lunes, 14 de mayo de 2012

Corporación Cultural de Las Condes celebra centenario del gran pintor chileno Pedro Lira: el padre de la pintura chilena

CENTENARIO 

Este martes, la Corporación Cultural de Las Condes inaugura una gran exposición con 80 pinturas de este protagonista de la historia del arte.  



CECILIA VALDÉS URRUTIA 
Pedro Lira (1845-1912) es considerado el primer artista nacional en tener "una técnica perfecta". Y el poseedor de una trayectoria que inicia y termina de acuerdo a una vocación irresistible, "sometido al instinto creador, al frío razonar y a la mente rectora", como escribiera el legendario crítico Antonio Romera.







Pero el autor de pinturas emblemáticas como "La carta" y "La Fundación de Santiago" no fue un innovador. Tampoco cultivó estilos nuevos: era un férreo defensor de convencionalismos del arte. Sin embargo, propició la atmósfera que los haría posibles. Él se sitúa al centro desde donde parte la renovación artística en Chile.

El director del Museo de Bellas Artes, Roberto Farriol, lo destaca como "una figura relevante en el desarrollo de las artes visuales en Chile: impulsor de importantes instancias de difusión, enseñanza y discusión en torno a la pintura".

Lira protagonizó la academia y la teoría del arte. Escribió libros notables, como "Diccionario de pintores chilenos", y tradujo a Vasari, entre otros.

Al cumplirse los 100 años de su muerte, la Corporación Cultural de Las Condes -siguiendo una línea curatorial de rescate de nuestra historia del arte- ha logrado reunir una amplia selección de más de 80 pinturas de Pedro Lira, provenientes de museos, bancos y colecciones privadas. La valiosa exhibición -que se abre el martes y ocupará el segundo piso del Instituto Cultural- abarca todos los estilos y géneros que cultivó, junto con poner en pauta sus trascendentes aportes tanto en la práctica como en la teoría, en la discusión del arte y la pintura.

Impulsa la creación del Museo de Bellas Artes
Pedro Lira Rencoret nació un 14 de mayo en Santiago. Estudió en el Instituto Nacional y luego ingresó a Derecho en la Universidad de Chile, donde se recibió de abogado. Nunca ejerció. Pero esa formación humanista fue clave para el desarrollo de sus postulados estéticos.

Asistía en forma paralela a los cursos de pintura en la Academia de Bellas Artes, donde era alumno de Cicarelli. Su fuerte y atractiva personalidad, unida a su cultura, lo llevó a convertirse rápidamente en líder. Sus amigos y discípulos lo seguían, al punto que después se habla de 'las huestes de Pedro Lira'.

En 1872 obtiene la Segunda Medalla en la mítica muestra del Mercado Central, indica el historiador del arte Ricardo Bindis. Decide partir a París para ampliar sus conocimientos; dos años antes se había casado con Elena Orrego Luco, hermana del pintor.

En la capital francesa se enfrentaban dos corrientes pictóricas: una más tradicionalista y otra más libre que buscaba salirse del academicismo. Lira no adscribe a ninguna, pero observa con atención los cruces de estilos. Lo seduce la cultura francesa y le interesa "penetrar en los secretos de la técnica y en los fundamentos esenciales de las artes del diseño", cuenta Romera.

Delacroix fue un pintor clave. Lira copió del maestro romántico "Entrada de los cruzados en Constantinopla". La pintura más ambiciosa que pinta en París -destaca Bindis- fue "La mala nueva", actualmente de la colección del Club de la Unión, una obra más narrativa y que ahora sale de esas céntricas paredes para exhibirse en Las Condes.

En 1884, regresa a Chile y empieza -según escribe el crítico más conservador e importante de esa época, Richon Brunet-, "el periodo más importante de su carrera". Funda La Unión Artística y organiza las exposiciones y salones permanentes, junto al escultor José Miguel Blanco. Es también el gran artífice para el nacimiento del Museo de Bellas Artes en la Quinta Normal. En 1892 lo nombran director de la Escuela de Bellas Artes.

Líder y polemista
Su absorbente personalidad "no le dejaba margen a quienes seguían sus enseñanzas pero que buscaban romper las normas de su docencia", reseña el crítico. La razón era obvia: tenía tanta autoridad espiritual como didáctica. Lo avalaban el hecho de ser considerado el 'primer artista' de entonces y el haber compartido momentos cruciales de la historia del arte, destaca Romera.

"Lira ha residido en París. Asistió al entierro de Manet y vio la llegada de una nueva generación: la de Gauguin, Seurat y Van Gogh, cuya norma es la oposición al impresionismo. Puede también evocar a los viejos maestros: Delacroix, Daumier, Ingres, Millet, Corot, Courbet..."

El pintor chileno desarrolla la enseñanza directa y se preocupa de difundir sus ideas y teorías, dentro de su defensa estricta de los parámetros de la Academia. El investigador del arte Pedro Zamorano señala que Lira "fue partidario de una enseñanza rotundamente honrada, que se basaba en lo que se entendía como sanos principios artísticos".

Lira publicó artículos, ensayos e hizo crítica de arte. Tradujo un trascendente libro de estética: "La filosofía del arte" de Hipólito Taine. "Fue el primero, en Chile, en crear una atmósfera densa del arte y se convirtió en el artista que concentra el mayor interés de la crítica de comienzos del siglo XX", precisa Zamorano. Entre sus discípulos se encontraban Carlos Alegría, Rafael Valdés, Marcial Plaza, Agustín Undurraga, Pablo Burchard y José Caracci, entre otros.

También defendió la libertad de enseñanza, como consigna Jorge Sanhueza: "Las ideas estéticas y pedagógicas de Pedro Lira eran, como lo dejó escrito claramente, contrarias a la intervención de las autoridades estatales y universitarias".

Se enfrascó en ácidas polémicas en momentos en que corrían tendencias más modernistas en la pintura local. Entre las encendidas disputas es célebre la que se sostuvo con Juan Francisco González. Lira le escribe a Ramón Subercaseaux que en el Salón de 1894, González ha exhibido "una verdadera avalancha de impresiones de singular atrevimiento... Es incapaz de hacer un cuadro, por cuanto en él la impresión, aunque profunda y ardiente, es demasiado fugitiva y su educación de artista es incompleta; en cambio, hace improvisaciones como no las hace nadie...".

Zamorano relata que luego en la exposición de 1896, en Valparaíso, González le disputaba la primera medalla a Valenzuela Puelma. Pedro Lira, jurado en esa ocasión, optó por apoyar la "Perla del Mercader", del segundo, que finalmente obtuvo el premio.

Técnica y diversidad
Sobre la perfección técnica de Pedro Lira, Romera lo distingue de sus antecesores: "Los pintores anteriores muestran dudas, vacilan y sustituyen con el instinto y con esfuerzo la insuficiencia de una etapa seria de preparación, mientras la carrera de Lira fue una marcha permanente hacia la perfección".

