Hasta el terremoto de 2010, en esta casa victoriana se exhibían muñecas, autos, trenes y soldaditos de plomo de antaño.
por Diego Villegas Cascardo
Son las 9.30 de la mañana y a la Quinta Normal ya comienzan a llegar los niños. Son grupos de estudiantes que, acompañados de sus profesores, vienen a disfrutar del Museo de Historia Natural -con su célebre esqueleto de ballena azul, que se roba toda la atención de los escolares- y el de Ciencia y Tecnología. Al lado de este último hay un museo que pocos conocen. Uno que está abandonado y ya no funciona. Era infantil y estaba lleno de juguetes.
Se ubica ahí desde 1985, pero lleva más de dos años cerrado por el terremoto del 27 de febrero. Está emplazado sobre una casa victoriana, una de las más antiguas de Santiago, que data de 1875.
Había una vez...
En el recinto se exhibían juguetes antiguos, como locomotoras, triciclos y caballos de madera, trenes eléctricos, autos y camiones de hojalata, casas de muñecas, soldaditos de plomo y figuras de acción.
Fue una idea de la vicepresidenta de la Corporación Privada para la Divulgación de la Ciencia y la Tecnología (Corpdicyt), María Elena Troncoso, y su esposo, Mauricio Infante.
“Un día ella despertó después de un aniversario de matrimonio con la idea y la desarrollamos”, recuerda Infante.
Fue así como salvaron de la demolición la casa e instalaron un museo. “Los juguetes eran mostrados en vitrinas y no se podían tocar. Los que más disfrutaban eran los adultos”, cuenta Carla Ibacache, a cargo del museo, que hoy sólo conserva una que otra pertenencia antigua.
En 1993 el lugar se transformó en un recinto interactivo y se instalaron salas temáticas o “rincones” de óptica, construcción, cuerpo humano, imaginación y ecología. El 2009, antes de su cierre, el Museo Infantil recibió a 13 mil personas, cifra muy lejana a los 60 mil del Museo Ferroviario y los 40 mil del de Ciencia y Tecnología.
Los juguetes antiguos desaparecieron del lugar y fueron guardados en la bóveda de un banco a nombre de María Elena Troncoso. Otros están en su casa, donde ella los atesora con estricta seguridad.
“Antes de entregarlos, alguien me tiene que asegurar que los tendrán bien cuidados y que permanecerán ahí para siempre. Sólo así me sentiría tranquila”, afirma Troncoso.
Actualmente, un proyecto de la Fundación Procultura y la Municipalidad de Santiago busca restaurar este museo, que hoy asemeja una casa embrujada de cuento infantil.