo ese día cuando estaban allá abajo?
-Sí, yo sospeché. Cuando íbamos a empezar a trabajar, justo ese día hubo problemas en ese sector. No cayeron planchones, sino lo de siempre, no más: los crujidos.
Se detiene unos segundos. Da un suspiro y pierde otra vez la mirada.
-Ahí, en esa mina, los últimos crujidos eran muy frecuentes. Uno tras de otro, uno tras de otro.
-¿Tuvo algún accidente previo en la mina?
-Sí, una vez una piedra me golpeó la espalda, pero me salvé. Antes, sí, hubo muertos. Yo muchas veces informé en los repor -así llama a los reportes que entregaba regularmente a sus jefes- que había explosiones de rocas, pero no me creían. Yo las vi. Vi rocas reventarse. Rocas grandes. Se cortan de tal manera que quedan como cuchillas. Cuando yo renuncié una vez a esa misma mina había informado muchos años de que había problemas de explosión de rocas. Y después, mis repor los encontraba botados en la basura. Se los pasaba al mismo Carlos Pinilla, que era jefe de operaciones. Después los empecé a pasar directamente a la administración, pero tampoco hicieron caso.
-¿Quisieron salir antes del derrumbe?
-No le puedo decir. Pasaron cosas, pero no le puedo decir.
-¿Intentaron salir?
-Sí.
-Pero hay una mano más fuerte, ¿no?
-Sí. Claro.
Silencio.
"YONNI, NO ME DEJÍS MORIR ACÁ ABAJO"
Un resumen dirá lo siguiente: que Yonni Barrios Rojas nació el 11 de diciembre de 1959 en Illapel, al sur de la Cuarta Región. Que antes del accidente pesaba 87 kilos y ahora no llega a los 70. Que es Sagitario y que no cree en los signos. Pero que sí cree en Dios, a su manera, claro. Que es hijo del matrimonio entre un minero y una dueña de casa enferma de diabetes y asma. Y que lo poco que tuvo durante la niñez lo compartió con sus nueve hermanos. Que se retiró del colegio en segundo medio. Que la pasó muy mal en el colegio.
"No me gustaba el colegio. Y es porque a mí me dio muy fuerte el acné cuando niño y por eso andaba puro aislado", cuenta, mientras se repasa el rostro con las manos. "¿Suerte con las mujeres? ¿En esa época? No había ninguna posibilidad. Yo era rechazado por la gente. Por los profesores también. Mis papás sabían, pero en ese tiempo la gente era muy ignorante y no se preocupaba de esas cosas. Dejaban que uno se vendiera como fuera. Esa etapa me ayudó mucho ahora, porque un aislamiento es como estar encerrado. Es casi lo mismo. Así que no se me hizo difícil. Y el asunto de ayudar a mis compañeros cuando estaban enfermos, tampoco se me hizo difícil. Tuve que recordar cosas de cuando era niño que me sirvieron.
Yonni se refiere a los días en que debía cuidar las enfermedades de su madre, y a quien se le hizo difícil abandonar cuando llegó con lo puesto a Copiapó, en el 84, en busca de un trabajo en minas.
-Usted dice que pasaron cosas extrañas allá abajo. ¿A qué se refiere con eso?
-A que se me hizo tan fácil ayudar a mis compañeros. Como inyectarlos, como sacarles muestras de sangre, que yo nunca había sacado. Se me hizo muy fácil esa parte. Y eso me parece tan extraño, porque no sé cómo lo aprendí tan rápido. Porque cualquier persona que no tiene mucha práctica en esas cosas se le complica. Yo pienso que eso fue algo como de ayuda de Dios. Así pienso.
Yonni contiene las lágrimas.
-Lo que pasa es que había una persona con todos los síntomas de apendicitis. Y una persona con apendicitis allá abajo era muy complicado. Yo le saqué muestras, le hice los exámenes que me indicó el médico. Él, desde arriba, me dijo que esta cosa se nos estaba complicando y que si esta persona seguía así iba a tener que enviarme los instrumentos para que lo abriera, no más. Él me iba a estar indicando todo lo que tenía que hacer desde arriba. 'Tú tenís que sacarlo no más de la parte húmeda y llevarlo a una parte más seca para que no se vayan a infectar las heridas que van a quedar después de la operación', me dijo.