Pedro Lira trata el color despojándolo de sequedad y dureza, y logra una "gran transparencia y movimiento en la superficie pintada. El dibujo siempre lo somete a la fórmula naturalista".
Se pasea, además, por los más diversos temas. "Su enorme talento le permite movilidad de estilos y dar cuenta de un mundo sensible y cambiante, dominado por el eclecticismo que caracterizó el cambio de siglo en la pintura chilena. Referirse a Pedro Lira -agrega Farriol- es en buena parte hacer visible un momento de cambios significativos en el arte, cuando en Europa los impresionistas son criticados, mientras aquí siguen vigentes tendencias o corrientes ya adoptadas por el gusto de la época".

Romera definió tres modos estilísticos en Pedro Lira: Romanticismo naturalista, realismo y romanticismo purista. Tendencias que en el pintor "no tienen un desarrollo histórico cronológico, ni están separadas por fronteras precisas; ni siquiera son las únicas que cultiva".

El retrato es uno de los géneros en el que logra mayor sensibilidad y profundidad psicológica, como en "La carta interrumpida" y "Retrato de niña". En las pinturas "El Balcón" y "Retrato de dama", consigna el crítico español, se acercó notablemente a la pintura pura. En la etapa de romanticismo destaca "Celos", donde "un solo personaje crea toda la íntima tragedia".

Dos obras notables del Museo de Bellas Artes, que se contraponen, de algún modo, son "El niño enfermo" y "La carta". En el primero "plasma una escena de intenso contenido social, reflejo de las desigualdades de comienzos del siglo XX", puntualiza Farriol. En esta pintura "la ejecución es más suelta. La pincelada, fuerte y pastosa, consigue apresar esas atmósfera sórdida del interior y la ruda vitalidad de las dos mujeres", escribe la historiadora del arte Isabel Cruz.

Para "La carta", en cambio, hace uso de una estrategia de construcción narrativa: "una puesta en escena que describe un momento esencial o el nudo dramático de una escena amorosa, lo que la ha trasformado en una de la pinturas más populares de la colección del museo", señala el director del MNBA.

La "Fundación de Santiago" es su pintura más conocida y se "inscribe en la categoría de obra que se instala en la identidad que América Latina adopta en el siglo XX", afirma Farriol.

Un aspecto de especial maestría y seducción es la capacidad que tenía Lira para capturar las atmósferas de los paisajes: "evidencia ahí una pincelada más suelta y menos académica". Sobresalen por su belleza y mayor libertad "Incendio en el parque" y "Atardecer". La búsqueda de la belleza en el arte, notable en Lira, toma especial protagonismo en cuadros como "Animales pastando", una composición de luz y color.

"Nocturno" y "Paisaje de primavera" constituyen otros ejemplos notables de obras de Lira, que integrarán la exposición y que irán internando al público en el goce de su pintura. Sin embargo, fue una composición que hizo en 1912 -el monumental paisaje Quinta Normal- el que revela, como pocos, que los nuevos modos de pintar eran también comprendidos por él.

Esa atmósfera que creó, de inquietud y pasión por las artes, provenía de su propia experiencia. Hecho -como reconoció el mítico crítico Antonio Romera- que junto a la entrega total a esta disciplina, lo llevaron a que el arte se convirtiera en él, como en muy pocos, "en una estética y en una ética de vida".

Al final de sus días y disminuido física pero no mentalmente, aquejado de una fuerte diabetes y presintiendo su muerte, quien es considerado el padre de la pintura en Chile le pidió a sus hijos que sus funerales se efectuaran privadamente y que sólo asistieran sus amigos más cercanos. Un crespón negro se colocó en una de sus pinturas que se exhibía en el Museo Nacional de Bellas Artes.

En qué fijarse al observar sus cuadros
La penetración psicológica que Pedro Lira logra especialmente en sus profundos, refinados y hasta conmovedores retratos.
La atmósfera que captura y recrea en sus paisajes, donde alcanza también la mayor libertad de trazo y simplificación.
Perfección de su técnica, en el uso del color, la luz, la materia pictórica, la que enseña a sus alumnos y presenta en sus escritos.
La belleza en sus composiciones es una cuestión primordial, que difunde y lleva a la práctica con vehemencia.
Diversidad de temas y estilos : Su talento lo conduce a abordar el retrato, los temas históricos, el paisaje y el tema social. Cruza también estilos de la época: el realismo y el romanticismo naturalista y purista.

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El Barrio Lastarria en la mirada de seis observadores


Fecha: 13 de mayo de 2012
www.emol.com


"Entre el río y la Cañada" Un privilegiado triángulo urbano:

Este sector de la ciudad conforma un sensible polo cultural en Santiago, donde la diversidad es la tónica. En un nuevo libro sobre el barrio, destacados autores recorren su historia, analizan su impronta y avizoran un importante destino.  




En la foto tomada desde el cerro San Cristóbal se aprecia con claridad el triángulo que forma el barrio Lastarria, entre el Parque Forestal, Alameda y calle Santa Lucía.


Museo Nacional de Bellas Artes






Palacio Bruna, actual sede de la Cámara de Comercio de Santiago. 




Centro Cultural Gabriela Mistral.


Maite Armendáriz Azcárate 
Lastarria es un sector único dentro de Santiago. En este privilegiado triángulo comprendido entre el cauce del río Mapocho y la Alameda (antigua Cañada), el Parque Forestal y el Cerro Santa Lucía se dieron las mejores condiciones para que se gestaran acontecimientos urbanos y culturales relevantes.

Recorrer sus sinuosas calles, por lo general vestidas de nobles edificios, produce una atractiva mezcla de añoranza, nostalgia, goce estético y ser testigo de la forma en que surgen nuevas tendencias.

Adentrarse en la esencia histórica y su posterior desarrollo, hasta sentir el pulso actual de este pequeño sector de Santiago, es lo que también se consigue al recorrer los textos, imágenes antiguas y fotografías de un nuevo libro que con razón se ha titulado "Entre el río y la Cañada", pues abarca los barrios Santa Lucía, Forestal y Lastarria.

La obra producida por ARC editores tiene seis artículos escritos por Hans Muhr, Roberto Merino, Olaya Sanfuentes, Christian Matzner, Patricio Gross y una conversación con Milan Ivelic. Las fotografías fueron tomadas por Marcos Mendizabal. El hilo conductor de uno y otro artículo lo entrega el marco histórico que escribió Soledad Rodríguez-Cano, historiadora y editora del volumen. El libro es auspiciado por Aguas Andinas, cuenta con el apoyo de la Corporación de Patrimonio Cultural de Chile y Ley de Donaciones Culturales.

