lunes, 16 de abril de 2012

Históricos cités patrimoniales de Santiago son cada vez más reconocidos

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revista +Decoración - 26/05/2009 - 12:09


por María Gracia Paúln
Fotos: Paola Velásquez

Los cités y pasajes de Santiago son parte de nuestro patrimonio, el que toma posesión dentro del escenario arquitectónico y que vela porque estos sitios urbanos sean vistos y vividos por esta generación y aquellas que vendrán.

PASAJE ADRIANA COUSIÑO

Estamos ubicados en el Pasaje Adriana Cousiño 344, en la comuna de Santiago, conocido también como el emblemático “Barrio Yungay”. Zona típica o pintoresca en la categoría de Monumento Nacional y es visitado por turistas durante todo el año). 

Le gustaba el pasaje y el interés por este callejón aumentaba cada vez que pasaba por ahí, hasta el punto de que muchas veces desviaba su camino para entrar y contemplar el lugar.
Así recuerda Marcelo Arancibia, arquitecto y miembro de la Agrupación en Defensa del Barrio Yungay, los años en que viviendo en este sector de Santiago pasó a ser un gran admirador del pasaje Adriana Cousiño, construido hacia 1920 por los arquitectos Alberto Cruz Montt y Ricardo Larraín Bravo. “Tenemos una población de pajaritos que nos canta todos los días”, relata mientras nos acomodamos en la entrada de su casa.

Así, luego de algún tiempo, este profesional cumplió el sueño de ser parte del vecindario de esta callecita, hoy declarada Patrimonio Urbano, donde además vive junto a la diseñadora y fotógrafa Liza Retamal y un compañero alemán que se encuentra de paso por Chile.
La angosta plazoleta interior es el lugar de encuentro entre estos jóvenes y sus amigos, donde junto con descansar aprovechan también de admirar el antiguo jardín de palmeras, con vistas a zócalos, porches, arcos y balcones.

Cómo llegar: Bajando por Huérfanos, este pasaje se encuentra entre las calles Maipú y Herrera, en la comuna de Santiago.

PASAJE HURTADO RODRÍGUEZ

Uso: Residencial Ubicación: Entre calles Huérfanos y Compañía s/n, y entre Libertad y Esperanza. Región Metropolitana. SANTIAGO CENTRO. Arquitecto: Alberto Cruz Montt, Downey, Mozó, Ricardo Larraín Bravo, Rojas Santa María, Garafulic, entre otros. Año de Construcción: 1926-1928 Observación: Zona Típica DE 217 21.06.2000
                                    
Un desfile de manos arquitectónicas dio forma a este significativo pasaje habitacional que reúne estilos desde el grecorromano hasta el Tudor y cuya gestora fue doña Celsa Rodríguez de Hurtado.
Fue ella quien, entre los años 1926 y 1928, encargó crear 21 casas de entre dos y tres pisos a famosos arquitectos como Cruz Montt, Downey, Mozó, Larraín Bravo, Rojas Santa María, Garafulic, entre otros.

Para marcar la diferencia, este pasaje debía tener un ensanchamiento en su centro para dar forma a un espacio de encuentro y permanencia. Un aspecto que hasta hoy se conserva y los mismos vecinos valoran, como es el caso de Berta Escobar, quien lleva 43 años viviendo en este lugar.
“Tengo cinco hijos, cinco nietos y tres bisnietos”, cuenta esta dueña de casa, una de las personas con más tiempo en el pasaje y en quien descubrimos un enorme sentido del humor.

Sabe que el pasaje Hurtado Rodríguez es zona típica, algo que la enorgullece y le confirma por qué tantas veces han llegado a este lugar cámaras para utilizarlo como escenario de películas y registrar  adoquines, antiguos faroles, jardineras y una exhibición de rejas que adornan puertas y ventanas.
Estas son algunas características que definen el diseño del pasaje Hurtado Rodríguez, un callejón recto de más de 12 metros que une las calles Huérfanos y Compañía.

Cómo llegar: Bajando por Huérfanos, este pasaje se encuentra entre las calles Libertad y Esperanza, en la comuna de Santiago.

PASAJE LUCRECIA VALDÉS

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El pasaje Lucrecia Valdés de Barrios fue onstruido el año 1924 y declarado monumento nacional el año 2000, el pasaje Lucrecia Valdés pertenece al llamado barrio Yungay.

