Una isla urbana
Bien protegido del ruido, con almacenes y bazares, con
plazas donde se conocen las personas que ahí viven, el llamado barrio Vaticano
chico -entre Condell y Seminario, desde Providencia hasta Rancagua- mantiene un
espíritu antiguo, de cuando conocer a los vecinos y a la señora del almacén o
al florista no era excepcional.
Andrea Wahr R.
Producción, Paula Fernández T.
Fotografías, Viviana Morales R., Carla Pinilla G. y
Sebastián Sepúlveda V.
Circulan bicicletas, señoras que pasean a sus perros,
estudiantes universitarios y de colegio, gente que va a comprar a los
almacenes. En las plazas José Manuel Barros -detrás de la iglesia de los Santos
Ángeles Custodios- y la plaza Bernarda Morín, una cuadra más arriba de Condell,
se ven madres con sus hijos, parejas descansando y gente que mira la vida
pasar. Es pleno Santiago y, sin embargo, hay un aire provinciano, como de
pueblo, pero con la ciudad a la mano.
Es el barrio que se conoce como "Vaticano chico",
por los nombres de sus calles: obispos, arzobispos, presbíteros. Ahí, en la
esquina de Monseñor Miller con Obispo Salas, Francisco Belmar lleva 37 años
vendiendo sus flores. Él ha visto la evolución del sector y extraña antiguos
esplendores, cuando le bastaba trabajar hasta las tres de la tarde para vender
todos sus ramos. Mientras arregla unos girasoles, da sus impresiones y es bien
tajante:
-Antes el barrio alto empezaba en Plaza Italia. Ya no hay
tanta gente pudiente, hay mucha juventud, mucho cabrerío. Me conocen y me
quieren, eso sí, pero los de plata se fueron del barrio, arrendaron sus
departamentos y llegaron artistas que compran, pero a veces no más.
Quedan personas mayores, pero el florista tiene razón,
porque la mayor parte de sus habitantes son actores, músicos y profesionales
jóvenes, solteros o casados. Entre estos últimos está una abogada que quedó tan
encantada cuando vivió en París, que se fue a vivir lo más cerca posible: al
frente de la Embajada
de Francia, con vista asegurada a sus jardines. El departamento lo compró hace
dos años, en un edificio donde sólo hay uno por piso, lo que le da bastante
independencia de los vecinos.
-Acá las fiestas son con baile, y como son construcciones
antiguas, no se sienten los ruidos.
Ella le saca partido al barrio, en especial los fines de
semana: "Hago todo a pie o en bicicleta, y también me gusta mucho estar en
mi casa, en especial en invierno".
La actriz María José León llegó al lugar hace ocho años:
"Me atrajo su estética un poco parisina, la belleza de sus edificios
antiguos con balcones y los cerezos que están en todas las cuadras. Es un
barrio con un estilo definido y bien cuidado". Le encanta la vida de
barrio que se da, y conocer a todos sus vecinos, que se han transformado en
buenos amigos. A la periodista Andrea León, de hecho, la conoció en la plaza,
mientras ambas paseaban a sus hijos.
-Acá los niños tienen sus pandillas, celebramos los
cumpleaños infantiles en las plazas -dice Andrea, quien además disfruta de la
cercanía del metro, micros y de espacios culturales como el GAM, Bellavista,
bibliotecas públicas, el Teatro Universidad de Chile y el Parque Bustamante, a
los que llega a pie.
El Vaticano chico tiene sus propios méritos, ya que hay todo
tipo de servicios en los alrededores. Panadería, peluquerías, reparadora de
ropa y zapatos, fruterías, el vendedor de flores, un supermercado cerca, cafés
-por estos días se está abriendo La
Cafet- y restoranes por Seminario, Condell y un poco más
allá, en Bilbao y avenida Italia. María José agrega: "A pesar de lo cerca
que estamos de Baquedano, mantiene una tranquilidad poco usual para ser tan
céntrico y es de fácil acceso".
Para el vocalista del grupo Los Tetas, Camilo Castaldi, esa
cercanía con Plaza Italia tiene una ventaja adicional: "Llego altiro a las
manifestaciones", dice. El músico se instaló hace unos dos años en el
Vaticano chico y cuenta: "Me recuerda en miniatura a mi infancia en
Berlín, me gusta que es a escala humana, están los viejitos del barrio, hay
artistas. De hecho mi próximo video lo va a dirigir un amigo que vive en la
otra esquina".