Mirador de la sociedad
Entre viñas y molinos transcurrieron los primeros años de este sector. El paisajista Hans Muhr recuerda que con la llegada de los españoles estos terrenos comienzan a tener la responsabilidad de ser el sitio donde se distribuye el agua para la ciudad y "hoy, aunque transformándose en fuente de cultura, no ha abandonado en nada su propósito original de dar de beber a la ciudad". Piensa que el barrio Lastarria y sus alrededores, si bien ya no es mirador del valle, sí lo es de la sociedad.

La trasformación del cerro Santa Lucía en 1875 dio un puntapié inicial. Soledad Fernández-Cano explica que aquella gran roca seca, gracias a la visión de Benjamín Vicuña Mackenna se convirtió en uno de los parques más emblemáticos de Santiago. Cabe recordar que en la ladera oriente de este cerro entre 1820 y 1872 se sepultaba a los condenados, suicidas y disidentes; era el cementerio de todos aquellos que no eran recibidos en el camposanto. "El cerro logró incorporar este barrio a la ciudad, esa ciudad que soñaba con transformarse en el París americano, y este tipo de parque era un hito para los vecinos y quienes quisieron avecindarse cerca de él". No obstante, dice la historiadora, el barrio ya había comenzado su proceso de consolidación desde el otro lado del cerro con la construcción de la Iglesia de la Veracruz y el embellecimiento de sus calles.

En 1902 se suma el nacimiento del Parque Forestal y deja a esta zona en una situación inmejorable, rodeada de dos bonitas áreas verdes que comenzaron a frecuentar escritores, artistas e intelectuales, dejando huella en sus relatos y creaciones.

La editora agrega que la consolidación de la Alameda, cada vez más como eje de la ciudad y no como su límite, mejoró el entorno sustancialmente.

A salvo de la picota
El cronista urbano Roberto Merino vivió hasta los noventa en Santa Lucía casi esquina Huérfanos, y destaca que esta zona "es uno de los pocos reductos del Santiago antiguo que no ha sido, en los últimos treinta años, radicalmente modificado, reconstruido, empobrecido o picoteado". Piensa que tal vez sea la sinuosidad de las calles lo que le proporciona al sector esa atmósfera de misterio que jamás ha perdido, "a pesar del imprudente paso del tiempo".

En la década de los ochenta, diferentes empresarios comenzaron a invertir en las viejas casonas para darles un nuevo uso. "Un hito relevante de ese tiempo fue la creación de la Plaza del Mulato Gil de Castro que por años ha sido el centro neurálgico de esta zona. Luego se instaló el cine y Café del Biógrafo y la instalación del Instituto Chileno Francés de Cultura". La editora agrega que en la década de los noventa la Municipalidad de Santiago jugó un rol importante en la renovación urbana con la restauración de fachadas y la recuperación de antiguas edificaciones. Se mejoró la iluminación, se repavimentaron las calles y se abrió el paseo peatonal de la calle Lastarria, entre Merced y Rosal. 

Asimismo, la Declaratoria del Barrio como "Zona Típica" por el Consejo de Monumentos Nacionales en 1996 "garantizó que este proceso de modernización se realizara dentro de un marco de protección patrimonial".

Arquitectos destacados
Entre los arquitectos que ayudaron a la armonía de este entorno destaca Luciano Kulczewski. Sólo entre estas calles tiene cinco importantes y características inmuebles que hoy son símbolo del barrio.

Para el arquitecto Christian Matzner el más emblemático es el edificio que hoy alberga al Colegio de Arquitectos, en Alameda 115. "El estilo personal de Kulczewski logra romper los academicismos en este barrio histórico", afirma en su artículo.

Otro de los autores, Patricio Gross, relata sus felices años universitarios entre esos parajes, pues su Escuela de Arquitectura de la PUC se alojaba en plena calle Villavicencio. Gross valora que en el proceso de modernización se pudiera conservar una escala coherente y fachadas continuas que le dan unidad al conjunto. Entre las nuevas edificaciones nombra el edificio El Barco, en Merced con Santa Lucía, de Sergio Larraín García-Moreno y Jorge Arteaga. Pero para este arquitecto el alma de este lugar también se descubre en aquellos espacios que han acogido y acogen actividades que forman parte de la leyenda de Santiago, "entre ellas no podemos olvidar El teatro Ictus, el cine El Biógrafo y los restaurantes Les Assassins y Gatopardo, junto a la Plaza Mulato Gil y el Museo de Artes Visuales (Mavi)".

Sobre la impronta del Museo de Bellas Artes que desde su construcción, junto a la Escuela de Bellas Artes, incentiva el panorama cultural chileno da cuenta en estas páginas Milan Ivelic. Para quien dirigió por casi dos décadas el Bellas Artes, "este museo fue el primero de estos lugares que invitan a participar no sólo como público sino también como protagonistas". También recuerda el Cine Arte Alameda, el GAM, la Universidad Católica y su centro de Extensión y El teatro La Comedia, ex Ictus.

En otra punta de este triángulo está la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y en el otro extremo la Casa Central de la Universidad Católica, pasando por el otrora edificio Diego Portales, hoy GAM, de cuya historia tampoco se olvida este libro. Unos y otros, recuerda Soledad Rodríguez-Cano, hacen que confluyan en un espacio muy reducido intelectuales, profesores, artistas y creadores, cuya interacción dio origen a la fama que tiene de ser un barrio cultural y bohemio. En definitiva, "satisface la nostalgia", asegura Olaya Sanfuentes. Para esta historiadora, autora de otro de los capítulos, si bien aquí se respira tradición por todas partes, al recorrer estas calles no se ve una museificación estática:

"Todo ese foco urbano logra una articulación armónica entre el pasado y el presente y el futuro".
 "Entre el río y la Cañada. Barrios Santa Lucía,
Forestal y Lastarria".
ARC Editores
Soledad Rodríguez-Cano y otros autores.
Patrocina: Ley de Donaciones Culturales, Corporación Patrimonio Cultural de Chile.
Auspicia: Aguas Andinas.

Exposición gratis Un buen anticipo del contenido de este volumen es la exposición que fue inaugurada el miércoles 2 de mayo en el Parque Forestal, entre José Miguel de la Barra y Purísima. La muestra es gratuita y consta de 20 estructuras con las imágenes nuevas y antiguas de esta zona típica, que se incluyen en el libro junto a textos con los datos más relevantes desarrollados en esta obra.

El libro ha sido distribuido entre los clientes de Aguas Andinas y también se repartieron ejemplares a los vecinos en la ceremonia de lanzamiento.