-¿Cómo se tomaba esa responsabilidad?
-Era una tremenda responsabilidad. Lo bueno era que mi compañero que estaba con ese problema, me dijo a mí... me dijo... 'Yonni, no me dejís morir acá abajo'. Me dijo que quería salir vivo de ahí y que si tenía que operarlo, que lo operara. Al final se curó sólo con el tratamiento. Eso también es extraño, porque, según el doctor, con esos medicamentos, si era apendicitis, no se iba a curar, y que eran solamente para calmar los dolores que tenía.
17 DÍAS DE ESPERA
Hubo días sin ninguna señal. Días en que la incertidumbre calaba hondo, al ritmo de las sondas que penetraban la tierra sin fortuna. Entonces Yonni elegía apartarse del resto de sus compañeros con la excusa de cargar su lámpara en la batería de un camión, galerías más allá. Pero en realidad caminaba. Y cantaba solo, en la oscuridad, la misma canción de Demis Roussos. La de siempre:
"Si tengo que morir, querré que estés allí / Sé que tanto amor, me ayudará a descender al más allá / Entonces diré adiós sin miedo y sin dolor / En la soledad reviviré los años de felicidad".
Lo hacía pensando en Susana. Pensando en que jamás volvería a verla, especulando con ese día en que una cámara bajara hasta ellos para encontrarlos a todos ahí. A todos muertos.
-¿Tuvo miedo de morir?
-No. La mayoría no. La mayoría esperaba, no más. Algunos trataban de hacer que las cosas se alargaran más con la esperanza de que nos iban a rescatar. Pero la mayoría esperaba, hasta donde llegáramos no más. Que pasaran luego los días y se terminara todo. Sobre todo en ese tiempo yo pensaba en mi mujer, porque yo sabía que iban a terminar mal las cosas. Así que pensaba más en ella. De que iba a ser desesperante cuando nos encontraran a todos muertos. Iba a ser una cosa muy fea. Uno rezaba para que llegara luego el rescate. Yo le decía a Dios, tengo cosas que hacer todavía, no me llevís, todavía. No me voy a ir contento si me llevái ahora.
-¿Cómo se desenvolvía usted durante esos 17 días?
-Yo no necesitaba tanto apoyo. Había compañeros que estaban mal y se desesperaban. Yo sabía lo que estaba pasando. Yo estaba dispuesto a cualquier cosa. Algunas cosas las conversábamos, pero no como las otras personas que necesitaban que alguien les subiera el ánimo. Yo enfrentaba no más la situación.
-¿Había personas que querían que la situación acabara?
-Algunos agradecían haber quedado vivos, pero otros, los que pensaban distinto, se preguntaban por qué quedamos vivos, por qué no nos pilló el cerro y nos mató, por qué quedamos vivos para morirnos de hambre.
-¿Era posible controlar el miedo de todos?
-No, casi no se hablaba mucho. No se hablaba del problema porque... el problema era ver que todo era inútil. Por eso no se hablaba. Durante esos días no había cómo curar alguna herida, entonces nos cuidábamos para que no pasara ningún accidente. Se buscaban las partes más seguras para transitar. Cuando salían a distintas partes siempre iban tres o cuatro acompañándose.
-¿Había peleas?
-No. Había discusiones y eran más bien por los cálculos que se hacían, de cuánto se iba a demorar la sonda en llegar abajo, o dónde iba a romper, o dónde la tiraron. Empezaban a calcular, una hora, dos horas, cuatro horas. Era una lucha entre pesimistas y optimistas. Yo le tiraba un poco pa' los dos lados. Aunque a veces me ponía pesimista. Había otros que eran demasiado positivos, y decían que como fuera íbamos a salir de ahí. Los pesimistas se quedaban dormidos, no más, no escuchaban mucho... Las otras discusiones era cuando hablaban de comida. Hablaban de que tenís que ir a tal parte, pa' comer esto, esto otro. De empanadas de kilo, hablaban. Los del sur decían que comían cordero al palo, decían qué rico, con ensaladita. Hablaban del curanto. Yo escuchaba no más. No me enojaba, pero otros sí se enojaban.
