CENTENARIO
Este martes, la
Corporación Cultural de Las Condes inaugura una gran exposición con 80 pinturas
de este protagonista de la historia del arte.
CECILIA VALDÉS URRUTIA
Pedro Lira (1845-1912) es considerado el primer artista nacional en tener
"una técnica perfecta". Y el poseedor de una trayectoria que inicia y termina de
acuerdo a una vocación irresistible, "sometido al instinto creador, al frío
razonar y a la mente rectora", como escribiera el legendario crítico Antonio
Romera.
Pero el autor de pinturas emblemáticas como "La carta" y "La Fundación de
Santiago" no fue un innovador. Tampoco cultivó estilos nuevos: era un férreo
defensor de convencionalismos del arte. Sin embargo, propició la atmósfera que
los haría posibles. Él se sitúa al centro desde donde parte la renovación
artística en Chile.
El director del Museo de Bellas Artes, Roberto Farriol, lo destaca como "una
figura relevante en el desarrollo de las artes visuales en Chile: impulsor de
importantes instancias de difusión, enseñanza y discusión en torno a la
pintura".
Lira protagonizó la academia y la teoría del arte. Escribió libros notables,
como "Diccionario de pintores chilenos", y tradujo a Vasari, entre otros.
Al cumplirse los 100 años de su muerte, la Corporación Cultural de Las Condes
-siguiendo una línea curatorial de rescate de nuestra historia del arte- ha
logrado reunir una amplia selección de más de 80 pinturas de Pedro Lira,
provenientes de museos, bancos y colecciones privadas. La valiosa exhibición
-que se abre el martes y ocupará el segundo piso del Instituto Cultural- abarca
todos los estilos y géneros que cultivó, junto con poner en pauta sus
trascendentes aportes tanto en la práctica como en la teoría, en la discusión
del arte y la pintura.
Impulsa la creación del Museo de Bellas Artes
Pedro Lira Rencoret nació un 14 de mayo en Santiago. Estudió en el Instituto
Nacional y luego ingresó a Derecho en la Universidad de Chile, donde se recibió
de abogado. Nunca ejerció. Pero esa formación humanista fue clave para el
desarrollo de sus postulados estéticos.
Asistía en forma paralela a los cursos de pintura en la Academia de Bellas
Artes, donde era alumno de Cicarelli. Su fuerte y atractiva personalidad, unida
a su cultura, lo llevó a convertirse rápidamente en líder. Sus amigos y
discípulos lo seguían, al punto que después se habla de 'las huestes de Pedro
Lira'.
En 1872 obtiene la Segunda Medalla en la mítica muestra del Mercado
Central, indica el historiador del arte Ricardo Bindis. Decide partir a París
para ampliar sus conocimientos; dos años antes se había casado con Elena Orrego
Luco, hermana del pintor.
En la capital francesa se enfrentaban dos corrientes pictóricas: una más
tradicionalista y otra más libre que buscaba salirse del academicismo. Lira no
adscribe a ninguna, pero observa con atención los cruces de estilos. Lo seduce
la cultura francesa y le interesa "penetrar en los secretos de la técnica y en
los fundamentos esenciales de las artes del diseño", cuenta Romera.
Delacroix fue un pintor clave. Lira copió del maestro romántico "Entrada de
los cruzados en Constantinopla". La pintura más ambiciosa que pinta en París
-destaca Bindis- fue "La mala nueva", actualmente de la colección del Club de la
Unión, una obra más narrativa y que ahora sale de esas céntricas paredes para
exhibirse en Las Condes.
En 1884, regresa a Chile y empieza -según escribe el crítico más conservador
e importante de esa época, Richon Brunet-, "el periodo más importante de su
carrera". Funda La Unión Artística y organiza las exposiciones y salones
permanentes, junto al escultor José Miguel Blanco. Es también el gran artífice
para el nacimiento del Museo de Bellas Artes en la Quinta Normal. En 1892 lo
nombran director de la Escuela de Bellas Artes.
Líder y polemista
Su absorbente personalidad "no le dejaba margen a quienes seguían sus
enseñanzas pero que buscaban romper las normas de su docencia", reseña el
crítico. La razón era obvia: tenía tanta autoridad espiritual como didáctica. Lo
avalaban el hecho de ser considerado el 'primer artista' de entonces y el haber
compartido momentos cruciales de la historia del arte, destaca Romera.
"Lira ha residido en París. Asistió al entierro de Manet y vio la llegada de
una nueva generación: la de Gauguin, Seurat y Van Gogh, cuya norma es la
oposición al impresionismo. Puede también evocar a los viejos maestros:
Delacroix, Daumier, Ingres, Millet, Corot, Courbet..."
El pintor chileno desarrolla la enseñanza directa y se preocupa de difundir
sus ideas y teorías, dentro de su defensa estricta de los parámetros de la
Academia. El investigador del arte Pedro Zamorano señala que Lira "fue
partidario de una enseñanza rotundamente honrada, que se basaba en lo que se
entendía como sanos principios artísticos".
Lira publicó artículos, ensayos e hizo crítica de arte. Tradujo un
trascendente libro de estética: "La filosofía del arte" de Hipólito Taine. "Fue
el primero, en Chile, en crear una atmósfera densa del arte y se convirtió en el
artista que concentra el mayor interés de la crítica de comienzos del siglo XX",
precisa Zamorano. Entre sus discípulos se encontraban Carlos Alegría, Rafael
Valdés, Marcial Plaza, Agustín Undurraga, Pablo Burchard y José Caracci, entre
otros.
También defendió la libertad de enseñanza, como consigna Jorge Sanhueza: "Las
ideas estéticas y pedagógicas de Pedro Lira eran, como lo dejó escrito
claramente, contrarias a la intervención de las autoridades estatales y
universitarias".