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Restauran Palacio Cousiño a 134 años de su construcción


LA TERCERA EDICION IMPRESA |
sábado 12 de mayo de 2012






Las obras incluyen el arreglo de los daños que produjo en el inmueble de 1878 el terremoto del 27/F.
por Evelyn Briceño

Al pasar por el 438 de calle Dieciocho, Felipe Pardo (25) dice no saber a qué corresponde el inmueble que lleva esa numeración. “Debe ser un edificio importante”, dice el estudiante, pero no imagina que esta construcción, de señorial neoclásico francés, esconde mármoles de Carrara, cristalería de Bohemia, mayólicas (pequeños azulejos) italianas y muros laminados en oro.


Se trata del Palacio Cousiño, uno de los edificios más refinados de Santiago, construido en 1878 por el arquitecto francés Paul Lathoud para la familia Cousiño Goyenechea.

Hace dos semanas, el Gobierno Regional aprobó $ 831 millones -provenientes de la Subsecretaría de Desarrollo Regional- para restaurar y reparar en su totalidad este icónico edificio, y en julio próximo se iniciarán las obras. Según cálculos de la administradora del recinto, Carmen Roba, las reformas terminarán a principios de 2013. “El grueso de los trabajos es a nivel estructural y no serán tan rápidos”, dice.

La encargada detalla que se arreglarán las grietas, cornisas y adornos de los muros, que fueron afectados por el terremoto de 2010. Este ítem comprende también la pintura exterior, más el raspado y barniz de las puertas y ventanas de madera. “Todo lo que se cayó en el terremoto está guardado para reponerlo o usarlo como molde para crear las piezas que falten”, explica Roba.

La reparación incluye la actual oficina de administración y una construcción ubicada en la zona posterior de la mansión, ambas hechas originalmente para el personal de servicio del palacio.
La antigua cava subterránea, por su parte, será transformada en sala de exposiciones y auditorio, respetando sus materiales y espacios originales.

“Esto es lo más atractivo del proyecto, porque aportará al desarrollo de la cultura y las artes”, destaca la intendenta, Cecilia Pérez.
La cubierta de cristal y fierro forjado del invernadero cambiará todos sus vidrios transparentes y se repondrá un par de piezas de color azul cobalto que van en la zona baja de la estructura.

Un trabajo similar se hará en la pinacoteca, cuyo techo envidriado se arreglará. Tal como hace unos años se restauró Alí Pachá y su favorita, otros cuatro cuadros de Raimundo de Monvoisin serán recuperados ahora: Eloísa, Blanca de Baulieu, La última cena de los girondinos y Guerreros griegos.

En ese sector de la casona, además, se cambiará el sistema de iluminación de las obras pictóricas.

Cueros y telas
Los ojos de los restauradores se posarán también en la tapicería de cuero de cabra, pirograbado (trabajado con fuego) y policromado, de las 24 sillas del comedor principal.

El mobiliario de la sala de recibo, del salón dorado y del bodoir (pequeña habitación donde las damas recibían a sus amigas más cercanas) del segundo piso se retapizará. “Cambiaremos esas telas por unas que encontramos en Praga e Inglaterra”, indica la administradora.

Los cortinajes del primer piso ya se encuentran en proceso de restauración, mientras que en el segundo nivel se cambiarán los revestimientos de los muros de los pasillos y de un dormitorio. “Después del incendio que en 1968 afectó a esta planta, su redecoración fue bastante más sencilla que la original. Esta decisión será revertida”, dice Carmen Roba.

En el exterior del edificio, se recuperarán las esculturas de fierro que decoran los jardines, que en anteriores oportunidades sólo habían sido pintadas.

Asimismo, se mejorarán los cierres y rejas del palacio, como también se pondrán cámaras de vigilancia y se arreglará el sistema de calefacción del recinto.
También se incorporarán purificadores de aire para evitar que la contaminación del centro de Santiago siga deteriorando este patrimonio.

Finalmente, se habilitarán servicios higiénicos para los visitantes del lugar.

135 años de historia
Luis Cousiño, acaudalado empresario minero, le encargó a Paul Lathoud esta casona para vivir ahí junto a su esposa, Isidora Goyenechea, y sus seis hijos.

Sin embargo, en 1873 el empresario falleció de tuberculosis y fueron su señora y sus descendientes quienes disfrutaron de esta lujosa mansión.

Tres generaciones de la familia vivieron ahí, hasta 1938. En 1940, el inmueble fue a remate y finalmente lo adquirió -a muy bajo costo- la Municipalidad de Santiago, convirtiéndolo en residencia oficial de los ediles de esta comuna y hospedaje de visitantes ilustres, como Golda Meir, Indira Gandhi y Charles de Gaulle.

En 1977, el alcalde Patricio Mekis lo abrió como museo, y en 1981 fue declarado Monumento Histórico.

El alcalde de Santiago, Pablo Zalaquett, adelanta que cuando los trabajos terminen el palacio se reinaugurará con una muestra de arte para los vecinos de la comuna. “Luego, retomaremos las visitas guiadas, donde se recrea el estilo de vida de una parte de los chilenos que construyeron la historia del país”, remata.

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domingo, 13 de mayo de 2012

El Wall Street porteño

 Fecha: 12 de mayo de 2012





Heredero de un pasado histórico que le confiere una identidad única, el barrio financiero de Valparaíso mantiene vigente la imagen que evoca su época de oro. Fue a fines del siglo XIX cuando la ciudad fue objeto de una verdadera revolución constructiva que ni el terremoto de 1906 pudo detener, configurando un trazado urbano con marcados acentos europeos.  

Texto, Jimena Silva Cubillos | Fotografías, Viviana Morales R. 
De no haber sido porque durante las primeras décadas de siglo XIX las autoridades de la época decidieron dinamitar el Peñón del Cabo, sin duda la historia de Valparaíso, y sobre todo de su núcleo fundacional, sería otra. La presión expansiva del comercio llevó, en 1832, a echar abajo la imponente conformación rocosa emplazada justo en un céntrico punto donde los cerros casi están pegados al mar, conteniendo el normal y fluido desarrollo de la ciudad a la altura del ascensor que sube al cerro Concepción.


-En aquellos años Valparaíso contaba con dos sectores: Puerto y El Almendral, que estaban divididos por esta gran roca. En verano la gente pasaba de un lado a otro por la playa, pero en invierno eso era imposible y había que trepar o sortear el murallón por alguna de las quebradas cercanas. Al dinamitar el Peñón del Cabo se conectó y alargó la ciudad hacia el norte, configurando la planta urbana unitaria que observamos hasta hoy-, explica Ana María Ojeda, investigadora del Archivo Histórico Patrimonial de Valparaíso.

Entonces fue factible la expansión del comercio en las proximidades de la calle La Planchada -actual Serrano, que fue la primera pavimentada y que tuvo electricidad del país-, y a partir de lo que hoy conocemos como la plaza Sotomayor y hasta las cercanías del diario El Mercurio comienza a forjarse un sector con fuerte vocación bancaria y financiera, que se desarrolla en dos vías paralelas a pie de cerro: Prat y Cochrane. Allí además se instalaron las empresas marítimas, agencias y oficinas aduaneras, todas ligadas a la administración y funcionamiento del puerto, motor del desarrollo económico y social que hizo a Valparaíso vivir su época de oro a fines del XIX y principios del XX, antes de la apertura del canal de Panamá.