-¿En qué estado de salud estaban?
-En esos días estábamos en un punto de desnutrición muy alto. Estábamos muy débiles, así que ya no buscábamos ninguna alternativa. Era tirarse en el suelo, no más.
Dos gatos pelean sobre el techo de la casa haciéndola temblar como una maqueta. Chorros de sol anaranjado entran por la ventana.
-Si hubiéramos sentido hambre durante ese tiempo habría sido distinta la cosa. Pero como no se sintió, era esperar no más. Los cuerpos se debilitaban, pero ya sin hambre. Si teníamos que morirnos de hambre, nos moríamos no más de hambre. Para el final pensábamos en dejar agua cerca de uno no más, porque después no nos íbamos a poder parar. Era esperar a que pasara el tiempo. Y el tiempo se hacía tan largo. Yo esperaba que el tiempo pasara. Yo decía que ojalá pasara luego, para qué esperar tanto tiempo. Que se hiciera corto. Pero uno no puede manejar esas cosas. Estábamos entrando a una etapa de agonía. Los últimos días intentaba pararme y llegaba hasta cierta altura y todo empezaba a girar. Después tenía que volver a sentarme de nuevo. En ese estado ya ni siquiera se piensa. Solamente uno piensa que ya está muy decaído el cuerpo, de que se está acabando. Pensar en que faltaba menos era un alivio. Era una tranquilidad porque ya no se podía hacer nada más.
-¿A pesar de oír las sondas?
-Las sondas pasaban por las orillas, y nunca llegaban. Después nadie se preocupaba ya de esas cosas. Si rompía, rompía, si no, no... Yo sabía que había errores en los planos de la mina, porque a uno de los ingenieros que fueron a hacer los planos una vez le pregunté si faltaba poco para llegar al nivel 0. "No", me dijo, "cuando lleguen al nivel 0 van a faltar todavía 90 metros para llegar al nivel 0. O sea, que había un error de 90 metros. El plano está mal hecho y hay que volver a hacerlo, y eso va a durar harto tiempo. Tienen que contratar a otro topógrafo para hacer un plano nuevo, pero eso no lo van a hacer nunca, porque siempre están economizando". Por eso yo sabía que las sondas no iban a llegar, porque todas llegaban 90 metros arriba. Usted vio que el curso de la sonda que llegó no va así recto, tiene una curva, y esa curva, ¿cómo se hizo? ¿Cómo se hizo esa curva para que llegara exactamente ahí dónde llegó? No fue casual. No fue suerte. Fue como si alguien la tomó y dijo: esto tiene que llegar hasta acá.
-¿Qué cosas echaba de menos en ese entonces?
-Un buen baño. Una conversación con gente de afuera. Ver otras caras. El sol, también, porque todos los días cuando despertábamos era oscuro, oscuro, oscuro. También los sueños eran bien tristes... de repente uno estaba soñando cositas de acá afuera y después despertaba y estaba metido allá adentro. Soñaba que estaba a la orilla de un río, corriendo agüita, todo verdecito, y después despertaba, y ahí estaba.
-¿Cómo eran los últimos días antes de que llegara la sonda?
-Los últimos días la gente ya no se podía parar. Y el que se paraba le costaba mucho. Algunos deliraban. Tenían que calmarlos. Gritaban mucho. De terror. Siempre estaban con gente al lado. Uno al lado del otro, siempre. En una especie de círculo. Había personas a las que cuidábamos más, pendientes de que si se movían iban dos o tres detrás de ellos para cuidarlos de lo que pudieran hacer. Era una precaución.
"Esta persona está más débil, pensábamos; esta persona está más depresiva. Ésos se veían distintos, no les importaba ni una cosa. Por eso les preguntábamos adónde iban y los seguíamos cuando se movían".
