domingo, 20 de febrero de 2011

Los veraneos en Chile, antes y ahora

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domingo 20 de febrero de 2011



Soledad Camponovo
Pirque, Melipilla y Peñalolén eran algunos de los destinos favoritos de las pocas familias que tomaban vacaciones durante la Colonia. La preferencia por la costa comenzó recién a fines del siglo XIX, aunque ir a la playa en esos días era muy diferente a hoy: llegar a los balnearios era una odisea de horas por caminos complicadísimos, pocos sabían nadar, se iba completamente vestido, y broncearse no estaba de moda.

Con el tiempo, los veraneos se masificaron producto de la modernización del transporte y de la instauración, en 1931, de vacaciones legales para los trabajadores. Ya en la década de 1990 el extranjero se convierte en un destino posible para un cada vez mayor número de personas.

Acá recorremos los profundos cambios que han experimentado los veraneos de los chilenos en los últimos cien años.

Los principales balnearios

La costumbre de ir a la playa comenzó a arraigarse en Chile a fines del siglo XIX, cuando algunas familias empiezan a preferir pasar sus vacaciones en la costa, y no en el campo. Por esto, los primeros balnearios -como Viña del Mar y Constitución- nacen en torno a fundos y haciendas. Durante las primeras décadas del siglo XX fue, sin duda, Cartagena el lugar favorito de la alta sociedad chilena. Luego, balnearios como Zapallar y Algarrobo vendrían a ocupar su lugar.








Los trajes de baño


Según dictaba la moda femenina en 1913, eran indispensables para el baño un traje de tafetán o sarga, las zapatillas adecuadas, un gorro "asentador y coquetón" para impedir que el pelo se mojara, una gran sábana-capa para usar antes de entrar al agua, guantes de goma y medias negras. Con los años, los trajes se fueron simplificando y se volvieron cada vez más pequeños, hasta la década de 1960, cuando el bikini se populariza y se convierte en el rey indiscutido del verano.


El transporte



A comienzos del siglo XX, llegar a la playa era toda una aventura; por ejemplo, un viaje entre Santiago y Valparaíso tardaba al menos ocho horas. La extensión de las líneas de ferrocarril -como el ramal Talca-Constitución, inaugurado en 1915, o el tren a Cartagena de 1921- hizo los trayectos más fáciles y fue un gran motor para el turismo nacional. A partir de la década de 1940, la masificación del automóvil y la construcción de carreteras y túneles disminuyeron considerablemente los tiempos de traslado e impulsaron el desarrollo de muchos balnearios, sobre todo en la zona central.

Los viajes al extranjero



Las playas de Brasil o las islas del Caribe eran consideradas destinos exóticos e inalcanzables para la gran mayoría de los chilenos durante casi todo el siglo XX. Pero desde la década de 1990, producto de la globalización y del mayor poder adquisitivo de la población, esto cambió por completo, aumentando año a año la venta de pasajes al exterior.

Los bañistas



Antiguamente, el término bañista estaba más asociado a los baños termales que a las playas. Algunas termas nacionales ya eran mencionadas en el siglo XVI por cronistas españoles, como la de Cauquenes, en donde se hizo, en 1897, la primera "Guía del bañista y del turista" de la que se tiene registro en el país. Hace un siglo, muy pocos chilenos sabían nadar y no era bien visto que las mujeres se metieran al agua. Hoy, los baños en el mar son altamente recomendados y son sinónimo de vida saludable.


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VIDA Y SALUD
Lunes 19 de Enero de 2009

Memorias de verano:
Vacaciones con trajes de baño de lana y baldes de lata

Los paseos a la playa de antaño se hacían en tren o en coche con caballos. Por las noches se compartía en familia y se jugaba a las adivinanzas.



Antiguamente, irse de vacaciones era una verdadera aventura. Sylvia Bordalí (86 años) recuerda que cuando niña iba con su familia a Viña del Mar en auto.

"Era un modelo del año 30, pero no era ninguna comodidad, porque entre las curvas y el polvo del camino llegábamos todas embarradas".

Ana María Pizarro (79) viajaba en tren. "Nos juntábamos en la Estación Central y partíamos a Llolleo con sándwiches hechos por la mamá. Por suerte inventábamos juegos durante el viaje, porque el tren iba parando en todas las estaciones"

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