El ascensor Concepción fue el primero del puerto (1883), y surgió por iniciativa de los inmigrantes europeos que se radicaban en los cerros Alegre y Concepción.


Por la presión del comercio y la falta de espacio, en 1832 se dinamita el Peñón del Cabo y se conecta El Almendral a la ciudad. En la foto, el edificio Turri.


El interior del Banco Santander aún conserva decorados de bronces y mármoles importados de Inglaterra.


La antesala del Banco de Chile -ex de Valparaíso, que luego se fusionó con los bancos Agrícola y Nacional- llama la atención por la decoración en sus muros y tallados de las maderas.


En el hall del edificio crucero Turri destaca el uso de elementos en fierro y bronce.


La ornamentación de los cielos y sus tres cúpulas remarcan el valor estético del Banco Santander.


El histórico edificio del Banco de Chile, obra neoclásica francesa del arquitecto Juan Eduardo Fehrman, mantiene muebles victorianos.


Antes que el edificio de Prat 882 acogiera al Banco Santander; fue ocupado por los bancos Anglo Sudamericano, de Londres, Santiago y O´Higgins.


Hecho en 1912, en Esmeralda 919, el Registro Civil antes albergó al Banco Alemán Trasatlántico. Su fachada presenta un cuidadoso trabajo formal, de líneas neoclásicas y neorrenacentistas.


El ascensor Concepción fue el primero del puerto (1883), y surgió por iniciativa de los inmigrantes europeos que se radicaban en los cerros Alegre y Concepción.


Caracterizado por una volumetría descollante, El Mercurio fue construido entre 1900 y 1903. Junto al edificio que lo enfrenta, el ex Banco Hipotecario del Desarrollo, son la antesala de acceso al cerro Concepción.


 La arquitectura tardo-historicista de la Bolsa de Comercio sobresale por el tratamiento de esquina curva y remate en cúpula. Tiene 4.130 m2 distribuidos en cinco pisos con subterráneo.


 Frente al Turri hay una plazoleta conocida como antigua Cruz de Reyes, y a un costado se ubica el ascensor Concepción.


 Frente a la plaza Sotomayor, límite del barrio financiero, se ubica el Hotel Reina Victoria, obra construida en 1902 por el arquitecto Esteban Harrington. Hace poco fue restaurada.  
 
Postales de Valparaíso

En escasas tres cuadras, la calle Prat (antigua de La Aduana) aún concentra grandes construcciones de seis o siete pisos que albergan a los bancos del Estado, de Chile y Santander (ex de Londres y O´Higgins). También a la Bolsa de Comercio (edificio que hoy permanece subutilizado en la esquina de Urriola), a una sede de la Tesorería General de la República y a una agencia de aduanas que funciona en el ex Banco Central, entre otras importantes instituciones. Más cerca de la plaza Aníbal Pinto están el Registro Civil, la tradicional Óptica Hammersley, la edificación del ex Banco Hipotecario de Desarrollo que hoy se alista para abrir sus puertas convertida en un hotel boutique y frente a ésta última, la mencionada casa matriz porteña de El Mercurio, inmueble que fue construido a partir de 1900 para albergar a su redacción e imprenta.

"Todos ellas son obras monumentales que generan fachadas continuas con rasgos muy europeos, y con una espacialidad interior relevante. Estos edificios son exponentes de una arquitectura monumental historicista o ecléctica que tuvo gran desarrollo en Valparaíso a comienzos del siglo XX debido al impulso constructivo generado tanto por el terremoto de 1906 como por el auge desatado por las celebraciones del centenario de la Independencia de nuestro país", señala Paulina Kaplán, arquitecta encargada de la Dirección de Gestión Patrimonial de la Municipalidad de Valparaíso.

En palabras de Ana María Ojeda: "estamos hablando de construcciones muy sólidas, hechas principalmente en albañilería maciza de ladrillo, a veces con estuco sobre adobe, y tabiquería de maderas nobles. Son muy resistentes porque recogen la difícil experiencia sísmica que había destruido, por ejemplo, barrios bastante consolidados como El Almendral, donde la gente adinerada había levantado grandes mansiones".

El inmueble más simbólico del sector financiero -conocido como el Wall Street porteño- está ubicado en la confluencia de las calles Prat y Cochrane, justo donde éstas se transforman en el eje Esmeralda (antiguo del Cabo): el edificio Turri. Levantado en 1929, con un estilo neoclásico francés, en un principio se llamó Edwards, pero al final pidió prestado su nombre a una de las primeras casas de cambio que cobijó en su interior. Este estilizado volumen, que resuelve el cruce de calles a través de la tipología crucero, algo muy propio del puerto debido a la escasez de espacio, remata en una torre que posee un reloj suizo con cuatro esferas visibles desde distintos puntos de la ciudad, cuyas campanadas anuncian a los porteños cada cuarto de hora. Se cree que el Turri fue diseñado tomando como referencia el Big Ben de Londres y lo más probable es que haya sido construido sobre un volumen de menor escala que existía en el mismo lugar, denominado "Ataúd" o "The Helbsy's Corner". A lo largo del tiempo este histórico edificio ha acogido a oficinas de distinta índole, agencias de viajes y venta de artículos fotográficos y de lotería.

Según destaca María José Larrondo, arquitecta y coordinadora del Consejo de Monumentos Nacionales en Valparaíso, "el gran valor del barrio es que mantiene los usos originales, caracterizado por una fuerte actividad bancaria que ha sabido adaptarse a los tiempos modernos sin quedarse estancada en el pasado. Además, en líneas generales el conjunto está en muy buen estado porque cada edificio fue cimentado con conocimiento certero de los materiales y de las técnicas constructivas, razón que sumada a una adecuada conservación, hace que la mayoría de estos inmuebles se mantengan impecables".


Texto, Jimena Silva Cubillos | Fotografías, Viviana Morales R..

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El olvido en el que permanece la Recoleta Dominica

Fecha: 13 de mayo de 2012

La tradicional iglesia cuenta con recursos mínimos para su funcionamiento, asumido por los frailes dominicos. Pero el templo y su valioso órgano de tubos necesitan con urgencia una completa mantención.  

El órgano de la Recoleta Dominica requiere "una recuperación completa y prudente", señala el experto José Manuel Izquierdo.

Gustavo Villavicencio 
No es fácil mantener la centenaria Iglesia Recoleta Dominica. El párroco recibe mensualmente $90.400 de parte del Arzobispado de Santiago, y la cuenta de luz, todos los meses, sobrepasa los $300.000. No cuentan con otros aportes económicos, por lo que la Orden de los Dominicos en Chile tiene que asumir todos los gastos de mantención, que no son menores.