DIOS, UNA SONDA
Oscurece sobre Copiapó. Susana fríe empanadas de camarón queso en la cocina y cuenta que las trajo desde Huasco. Que ahí estuvieron hoy después de una cita con el alcalde de Vallenar. Pasearon por la playa, se abrazaron, y rozaron el mar con los pies desde el muelle comiendo empanadas de mariscos. Almorzaron pescado frito en un local de la caleta, y cuando la dueña quiso regalarles la comida, Yonni la detuvo: "Señora, este es su trabajo", le dijo. "Y su trabajo vale".
-¿En qué estaba usted cuando llegó la sonda?
-Yo estaba cargando mi lámpara en la batería de un camión. Estaba en eso y el ruido ya era muy fuerte. Esta cosa va a romper por aquí, un poquito más arriba, dije. Y de repente todo se llenó de vapor y ahí salieron todos corriendo. No sé de dónde sacaron fuerzas, porque ya estábamos todos botados. Se fueron corriendo para allá, yo terminé de cargar mi lámpara, la armé y después me acerqué. Estaba todo alterado. No me gustaba eso.
-¿Qué pasó luego cuando les dijeron que el rescate iba a tardar tanto?
-Nos preguntábamos por qué tanto tiempo. Y eso ponía un poco tenso el ambiente. Evitábamos alargar conversaciones, si alguien decía que esto era blanco, era blanco no más. Así aprendí a no tener discusiones con nadie. Además que yo tenía que estar bien con todos, porque a todos tenía que atenderlos.
"Cuando llegó el último escaneo, sí, ahí ya se pensaba en el día, en lo que se iban a demorar en encamisar. Y eso ya era pensar en horas. Todo era mejor. Eran buenos días. No había discusiones".
-El día del rescate, ¿qué sintieron cuando asomó el primer rescatista?
-No, mire, yo soy franco pa' decirle: nosotros no necesitábamos un rescatista. Nosotros queríamos salir luego, y cada uno estaba preparado. Que mandaran tanto rescatista era solamente para demorar las cosas. Nosotros allá abajo nos manejábamos con más rapidez y ellos no estaban preparados. Era que nos mandaran de arriba lo que se iba a ocupar y nosotros lo instalábamos, cerrábamos la puerta, y pa' arriba altiro. Los rescatistas hicieron lo que pensábamos hacer nosotros abajo, pero mucho más lento. Era raro. Eran viajes donde podría haber ido otro viejo más pa' arriba, libre".
-¿Hubo algún instante complejo durante el rescate?
-Cuando empezó a salir la primera persona comenzó a hacerse un poco más rápido. El problema era la cápsula que de repente daba sus problemas, sobre todo en la puerta, que había que acomodarla bien. Era un problema abrirla y cerrarla.
-¿Es posible sacar algo en limpio después de esta experiencia?
-No, mire, en realidad las cosas no están claras. Por ejemplo, nosotros hemos hablado con psicólogos y nos dijeron que habíamos sido un caso único en el mundo, que ellos han tratado de recopilar datos de una situación similar, y no la hay. Dijeron que tal vez iban a llegar psicólogos de otras partes del mundo, y que con los resultados de ellos seguramente vamos a tener una respuesta. Por el momento es muy pronto para saber qué se aprendió, qué enseñanza dejo toda esta cosa. Debe haber gente más especializada que pueda decirnos qué se aprendió de todo esto. Yo lo único que me he fijado en mí es que he perdido la tolerancia, he perdido la calma. No puedo esperar a nadie. Estoy ansioso. Aunque sea el Presidente de la República, sea quien sea, no espero.
Pronto el grupo completo de 33 mineros se encontrará por primera vez en una sesión psicológica donde hablarán sobre todo lo ocurrido allá abajo. Hasta ahora han hecho lo mismo, pero en sesiones de cinco o tres mineros y sin muchos resultados. "Nadie puede hablar en esas sesiones", dice Yonni Barrios jugando con la cruz que cuelga de su cuello. "Cualquier cosita que se le pregunte a alguien sobre lo que pasó allá abajo, y lo deja sin hablar. Nadie puede hablar".
