lunes, 23 de abril de 2012

Los palafitos de Castro son reconvertidos al turismo, la gastronomía o el comercio

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domingo 22 de abril de 2012


Transformaciones han aumentado el precio de estas tradicionales construcciones:



Situados en el borde costero, están como en tierra de nadie. El alcalde dice que aun cuando hoy son todos ilegales, el municipio está intentando regularizarlos, porque "son un aporte a la ciudad".  

SOLEDAD NEIRA FARÍAS 
Íconos de Castro, la capital del archipiélago chilote, los palafitos que parecen mecerse en el agua, apoyados apenas en la costa, están de moda. Tanto, que ni siquiera su dominio precario impide que osados inversionistas lleguen a la zona "doblando" ofertas para hacerse de una de estas postales y darle un uso que ya parece consolidarse: gastronomía, comercio y turismo.

Hoteles, hostales, restaurantes, cafés, tiendas de artesanía o agencias de turismo han reemplazado a improvisadas construcciones que surgieron en el borde costero, en las "afueras" de la ciudad, como tomas.

"Fue una razón económica. No había espacio para construir, y usaron el borde marino, que en los 60 no era administrado por el Estado", dice Renato Cárdenas, historiador y director del Archivo de Chiloé. José Edulio es uno de los más antiguos residentes. Recuerda que lo construyó en 1967, porque después del terremoto se habían quedado sin casa. Encontraron este terreno y se instalaron porque no quería abandonar el sector donde creció. Su antiguo patrón le regaló maderas, y con eso se instaló, y hace unos 20 años lo conectaron al alcantarillado, servicio del que aún carecen muchas de estas construcciones.

Pese a ello, muchos inversionistas, especialmente de Santiago, están ofreciendo sumas millonarias. "Vino un señor de Santiago y ofertó $80 millones por el antiguo palafito. Le dijeron que no porque ya estaba listo para que se construyera un hotel, y entonces ofreció doblar la oferta, a $160 millones", dice Ramón Alvarado, un carpintero que trabaja apuradamente en el desarme de un palafito donde se levantará un palafito hotel.
Y aunque varios de sus vecinos han vendido, Edulio no pretende irse y observa cómo las antiguas viviendas crecen.

Siguen siendo palafitos, pero han hasta cuadruplicado sus metros cuadrados. Hasta tres pisos en los estrechos frentes de no más de 10 metros, que tenían los originales.
Una media docena de estos "nuevos palafitos" están en el sector Gamboa, en la salida sur de Castro, hacia Quellón. Y otros seis, de distintos volúmenes, se reconstruyen completamente en Pedro Montt, en la costanera. Algunos fueron refaccionados, pero la mayoría hace borrón y cuenta nueva.

Los une un común denominador: "Son todos irregulares, así de claro", dice el alcalde, Nelson Águila, "sin títulos, sin permisos de obras, sin patente", enumera.
Tampoco tienen protección patrimonial. Y todo por su ubicación. En tierra de nadie, como dicen en el lugar. El problema es antiguo. Tanto como las añosas edificaciones. Y pese a las mesas de trabajo, a las reuniones y a los reclamos de los vecinos, nadie sabe qué normas los rigen.

La mayoría está situado bajo los 80 metros de playa, contados desde la más alta marea. Luego, quien tiene la jurisdicción allí es la Subsecretaría de Marina, que puede concesionar el uso de esos terrenos.
"Irregulares, porque no pueden acreditar la propiedad, pero desde mi punto de vista, pese a que son ilegales, creo que son un aporte para la ciudad de Castro", agrega el edil, quien valora que los nuevos ocupantes los hayan mejorado.

Explica que hace más de dos años han buscado como municipio un acuerdo con el Gobierno, "con el anterior y con éste", recalca.
Ahora está tramitando una audiencia con el Ministerio de Bienes Nacionales. Y el tema lo planteó también a la Comisión de Cultura de la Cámara cuando concurrió esta semana a declarar por el mall .
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$50 mil
cuesta alojarse una noche en uno de estos palafitos en Castro.
400
palafitos se encuentran en el archipiélago de Chiloé desde la década de los sesenta.
4 m
de largo miden los palos de luma, que son la base de un palafito.

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