"El templo produce apenas entradas, aunque existe la impresión de que acá se casa gente importante y, por consiguiente, recibimos mucho dinero", comenta el religioso dominico Félix Fernández.
La fachada del templo fue iluminada hace un par de años por la Municipalidad de Recoleta. Con el terremoto del 27-F, el templo sufrió algunos daños, principalmente grietas y caídas de estucos. "Vino una comisión de expertos del Arzobispado de Santiago y nos dijeron que estaban revisando los templos para ver la posibilidad de conseguir ayudas para repararlos, pero no los vimos nunca más", sentencia el padre Fernández.

Además, en la iglesia ha bajado considerablemente la demanda para celebrar matrimonios. "En primer lugar, porque se ponen condiciones de sencillez y austeridad en todo lo que es el arreglo del templo. No se aceptan más de dos matrimonios para evitar atochamientos en la calle, y a la gente no le gusta que el templo no tenga un estacionamiento", cuenta Fernández.

Según el sacerdote, el templo necesita la visita urgente de un arquitecto y expertos en patrimonio "no para mirar y detectar problemas, sino para realizar una mantención general, que nunca se ha hecho, sobre todo en su interior".


El templo es una copia de la Basílica de San PabloExtramuros de Roma. Empezó a construirse en 1853 y fue inaugurada en 1882. En 1974, fue declarada Monumento Nacional.

Entre los daños del terremoto del 27-F, hubo caída de estucos.

Su valioso órgano
El órgano de la Recoleta Dominica fue construido a comienzos de la década de 1890 por fray Marcos Sthier y se encontraba en uso hacia 1895. "Es una pieza única en el universo de los órganos que se encuentran en nuestro país; la mayoría de sus materiales son chilenos y fue construido por los mismos frailes de la Recoleta, con algo de apoyo externo", cuenta el musicólogo y restaurador José Manuel Izquierdo.

Era un órgano algo más pequeño, pero ya tenía su curiosa fachada, que busca cubrir toda la zona del coro, como cerrando el sonido del instrumento en una cámara de madera, algo que rara vez ocurre. Según Izquierdo "al entrar en él, nos encontramos con una serie de elementos sorpresivos y amplios espacios para trabajar, debido a esta disposición tan inesperada. Tiene dos grandes torreones y tubos repartidos en dos pisos, con 69 tubos de fachada, dando una imagen espectacular al observarse desde el templo. La fachada también tiene una hermosa decoración superior con una cruz". Y cuenta que fue Orestes Carlini, organero de origen italiano radicado en Chile y autor de buena parte de los instrumentos locales o sus cambios posteriores -entre 1900 y 1940 aproximadamente-, quien amplió la cantidad de registros a su tamaño actual.

Es un órgano con un sonido claramente romántico. Tiene dos teclados y pedalera, con una gran posibilidad en combinar los muchos sonidos del instrumento. "Es un hecho realmente curioso que tenga dos registros principales en el primer teclado, algo que refuerza el sonido romántico y que rara vez se encuentra en un órgano", señala Izquierdo. Y explica que "sigue funcionando, pero con varias carencias, especialmente en la transmisión, que ya tiene sus años, pese a diversas reparaciones, y en la afinación. La Vox Humana, conocida como 'las viejas' por su curioso sonido, no funciona y está desconectada".

Un gran desafío, dice Izquierdo, sería dejarlo funcionando, dado su carácter único y tan ligado con el templo mismo. "Los órganos tienen esta hermosa propiedad de seguir sonando del mismo modo por cientos de años. Este órgano tiene un sonido que llena perfectamente el templo y, además, es uno de los más imponentes visualmente en Santiago. Por todas estas razones, una recuperación completa, prudente y centrada en sus valores intrínsecos, se vuelve necesaria hoy. Algunos plantean que debieran cambiársele algunos registros para otorgarle más agudos y un sonido más barroco, pero tal como está es el fiel reflejo de la estética sonora de la Iglesia en Chile hacia 1900, algo directamente relacionado con el templo mismo", concluye Izquierdo.

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jueves, 10 de mayo de 2012

Patrimonio histórico nacional. La Basílica del Salvador

http://masdecoracion.latercera.com/2012/05/05/01/


Patrimonio histórico nacional.
La Basílica del Salvador, primera iglesia con esa categoría en nuestro país, es dueña de una historia difícil de descubrir, marcada por los daños, disminución y olvido; pese a ser un edificio único en Chile, inspirado en las iglesias neogóticas de Europa del s. XIX.

Por: Loreto Davis /Fotos: María Luisa Murillo
La historia del templo de la nueva Compañía dedicada al Salvador comienza en mayo de 1864, como reemplazo de la iglesia San Miguel, de los jesuitas, incendiada en 1863. El arzobispo de la época, Rafael Valentín Valdivieso, es quien inicia y concreta lo que hoy conocemos como la Basílica del Salvador, declarada monumento nacional en noviembre de 1977.

Impactante en todo sentido. Con aires de grandeza se presenta esta iglesia a los ojos de quien pase por las calles Huérfanos, Agustinas o Almirante Barroso. Un edificio antiguo, único; hecho de ladrillos -albañilería simple- y de estilo neogótico. Aun así, lo que más llama la atención es su estado, su estructura dañada que advierte a los vecinos de un posible derrumbe.“Es incomprensible una actitud tan indiferente por parte de todos nosotros, vecinos y autoridades, habitantes de una misma ciudad, que hemos perdido el asombro ante el espectáculo cotidiano de ver desaparecer día a día un edificio indiscutiblemente valioso e irrepetible. Absolutamente todos somos responsables por este hecho vergonzoso que no hemos podido resolver”, dice Jorge Atria, arquitecto especialista en patrimonio.


Sin embargo, para los expertos el monumento no está perdido. Fernando Pérez, arquitecto del Centro de Patrimonio de la Universidad Católica, señala que la iglesia puede ser perfectamente reconstruida: “Para arreglarla, lo primero es consolidarla estructuralmente, porque es una iglesia que en su estado original no estaba preparada para resistir los sismos que hay en Chile. Y luego hay que hacer un trabajo de reconstrucción de toda la parte arquitectónica, de todo lo que se ha destruido, y también de los elementos decorativos -que no son pocos- porque es una iglesia pintada con muchos detalles”.

Por su parte, Atria agrega: “Para restaurarla es necesario entender a cabalidad su verdadera importancia en el contexto de la arquitectura histórica de Santiago, y concebir un modelo de gestión adecuado y pertinente que haga posible el financiamiento de una intervención estructural y arquitectónica técnicamente compleja y delicada”.