"No necesitábamos un rescatista. Nosotros queríamos salir luego. Que mandaran tanto rescatista era solamente para demorar las cosas".
Por Arturo Galarce.
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http://www.popeater.com/2010/10/13/yonni-barrios-chile-miners/
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viernes, 12 de noviembre de 2010
Inician restauración del Palacio Falabella, la casona familiar que se convirtió en municipio
http://www.latercera.com/
viernes 12 de noviembre de 2010
El antiguo edificio, construido en 1924 por el arquitecto italiano Guillermo Mancelli, sufrió diversos daños producto del terremoto. Los trabajos, que tienen un costo superior a los $ 190 millones, debieran estar finalizados en marzo.
por Angela Neira
Era una de las casonas más llamativas y elegantes de la antigua población Providencia. Y es que cuando Arnaldo Falabella, dueño de una de las sastrerías más importantes de la ciudad, mandó a construir el palacio al arquitecto italiano Guillermo Mancelli, se imaginó una gran casona que reinterpretara el estilo renacentista del siglo XV, que pudiera albergar grandes tertulias y fiestas, y que le permitiera recibir a sus familiares.
Lo que jamás pensó el empresario, era que la mansión se transformaría en monumento histórico, y menos, que albergaría las dependencias de la Municipalidad de Providencia, recinto que hace algunos meses sufrió diversos daños en su estructura a raíz del terremoto.
Pero la historia del palacio se inicia a fines del siglo XIX, cuando el rostro de Santiago inició su transformación: la creación de nuevas avenidas trajo consigo la creación de proyectos inmobiliarios. El arquitecto Josué Smith del Solar -quien diseño el Club Hípico- fue uno de los primeros en comprar allí y construir una pequeña casa. Pero la distancia de su oficina, lo llevaron a vender el terreno. El interesado fue Arnaldo Falabella, un conocido empresario, de ascendencia italiana, que mandó a construir el palacio en 1924 al arquitecto Mancelli, quien se inspiró en la arquitectura florentina del Palacio Strozzi, de Maiano, y la del Palacio Rucellai, de Alberti.
La edificación contaba con un zócalo donde se ubicaba la sala de juegos y para fumar, además de una planta principal y segundo piso.
Sus vitrales, grandes lámparas, columnas de mármol, y mosaicos hechos por Aristdemo Lattanzi, lo hacían el lugar perfecto para celebraciones como el Festival de la Primavera -donde una de sus hijas fue reina- y el matrimonio de Matilde Falabella, donde asistieron 1.500 invitados.
Entre las historias, se cuenta que cuando el marmolista Botinelli le entregó el valor de lo gastado, Falabella le habría arrojado un guante en señal de retarlo a duelo. Lo que no sabía, era que Botinelli era experto en duelos y coleccionista de armas. Ante ello, el empresario habría echado a correr el rumor de que era un duelo de quién comía más pastas, ya que ambos eran italianos.
Pero la crisis económica, hizo que Falabella se olvidara de los lujos y arrendara la propiedad a la Embajada de México. Tras ello, el palacio se vendió al empresario Manuel Cruzat, quien debido a los altos gastos lleva la casona a remate. Pese a que la Embajada Soviética ofreció el doble, finalmente se le otorgó el palacio a la Municipalidad de Providencia. Así, en 1948, la casona se transformó en el edificio consistorial, siendo su alcalde Guillermo Martínez.
La restauración
Tras obtener los permisos del Consejo de Monumentos Nacionales, el municipio inició los trabajos de restauración hace unas semanas. Jorge Atria, profesor de la U. Central y encargado del proyecto, cuenta que los principales daños estaban en la planta principal y en el segundo piso, donde se produjeron grietas, fisuras y microfisuras. "Aquí hay daños por este terremoto, pero también de reparaciones (que se hicieron) para el terremoto del 85", afirma.
A ello se suma la destrucción de las balaustradas (barandas) que están en los remates superiores y terrazas, "lo que es un peligro para la gente que pasa cerca". También están dañados el gran vitraux o lucernaria ubicados al centro de la casona.