Lo antiguo y lo moderno
No es casualidad el apodo de "el barrio de los
obispos" o "Vaticano chico". El Seminario Conciliar de Santiago,
que da nombre también a la calle, funcionó aquí hasta 1955 y los terrenos que
eran sus jardines se lotearon. Ahí se construyeron edificios hasta de seis
pisos, con las características propias de esa época: una arquitectura austera,
con detalles ornamentales en ventanas y puertas, pisos de parqué, espacios
amplios.
La iglesia de los Santos Ángeles Custodios -Monumento
Nacional- marca el principio del barrio. De 1884, tiene una planta basilical de
tres naves y es de estilo neorrenacentista y fue proyectada por el arquitecto
italiano Ignacio Cremonesi, el mismo de la Catedral de Santiago.
Al frente, en el Palacio Droguett y donde funcionaba el
centro de eventos La Casa
de Cristal, un edificio que también está protegido patrimonialmente, hoy
funciona el Movistar Innova, una plataforma para potenciar negocios y
emprendimientos y que además alberga a La Cafet y a Urban Station.
Explica Vinka Foncea, de Sodexo, empresa propietaria del
primero, que buscaron crear un bistró francés que fuera un punto de encuentro.
"La cafet es una manera informal de referirse en francés a la cafetería de
siempre, cómoda y familiar. En línea con este concepto, se le encargó a los
diseñadores de Grisanti Cussen que fusionaran lo antiguo y tradicional del
barrio con lo actual".
Hugo Grisanti dice que destacaron las líneas arquitectónicas
clásicas de la vivienda de estilo francés. Crearon un sector lounge más
moderno, el que decoraron en blanco y negro, con elementos inusuales como
teteras en los muros y platos con estética de Alicia en el País de las
Maravillas.
Totalmente distinto es el look de Urban Station, con
sillones y mesas de diseño contemporáneo. Cuenta su administradora Carolina
Alarcón que "es una franquicia de una cadena argentina, una red para
trabajadores móviles y emprendedores. Tenemos todos los servicios de una
oficina, telón, data show, sala de reuniones".
La gracia es que permite tener una especie de oficina,
llevando el computador personal y pagando sólo por la conexión a internet...
pero con café ilimitado, desayuno gratis en las mañanas y medialunas por las
tardes. Se escucha hablar en inglés y hay letreros en el mismo idioma. Carolina
dice que llegan muchos turistas, pero que la mayoría de los espacios es ocupada
por extranjeros que vienen al lugar a preparar sus proyectos que presentarán en
Start Up Chile, programa de la
Corfo para emprendimientos.
Por dentro
-Mire, estoy seriamente interesado en su departamento -le
dijo Guillermo Dolz a la dueña, apenas lo recorrió.
Él y su señora, María Alicia Amor, habían vivido toda la
vida en Providencia y no pensaban dejar de hacerlo. Querían un departamento, en
vista de que todos los hijos se habían independizado, pero no cualquiera, sino
uno que les diera la sensación de estar en una casa. Con tantas exigencias, se
armaron de paciencia para buscarlo, pero no fue necesaria, porque apenas les
abrieron la puerta, supieron que éste era.
Está en avenida Condell y es amplio, con techos altos,
parqué y una distribución que les permite tener dos escritorios independientes,
una cocina con comedor de diario, además de recibos amplios y el living y comedor
separados.
-Queríamos hacer una vida más activa, yo me voy caminando a
la clínica Santa María, donde trabajo, y el auto casi no lo usamos -cuenta
Guillermo.
Los ambientes son clásicos, con muebles de estilo y lámparas
importantes. Lo remodeló su hijo, el arquitecto José Manuel Dolz, en dos meses,
mientras ellos estaban en la playa. La confianza fue total, ya que conocía
perfectamente sus necesidades y gustos. Fueron pocas transformaciones: se
recuperó el balcón original, se eliminó un baño para hacer un walk in closet
para el dueño de casa y se armó el comedor de diario en el antiguo repostero.
La idea es que todo fuera bien despejado, para que se lucieran los muebles que
tenían y la colección de pinturas de la mamá de María Alicia.
A pocas cuadras de ahí vive José Manuel, junto con Mauricio
Herrera. Comparten un pequeño departamento en el piso 20, en plena avenida
Providencia y que decoraron con una mezcla de cosas de ambos. Floreros de
cristal, obras de arte y varias colecciones conviven con muebles de diseño y
una espectacular vista al cerro San Cristóbal. Cuentan que la principal ventaja
es estar cerca de todo, "al lado de plaza Italia, pero sin estar
ahí", comenta José Manuel. El barrio les ofrece muchas ventajas, con sus
cafés literarios, varios restoranes y conectividad con el resto de la ciudad,
según dice Mauricio: "No dan ganas de moverse de aquí".
Andrea Wahr R..
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