Decoración y vitrales
La decoración de esta iglesia es una obra de arte, llena de detalles en oro y plata que se trajeron desde Europa, y que fueron complementados con vitrales que según el registro de monumentos nacionales del MOP son de Bélgica, sin embargo, otras fuentes dicen que llegaron directamente desede el taller Mayer de Munich.


Del estado de estos vitrales -algunos rotos, otros en perfectas condiciones-, Jorge Atria agrega: “Constituyen uno de los componentes más importantes y visibles de este edificio, por su dimensión, su calidad expresiva y su resolución técnica. Habría que destacar también la importancia de la condición representativa de las imágenes y la incidencia que tiene este maravilloso recurso arquitectónico en la configuración de la atmósfera que adquiere el espacio interior del templo, gracias a la luz templada e intencionada que se logra mediante la penumbra y el color de los vitrales”.


Decoración Los interiores y  murales fueron pintados por el artista Aristodemo Latanzzi, los candelabros y elementos de bronce (candelabros góticos del altar mayor) fueron diseñados por el escultor Virgilio Arias y los bocetos de altares y retablos los realizó el pintor Onofre Jarpa. Desde España trajeron figuras para los altares del templo, talladas principalmente en madera.

Hoy, la Basílica del Salvador está en manos del Arzobispado, que busca financiamiento a través del Ministerio de Obras Públicas, y además dejaron a cargo del Centro de Patrimonio de la Universidad Católica los estudios respecto a la restauración. Para esto no hay plazos ni cifras de inversión específicas, ya que según nos dice Pérez  “es muy difícil hacer un estudio dada la situación del templo”. Finalmente agrega: “Quizás habría que combinar la posibilidad de hacer una consolidación transitoria y una definitiva. Es un asunto que requiere muchos desafíos y no es fácil”.


1864 El arzobispo de la época, Rafael Valentín Valdivieso, da inicio y concreta lo que hoy conocemos como la Basílica del Salvador.
1866 Se encarga este proyecto al arquitecto alemán Teodoro Burchard -uno de los primeros arquitectos que trajo a Chile el estilo neogótico- y como administrador queda al mando el presbítero español Zuazagoitía.
En 1870 El arzobispo pone la primera piedra, pero recién en 1873 comienza la construcción.
1892 Se termina e inaugura la obra gruesa, pero hasta 1920 continúan los trabajos de la construcción.
1906 Después del terremoto de este año la basílica sufre sus primeros daños y se ponen refuerzos con amarras de perfiles metálicos anclados a los muros.
Entre 1935 y 1945, a cargo del arquitecto Josué Smith, se estuca el frontis de la iglesia y se instalan sobre la zona de los campanarios las losas de hormigón armado que servirán de cimiento para las torres, que nunca llegarían a concretarse por falta de recursos.


La hermandad del Carmen donó en 1890 el órgano de tubos importado desde Alemania, instalado en la parte trasera de la iglesia.Actualmente se encuentra desmantelado.Aristodemo Lattanzi estuvo a cargo de los trabajos de pintura ornamental, pintando filigranas y grecas en cielos y columnas.


1938 El Papa Pío XI eleva la iglesia a la categoría de basílica.
1927 y 1985 Frente al gran sismo y terremoto de los años respectivos, el templo sufre graves daños estructurales y ornamentales, siendo restaurado con la construcción de dos grandes columnas de hormigón armado en su nave central.
2010 Con un proyecto de reconstrucción -estudio hecho por un equipo al mando de los arquitectos Eugenio y Nicolás Joannon- aprobado el año anterior, la ya inhabilitada basílica empeora su estado, lo que implica que no se puede llevar a cabo este trabajo dado el nuevo estado de la iglesia.
2012 En febrero de este año el MOP tuvo una iniciativa que pretendía llegar a una consolidación transitoria, que permitiera operar sin peligro, frente a eventuales futuros sismos, para estudiar el caso, y nadie se presentó.

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Los otros atractivos del Cajón del Maipo

LA TERCERA EDICION IMPRESA
jueves 10 de mayo de 2012

GENERALMENTE quienes van al Cajón del Maipo no recorren más allá de lo que ven alrededor del camino, pero aquí hay mucha historia que contar”, dice el arquitecto Humberto Espinosa, quien junto al arqueólogo Angel Cabeza y el periodista Andrés Gutiérrez acaban de publicar el libro El patrimonio del Cajón del Maipo.


La ruta G-25 o Camino El Volcán no sólo equivale a restaurantes, salones de té y campings. En sus alrededores también existen riquezas patrimoniales que pueden visitar. Como, por ejemplo, la centenaria Aduana Portillo del Maipo, ubicada a 37 kilómetros de Santiago (ver infografía) y que antiguamente controlaba a los ganaderos que llegaban con sus animales desde Argentina. Pese a que por ahí pasaron también visitas ilustres como Charles Darwin en 1835 (según lo documentó en sus escritos), el edificio de un celeste desgastado pasa inadvertido al costado norte de la vía. Hace 40 años que ya no funciona, pero puede ser visitado.
Pocos metros más allá está la capilla del ex Fundo El Manzano, que pese a haber sido construida a mediados del siglo XIX y manejada por los misioneros que llegaban al valle, aún sigue celebrando misas. Unos kilómetros más allá, todavía subsiste otro edificio religioso: la capilla Las Mercedes (1903), que está en el Melocotón Alto. Aunque deteriorada, aún guarda parte de su arquitectura para ser visitada.

A pasos de la plaza de San José de Maipo existía en 1834 un hotel llamado Gran Hotel Francia. Recibía a los capitalinos que en esa época buscaban salir de la ciudad a respirar “otros aires”, pero con el tiempo empezaron a recibir a aquellas personas que necesitaban mejorarse de sus enfermedades respiratorias. Así, este reducto se convirtió en uno de los primeros sanatorios pensionados del país y pasó a llamarse Sanatorio Laennec, en honor al inventor del estetoscopio.

El pueblo fue ganando su reputación como balneario de reposo, y en 1919 se construyó en el cerro Divisadero una hermosa casona neoclásica, la Casa de Salud de Mujeres “Carolina Doursther”, que aún recibe a pacientes con enfermedades respiratorias. “Si bien ambos lugares hoy mantienen a un número menor de pacientes, es posible ir a ver su arquitectura, previo aviso”, comenta el encargado del área patrimonial del Servicio de Salud Suroriente, Alejandro Vial.

Hay otro cajón dentro del cajón. Es el del río Olivares, en el sector de El Alfalfal. Es un sendero de montaña de 27 kms que puede recorrerse en cuatro días. Hasta acá se llega a caballo o en 4x4 y el objetivo final es un gran salto de agua. Cuenta la historia que a través de este valle traían mercancías de contrabando y esclavos afroamericanos en tiempos de La Colonia. Hoy, la ruta está protegida por el Ministerio de Bienes Nacionales y puede visitarse, previa inscripción en sus oficinas.