Todo ello significará una inversión superior a los $ 190 millones. El alcalde, Cristián Labbé, afirma que los trabajos de restauración debieran estar finalizados en marzo, "momento en que esperamos nuevamente volver a nuestro edificio".
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viernes 12 de noviembre de 2010
El antiguo edificio, construido en 1924 por el arquitecto italiano Guillermo Mancelli, sufrió diversos daños producto del terremoto. Los trabajos, que tienen un costo superior a los $ 190 millones, debieran estar finalizados en marzo.
por Angela Neira
Era una de las casonas más llamativas y elegantes de la antigua población Providencia. Y es que cuando Arnaldo Falabella, dueño de una de las sastrerías más importantes de la ciudad, mandó a construir el palacio al arquitecto italiano Guillermo Mancelli, se imaginó una gran casona que reinterpretara el estilo renacentista del siglo XV, que pudiera albergar grandes tertulias y fiestas, y que le permitiera recibir a sus familiares.
Lo que jamás pensó el empresario, era que la mansión se transformaría en monumento histórico, y menos, que albergaría las dependencias de la Municipalidad de Providencia, recinto que hace algunos meses sufrió diversos daños en su estructura a raíz del terremoto.
Pero la historia del palacio se inicia a fines del siglo XIX, cuando el rostro de Santiago inició su transformación: la creación de nuevas avenidas trajo consigo la creación de proyectos inmobiliarios. El arquitecto Josué Smith del Solar -quien diseño el Club Hípico- fue uno de los primeros en comprar allí y construir una pequeña casa. Pero la distancia de su oficina, lo llevaron a vender el terreno. El interesado fue Arnaldo Falabella, un conocido empresario, de ascendencia italiana, que mandó a construir el palacio en 1924 al arquitecto Mancelli, quien se inspiró en la arquitectura florentina del Palacio Strozzi, de Maiano, y la del Palacio Rucellai, de Alberti.
La edificación contaba con un zócalo donde se ubicaba la sala de juegos y para fumar, además de una planta principal y segundo piso.
Sus vitrales, grandes lámparas, columnas de mármol, y mosaicos hechos por Aristdemo Lattanzi, lo hacían el lugar perfecto para celebraciones como el Festival de la Primavera -donde una de sus hijas fue reina- y el matrimonio de Matilde Falabella, donde asistieron 1.500 invitados.
Entre las historias, se cuenta que cuando el marmolista Botinelli le entregó el valor de lo gastado, Falabella le habría arrojado un guante en señal de retarlo a duelo. Lo que no sabía, era que Botinelli era experto en duelos y coleccionista de armas. Ante ello, el empresario habría echado a correr el rumor de que era un duelo de quién comía más pastas, ya que ambos eran italianos.
Pero la crisis económica, hizo que Falabella se olvidara de los lujos y arrendara la propiedad a la Embajada de México. Tras ello, el palacio se vendió al empresario Manuel Cruzat, quien debido a los altos gastos lleva la casona a remate. Pese a que la Embajada Soviética ofreció el doble, finalmente se le otorgó el palacio a la Municipalidad de Providencia. Así, en 1948, la casona se transformó en el edificio consistorial, siendo su alcalde Guillermo Martínez.
La restauración
Tras obtener los permisos del Consejo de Monumentos Nacionales, el municipio inició los trabajos de restauración hace unas semanas. Jorge Atria, profesor de la U. Central y encargado del proyecto, cuenta que los principales daños estaban en la planta principal y en el segundo piso, donde se produjeron grietas, fisuras y microfisuras. "Aquí hay daños por este terremoto, pero también de reparaciones (que se hicieron) para el terremoto del 85", afirma.
A ello se suma la destrucción de las balaustradas (barandas) que están en los remates superiores y terrazas, "lo que es un peligro para la gente que pasa cerca". También están dañados el gran vitraux o lucernaria ubicados al centro de la casona.
Todo ello significará una inversión superior a los $ 190 millones. El alcalde, Cristián Labbé, afirma que los trabajos de restauración debieran estar finalizados en marzo, "momento en que esperamos nuevamente volver a nuestro edificio".
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