Este pasaje nace  cuando Luis Barros Borgoño, director de la Caja de Ahorros, tuvo la idea de construir 21 casas para los ejecutivos que trabajaban con el.
Luis Barros Borgoño puso el nombre al pasaje en honor a su señora, Lucrecia Valdés.

 Los primeros habitantes de estas  casas fueron familias pertenecientes a la nueva clase media alta de Chile, también habitaron intelectuales y artistas de la época. En el número #370 residió el escritor Alberto Romero, autor de la novela “La viuda del conventillo”.

El pasaje Lucrecia Valdés es parte del  al barrio Yungay.

El pasaje Lucrecia Valdés se ubica por calle Compañia, entre calle Esperanza y calle Maipu.
Una ecléctica combinación entre lo antiguo y moderno se origina en este pasaje del barrio Yungay construido en 1924 y declarado Patrimonio Nacional en el año 2000. Por un lado, sus fachadas muestran la antigüedad de su construcción patrimonial, con variadas expresiones arquitectónicas en las 20 casas que la conforman. En cambio, muchos de sus interiores ofrecen juveniles y contemporáneos lofts, una atractiva característica para un entorno con aires europeos.

Marcelo Díaz es pionero en este tema, una tendencia que cada vez entra con más fuerza en este sector de Santiago debido a la cantidad de jóvenes, entre ellos extranjeros, que vienen a vivir a este barrio por su diversidad cultural.

“Yo me crié en este sector, estudié a pocas cuadras de aquí y siempre le he tenido mucho cariño”, nos dice y, mostrándonos su actual casa, agrega: “Al ver su deterioro, hablé con un amigo estadounidense e hicimos una sociedad para adquirir derechos y construir siete lofts a los cuales llamamos LVBB333”.

La historia de este pasaje, la que Marcelo conoce a cabalidad, se remonta a la época de Luis Barros Borgoño, cuando era director de la Caja de Ahorros y quien encargó construir un conjunto de casas para ejecutivos que trabajaban con él. Estas personas eran parte de la nueva clase media alta existente en el país y Barros Borgoño puso el nombre al pasaje en honor a su señora, Lucrecia Valdés.

De esta forma, diversos personajes han pasado por aquí dejando una huella, donde se cuenta, además, que vivió el escritor Alberto Romero, autor de escritos como La Viuda del Conventillo.
Cómo llegar: Bajando por Huérfanos, este pasaje se encuentra entre las calles Esperanza y Maipí, en la comuna de Santiago.

CITÉ LAS PALMAS

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Con el arbolado parque de la Quinta Normal como telón de fondo, el cité Las Palmas definitivamente nos traslada a otra época.

Sí, porque no sólo nos bañamos con una historia arquitectónica de lujo proyectada por Julio Bertrand en 1914, sino además con su perfecta restauración y conservación que hoy permite seguir reconociendo su gran valor patrimonial.

Las ocho viviendas, de dos y tres pisos, siguen una estética romántica y comparten un patio interior con antiguas palmeras que en ciertos momentos del día dan una agradable sombra. Es esta fresca protección la que busca María Ester Guzmán mientras teje bajo el alero de la entrada de su casa, sentada en una banqueta y disfrutando de la suave brisa que sopla durante las tardes.
“Ya son 27 años los que llevo viviendo en este lugar, empiecen a sacar las fotos, yo en cualquier momento tendré que salir ahí a la reja por el negocio”. ¿Qué negocio?, le preguntamos. “Uno de bebidas que tengo ahí al ladito, afuerita del cité, uf…, sobre todo en estos días”, explica mientras pensamos en las diferentes tomas que sacaríamos para este reportaje.

Una influencia de arquitectura medieval es claramente reconocida en este lugar, la que se expresa a través de balcones, arcos, baldosas y variados ornamentos que generan continuidad y hacen rememorar nuestros queridos barrios de antaño.

Cómo llegar: En Avenida Matucana, a un costado de la entrada del Parque Quinta Normal, entre las calles Santo Domingo y Catedral.

Más información: http://www.latercera.com/
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Cités: Pasajes Con Historia
Domingo 25 de Febrero de 2001
Catherine Lizama

Por Catherine Lizama

Al traspasar la enorme reja del cité de calle Matucana 530, se sienten los aires de principios del siglo XX. Las palmas, que le dieron su nombre, están ocultas entre la maleza, como testigos del paso del tiempo y el deterioro de la que fuera la obra maestra del arquitecto francés Julio Bertrand.