Mención especial merece El Volcán, un pueblo casi fantasma que a principios del siglo XX albergó a miles de explotadores de yeso, sus casas, una escuela, un cine y canchas de fútbol, y hoy sólo tiene una veintena de habitantes. Aún ahí se puede ver la línea del tren que llevaba pasajeros provenientes desde Santiago.

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http://www.dedaldeoro.cl/
Bello Viejo Cajón

El ex sanatorio Laennec.

El arquitecto y ex concejal de San José de Maipo, Humberto Espinosa Poblete,
nos informa, en esta segunda entrega sobre al patrimonio arquitectónico de
la comuna, sobre un conocido lugar que, en sus tiempos, cobijó y ayudó a
sanar a innumerables enfermos del pulmón.

En el corazón de la capital comunal se encuentra el ex Sanatorio Laennec, ocupando, con 5.200 m2, la manzana en diagonal a la Plaza de Armas de San José. El sector más antiguo y de más valor arquitectónico del inmueble es el de la esquina de Calle Comercio con Uno Sur, con su arquitectura ecléctica, de influencia neoclásica, con anchos muros de adobe en un piso, altas ventanas con alfeizares de mármol, puertas con tragaluz y molduras en su fachada principal. Iluminados corredores comunican los distintos recintos y sus dos patios, en torno a los cuales se fue construyendo este edificio y la vida de muchas familias cajoninas, además de afuerinos que llegaron a curar sus males y se quedaron por siempre. El resto del edificio, construido posteriormente, corresponde a una arquitectura modernista, de líneas más simples que se funden con la primera en su continuidad de fachadas.

Este edificio y la Casa de Salud de Mujeres Carolina Deursther de Tocornal son un hito del Patrimonio Arquitectónico de San José de Maipo, de propiedad del Servicio de Salud Metropolitano Sur Oriente. Con el apoyo técnico de la Dirección de Arquitectura del MOP, ambos inmuebles han sido declarados monumentos históricos. El paso siguiente será restaurarlos y darles una nueva vida, preservando sus valores patrimoniales.


Esta gran infraestructura de salud se genera en la segunda mitad del siglo XIX, cuando San José de Maipo se da a conocer como el lugar ideal para la cura de enfermedades pulmonares debido a la sequedad de su clima y a los atractivos naturales que no tenían nada que envidiar a los Alpes europeos. Cientos de pacientes nacionales y extranjeros encontraron aquí el lugar y las instalaciones adecuadas para terminar con sus padecimientos de tuberculosis. Después de la minería, a la que la Villa debe su origen, esta actividad pasó a ser la principal fuente de trabajo para los vecinos de la comuna. No hay nadie en la zona que no tenga un pariente que trabajara en algún momento para el Servicio de Salud

En 1896, a dos años de la creación de la Municipalidad de San José de Maipo, se funda el “Gran Hotel Francia”, orientado a fines turísticos y terapéuticos, atendiendo pacientes tuberculosos y con otras enfermedades pulmonares. Esto se debió al Doctor Bernardino Vega Macher, quien había llegado a San José por a sus afecciones pulmonares y cuya recuperación se debió a las bondades del clima. Establece entonces un pensionado particular dedicado a la cura de la tuberculosis. Además, como los enfermos de escasos recursos estaban destinados a morir, propone a la Caja del Seguro Obrero fundar un “sanatorio para desvalidos”, el que es inaugurado al alero de una ley que fue la base de la Legislación de Medicina Social posterior, constituyendo uno de los impulsos más significativos para el desarrollo de la seguridad social en Chile.

Casi la totalidad de las piezas del antiguo Hotel Francia, famoso por el éxito de sus tratamientos contra la tuberculosis, pasan a ser uno de los primeros pensionados sanatorios de Chile: Pensionado Laennec, en honor a uno de los más grandes tisiólogos que revolucionó los tratamientos de la tuberculosis: René Théophile Hyacinthe Laennec. En 1932 pasa a llamarse Sanatorio Laennec y se inicia la construcción de nuevos pabellones. Dos años después, los antiguos dueños ceden la totalidad del sanatorio al Seguro Obrero. En manos de su primer Director, Dr. Víctor Sierra S., en 1939 se inicia una reorganización que significa un mejoramiento económico para su personal y más bienestar para los reposantes , tarea continuada por su sucesor, Dr. Alfonso Sims R.

En esos años, la zona era principalmente un enclave minero. En 1884 se creó la Compañía Minera del Maipo para la explotación del cobre en El Volcán. San José era entonces una subdelegación del Departamento de La Victoria, cuya capital era San Bernardo. En El Volcán, El Ingenio y San Pedro Nolasco, la población fija alcanzaba a los 700 habitantes. En es misma época la crisis económica golpeó a los trabajadores al cerrarse casi la totalidad de las minas de El Volcán.

Hasta 1954 el Sanatorio se destinó a atender a obreros y empleados asociados al Seguro Obrero. Ese año se fusionan las instituciones de la salud pública y se crea el Servicio Nacional de Salud, el que se hace cargo del Sanatorio Laennec, establecimiento que sigue recibiendo pacientes hasta 1976, año en que son trasladados a la Casa de Salud Carolina Deursther. Desde entonces, la edificación queda prácticamente desocupada, sólo con su carga de historia y prestigio.

Actualmente, en parte de sus dependencias, funcionan la Dirección del Hospital, el Jardín Infantil del Servicio y oficinas del Departamento Social del Municipio. Más del 70% del edificio se mantiene desocupado. La falta de financiamiento del Servicio mantiene estos recintos casi abandonados, con todo el deterioro que ello implica. El tiempo, las palomas y el vandalismo han dejado sus huellas, aunque la estructura del edificio, cerrado en torno a dos patios, ha ayudado a su protección. Preocupados por el futuro del inmueble, la Comisión de Patrimonio Cultural de Salud de San José de Maipo, que agrupa a la Municipalidad, SERNATUR y la Dirección de Arquitectura, entre otros, encargó a esta última el Plan Rector del ex sanatorio, instructivo que orienta, regula y controla las intervenciones que puedan hacerse al edificio con miras a su restauración y puesta en valor.

Han habido muchas ideas en torno a un nuevo destino para este monumento histórico, como crear un centro de educación técnico profesional, talleres de arte y artesanía, un hostal, un spa, un centro de encuentros culturales, sedes bancarias u otros servicios públicos. Su arquitectura, su historia, sus rincones, han atraído incluso a algunos cineastas que han montado entre sus muros y jardines inspiradas historias de intriga y amor en producciones televisivas. Ahí, en el ex sanatorio, se encuentra parte de nuestras raíces, parte de la historia de un pueblo, de generaciones que vivieron ligadas a su quehacer, que trenzaron sus historias de amor junto a los enormes árboles de sus patios y el blanco Cristo que acompañó a cada uno y a todos, dándoles fe en un futuro mejor.

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