lunes, 30 de mayo de 2011

Elisabeth MacLeod, 107 años:"No cambiaría mi juventud por la vida que tienen los jóvenes ahora"

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lunes 30 de mayo de 2011

Llegó en barco desde Inglaterra en 1909. Aquí recuerda cómo era el Chile de hace un siglo: sin radio, ni grandes edificios y muy pocos autos.

AMALIA TORRES
Había épocas en que, por dos o tres meses, Elisabeth MacLeod no sabía nada de su papá. Sólo tenía claro que estaba en el frente, luchando en la Primera Guerra Mundial. "Si estaba vivo o muerto, no podíamos saberlo", recuerda hoy, a sus 107 años.

En 1909, junto a su mamá y su hermana menor, Elisabeth viajó en barco desde Inglaterra hasta Valparaíso, huyendo del clima conflictivo que se vivía en Europa. En Inglaterra quedó su padre, marino.

Se refugiaron en Copiapó, en la casa de su abuelo materno, que vino a Chile a cargo de las máquinas de la mina Chañarcillo.

"¡Cuando llegué no sabía nada de Chile! No sabía ni que existía. Tenía 6 años cuando hicimos el viaje y sólo me acuerdo que demoramos seis semanas. El barco primero pasó por Buenos Aires y después siguió hacia el sur. Al salir al golfo de Penas hubo un temporal tan fuerte que casi nos hundimos".

Tardes de baile


Los mejores tiempos de su juventud, Elisabeth los vivió en Viña del Mar. Las tardes de sábado salía a bailar y en esa ciudad conoció a su esposo.

Del Copiapó de comienzos de siglo, Elisabeth recuerda la opulencia. "Había mucha plata. Por ejemplo, había gas en cañería, y me parece que en Chile las únicas otras ciudades que tenían, eran Santiago y Valparaíso. Y había casas muy grandes, aunque la mayoría era de un piso. A veces la gente decía '¡mira qué alta!' y se referían a casas de dos pisos".

Elisabeth no pudo cumplir su sueño de ser profesora. Estudiar implicaba trasladarse a la capital. "'¡Cómo se va a ir la niña sola a Santiago!' No podía ser, no como ahora que las chiquillas van solas donde quieren y no importa", dice.

Finalmente, estudió taquigrafía y dactilografía y comenzó a trabajar en el Banco Anglo Sudamericano.

Más tarde, con su tía -su mamá murió de tifus- y la familia de ella, se mudó a Viña del Mar. "Para mí, Viña era mejor antes. Era tan lindo, con jardines preciosos y todo tranquilo. Incluso la gente se saludaba en la calle. Le decían el 'dormitorio de Valparaíso' porque todo el mundo trabajaba allá, y a las seis de la tarde comenzaba el desfile a Viña".

"En esa época no deben haber habido más de seis autos en toda la ciudad y la gente se movía en tranvías. Pero a éstos se les salían los ganchos de los cables eléctricos y había que esperar que se bajara el chofer y los colgara de nuevo. ¡Era una odisea viajar de Valparaíso a Viña!".

Pero uno de sus recuerdos más vívidos es sobre cómo era pololear en Chile hace más de 80 años. "El sábado, después de tomar té, a las seis y media salíamos a bailar a hoteles, como el Astur de Valparaíso, que ahora se llama Prat, o al Club de Viña. A las ocho y media ya era hora de volverse, porque a las nueve había que estar en la casa. No es como ahora que van a bailar a las 11 de la noche y están hasta que amanece".

El domingo, la matiné era sagrada. "Todas las chiquillas íbamos a la matiné y los cabros nos esperaban en la puerta del teatro".

Salir de vacaciones con el pololo era impensable en ese entonces. "Las abuelas se morirían de saberlo", dice entre risas.

Cuando no había radio

A veces, "la gente me pregunta, '¿y no se lateaban?'. Yo les digo que no. Y realmente, fíjese, yo no cambiaría mi juventud por la vida que llevan los jóvenes ahora".

Y agrega: "Los chiquillos no te tocaban ni un dedo en esa época. Y si hacían payasadas, entonces ¡paaaf!, un carterazo les llegaba".


Elisabeth McLeod tiene cinco hijos, 21 nietos, 30 bisnietos y un tataranieto. En la foto, junto a su hija Vilma.

Elisabeth tiene cinco hijos, 21 nietos, 30 bisnietos y un tataranieto. "Cuando llegan a la casa prenden la tele y me preguntan por cómo era la vida antes, y los más avivados dicen: 'Oh, qué fome'. Y yo les digo, 'ustedes lo encontrarán fome, pero nosotros lo pasábamos bien'. Cómo voy a haber extrañado no tener televisión, por ejemplo, si lo que no se ha tenido nunca, no se echa de menos".

Para entretenerse, en su infancia -le cuenta a su descendencia-, lo más común era tocar el piano o la guitarra. "Ni siquiera había radio en esa época, así que había que poner discos, que se quebraban mucho. Por eso siempre había que andar con cuidado", recuerda.

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3 comentarios:

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  3. Lindo articulo! Felicitaciones Gonzalo por tu gran Abuelita!
    -Lore R. (desde Miami, EE.UU.)

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