Pasaron 87 años desde que se inauguró en 1914, pero hoy corre el peligro de ser destruido.

Existen en la capital más de 500 de estos estrechos pasajes con casas de adobe, que guardan parte de la historia y que por su particular forma, mantienen a sus moradores en una convivencia obligada.

Helena Balbosa vive desde hace más de 50 años en el cité Salas, en la calle Gorbea 2458. "Llevo tantísimos años. Mi marido y mi mamá murieron aquí".

Como ella, hay más de 35 mil personas viviendo en cités, que datan de 1910 a 1940.

Un convenio, suscrito hace tres años, entre la Municipalidad de Santiago, la Corporación para el Desarrollo y la Junta de Andalucía, busca rescatarlos como patrimonio cultural y social.

Se seleccionaron seis cités en los que se restauraron los espacios comunes,  privilegiándose aquellos con valor arquitectónico y con buena estructura, explica el arquitecto a cargo, Ariel Núñez. De ellos, sólo quedan dos por arreglar.

A los vecinos se les pide que reparen el interior de sus casas y que se organicen en un comité para la ejecución de las obras.

"Antes estaba lleno de hoyos y postes. Si parecía un pantano. Ahora está lindo", opina Helena Balbosa, mientras muestra los nuevos jardines y las luminarias de su cité, construido en 1913.

Pero antes del programa Andalucía, la Municipalidad de Santiago ya tenía el plan "mano a mano", que funciona hace una década para efectuar arreglos en pasajes y cités.

Se aporta el 50% del dinero, que se canaliza a través de la Corporación para el Desarrollo de Santiago, y el resto lo cubren los vecinos que se organizan y reúnen las cuotas.

Se han intervenido más de 400 de ellos, ya sea con pavimentación, pintura, iluminación, rejas o citófonos.

¡QUÉ BONITA VECINDAD!

La mayoría de quienes habitan estos cités son de la tercera edad, jubilados o descendientes de familias antiguas de la comuna.

Eufemia Sayago vive hace cinco años en el de Gorbea 1952, uno de los cuatro restaurados.

"Cuesta aprender a convivir, aunque todos nos saludamos y nos conocemos", dice mientras le grita a unos niños que no golpeen la reja."Siempre hay peleas por el tema de los niños, porque a algunos no nos gusta la bulla, pero uno tiene que adaptarse no más", afirma.

Al final del corredor vive desde hace más de 20 años Eliana Segovia. "No me meto con nadie, pero la abuelita de la entrada es la que se sabe la vida de todos y el vecino de aquí al frente es el que reta a los niños", dice bajando la voz.

Se refiere a Carlos Villanueva, temido por su falta de paciencia con los 13 menores del lugar. Pero él se defiende diciendo que "el ruido de los niños no sólo me molesta a mí. Otros vecinos se quejan conmigo y yo sólo recojo esas inquietudes".

Reclama que lo difícil de vivir en un cité es que hay gente que no considera las necesidades del grupo ."Vivo acá hace 44 años y hubo épocas en que la convivencia era muy rica y había mucha solidaridad. Pero ahora hay gente con la que difícilmente se puede socializar y menos convivir", dice.

Asegura que con el tiempo llegaron personas "con otro criterio y costumbres noctámbulas y ruidosas que deterioraron la calidad de vida".

El arquitecto Núñez cuenta que, a veces, es difícil organizar a los vecinos. "Hay algunos que no se hablan, otros que han peleado porque los niños juegan en el pasaje, ensucian y meten ruido. Pero tuvieron que ceder en sus posturas para que el plan terminara con éxito".

En el cité Salas, un cartel en la entrada estipula las reglas de la comunidad para evitar problemas: "Pagar las cuotas mensuales; no jugar a la pelota; prohibido jugar en los jardines; mantener cerrado y limpio".

Pero a los jóvenes les cuesta adaptarse. John Bravo (19), habita en un cité de calle Zenteno. Dice que "hay muchos cahuines y pelambres. Andan todos preocupados de uno, de lo que hace o deja de hacer".

Si bien admite que, a veces, los vecinos son unidos, generalmente se producen peleas. "Hay señoras que se han agarrado de las mechas por los cabros chicos, porque andan en bicicleta o pasan a llevar las plantas. No falta la que le tira su basura a la otra. No es muy rico vivir en cités. No se lo recomiendo a nadie", dice molesto.

