sábado 17 de marzo de 2012
Local típico del centro de Santiago:
Sebastián Sottorff
Son casi las 2:00 de la tarde. La hora de almuerzo despierta el apetito de varios, y poco a poco la cubierta de los barriles que hoy sirven de mesas se comienzan a llenar. Sobre ellos, y siempre atentos al requerimiento de cualquier parroquiano, los garzones sitúan platos que son una muestra de chilenidad absoluta. Porque ahí, en una atmósfera cargada al pipeño y bajo los acordes de una cueca brava, las prietas, el arrollado y la cazuela exudan el vapor que revela las bondades de un plato recién preparado.
Y mientras un hombre pide una "cañita" (el clásico vaso de vino tinto) en la barra, unos turistas asiáticos disfrutan de un plato de arrollado. Sus caras de satisfacción son evidentes, al igual que la actitud de saciedad que tienen frente al mote con huesillo que corona el almuerzo.
Calificado como una de las "picadas" más populares y auténticas de la capital, "El Hoyo" ha sido durante décadas un lugar de culto para la comida popular. Este año se conmemora un siglo desde su fundación, y para muchos este lugar "es un 18 eterno". Y cómo no, si sus comedores tienen mucho de una fonda.
"La gente entra y se sienten como si estuvieran en septiembre. Pero no sólo por la música o la comida, sino también porque acá están todos contentos, igual que en las Fiestas Patrias", explica Enrique Marambio, el garzón más antiguo de este restaurante.
Con más de 23 años atendiendo mesas, este mozo afirma que son "miles" las anécdotas que se han vivido en este lugar.
Así es que Marambio sonríe y comienza a enumerar. "Ya perdí la cuenta de cuántas veces he tenido que correr detrás de alguien que se ha ido sin pagar. O cuántas señoras han venido a pillar a su marido con la amante", afirma, entre risas. "Acá todos los días son diferentes. Si viene un gringo, yo me hago entender como sea. Por ejemplo, si alguien quiere un pernil, yo me toco la pierna", agrega.
"Picada" centenaria
"El Hoyo", ubicado en la esquina de San Vicente con Gorbea (comuna de Santiago), le debe su nombre al desnivel que existía antiguamente en la calle, producto de los canales que cruzaban el lugar. En su cocina no sólo se elaboran los platos más característicos de la gastronomía criolla, sino que también se perpetúan preparaciones que ya son un sello: la lengua, el pernil y el terremoto.
El lugar fue fundado en 1912 por Benjamín Valenzuela, quien llegó desde el pueblo de Rastrojo (VI Región), y encontró en las cercanías de la Estación Central un buen sitio para su negocio. Con el paso de los años su administración ha sido asumida por sus herederos.
Hoy está en manos de la quinta generación de los Valenzuela, y luego de la visita del famoso chef Anthony Bourdain, en 2009, ha experimentado un alza en las visitas de extranjeros. "Ese programa masificó el lugar y nos hizo conocidos en varios países del mundo. Ahora llegan grupos de turistas, en paquetes que incluyen una comida típica acá", dice Pamela Salas, bisnieta del fundador.
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