Se enfrascó en ácidas polémicas en momentos en que corrían tendencias más
modernistas en la pintura local. Entre las encendidas disputas es célebre la que
se sostuvo con Juan Francisco González. Lira le escribe a Ramón Subercaseaux que
en el Salón de 1894, González ha exhibido "una verdadera avalancha de
impresiones de singular atrevimiento... Es incapaz de hacer un cuadro, por
cuanto en él la impresión, aunque profunda y ardiente, es demasiado fugitiva y
su educación de artista es incompleta; en cambio, hace improvisaciones como no
las hace nadie...".
Zamorano relata que luego en la exposición de 1896, en Valparaíso, González
le disputaba la primera medalla a Valenzuela Puelma. Pedro Lira, jurado en esa
ocasión, optó por apoyar la "Perla del Mercader", del segundo, que finalmente
obtuvo el premio.
Técnica y diversidad
Sobre la perfección técnica de Pedro Lira, Romera lo distingue de sus
antecesores: "Los pintores anteriores muestran dudas, vacilan y sustituyen con
el instinto y con esfuerzo la insuficiencia de una etapa seria de preparación,
mientras la carrera de Lira fue una marcha permanente hacia la perfección".
Pedro Lira trata el color despojándolo de sequedad y dureza, y logra una
"gran transparencia y movimiento en la superficie pintada. El dibujo siempre lo
somete a la fórmula naturalista".
Se pasea, además, por los más diversos temas. "Su enorme talento le permite
movilidad de estilos y dar cuenta de un mundo sensible y cambiante, dominado por
el eclecticismo que caracterizó el cambio de siglo en la pintura chilena.
Referirse a Pedro Lira -agrega Farriol- es en buena parte hacer visible un
momento de cambios significativos en el arte, cuando en Europa los
impresionistas son criticados, mientras aquí siguen vigentes tendencias o
corrientes ya adoptadas por el gusto de la época".
Romera definió tres modos estilísticos en Pedro Lira: Romanticismo
naturalista, realismo y romanticismo purista. Tendencias que en el pintor "no
tienen un desarrollo histórico cronológico, ni están separadas por fronteras
precisas; ni siquiera son las únicas que cultiva".
El retrato es uno de los géneros en el que logra mayor sensibilidad y
profundidad psicológica, como en "La carta interrumpida" y "Retrato de niña". En
las pinturas "El Balcón" y "Retrato de dama", consigna el crítico español, se
acercó notablemente a la pintura pura. En la etapa de romanticismo destaca
"Celos", donde "un solo personaje crea toda la íntima tragedia".
Dos obras notables del Museo de Bellas Artes, que se contraponen, de algún
modo, son "El niño enfermo" y "La carta". En el primero "plasma una escena de
intenso contenido social, reflejo de las desigualdades de comienzos del siglo
XX", puntualiza Farriol. En esta pintura "la ejecución es más suelta. La
pincelada, fuerte y pastosa, consigue apresar esas atmósfera sórdida del
interior y la ruda vitalidad de las dos mujeres", escribe la historiadora del
arte Isabel Cruz.
Para "La carta", en cambio, hace uso de una estrategia de construcción
narrativa: "una puesta en escena que describe un momento esencial o el nudo
dramático de una escena amorosa, lo que la ha trasformado en una de la pinturas
más populares de la colección del museo", señala el director del MNBA.
La "Fundación de Santiago" es su pintura más conocida y se "inscribe en la
categoría de obra que se instala en la identidad que América Latina adopta en el
siglo XX", afirma Farriol.
Un aspecto de especial maestría y seducción es la capacidad que tenía Lira
para capturar las atmósferas de los paisajes: "evidencia ahí una pincelada más
suelta y menos académica". Sobresalen por su belleza y mayor libertad "Incendio
en el parque" y "Atardecer". La búsqueda de la belleza en el arte, notable en
Lira, toma especial protagonismo en cuadros como "Animales pastando", una
composición de luz y color.
"Nocturno" y "Paisaje de primavera" constituyen otros ejemplos notables de
obras de Lira, que integrarán la exposición y que irán internando al público en
el goce de su pintura. Sin embargo, fue una composición que hizo en 1912 -el
monumental paisaje Quinta Normal- el que revela, como pocos, que los nuevos
modos de pintar eran también comprendidos por él.
Esa atmósfera que creó, de inquietud y pasión por las artes, provenía de su
propia experiencia. Hecho -como reconoció el mítico crítico Antonio Romera- que
junto a la entrega total a esta disciplina, lo llevaron a que el arte se
convirtiera en él, como en muy pocos, "en una estética y en una ética de
vida".
Al final de sus días y disminuido física pero no mentalmente, aquejado de una
fuerte diabetes y presintiendo su muerte, quien es considerado el padre de la
pintura en Chile le pidió a sus hijos que sus funerales se efectuaran
privadamente y que sólo asistieran sus amigos más cercanos. Un crespón negro se
colocó en una de sus pinturas que se exhibía en el Museo Nacional de Bellas
Artes.
En qué fijarse al observar sus cuadros
La penetración psicológica que Pedro Lira logra especialmente en sus
profundos, refinados y hasta conmovedores retratos.
La atmósfera que captura y recrea en sus paisajes, donde alcanza
también la mayor libertad de trazo y simplificación.
Perfección de su técnica, en el uso del color, la luz, la materia
pictórica, la que enseña a sus alumnos y presenta en sus escritos.
La belleza en sus composiciones es una cuestión primordial, que
difunde y lleva a la práctica con vehemencia.
Diversidad de temas y estilos : Su talento lo conduce a abordar el
retrato, los temas históricos, el paisaje y el tema social. Cruza también
estilos de la época: el realismo y el romanticismo naturalista y
purista.
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