Dice que lo peor es que no pueden hacer fiestas. "Una vez hicimos una y llamaron a los pacos. "Estai" obligado a "carretear" afuera, porque aquí no "tenís" tu espacio. Hay que pedir permiso para todo".

En el de Matucana tampoco es fácil la convivencia. "Este cité no es lo mismo que era hace como quince años. Ahora hay más ajetreo. La gente ni cierra la puerta cuando sale", dice Rodrigo Fairlie.

"Tuvimos problemas con los peruanos que viven al lado. Ponían la música fuerte, hacían escándalos y tiraban botellas de pisco por la ventana. Una vez hasta se agarraron a tajos entre ellos, salieron sangrando y llegaron los carabineros", cuenta.

¿CONDOMINIO O CITÉ?

Núñez observó durante la restauración que a los habitantes no les gusta que se le llame "cité" a sus viviendas.

"Para ellos, esa palabra tiene una connotación social que no desean. Lo confunden con un conventillo y les resulta ofensivo", dice.

En el Salas, los vecinos borraron la palabra "cité" de la placa que se puso en la entrada después de la restauración, y escribieron "condominio Salas", lo que evidencia el rechazo de los moradores por el concepto.

"¡Nooo!, si los cités son diferentes. Donde la gente tiene lavaderos afuera y ropa tendida. Yo los conocí cuando era chica pero éste no es de esos", dice la señora Helena que habita en ese "condominio".

"Esto no es un cité", se apresura a decir la señora Eufemia, del pasaje Gorbea 1952. "Un cité es donde arriendan por piezas. Nosotros somos todos propietarios", aclara.

Lo mismo dice Isabel Cáceres, quien vive en San Diego con Victoria, a pesar de que en el arco de entrada dice en grandes letras "Cité Bellalta". Según afirma, "hace tiempo que pensamos borrarlo, porque está equivocado".

El conventillo era una vivienda ligera, que no tenía servicios ni alcantarillado. Tenía baños y lavaderos comunes, pero se erradicaron de la comuna, explica el arquitecto. En cambio, el cité está formado por casas independientes, con un patio compartido.

Según el investigador del Museo Histórico Nacional, Leonardo Mellado, este tipo de viviendas apareció cuando aumentó la población a principios de siglo XX. Ello fue producto de la migración del campo a la ciudad, y también de la crisis del salitre que trajo a Santiago a más gente de la que se  podía recibir.

Con los cités, se aumentó la densidad de un terreno. Donde antes había una familia, se instalaron muchas y sin alterar la estructura de la ciudad. "Eran las viviendas sociales de la época", cuenta.

El gobierno de ese entonces subsidió a los propietarios de terrenos con un 50% para la construcción de casas pequeñas en pasajes, que después se dejaron de hacer y se pasó a la creación de bloques o villas.

Para el arquitecto Núñez, los cités fueron una muy buena invención y no se conoce la misma fórmula en otros países, ya que existen, pero con otras características. "Lo particular de aquí es el diseño y la función que tuvo. Es un patrimonio de la comuna", opina.

El cité Las Palmas de calle Matucana tiene un estilo diferente a los demás y, a pesar del deterioro, aún conserva su belleza.

Fue uno de los elegidos para la restauración. Sin embargo, está en peligro de ser demolido por ubicarse en un sector declarado como área verde por el plan regulador de Santiago.

Además, la avenida Matucana se va a ensanchar en un plazo aún no determinado, lo que destruiría toda la fachada del inmueble.

Núñez asegura que se están haciendo todas las gestiones posibles con la municipalidad y el Serviu para rescatarlo. "Ojalá que se entienda el valor patrimonial que tiene este cité, que es uno de los más notables", dice. Además, agrega que con la extensión del Metro, la estación va a quedar casi en la entrada del lugar, lo que podría dar un atractivo adicional a la zona.

En varias de las casas se subarriendan piezas, lo que ha acelerado su deterioro, como asegura Cristián Palma, arquitecto que arrienda junto a otros compañeros una de las viviendas. "Es espectacular, pero está muy mal por dentro. La gente come, duerme y cocina en cada pieza y todo eso lo deteriora ", opina. Para él, restaurar es más que "pintar y parchar un poco los hoyos. Pero, por lo menos se hace algo. Lo importante es que no lo boten".

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